11.22.63
El 22 de noviembre de 1963 pasaron muchas cosas. Por ejemplo, hubo un consejo de ministros en el que se constituyó la Empresa Nacional de Turismo, y hubo un partido amistoso entre la Unión Deportiva Lérida y el Constancia de Inca que acabó 2-0. Pero estas grandes gestas de los españoles y su Caudillo han quedado oscurecidas porque mataron a un notas en Dallas, TX. Claro que el finado era el presidente de los Estados Unidos de América, John Fitzgerald Kennedy, y los americanos son expertos en vendernos sus éxitos y sus desgracias como lo más grande der mundo. Por eso tenemos esta serie.
Hoy recordamos a Kennedy como el prota de la Crisis de los Misiles, y más en general como un presidente guapo, con buena presencia televisiva, y muy vacío por dentro. Y francamente, no sabemos a qué viene tanto alboroto alrededor de su persona. ¡Si eso describe a la perfección a todos los presidentes de Estados Unidos (y a bastantes políticos de fuera)! Ah, pero eso no siempre fue así. Cuando Kennedy ganó las elecciones en 1960, los tres presidentes anteriores habían sido todo lo contrario. Los tres habían nacido en la muy lejana década de 1880, dos ya eran abuelos cuando llegaron a la presidencia, Truman y Eisenhower estaban entre los cuatro presidentes más viejos ever, y Roosevelt directamente se murió de viejo en el cargo. Los tres tenían vidas personales más bien anodinas (Roosevelt tuvo algún affaire, pero hablamos de una época en que si no te tirabas abiertamente a tu secretaria ya decían que eras un sarasa). Y entre los tres habían acabado con la Gran Depresión, liderado al país a través de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, y jugado al ajedrez nuclear con Stalin sin desatar la hecatombe mundial. Vamos, que durante los 28 años anteriores, los americanos habían disfrutado de liderazgos en COSAS IMPORTANTES por parte de SEÑORES RESPETABLES al lado de los cuales Mariano Rajoy parecería un tronista de HYMYV haciendo un cameo en Gandía Shore, y nada hacía entrever que eso hubiese cambiado. Siguiendo esta lógica, en 1960 el que tenía que salir era Richard Nixon, un gris y aburrido administrador que venía de ser vicepresidente durante los ocho años de “Ike” Eisenhower. Y entonces llegó JFK con su pelazo lustroso, su dentadura inmaculada, sus insolentes 43 añitos (¡a esa edad, “Ike” aún no había llegado ni a teniente coronel!) y su buen hacer en los debates televisados, y dio la campanada. Por eso desde entonces todos los candidatos con posibles han intentado imitarle y nos parece un arquetipo, pero que no se nos olvide: con él empezó todo, y su llegada fue celebrada como el comienzo de una Nueva Política/Cambio de Guardia. Celebridad que se multiplicó al infinito cuando fue asesinado por un francotirador el 22 de noviembre de 1963.
La serie
Toda esta mística que rodeaba a JFK queda retratada en esta serie, basada en un libro de Stephen King, cuya premisa es la siguiente: en nuestro presente, el dueño de un restaurante de comida rápida, Al Templeton, descubre que en el armario de los suministros hay un agujero de gusano que lleva directo al 20 de octubre de 1960. Siempre a la misma fecha, siempre a un pasado “reseteado”, y siempre durante dos minutos, que es el tiempo que pasa en el presente, ya te vayas un minuto o una década al pasado. Como el tío se chupó sus añitos en Vietnam, le ha dado muchas vueltas al tarro, y cree que evitando la muerte de Kennedy se podría evitar ese trauma nacional y que todo sería guay chupiguay.
