¡Peligro!: Desescalada
Como cualquiera que sea aficionado al montañismo sabe, bajar es mucho más peligroso que subir. Puede que la épica presente la cumbre de una montaña como la consecución de un objetivo, un momento de plenitud, y así es: pero ahí no ha acabado todo. De hecho, ahí comienza lo peor. En el descenso, que dura casi tanto tiempo como la subida, estamos más cansados, tenemos ganas de llegar, y no tomamos tantas precauciones, porque a fin de cuentas ya hemos logrado lo que habíamos venido a hacer: subir la montaña. Además, en el descenso tendemos a ir más rápido, porque requiere menos esfuerzo bajar que subir, lo que también propicia que haya accidentes, un mal paso, y como mínimo una mayor saturación de las articulaciones.
Algo similar sucede con la larga y difícil sucesión de escaladas y desescaladas que estamos viviendo en esta pandemia. Parece que las cosas se han puesto feas en la subida, y que cuando llegamos a la cumbre y comenzamos a descender las cosas mejoran. Y, sin duda, mejoran. El problema es cuando ya hemos dejado muy atrás la cumbre y comenzamos a relajarnos, a tomar menos precauciones, y el virus comienza a propagarse de nuevo, insidiosa y silenciosamente. Allí estamos sentando las bases de la próxima “excursión”, a una cumbre que puede ser tanto o más alta que la anterior [acceso al artículo completo]
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