Hace poco les dábamos la tabarra con una serie de Antena 3, centrada sociológicamente en el Barrio de Salamanca [1]. Hoy toca volver a la mentada cadena de televisión, para darles la tabarra con una serie policial que en apariencia no pretende ser otra cosa que un quienhasido en dos temporadas completamente diferentes. Pero a nuestras ganas de espoilear se añade el enfermizo depravado y a todas luces excesivo exquisito gusto LPD por buscarle cinco pies y medio al gato cultural, y desmenuzar las pajas mentales y los lapsus freudianos de los medios patrios, que, estos sí, actúan como hilo conductor de ambas temporadas.
Primera temporada: ¡qué verde era mi Sierra!
La primera temporada tiene lugar en el ficticio pueblo de Cienfuegos (el único Cienfuegos sito en España es una parroquia de 81 habitantes en Asturias [2]), pero que a cualquiera que la conozca inmediatamente le sonará como el lugar donde los madrileños pasan sus vacaciones rurales: la Sierra de Guadarrama (en Madrid, simplemente, “la Sierra”), a horcajadas entre Madrid y Segovia, cuya simpática arquitectura tradicional, basada en grandes bloques del granito gris tan abundante en la misma [3], adquirió fama nacional cuando dicho granito se utilizó para gran parte de la arquitectura representativo-monumental del Franquismo en la ciudad de Madrid y aledaños [4] (también lo pueden ver en la Puerta de Alcalá o en el monasterio de El Escorial), en desprecio del más vulgar cemento, del que Ernesto Giménez Caballero [5] decía lo siguiente en el ensayo La arquitectura y Madrid (1944), en una crítica que podría firmar Esperanza Aguirre:
“En Madrid, el reino del cemento es la Gran Vía. Y el cemento es atroz. Huele a socializar, a planes quinquenales, a novela bolchevique, a película yanqui, a mujer libre, a miseria organizada, a disolución de la familia, a funcionarios numerados. Si hay un material hostil para colgar un crucifijo, es el cemento.”
(Del artículo enlazado) “El ladrillo debía aparecer “sometido”, ya que representaba al pueblo llano, díscolo por naturaleza. Debía encuadrarse ante los que mandan y, por supuesto, someterse ante ellos. De esta manera, los ladrillos debían quedar sometidos por […] la piedra, que era la portadora del estilo romano, elemento matriz de la España eterna.”
Sí, caballeros lectores: la arquitectura franquista no es más que la humilde y algo viejuna casita de la sierra a la que le han tocado los Euromillones. Metáfora que cabe extender al franquismo en general, por otra parte. El caso es que cuando las buenas gentes del Barrio de Salamanca quieren sentirse en comunión con la naturaleza, se van a su casita de la sierra, situada junto a un montón de casitas iguales en una megaurbanización sin alma alrededor de un pueblo serrano. De hecho, las propias casas de los protagonistas de la serie muestran ese aspecto semivacío y sin alma de la Segunda Residencia de Juan Español: está lo justo para vivir confortablemente durante unos días, pero nada que indique una habitabilidad permanente. Lo contamos porque nos parece curioso y por si se preguntan el porqué de tanta piedra y tanto granito en la arquitectura visual de la serie (junto con los botellines de Estrella Galicia). Ese es el entorno físico en el que Antena 3 sitúa la primera temporada, donde Alicia Vega, una niña de siete años, desaparece sin dejar rastro.
Acompaña a este entorno geográfico un entorno humano acorde, de buenas gentes españolas, trabajadoras, ordenadas y limpias. Una ambientación en la que no hay ni políticos ni inmigrantes, ni conflictos más allá de los personales. Una España pura, rural e idílica. Salvo por el secuestro de Alicia, claro. Y porque algunos protas trapichean con dronja ¡e incluso la consumen! Y bueno, porque el caso se desarrolla dentro de una familia amplia que regenta un restaurante familiar y donde todos se la tienen guardada. Total, que desde el principio vemos que se trata de presentar a un montón de sospechosos del secuestro de Alicia, y luego ir uno por uno haciendo que parezca el culpable del crimen para luego descartarle, y así hasta que resulte que el culpable es el que menos te esperabas. Y aunque superficialmente parezca un Forbrydelsen [6], no es lo mismo. Luego desmenuzaremos las causas últimas de esto.