A ver, esto igual no es así. Es cierto que la escalada en Vietnam empezó a partir de 1965 con el sucesor de Kennedy, Johnson. También es cierto que Kennedy tuvo tres opciones en Vietnam, las mismas que Eisenhower antes que él: ir a saco, salir con el rabo entre las piernas, o escalar lo justo para no perder la guerra pero sin poder ganarla tampoco. Kennedy optó por escalar lo justo (lo mismo que Ike antes que él), pero tras unos añitos esa opción ya no estaba disponible, y Johnson optó por ir a saco. Y habría que ver si Kennedy hubiese aceptado una derrota ante una guerrilla comunista antes que meter a los Estados Unidos en ese embrollo (aunque también es cierto que resistió las presiones unánimes de sus generales por ir a saco durante sus primeros años).
El problema es lo dicho, que el agujero de gusano te lleva siempre a la misma fecha, y te tienes que tirar tres años y pico hasta el día de autos, allí en el Sur de los USA en plenos sesenta, que los tenemos muy glorificados pero aquello era las Leyes de Núremberg con música de Buddy Holly. Al Templeton, tras documentarse bien e iniciar unos cuantos intentos, desarrolla un cáncer que le impide llegar más allá de 1962. Vuelve al presente para palmarla, pero no sin antes reclutar a James Franco para que haga el trabajo por él. Como James Franco, alias Jake Amberson, acaba de divorciarse de su mujer y su trabajo como profe de literatura de instituto tampoco le llena mucho, dice “qué cojones, hagámoslo” y se va a 1960. Como haría cualquiera de nosotros, lo primero que hace es ganar un montón de dinero con apuestas deportivas para comprarse un descapotable molón, y ya luego se tira los siguientes tres años investigando a Lee Harvey Oswald y a todas las conspiraciones que a posteriori se tejieron para explicar el asesinato.
Y claro, ya que está encuentra el HAMOR en forma de Sadie, rubia-cañón-pero-buena-chica-de-los-sesenta, y la HAMISTAD, en forma de Bill, un chavalillo al que recluta para ayudarle a salvar a Kennedy. Dos peones a los que debemos coger cariño para que luego Stephen King pueda matar a alguien sin entorpecer la marcha del relato. Sépanlo: con Stephen King, cogerle cariño a un personaje es como entregar rehenes al ISIS. Que parece que George R.R. Martin ha inventado lo de criar gatitos para matarlos luego a martillazos, pero eso es más viejo que cagar sentado.
La fórmula de la Stephen-Cola
Durante un tiempo (es decir, mientras tuve un suministro más o menos regular de sus libros a precio de saldo) tuve un pequeño fetiche con Stephen King: llevarme un libro suyo a los viajes que hacía, supongo que porque no me gusta disfrutar pasándolo mal en mi propia casa. Me leí bastantes de sus libros, y por ello sé que tiene una fórmula muy sencilla y efectiva para todas sus novelas, traten de lo que traten: al principio tiene que pasar algo muy horrible y explícito, que seguirá en segundo plano en nuestro subconsciente hasta el final del libro (en el caso de 11.22.63, el cuento de Harry de como mataron a toda su familia). Y luego… pues parece que está a punto de pasar algo igual de horrible durante buena parte del libro, pero no pasa nada. King desarrolla personajes muy humanos, llenos de debilidades y facetas muy reales, y juega con nuestra simpatía por ellos, pero ná, alguna aparición sobrenatural (en la serie, los ocasionales avisos de “no deberías estar aquí”) y mucho parece que va a pasar algo pero luego en el fondo no pasa nada. Y es que sabemos que no pasa nada porque el prota tiene que llegar vivo al final, es ley de vida. A veces Stephen King nota que le está dando demasiada cuerda a la cometa y mata o mutila brutalmente a algún personaje secundario a mitad del relato, para que no nos amodorremos (en la serie, la escenita con el exmarido de Sadie que le corta la cara; en Stranger Things, que es la más pura adaptación de su fórmula que yo haya visto, sería la muerte de la amiga estirada, ya saben, la empollona con gafas a la que se come el monstruo pero que luego nadie echa de menos). Y finalmente, en el capítulo final ocurre todo a la vez. Que puede ser que muere hasta el apuntador, o que solo muera uno, o que se quede todo en un susto; no hay forma de saberlo. Supongo que King lo decide cada vez con un dado de rol, para retener un punto de imprevisible y que la gente siga comprando sus novelas.
