Euro2020 – Italia
Hay que ver, empezamos esta serie “Eurocopa 2020” en LPD por pura coña, y ya estaríamos en semifinales. Se nos fue de las manos, señores. Por suerte, el triunfo aplastante del neoliberalismo en Europa –y el consecuente desprecio absoluto a cualquier perdedor, es culpa tuya, vete a morir y no molestes- implica que no haya partido por el tercer y cuarto puesto, y existe la posibilidad de que este sea nuestro último post. Pero vamos, que esta panda de tuercebotas es capaz de llegar a la final y todo. Por pura suerte y nada más: Suiza salió sin su principal estrella (sancionado encima por bocazas, no por hacer entradas), nos regaló un autogol en el minuto 8, jugó 45 minutos con uno menos gracias a una expulsión cuanto menos cuestionable, y aun así hubo que jugársela a suerte o verdad desde los once metros, donde los Eidgenossen fueron brevemente por delante tras fallar España su sexto penalti consecutivo en competiciones oficiales. Tenemos una suerte que no nos la merecemos. O eso, o Merkel, von der Leyen y Mette Frederiksen han sucumbido a los ojitos de cordero degollado de “Vacío” Sánchez, a.k.a. Mister Handsome, y aparte de con los Next Generation quieren apuntalarle con una Eurocopa. Y ahí está el tío, construyendo su leyenda.
Pero aunque las semifinales ya son un logro (logro magnificado porque hemos llegado con más empates que victorias), camino de la final nos queda un rocoso rival. Italia, nada menos, como en 2016, en lo que huele a final anticipada (escribo esto antes de conocer la otra semifinal, pero ni la pérfida Albión, o el primo de Zumosol de Eslovaquia, o los mejores productores televisivos del continente, ni tampoco los restos amalgamados de los imperios ruso y austro-húngaro deberían ser rival).
El rival
Poca gente es consciente, pero hubo un tiempo que España e Italia compartían soberanía en un mismo estado. Y no, no nos referimos al Imperio Romano. Porque ahí hubo más gente metida, que diluyó nuestros caracteres netamente jolgorioso-mediterráneos. No, hablo del periodo 507-526, en que ambos países estaban bajo el sabio gobierno de Teodorico el Grande. Aquello podría haber sido el comienzo de una gran nación: lo bastante fuerte para rechazar a los moros dos siglos más tarde, y para no dejarse avasallar por esos bárbaros del norte. Una nación con excelentes fronteras naturales, los mares y la cadena Pirineos-Macizo Central-Alpes, capaz de convertir el Mediterráneo occidental en su bañera, y con el latín vulgar con elementos godos como elemento de unificación. Hoy podríamos tener una UE centrada en Marsella, y los cancilleres de Normandía, Baviera y otros 20 ridículos estados noreuropeos vendrían a mendigarnos fondos para que sus economías basadas en el turismo de windsurf y esquí pudiesen subsistir, subsidiadas por un Silicon Valley en el Guadalquivir y la industria pesada de las llanuras del Po. Pero no pudo ser. ¿Y por qué no pudo ser? Pues porque Teodorico, en vez de pensar en el bien de la mayoría, solo pensó en su familia, y en vez de buscar al más capaz de sus nietos, quiso dejarles algo a todos. A su muerte en el año del Señor 526, el imperio fue dividido entre dos nietos, Amalarico y Atalarico, dos nulidades intercambiables hasta en el nombre, y desde entonces ambos países sufren bajo dirigentes que creen que la familia es más importante que el conjunto. Pensamiento que ha perfundido hasta el pueblo llano. Y así nos ha ido, sin sentido comunal ni de estado, vapuleados por separado por extranjeros envidiosos. Porca miseria.
Estilo de juego
El estilo se resume en “no encajar goles, y luego ya veremos”. Y efectivamente, en lo de no encajar tantos han logrado batir en esta Eurocopa el record mundial, con unos 1200 minutos imbatidos. Y también llevan ya 15 partidos consecutivos ganados. Todo números impresionantes, pero que –combinados con ese estilo de juego que consiste en cerrar y no dejar jugar- no les hacen muy populares. Podemos confiar en que el público inglés de Wembley (que curiosamente en los negocios y la piratería se comporta como la squadra azzurra, pero en el fútbol prefiere equipos con un estilo similar a la economía italiana, que den algo de espectáculo y risas) nos de un voto de confianza.