Pero, ¿puede ser un Bron/Broen [7]? ¿Una serie un poquito chorra, salvada por la extraordinaria –por improbable- química entre la pareja de policías? Por ahí parece ir la intención de Antena 3. Yo al menos, desde que la pareja encargada de investigar el presunto secuestro aparece en pantalla, no puedo evitar pensarlo: ella tiene toda la pinta de concejala de Ciudadanos, y él es la caricatura del podemita. Y el comisario que los manda a investigar decide que se tienen que infiltrar fingiendo ser un matrimonio, por muy poco creíble que resulte. De ahí puede salir algo.
La Policía sí que crea extraños compañeros de cama.
Desde el momento en que los vemos juntos manifestando su profunda animadversión mutua, no podemos evitar pensar que caerá un polvo antes del series finale. Desde el momento que nos aclaran que ella lleva años intentando en vano quedarse preñada de su marido real, sabemos además que ese solitario polvo –esto ha sido un error y nunca hablaremos de ello, ¿queda claro?– llevará a embarazo, posiblemente de trillizos. Padre podemita y madre ciudadana, ¿qué podemos esperar de las criaturas así alumbradas? Conozco un caso así y los niños son terriblemente nerviosos -fruto sin duda de la confusa crianza a la que están sometidos- pero sanos y hermosos. Luego aún hay esperanza para España. O igual es el alumbramiento de una nueva especie, el homo sapiens coalitionis.
Sin embargo, la cosa pronto deriva en malas escenas donde él se arrima mucho a ella pero no pasa nada, y el peso de la historia lo lleva la familia Vega. Porque esto, más que un thriller, es un serial que sigue las reglas clásicas: acabar cada episodio con una escena que cree tensión, y empezar el siguiente episodio resolviendo esa tensión. Y lo de en medio lo rellenas con melodrama, en este caso los malos rollos de los Vega, que una familia mal avenida siempre resulta más interesante que dos policías que al final no follan ni sirven de mucho porque a la postre no evitan nuevas desgracias. Incluso, se pueden ver como meros catalizadores para avanzar/detener el relato, según lo necesiten los guionistas. Guionistas que en el season finale se quieren marcar un ¡qué listos somos! y nos dan un resumen de media hora de la temporada, intercalando una confesión con las escenas clave, en plan mirad como todo lo que os hemos mostrado encaja, y lo único que hacen es a) tratar al espectador de tonto, y b) evidenciar los fallos del guión.
En cuanto a la autoría del crimen, LPD servicio público procede a reventarles la serie: los niños de la familia, temerosos de que sus padres vayan a dejarles por causa de sus líos, simulan el secuestro de Alicia y la esconden por ahí. Figúrense si lo hacen bien que varias dotaciones de la policía y dos agentes infiltrados no lo descubren en dos semanas. Posteriormente, todo se sale de madre y empieza a morir gente que da gusto por culpa de la chiquillada. Ala, serie reventada.
Segunda temporada: ¡qué limpia era mi sanidad privada!
Mientras la primera temporada tiene lugar en un lugar ficticio, la segunda en cambio acontece en Madrid. Cosa que nos remarcan sacando el Cuatro Torres Business Area [8] al fondo en varias tomas, en plan “ahora que Madrid tiene un skyline molón, vamos a sacarlo mucho”. Como les conocemos, queridos lectores, vamos a analizar esto un momento. ¿Es paleto esto de mira qué torres más altas tengo? Pues un poco sí. Pero King Kong sirvió para promocionar un Empire State Building recién construido y no deja de ser un clásico, Los Soprano gustaban de poner Manhattan de fondo en cuanto podían, y en Bron/Broen [7] tienen que sacar el puñetero puente una vez cada cinco escenas por el artículo 33 de la Constitución del Reino de Dinamarca. Paletos somos todos. La temporada, sin embargo, no tiene lugar en las torres sino en un hospital privado, el Policlínico Montalbán, ficticio este pero con toda la estética de un hospital de Sanitas. En esta temporada pasan de niños perdidos y los protagonistas son todos adultos. Aunque lo de “adulto” reconozco que me cuesta verlo así: la secuestrada, una doctora francesa llamada Catherine le Monnier, tiene 24 años, y el pensar que hay gente nacida en 1993 que ya tiene su carrera médica sacada y ejerce como tal me provoca vértigos de viejunidad extrema.