Total, que nos pasamos media serie con la vida de Jake Amberson en los años sesenta, su relación con Sadie, y ocasionalmente sus intentos de averiguar si Lee Harvey Oswald realmente mató él solo a Kennedy. Cosa sobre la que no consigue certeza hasta casi el día del magnicidio, pese a todo el conocimiento previo que atesora, porque “el pasado se interpone”, que es como en la serie (y en el libro supongo que también) se justifica que la trama tenga que llegar hasta el día de autos, en vez de llegar a 1960, matar a Oswald en cuanto pisa el país, y santas pascuas: el continuo espacio-tiempo tiende a proteger su consistencia con los medios disponibles, viene a ser la tesis. El viajero del tiempo puede hacer pequeños cambios, pero cuanto más grande es el cambio, más resistencia encuentra. Y como salvar a JFK es un cambio mayor, el pasado se defiende con uñas y dientes y casualidades que siempre surgen en el momento más inoportuno: un incendio, un accidente de coche, un cortocircuito…
El gran día de Jake Amberson
Finalmente, llegamos al día de autos. La idea de Al Templeton era tenerlo todo resuelto antes, ya saben: averiguar si Oswald estaba metido en una conspiración y matarle antes de que haga nada. Pero el pasado (y el hecho de que Jake no escuche los sabios consejos de Al de no liarse con nadie y no meterse en líos) se interpone una y otra vez, y nada, tienes tres años para tu tarea y te lo dejaste todo para el último día.
La serie, tras explorar casi todas las teorías de la conspiración que se han creado en torno al caso (que si los cubanos, que si el FBI, que si la CIA, que si los rusos, que si hubo un segundo tirador…), acaba dando por bueno el Informe Warren, la versión oficial que afirmaba que Oswald actuó completamente solo. Lo que no nos explica muy bien es porqué Oswald mata a Kennedy, más allá de que el hombre está un poco ido de la olla (Oswald, no Kennedy). Oswald fue el único marine de Estados Unidos en desertar a la Unión Soviética, alegando que era comunista (tras el asesinato, le preguntaron si era comunista, y replicó “no soy comunista, soy marxista”) y que quería ser ciudadano soviético… y al cabo de dos años regresó a Estados Unidos, aburrido de la URSS. No obstante, aún le quedaba lo bastante de rojeras para intentar asesinar a Edwin Walker, un ultraconservador texano al que Oswald consideraba un fascista. En general, la Comisión Warren determinó que Oswald era un inadaptado con delirios de grandeza ideológicos y que de ese popurrí de idas de olla es de donde nació su determinación de asesinar a Kennedy. Como hoy en día la ideología está un poco desprestigiada, la pobre, frente al sentido común, en la serie insisten mucho en un agente del FBI, James Hosty, que investigaba a Oswald y se puso varias veces en contacto con su mujer rusa, a lo que Oswald parece replicar “si el gobierno molesta a mi mujer, yo molestaré al gobierno”.
Algo traído por los pelos, pero es que el final de la serie te deja un poco MEH. Parece que se ha juntado un comité para determinar por donde tirar y como cerrar las tramas, y el resultado es bastante descafeinado. El pasado intenta evitar que Jake llegue a tiempo, pero una vez está en el almacén de libros se lava las manos y no hace nada. Hay una tramita “qué pasaría si investigaran a Jake como a Oswald, pero con Oswald sabiendo todos los feos detalles que destapó la Comisión Warren”, pero tampoco dura mucho. Los personajes secundarios cumplen su función de morir causándonos desazón, y Jake salva a Kennedy… solo para –SPOILER WARNING- volver a 2016 y encontrarse un mundo donde Kennedy ganó la reelección, George Wallace y Curtis LeMay llegaron a presidentes, y en general Estados Unidos es un polvoriento solar contaminado con todas las mierdas químicas y nucleares posibles. (En el libro, por cierto, la acción tiene lugar en 2011 y la presidenta del polvoriento solar en ese momento es Hillary Clinton.) Total, que Jake vuelve un momentín a 1960, resetea el pasado renunciando a Sadie, y todo sigue como lo conocemos en el siglo XXI.