Estrella
Mostrando nuestra total ignorancia, nominamos a Leonardo Bonucci. Por ser el capitán y por unas credenciales impecablemente italianas: ha jugado en clubes cubriendo toda Italia, desde Bari hasta Milano, incluyendo la Juve, el AC Milan, y el Inter. Fue también titular (como Sergio Busquets y Jordi Alba) el 1 de julio de 2012 en el Olímpico de Kiev, así que igual sufre regresiones ante el 4-0 que se llevaron aquel día. O igual lleva nueve años alimentando el rencor y viene con ganas de revancha, a saber.
Nuestra propuesta al Comisario Político de la Anti-España
La vida, la existencia humana en este planeta, es un equilibrio constante entre dos impulsos. Eros y Tanatos, el impulso creador y el destructor, la creación de algo nuevo por la pura alegría de poder hacerlo, y la pulsión destructora de lo existente como modo de afirmación de uno mismo. La locura que invade a cuarentones dispuestos a ser padres, y la naturalidad con la que los niños destruyen sus castillos de arena para que no los usen los demás. Es el peculiar equilibrio entre estos dos extremos lo que determina el carácter de los pueblos, siendo los extremos Japón (donde van a tope 100% con ambos impulsos) y España (donde pasamos al 100% de lo uno y de lo otro, a nosotros déjennos en paz, ni eroistas ni tanatistas, los dos eran malos), los demás van un poco entre medias. En Italia, desde el desafortunado divorcio del año 526, las energías creadoras han fluido de manera casi inagotable, dándole al mundo una corriente artística tras otra: el Románico, el Renacimiento, el Barroco… pero, ¡ay!, las corrientes no eran del todo inagotables, y cuando llegó el fútbol, ya no quedaba nada. Por eso, y para compensar el exceso de Eros en el arte, el fútbol italiano es territorio de Tanatos. No hay pulsión creadora, solo destrucción y olvido. La morte si veste di azzurro.
De ahí nuestra propuesta –arriesgada pero sincera- a Vacío y su comisario político: pasemos de todo. En serio. Ni prepararnos ni nada, pachanguita por la mañana para no perder la forma y el resto del día juerga, piscinita, sol y barbacoa. Saltarse el régimen alimenticio con chupitos y helado, y por la noche videojuegos o discoteca. Y dos polvos por jugador. Alegría, coño. Cinco días de juerga y vacaciones, y la Roja saltará al campo pletórica de felicidad y de vida vivida. Solo la vida vivida, la vida con sentido, puede destruir el miedo a la muerte. Contra Suiza esto habría sido un suicidio, porque si nos elimina un país que para 8 millones de habitantes se permite 26 autonomías forales, los ideólogos y propagandistas del “país más descentralizado del mundo” habrían colapsado las urgencias, y eso no. ¿Pero llegados a semifinales, reventados por dos épicas batallas con prórroga, y contra el clarísimo favorito al campeonato? No, a Italia no vamos a ganarla siendo más italianos que ellos. Ganemos siendo nosotros mismos, nuestra más pura esencia, o perdamos 5-0 en el intento. Solo eso es vivir.
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Comentario de emigrante (04/07/2021 13:34):
No sé si Luis Enrique se acordará del codazo de Tasotti que sufrió en sus propias carnes pero nosotros no lo olvidamos. Así que exigimos que, aunque salgan al campo con la equipacion blanca, vuelvan al vestuario con la camiseta roja de la sangre del enemigo.
Otro capítulo de la historia que pudo haber sido y no fue es aquella vez en que Hispania estuvo a punto de conquistar Italia de la mano de Aníbal. Y esto lo digo así porque al fin y al cabo el grueso de sus tropas eran celtíberos reclutados en la península y el propio general se había criado aquí y era hijo de una íbera. Si hubiera rematado la faena el imperio resultante en el Mediterráneo occidental habría definido el carácter cultural de Europa. Con una lengua semítica y el centro de poder en África.