Mientras en la primera temporada el eje melodramático era la familia Vega, en plan esa podría ser mi familia, aquí lo es el ambiente de trabajo en el hospital, en plan este podría ser mi curro, con intrigas de andar por casa, Pepito se acuesta con Pepita, Mengano se lleva el papel de la impresora a casa, y Mengana está compinchada con Zutano para hundir a Perangano. Y de nuevo nos comemos a todos los protagonistas aparentando ser el culpable para luego no serlo, aunque luego al margen tengan otras cosillas que ocultar cada uno. Con esto tienes para ir avanzando decentemente en la serie, pero entonces mejor que tengas pensado el final de antemano, porque si no vas a tener que inventarte una milonga chorra para cerrar todos los hilos. Que es lo que pasa aquí (y con esto espoileramos la segunda temporada): Catherine tiene un amigo de color (“de color negro”, como nos aclara el inspector Vidal), Nelson Diop. Nelson es residente ilegal o algo así, el caso es que no se puede operar en Francia del cáncer que tiene (malvados franceses, no como en España [9]), de modo que Catherine le dice que se venga a Madrid, que le va a operar ella (podría mandarle dinero, pero ¿dónde quedaría entonces el toque humano?). Y convence a sus compañeros del curro (ella, una chavala recién llegada), todo el equipo de cirugía, que le ayuden a operar a Nelson de extranjis. En el Hospital. Saltándose todas las normas y suponemos que alguna ley también. Como se imaginan, Nelson se muere durante la operación improvisada porque a los médicos les falta información de cierto medicamento que tomaba. Los médicos españoles deciden que, bueno, cosas que pasan, no es culpa de nadie, pero como hemos hecho todo esto sin avisar vamos a hacer desaparecer el cadáver y santas pascuas. Catherine (recuerden: la que lo inició todo) está horrorizada y al poco desaparece. Cuando una enfermera empieza a flaquear y amenaza con soltarlo todo, uno de los médicos decide darle un susto, la cosa se le va de las manos, y ya saben, que empiezas matando a alguien por error, luego otras tres veces para taparlo, y otra más por vicio, ¡a quién no le ha pasado! Y una cosa es que cualquiera de nosotros pueda convertirse en un criminal, incluso un asesino en un momento de enajenación mental, y otra muy distinta que una persona cualquiera (unos médicos para más señas, que se supone que tienen una vocación de salvar vidas) se convierta en un asesino en serie casi sin quererlo.
Bajitos y Sospechosos
Víctor: policía y prota principal. Presunto podemita: tiene gatetes en casa, no cree en la religión, fuma, resulta tan experto en infiltraciones perroflauta que hasta es capaz de resultar creíble al preguntar a los txabalotes del pueblo si pasan costo… Su perroflautismo se manifiesta además en su barba, su ropa extremadamente informal, su pelo largo (pero siempre limpito, eh, y sin rastas), su loft/picadero con vistas sobre la ciudad, su falta de pareja/hijos y su nula voluntad de tenerlos, y su desprecio por las reglas y los procedimientos. Sin embargo, en un giro que nos sorprende mucho, va y resulta que su padre biológico es el comisario Casas. Padre que abandonó a la familia al poco de nacer él. Y digo que nos sorprende mucho porque aquí Antena 3 está insinuando que el perroflautismo de Podemos Víctor no nace de un innato odio a España, o de perniciosas contaminaciones extranjeras, sino del descuido de las generaciones anteriores, simbolizadas en esa figura de autoridad que es el comisario que incluso se peina el pelo gris hacia atrás como el Rey Emérito. ¡Existen razones objetivas para el perroflautismo y la culpa, un poquito, es del establishment! Suponemos que la idea de los guionistas era que Laura le recondujese a una existencia integrada en la sociedad por vía de la paternidad, pero que luego dicha parte se cortó, lo que dejó a Antena 3 en una difícil situación.
La solución al dilema hemos creado un policía perroflauta que además es buena gente y eso contradice todo lo que decimos en los Informativos llega en la segunda temporada. Tras no mostrar a ningún extranjero en la primera, en la segunda temporada le ponen a Víctor un compañero gabacho, Alain Julliard. Y no estoy usando de manera gratuita el coloquialismo despectivo para referirnos a los franceses: lo hago porque lo usa profusamente la propia serie (para las mujeres, en cambio, usan el más cariñoso “francesita”). Supongo que en las series alemanas también se referirán a los españoles usualmente como Kanaken [10]. Ya nos hemos puesto a su nivel. ¡Semos uropeos! El caso es que todo lo que en la primera temporada resultaba perrofláutico (el pelo largo, la ropa informal, la impertinencia y falta de educación, el gusto por la improvisación chunga, el desprecio por las leyes y las reglas, cierto matonismo y brutalidad larvados…) ahora se convierte en recia reivindicación de nuestra idiosincrasia nacional frente al malvado gabacho. De repente, todos los españoles de la serie adoptan esa mala educación que en España reservamos en exclusiva para demostrarles a los extranjeros que somos “auténticos”, con cada episodio convertido en un espectáculo de chovinismo y tópicos que a ratos da un poco de vergüenza ajena.