Valoración
La verdad, el mejor tratamiento del magnicidio en la cultura popular seguramente sea el del episodio 7×01 de la serie Enano Rojo: los protagonistas salvan accidentalmente a Kennedy y viajan a 1966, donde resulta que a Kennedy le montaron un impeachment por compartir una amante con un jefe mafioso, y encima ha dejado al mundo al borde de una guerra nuclear. Liberan al Kennedy de 1966 de la cárcel, le cuentan todo, y le ofrecen la posibilidad de salvar su imagen matándose a si mismo el 22 de noviembre. Cosa que este hace. Ni Roosevelt, ni Truman, ni Eisenhower lo hubiesen hecho, pero ¡hey ho, let’s go! es la era de la televisión y la imagen lo es todo. La que creas, la que proyectas, la que dejas tras de ti. El Kennedy de Enano Rojo prefiere alcanzar la inmortalidad en los posters y corazones de los Albert Rivera del mundo, a seguir vivo haciéndole guarradas a Marilyn Monroe.
En lo dramático, la serie tampoco funciona demasiado bien. No como se supone que funciona un libro de Stephen King. Esto se puede explicar de dos maneras: con largos y sesudos análisis, o con autosuficiencia engreída y un licorcito. Tras seleccionar el Amaretto Venezia como la bebida más engreída del mueble-bar, procedo: en primer lugar, tele y libro son lenguajes diferentes. Puedes cambiar la historia para que quede mejor en el otro medio, y de hecho los guionistas lo hacen, pero si no aciertas la tecla, no funciona. En un novela, sabes que solo hay un clímax, en una serie de diez capítulos tienes que producir nueve microclímaxes adicionales aunque eso implique retorcer el guión. No todo el mundo tiene las narices de David Simon de decir “que le jodan al espectador medio”, grabar un novelón de 11 horas de metraje, y cortarlo en 11 trozos iguales. Y en segundo y más importante lugar: la chica está demasiado buena (James Franco también -aunque no tanto- y por ello empieza la serie caracterizado como “feo”, con barba y sobrepeso). Sadie está simplemente demasiado cañón para hacer creíble la “epopeya de gente ordinaria a la que le ocurren cosas extraordinarias” que subyace a las novelas de Stephen King. A mitad de la serie se inventan un ataque de su ex – marido que le corta la cara y la deja, se supone, terriblemente desfigurada, pero ni siquiera eso disminuye su índice de cañonismo. Lo cual convierte la larga parte central del libro, donde tenemos que cogerles cariño a esos personajes tan humanos, en un coñazo en su adaptación televisiva, porque no vemos a los guaperas como humanos corrientes y molientes. Y termino aquí que se me acaba el licor. En fin, que ya solo nos queda desear que Antena 3 nos haga una serie titulada 13.7.36, en la que un militante del PSOE viaje a 1933 para evitar el asesinato de José Calvo Sotelo y con él el estallido de la Guerra de España y el Franquismo, conozca y pierda a su amor verdadero, y a la vuelta se encuentre con una República Soviética Española con Julio Anguita de Presidente y Pablo Iglesias de joven promesa al cargo de la policía política y probable sucesor en el Soviet Ibérico, de modo que –tras encontrarse con Juan Luis Cebrián y Joaquín Leguina pidiendo limosna en la Gran Vía de Madrid- decide con gran dolor de su corazón resetear el pasado porque es lo mejor para todos.
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Comentario de Sgt. Kabukiman (22/11/2017 14:23):
Hombre, tan Vazio no sería cuando se comió la crisis de los misiles. Y lo tenia peor que el ruso que no tenia opinión publica que contentar (ni un paso atras frente a los podemitas).