Comentario de Pablo Ortega (04/07/2021 14:23):
Sea varón Jenal, y deje tanta obsesión masturbatoria con Teodorico el Grande, figura que por cierto me parece algo sobrevalorada. Cierto que fue un buen gobernante, de lo mejorcito que conoció Italia comparado con los césares de siglos anteriores y posteriores, pero no deja de ser otro caudillo bárbaro que aprovechó el vacío de poder dejado, primero, por la caída del Imperio occidental, y segundo, por el desastre de Vouillé donde Alarico II murió a manos de los francos. Que esa es la única razón que Teodorico logró hacerse regente (porque ni rey como tal fue) de los visigodos.
Y por esas mismas razones, lo que construyó Teodorico no era sostenible ni siquiera si lograba mantenerlo unido. Los godos eran una minoría minúscula, poco más que una élite de guerreros navegando sobre un gigantesco mar de romanos, aún sacando de la ecuación al problema religioso (que sería su talón de Aquiles contra Belisario). Al menos los francos sí emigraron en masa a la Galia (sobre todo a la septentrional, o sea, el antiguo reino de Siagrio, eso que los francos llamaban Neustria y hoy llamamos el área metropolitana de París), y aún así, vivían dándose de hostias día sí y día también, con unas tendencias centrífugas tan fuertes que ni siquiera la falta de herederos sobrantes para dividir el Imperio como una yunta de ganado impidió reanudar las guerras civiles. Si hacía falta, se echaba mano de bastardos, algún heredero por línea femenina, lo que estuviera disponible. Solo un rey fuerte como Pipino el Breve o Carlomagno lograban, y muy precariamente, mantener la argamasa unida.
Usted mejor que nadie es consciente que la única razón por la cual España, Italia y hasta la misma Marsella que menta con cariño, no terminaron reunificados a largo plazo bajo la soberanía del emperador de la Nueva Roma del Este, o sea, el basileo de Constantinopla, es exclusivamente por Mahoma. De no ser por el cisne negro del Islam, cisne negro que no hubiera sido posible, aún con todo el poder de una Arabia unificada por primera vez en la historia, de no ser por el momento elegido para atacar, con precisión de relojero, milimétrica, justo cuando Roma y Persia estaban cual Ronaldo Nazario en su agonía de lesiones antes del mundial de 2002.
De no ser por el cisne negro del Islam, como decía, el Imperio Romano como entidad mediterránea, el Mare Nostrum habría continuado existiendo por varios siglos más, nos habríamos ahorrado las peroratas del chovinista de Gibbon (que creía que podía ser ejemplo de algo su isla periférica y aislada del resto del Imperio), y seguramente se habrían reanudado las expediciones de reconquista a Italia, Hispania e incluso hasta la Narbonense, ya más a largo plazo, aprovechando la tranquilidad que suponía la debilidad persa en el Este. Aunque obviamente, hubieran sido conquistas más que todo mediterráneas, probablemente se habrían estrellado con los vascones y los astures (que hasta cierto punto fueron los herederos de sus queridos godos) tal y como pasó con el Islam y con Carlomagno.
Nada de valor se perdió con la destrucción de los godos, aunque puedo entender, como dije, su fascinación con Teodorico, y asimismo, que prefiera usted ser al-Andalus a ser el thema de Hispania.
Comentario de emigrante (07/07/2021 10:57):
Bueno, pues no pudo ser. Al menos nos vamos con la cabeza bien alta, sin haber conocido la derrota. Hemos pasado de cuartos que eso es lo importante y hemos caído en semifinales que es como poner un pie en el podio. Habría sido demasiado descaro llegar a la final a base de empates, cinco de seis durante el tiempo regular de partido. No sé si eso es un nuevo record.
Lo que más lamento es que nos vamos a quedar sin el resumen del sr. Jenal sobre el próximo rival.
Comentario de intelestual (12/07/2021 09:25):
Por fin termina una de las Eurocopas mas emocionantes de los ultimos tiempos gracias a la cantidad de prorrogas y penaltis que han habido (la que mas, supongo sin mirar estadisticas).
En cuanto a juego, nada que recordar. Mucho juego horizontal y cobardia. De hay la cantidad de prorrogas y penaltis.
En cuanto a jugadores, algun danes como sorpresa, pero nadie que vaya a ser un crack mundial en los ultimos años.
Utilizando la politica como simil, esta Euro ha sido como el socialismo. Mucha emocion pero pocos resultados.