Víctor en la primera temporada vs Víctor en la segunda temporada.
Victor, concretamente, se pasa tres pueblos en dureza policial, y cualquier comité disciplinario le habría retirado la placa un par de veces. Aún así, recuerden: él es el bueno.
Laura: jefa operativa de la extraña pareja de detectives durante la primera temporada. Tiene un misterioso pasado insinuado con varios balazos en el cuerpo, pero que luego no se desarrolla, el personaje resulta un completo despropósito. En lo privado, como dijimos, está buscando con su marido tener descendencia. Entonces va la jefatura y la manda a Cienfuegos a jugar a las casitas con Víctor, justo cuando ella inicia una terapia hormonal que en palabras del médico “la hará sentirse débil, triste o alterada”, vamos, que la convertirá en un estereotipo femenino cuando haga falta por necesidades del guión, y así compensar su imagen algo fría y siesa. Incluso sería la excusa perfecta para el inevitable polvo con Víctor: joder, claro, es que las hormonas la tenían dominada y no era ella misma, ¿cómo si no iba a faltar a sus votos matrimoniales una devota católica? Sin embargo, como de infidelidades la serie ya va bien servida, al final todo queda en un casto besito entre Laura y Víctor al final de la temporada, que no viene a cuento de nada y además no tiene continuidad porque Laura desparece por completo en la segunda temporada (claro que la única continuidad posible a ese beso es el mentado polvo+embarazo, y como buena oficial de policía y católica practicante hay que salvar a Laura de tan execrable pecado).
Comisario Casas: el jefe de ambas investigaciones. Representa la autoridad, al menos hasta donde le deja el juez, que a veces permite pinchazos telefónicos y a veces no, a veces autoriza micros y otras no, sin ningún criterio claro (más allá de las ganas de los guionistas de ponerse a trabajar o pasar la tarde jugando al ping-pong y luego tomar un atajo). El paciente comisario, que en la primera temporada todavía funciona en clave autoridad-justa-y-legal, la-ley-es-igual-para-todos, las-reglas-hay-que-cumplirlas, a-apatrullar-se-viene-aprendido, en la segunda temporada se cabrea en seguida, suelta un “¡que le den al juez!” y se pone a plantar micros que da gusto (luego termina la temporada espetándole un lacónico “nadie está por encima de la Ley” al culpable). Pero es que en la segunda temporada ya no representa la seriedad frente al perroflautismo, sino la españolidad frente al gabachismo.
A mitad de temporada, acaba malherido y en coma, y todo el mundo de repente se preocupa mucho. Si se muere, le echaremos de menos. ¡Qué gran hombre! Sí, abandonó a su mujer y a su hijo. Sí, se pasa por el forro al juez y a la división de poderes. Sí, su ex mujer es tan tonta que aún se preocupa por él. Sí, tiene arrebatos de ira durante los interrogatorios. Sí, tiene tan claras las ideas sobre el matrimonio que le conviene a su hijo que le empareja con otra policía. Pero aún así: ¡qué gran hombre! Casi parece que Antena 3 nos está preparando para el óbito de otros grandes hombres.
Personalidades opuestas unidas por una misma pasión: España mola, putos gabachos.
Inspector Vidal: la razón andante de porqué a los perroflautas no les gusta la autoridad. Un policía pendenciero, malhablado, chulito y suponemos que enchufado, porque los requerimientos físicos dudamos que los pase. También tiene cierta laxitud ante ciertas actividades ilegales, al poner micros por ejemplo o plantar pruebas falsas, pero también cuando implican a su hijo vendiendo porritos. Pese a estar destinado en Cienfuegos y no pintar nada en Madrid, los guionistas deciden meterle de hoz y coz en la segunda temporada. ¡El Tercio de la Policía no podría mostrar todo su desprecio por los gabachos sin su aquiescencia y su vis cómica!
Roberto Vega: padre de Alicia, la niña desaparecida. Desaparecida inoportunamente, porque él pretendía desaparecer ese mismo día… rumbo al Caribe con su cuñada, que ambos están liados. La desaparición de Alicia le hace replantearse todo, y descubre que “en el fondo, sigo enamorado de mi mujer”. El final de la temporada no aclara si logra salvar su matrimonio, aunque si tienen que morir dos niños y un tercero acabar en la cárcel para salvar cada matrimonio católico amenazado, empezamos a entender la obsesión del catolicismo con la natalidad.