Comentario de Rafa (22/11/2017 14:47):
No he visto la serie, pero a mí la novela me entretuvo bastante. Yo también tuve mi época con Stephen King, me lo pasaba muy bien con sus libros…
Comentario de archivista (22/11/2017 19:49):
bueno, tienes el ministerio del tiempo. aunque, como su mismo nombre indica, en lugar de cambiar la historia se dedica a restaurarla y conservarla cuidadosamente como está. porque todos sabemos que la historia de españa es una sucesión interminable de éxitos y, como dijo el poeta, la historia de españa acaba bien
Comentario de Perepunyetes Joe (22/11/2017 23:30):
Vi la serie este verano, y doy fe del final más MEH, cómo bien apunta el reseñador, que me he encontrado por ahora en una serie (a la espera del final de The Walking Dead que también pinta como un MEH antológico).
Comentario de emigrante (23/11/2017 10:41):
Moraleja, que hay que dejar a los muertos tranquilos, como dice la canción, en el cementerio que es donde tienen que estar https://www.youtube.com/watch?v=4XXpg65qS34
En otro orden de cosas, no creo que en el Viejo Sur de los 60 pusieran a Buddy Holly muy alto que el Rock’n Roll en sus orígenes era música de negros. Por cierto, quizá lo que más llamó la atención tras la elección de Kennedy no fue su perfil telegénico ni su edad sino que fue el primer (y último hasta la fecha) presidente católico. Aquello fue tan transgresor entonces como el color de la piel de Obama ahora, recordemos que el KKK además de perseguir a los negros también iba contra comunistas, homosexuales y “papistas”
Comentario de keenan (25/11/2017 11:18):
@emigrante: no solo eso, me suena que bien su padre, bien su abuelo eran contrabandistas. Que supongo que es lo mas cerca que un irlandés podía estar de la mafia en aquella época. Según dicen los que han estado en Boston, aquello es otro planeta dentro de USA, y sí que hay diferencias culturales bastante fuertes, no solo la religión.
En cuanto a JFK, parece ser que le perdían las faldas y el whiskacho, y creo recordar de algún documental que Jruschov le despreciaba mucho personalmente, tildandole de débil. Yo creo que Jruschov seguramente tenía algo de razón, pero eso no quita que pudiera haber sido un gran presidente. Es un what if muy jugoso, ¿que hubiera pasado si JFK hubiera completado su mandanto? Seguramente hoy en día hubiera algo aprecido a la sanidad pública en EEUU.
Comentario de Y (07/12/2017 12:25):
Los hijos de Abraham
Los hijos de Abraham, los arabohebreos, “la gente de la tierra” (am ha’eretz) de “la tierra de canaan” son las gentes más desdichadas de este dolorido planetucho
No otra cosa sino los demonios, los espíritus maléficos y “los arcontes de las tinieblas” azuzan este mundo
El Gran Urdidor se recrea en la desesperación humana en una retahila de atrocidades, ya el tráfico de esclavos en el Atlántico, ya el exterminio de los armenios, ya el terror desatado por el fascismo europeo, ya el terror estalinista, ya el imperio de los romanos sobre la tierra de canaan (1917-)
El lúcido autor del “Comienzo” ya vio en sus días el choque entre los hijos de Jacob y los hijos de Esaú, el choque entre “el pueblo” y la población, el choque entre “el pueblo” y “la gente”
El Gran Urdidor se repite y se repite como “reseca momia de sí misma”, reseca copia, copio y pego del Gran Cabrón que por no tener no tiene ni la imaginación para cambiar de guión, ni éso nos concede el Gran Cabrón, qué espanto, tres mil quinientos años repitiendo la misma película, que además seguramente es una copia de una olvidada película, pues no tenemos documentación suficiente sobre la edad del bronce, me imagino que dentro de dos mil años hasta el más tonto verá que la película no cambia, o no, lo tremendo del caso es que seguirán existiendo ingenuos e indocumentados creyentes en el progreso y las novedades, cuando en realidad el paso del tiempo -como bien dijo el sumo pontífice Ferlosio- devora lo nuevo y solo queda lo viejo