Emilia Vega Castro: la hija mayor de Roberto y hermana de Alicia. Una adolescente muy convincente en su papel de perpetuo cabreo con el mundo, pero que tiene una escena en la que Antena 3 parece a punto de marcarse un Forbrydelsen [6]: interrogada por el comisario por su implicación en la desaparición de su hermana Alicia, “Emi” cuenta que quiere irse con su novio Óscar de ese pueblo de mierda donde nunca pasa nada, que para ganar el dinero necesario contactó “por Internet” (fuente de todo mal) con un pervertido que le hacía sesiones de foto posando desnuda por 500 euros, que dicho pervertido le ofreció seis veces más por una sesión con Alicia, que no denunció nada porque el pervertido en cuestión es policía, y que concretamente se trata del inspector Vidal. Después de siete horas de melodrama familiar, ¡al fin! algo de corrupción policial, perversión e Internet. Solo nos falta un tuitero.
Dinamarca aprueba esta escena.
Y no es que Vidal sea un dechado de virtudes incapaz de algo así, pero en seguida nos damos cuenta de que es un bulo totalmente inventado. Simplemente, porque Vidal es el padre de Óscar, y si “Emi” quisiera el dinero de Vidal lo conseguiría mucho más fácilmente presionando al hijo, “tu padre tiene dinero de sobra y no nos suelta un duro para que podamos irnos, ¿es que no vas a hacer nada? Pues hasta que no hables con tu padre no follas, que quiero largarme ya de este mierdapueblo.”
Alicia, Pablo y Nuria: los tres primos que tienen la culpa de todo. ¡Pero sólo querían ayudar y salvar a sus familias de la descomposición y la caída en la dronja, la apatía y el ateísmo nihilista! El hecho de que logren despistar a sus padres y a dos docenas de agentes de policía durante varias semanas nos hace dudar mucho de la profesionalidad de estos últimos. ¿Puede un niño de ocho años ser tan listo y determinado? La respuesta está clara: sí, siempre que –como los niños Vega- vaya a un colegio de pago.
Inés Vega: hermana de Roberto y divorciada. ¿Divorciada? Sí, pero tranquilos, que es porque su ex era un maltratador, y en ese caso los sectores más progres de la Santa Madre Iglesia no ven con malos ojos una separación. Aún así, sigue enamorada de él, y lo intenta borrar con un polvete con Víctor. Previamente se echó uno con su ex marido abusón… sin saber que Alicia la está observando. Del shock, Alicia saldrá corriendo a tirarse delante de un coche. ¡Sexo delante de niños pequeños! Si no daneses, ¡ya casi somos holandeses!
Germán Vega: patriarca de la familia Vega, y dueño del restaurante Vega. De él no hay mucho que decir, pero también tiene una escena deliciosa que no les quiero hurtar. Doblemente deliciosa porque resulta transparente lo que pretenden los guionistas, y lo mal que les sale sin que se den cuenta. El caso es que Germán contrata a Víctor como camarero. Un puesto en el restaurante acaba de quedar libre, ya que, como nos aclara Germán, al anterior camarero polaco se lo llevó la policía “porque no tenía los papeles en regla”. ¿Tanto habría costado decir que Marek se fue a un trabajo mejor, o que estaba metido en drogas (aunque como la droga también la trapichea el hijo de Vidal, esto habría podido generar un cierto agravio comparativo)? Yo la legislación laboral y su aplicación solo las conozco a nivel usuario, pero ¿realmente va la policía por los restaurantes buscando a camareros sin papeles? ¿No tienen nada mejor que hacer, detener a tuiteros [11] o algo así? Y si realmente lo hacen, ¿acaso Marek, como ciudadano polaco, no es miembro del espacio Schengen y puede estar en España sin más papeles que su pasaporte? Y sobre todo, y asumiendo que realmente necesitase “papeles” y que no los tuviera, ¿cómo pudo entonces darle Germán un trabajo legal con sus cotizaciones y toda la pesca asociada? Todo este galimatías, la verdad, solo tiene una explicación, y es que Germán contrata camareros con menos papeles que una liebre y no cotiza por ellos ni las propinas.
Silvia López: profesora en el colegio de los niños. Tiene dos escenas, cuatro frases, y de repente aparece muerta. ¿Por qué? Ni idea. Un hilo suelto en la serie, y un fallo garrafal de los guionistas, que pensaron que acabar un episodio mostrando un nuevo cadáver era una idea genial… ¡hasta que alguien les dijo que estas ocurrencias había que explicarlas!
Alain Juillard: el policía gabacho infiltrado en el Hospital para buscar a Catherine le Monnier en la segunda temporada. Además de ser policía, Alain tiene un 9.25 de media en selectividad, una carrera de médico forense, y habla un castellano muy bueno. De hecho, se le puede considerar el mejor policía de toda la serie: serio, profesional, colaborador y cumplidor de las órdenes. Incluso cuando se salta las normas, es porque se lo ordenan, a él no le gusta. ¿Y cuál es la reacción de Víctor y los guionistas ante un agente claramente mejor que él, que le salva un par de veces su carrera de policía al prevenirle de hacer alguna tontería, y que además le salva la vida? Levantarle el ligue. ¡Jajaja, mira el gabacho como se queda, mucho titulito mucho idioma y mucha preparación, pero llega el españolito y ya no sabe de dónde le caen los palos!
Pues la verdad, si yo alguna vez tengo un problema y necesito ayuda policial, quiero que me asignen a Monsieur Juillard. Y si alguna vez la policía me persigue a mí, ¡qué coño, que me lo asignen también! Que será muy eficaz en pillarme, pero al menos no me “resistiré al arresto”, no me intentará sacar una confesión con una pistola en la sien en dependencias policiales, no fabricará pruebas falsas contra mí, ni me aplicará “un poquito de presión” en los interrogatorios, ni ninguna de las otras cosas que los policías españoles de la serie parecen considerar como lo más normal del mundo y por las que nadie sufre ningún castigo o investigación (excepto Vidal por unas escuchas ilegales… ¡que ni siquiera ha cometido él!).
Sophie Leduc: la jefa de Alain. Como Alain la verdad es que es bastante educado, le toca a Sophie exhibir un poco de desprecio por los españoles para “justificar” los comentarios antigabachos. ¡Ella empezó! De hecho, la tienen que pintar tan chovinista (nada por otra parte que no hayamos visto hacer mil veces a los franceses en las instituciones europeas, pero es que aquí, invitada en otro país y necesitando la cooperación de las autoridades locales, aparte de despectivo resulta estúpido) que casi resulta una caricatura, y sus acciones a espaldas de los españoles no tienen ningún sentido. Como no podía ser de otra forma, acaba sorprendida de lo eficientes que pueden ser los españoles.
Antes de iniciar la colaboración con la Policía Nacional, Alain y Sophie ya trabajaban de incógnito en el Hospital (pese a ser gabachos, la serie los retrata usando el castellano entre ellos, lo que el espectador español seguramente agradece), con plena autorización de los altos mandos policiales, que ni siquiera informan a Casas. Y después, Sophie se mueve por la investigación como una comisaria española más, dando órdenes a los agentes, organizando escuchas, asegurando pruebas, pidiendo autorizaciones al juez y todo lo demás. ¿Hacía falta que fuesen gabachos si al final parecen de la familia de toda la vida? Si de lo que se trataba era de escenificar agentes de seguridad enfrentados, ¿no podrían hacer una investigación paralela de la Guardia Civil o algo así, y que choquen el Cuerpo Nacional y la Benemérita Institución? Ah, pero entonces habría que escenificar una división entre españoles, y eso sí que no, que en este país hemos tenido guerras civiles por mucho menos. Mejor que sean franceses, que nada une a unos españoles como hacer frente a los malvados gabachos.
Belén Yagüe: doctora en el Policlínico Montalbán que descubre que Víctor (infiltrado esta vez como enfermero) es policía y se ofrece a ayudar. Como no podría ser de otro modo, una vez que descubre que el plebeyo enfermero (de mi experiencia personal con Sanitas les comento que el trato entre médicos y enfermeros es de “tu” al enfermero y de “usted” [título incluido] al doctor, aunque el enfermero peine canas y el doctor aún tenga acné) es en realidad un viril agente de la ley, cae rendida a sus pies, y así Víctor puede cumplir con su polvo-por-temporada.
Daniel Legarra: el cirujano estrella del Policlínico Montalbán, hecho del que saca toda su soberbia y en el que basa toda su autoestima. Como este hecho se tambalearía si se supiese que tiene primeros conatos de Parkinson, se droga que da gusto. La dronja la saca de los fondos del hospital, que están en una habitación abierta donde puede entrar todo el mundo a servirse, como en un supermercado, para sorpresa y espanto de los gabachos, que así nos demuestran lo estirados que son.
Rafi Abad: noviete de la desaparecida Catherine, e hijo de la enfermera jefe. Un delincuente de poca monta que supuestamente se redime gracias a su relación con Catherine, con la que se iba a escapar rumbo a una nueva vida. De nuevo, la mujer como salvación del hombre.