“Entre dos grandes Bestias, naturaleza e historia, se agolpa despavorida la progenie humana”
Don Abraham logró escapar de los bolcheviques en su Rusia natal para terminar sus días con un tiro en el cráneo en una cuneta de una carretera de la provincia de Pontevedra, por preguntar, por preguntar qué había pasado con su hijo Jacobo que se presentó siguiendo el llamamiento del gobierno en Madrid y tal como llegó los fascistas sediciosos lo fusilaron justo al comienzo de la oleada de terrorismo a gran escala que desencadenaron, por esas fechas había mucha “gente” en estas “tierras del norte/poniente” y por eso los fascistas mataron a mucha gente
Ser “gente” y no formar parte del “pueblo” o de la “manada” siempre ha sido un gran peligro, pues te matan o te follan, y el Gran Cabrón disfruta mucho con estas cosas, y si al Gran Urdidor además le das para jugar un Palacio, un Templo y un Imperio … bueeeeeno, entonces baila borracho bebiendo sangre derramada en Honduras y esnifando napalm en Vietnam
Comentario de antonio (07/12/2017 22:31):
7.-
Como le veo algo tristón -”en realidad el paso del tiempo -como bien dijo el sumo pontífice Ferlosio- devora lo nuevo y solo queda lo viejo”- dos sugerencias:
1ªMacro. Lo nuevo y lo viejo (TODO en realidad, educación, cultura, economía, hábitos, deporte,… hasta como y con quien follamos-las ‘manadas’ resurgen en épocas reaccionarias como esta) sólo es…..La Distribución del Capital. Y no, no es un Distribución estática, ni la vieja se come a la nueva. Eppur si muove. Eso si la jodidilla va algo lenta. Lenta para disgusto sólo de Clase B y Clase C, desde luego. Pero va. P.ej. ,por los años de su Jesucristo algún emperador romano Octavio poseía el solo el 35% del PIB mundial. En patrimonio sería bastante más. Hoy ese 35 % de PIB debe estar en manos del 5% de la población. Si, no es mucho avance, pero si llegaremos algún siglo de estos a ‘todos socios y a partes iguales’. En los años 50 a 70 del XX, antes de la regresion en curso, nos acercamos algo a esa igualdad. Paciencia. Otra: Ferlosio sabemos que era algo pesimistilla, pero no creo que lo fuese tanto.
2ªUna de micro. ¿Seguro que un economista currante en la Bolsa de Chicago no tiene una elite (o algun empleado regresivo) al que ponerle una demandilla judicial. Demandando unos eurillos. El Estado, ese estado común, social, impulsado por algún terorico socialista barbudo del XIX y, ¡ay¡, también creado por eses liberales carcas hoy pero progresistas en 1.789, esta para eso: para darle leña a las élites, esas que se lo están comiendo literalmente desde hace 3 décadas, y ese Estado dispone para su elección de una casuística legal muy amplia para cualquier reclamación que se le ocurra… Además, los abogados de oficio ya los ha pagado con sus impuestos.
Comentario de Y (07/12/2017 22:33):
-gracias por hacerme compañía
Comentario de emigrante (08/12/2017 11:01):
Hagan algo que Yehuda se nos aburre https://www.youtube.com/watch?v=JPPna5pqRpw
Comentario de antonio (08/12/2017 15:21):
No se trata sólo de compañia (que también ) sino de dar leña, leña legal. Cuanto más use el Estado para eso menos se fijará en los lemas tristones de Ferlosio (‘Mientras no cambien los dioses nada cambiará. Dios, claro, lease como Distr.Capital), y más correrá-piano,piano- al lado de una buena hembra. Saludos,