Doña Adela: Concha Velasco como directora del hospital, siempre preocupada por el buen nombre del mismo y por los intereses de los accionistas. En ella, Antena 3 plasma el conflicto sanidad pública vs sanidad privada, resuelto con “sí, los beneficios están por encima de todo, pero es que sin esa mentalidad todo se descontrola”. Dado que en el Policlínico Montalbán los médicos te montan intervenciones quirúrgicas secretas fuera de programa, las medicinas están al alcance de todo el mundo, el crematorio lo puede usar cualquiera para eliminar cadáveres sin dejar ni huella, y la directora y dos celadores se montan una tramita para cobrar por incineraciones para luego tirar los cadáveres por ahí, hay que decir que la serie no deja en muy buen lugar a la sanidad privada.
Catherine Le Monnier: la primera víctima del Montalbán, y supuesto epicentro de la temporada aunque hasta el capítulo 7/10 no tenga más que una escena en la que se limita a decir varias veces “putaine”. Solo que su desaparición/secuestro no es tal, sino que se piró por su propia voluntad. Olrait, guionistas, pero eso ya lo hicisteis en la primera temporada. Curráoslo un poco más, leñe. El caso es que su desaparición junto a Rafi iba a ser el preludio de ambos empezando una nueva vida lejos de la castrante madre de Catherine, pero por alguna razón, pasadas varias semanas de la “desaparición” ambos aún andan ocultos por Madrid, en un piso forzado sito en alguno de los desarrollos urbanísticos en ruinas que nuestra burbuja inmobiliaria ha sembrado por los alrededores de las grandes ciudades.
Adriana Le Monnier: madre de Catherine. Española emigrada a Francia, donde se casó con un hombre rico y bien conectado, momento a partir del cual reniega de su pasado español (solo con esto ya tiene que ser malvada), viendo incluso con malos ojos que su hija se vaya de París a España para ejercer la medicina. Cuando Catherine desaparece, remueve cielo y tierra para recuperarla, incluyendo las conexiones de su marido con la alta política, que hacen posibles que Francia envíe a Alain y Sophie.
Dinamarca y no puedo
Dinamarca, tierra de promisión para podemitas y ciudadanos por igual [12], nos ha dejado series espléndidas donde se abren los agujeros negros de la condición humana. Poco de eso hay aquí, principalmente porque el objetivo final es darle gusto a las gentes del Barriosalamanca. Cosa que lastra cualquier pretensión de la serie, que se intuye por el guión, por hacer un Forbrydelsen [6] hispano. Aunque al igual que en la serie danesa te presentan ambientes donde todos ocultan algún podrido secreto, en Forbrydelsen la idea es mostrar los oscuros abismos sobre los que se funda el orden social, pero en Bajo Sospecha (como antes en El Tiempo Entre Costuras [1], se ve que esto es una máxima de las Series de Antena 3) el objetivo principal es lograr una ambientación donde el espectador de Barriosalamanca pueda decir “esos son mi colegio de pago, mi calle, mi chalet de tres plantas, mi barrio, mi pueblo, mi urbanización de la Sierra, mi hospital privado que se beneficia de algún oscuro contubernio con la sanidad pública firmado por Esperanza Aguirre… ¡ese podría ser yo!”
De modo que donde los escandinavos sacan a relucir al abuelo que se enroló voluntario en la Wehrmacht y posteriormente reconvertido en demócrata-de-toda-la-vida, el dudoso origen de ciertas fortunas, la explotación de inmigrantes/tercer mundo, la corrupción omnipresente o el pedófilo/violador encubierto por sus amigotes en posiciones de poder, aquí los asuntos secretos son básicamente infidelidades, accidentes y chapuzas encubiertas, y la venta al por menor de droga (algo que hasta puede pasar por emprendimiento). Nada de abuelos colaboradores con los fascistas. Que el espectador se reconozca, ¡pero que no se sienta ofendido! Y no es que los líos de faldas y tal no den para buena literatura, ahí tienen a Ana Karenina, pero deberían tener “algo”. Por eso aquí los escandinavos meterían alguna parafilia chocante que al menos haga creíbles las aventuras amorosas. Porque si vas a poner en peligro tu matrimonio/reputación/carrera/bienestar, que al menos sea por cumplir tu obsesión reprimida de vivir orgías sado-maso con amplia presencia furry [13] o algo así, pero liarte con tu cuñada a la que ves todos los días en el curro, en un pueblo pequeño donde en seguida todo se sabe, solo para unos escarceos adolescentes en el coche o, en el mejor de los casos, cinco minutos de sexo tortuguita… como que no. Una cosa es la lujuria y otra la tontería.
Sexo tortuguita: dícese de aquel en que la hembra yace impotente como tortugita vuelta del revés y aletea sus patitas sin ningún efecto mientras el macho la copula mecánicamente desde arriba, sin otro placer que el derivado directamente de la inmissio seminis.
En total yo he contado siete matrimonios -en dieciocho capítulos- afectados en diverso grado por el lujurioso pecado (sin contar el piquito de Laura y Víctor, y que Víctor tiene un revolcón con Inés cuando se supone que está casado con Laura), que queda como el verdadero eje de la serie, por cuanto afecta a honorables señores españoles de mediana edad que afirman querer mucho a las mujeres que llevaron ante el altar, pero que por lo visto no pueden evitarlo. Y lo demás queda como attrezzo. Las muertes de la primera temporada al final resultan ser un suicidio, un fallo de guión, una niña que no sabe mirar antes de cruzar la calle, y un homicidio involuntario que si fuese creíble tendríamos los patios de colegio de primaria cubiertos de cadáveres después de cada recreo. Y en la segunda dedican media temporada a resolver primero otra trama de guión que resulta ser un lío de faldas, donde los finados son una adúltera embarazada y un homicidio en defensa propia ante un incontrolable ataque de celos.
Por eso, más que por las cosas que cuenta, esta serie revela mucho sobre España por cómo cuenta esas cosas. En el guión de la serie se está manifestando un conflicto que llena de fisuras el alma de los españoles. Por una parte, el deseo de ser “europeos”, es decir, de ser un país serio, donde las cosas se hacen bien, donde se siguen las reglas, y donde todo está bien planificado; un país que es tomado en serio y respetado. Y por otra parte, el temor, inconsciente, larvado, pero no por ello menos poderoso, a ser, precisamente, “europeos”, es decir, a que si finalmente logramos todo lo anterior, acabaremos resultando indistinguibles de cualquiera de los sosos e insípidos habitantes de esas sosas e insípidas ciudades del norte del continente, perdidos bajo un cielo gris y lluvioso mientras comemos comida insípida y nuestra sangre se convierte lentamente en leche desnatada; gentes sin vicios que leen libros, que no hablan a gritos, que reciclan mucho, que cenan a las siete de la tarde y se acuestan a las nueve, gentes que consideran que matar toros por placer es barbarie, que dedican once meses del año a trabajar en sus insípidos trabajos altamente productivos y luego lo compensan desfasando en Salou. Gentes que, en vez de trabajar para vivir, viven para trabajar. Como dicen en mi pueblo: Pollos de Carne. Putos Pollos de Carne. El Horror. El Horror.
Años de cumplir con la austeridad, con miles de circulares de Bruselas y con todo el acervo comunitario, ¿para convertirnos en ESTO? ¿En serio, Mariano?
La izquierda española, como de por si tiene una cierta orientación internacionalista, no se obsesiona tanto con las esencias patrias, y le da un valor especial a lo de “ser europeos”, lo lleva un poco mejor, pero a la derecha española este conflicto la va a volver loca perdida. Por un lado, culturalmente, la derecha necesita como el comer contarse una y otra vez el cuento de la “seriedad-solvencia-creación-de-riqueza-y-respeto-a-la-ley”, para así distinguirse de los disolutos perroflautas (necesidad retratada en la primera temporada) y justificar que tienen que ser siempre ellos quienes manden. Pero por el otro necesita por encima de todo sentirse española, ser “different”, mantener una identidad propia y “auténtica” que la distinga la modernidad sin alma de los europeos (necesidad retratada en la segunda temporada). Anhelos incompatibles. Tarde o temprano, tendrá que elegir entre ser una derecha moderna a la europea, o convertirse al nativismo más chovinista en su versión española (sí, todavía tiene margen para crecer en ese sentido). Como la cabra siempre tira al monte y las cosas siempre rompen por el lado más flojo, no nos cabe duda de lo que elegirán. Por ello, en el mismo momento en que si alguna vez el actual diseño institucional del euro se vuelve insostenible, será la derecha (sí, el mismo PP que ahora nos aplica la “medicina necesaria” por orden de dicho diseño institucional) la que nos saque del euro y de Europa rumbo a algún glorioso destino en lo universal, mientras en Podemos aún andan liados intentando definir algún significante vacío. España es eterna; Europa no.