La conquista del espacio – Matthew Brzezinski

Lo primero que hay que destacar de este notable libro es que su título puede inducir a error. En creativa traducción, la editorial le puso un título con gancho, qué duda cabe, pero un tanto tergiversado respecto del original: Red Moon Rising (que, como pueden comprobar, queda claramente plasmado en la portada del libro). Porque el libro se centra, a lo largo de casi todas sus páginas, en el período en el que comienza la carrera espacial entre las dos superpotencias (1956-1958), un margen de tiempo muy corto caracterizado, además, por la sorprendente delantera que tomó la Unión Soviética, con el lanzamiento de los Sputnik I y II. Se menciona de pasada la evolución posterior de la carrera espacial, pero no es el tema del ensayo.

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Un libro que, traducción del título aparte, es verdaderamente muy interesante. El autor relata los hechos con ecuanimidad y fervor. Comienza con un imprescindible prólogo, en 1945, para explicar la disputa entre EEUU y la URSS por hacerse con los servicios de los científicos alemanes en muy diversos campos, pero especialmente –el tema que nos ocupa- el de los cohetes V2. EEUU se lleva el premio gordo –el líder del proyecto, Werner von Braun, y la mayoría de los ingenieros y técnicos de alto nivel, así como la mayoría de las piezas que quedan-, mientras que la URSS tiene que conformarse con las migajas y tratar a los pocos científicos pata negra con los que logran hacerse como si fueran estrellas de rock politólogos:

Lo que faltaba en el esfuerzo soviético eran científicos alemanes con el conocimiento de la visión general. Y no había cantidad de raciones adicionales de huevos, salarios libres de impuestos, bonificaciones o sobornos que pudieran tentar a estrellas del calibre de von Braun para abandonar las filas estadounidenses. La única excepción fue Helmut Grottrup, el segundo de von Braun en sistemas eléctricos y control de orientación. Desafortunadamente para los rusos, el científico venía con la arrogante frau Grottrup, quien consideraba que el Ejército Rojo estaba a su servicio personal, además de los caballos de primera que ella exigía para las caballerizas de la amplia mansión que había elegido como su residencia. La señora Grottrup despedía a cocineras y asistentes una vez por semana, y la interminable lista de compras que le presentaba a los sorprendidos empleadores soviéticos de su marido requería la atención de tiempo completo de un coronel. “Mi hermana va a la universidad con botas de hombre”, escribía uno de los indignados guardias rusos. “Está vendiendo su último vestido para comprar comida para nuestra madre enferma. Mi joven esposa Tamara tuvo que dejar sus estudios porque no puede hacerlo sin mi ayuda… ¡y aquí estamos tratando de conseguir sillas de montar!”. Pero la señora Grottrup consiguió sus caballos, su BMW, un par de vacas para tener leche fresca, incluso un oficial soviético como acompañante en las cabalgatas. Conseguía todo lo que quería porque allá en Moscú, Stalin estaba furioso, ya que ningún otro científico alemán de alto nivel había ido al lado soviético” (págs.. 28-29).

Doce años después, en el período álgido de la Guerra Fría, los EEUU se encuentran en la cima de su poder. Cuentan con cientos de cabezas nucleares, muchas más que la URSS, y sobre todo cuentan con los recursos para lanzarlas sobre territorio ruso. Una inmensa flota de bombarderos B-47 y B-52 se encuentra permanentemente lista para despegar, con sus ojivas nucleares a bordo, hacia la URSS, con simulacros incluidos en los que juguetean con entrar en la frontera de la Unión Soviética con cientos de aviones a la vez, en plan macarra irresponsable. Estados Unidos cuenta con bases en las fronteras de la Unión Soviética, y aunque no fuera así los B-52 son perfectamente capaces de cubrir la distancia hasta la URSS, lanzar sus bombas y volver. En cambio, la URSS cuenta con una flota de aviones anticuada y de alcance mucho menor, incapaz de llegar al corazón del territorio estadounidense: pueden bombardear a los aliados de EEUU, pero no las grandes ciudades de Estados Unidos (bueno; tal vez Anchorage, en Alaska).

Esta sensación de acoso y de debilidad es la que incita al nuevo líder soviético, Nikita Jruschev, a apostar por los cohetes como vía para reducir la distancia con EEUU en materia de disuasión nuclear. Precisamente por el mismo motivo, en EEUU no le prestan demasiada atención a la cohetería; no la necesitan. Von Braun y los suyos se pasan unos años recluidos en un poblacho fronterizo de Texas (por algún motivo, al gobierno estadounidense no le enorgullecía sacar a relucir su plantel de científicos “ex”nazis), y luego el propio von Braun acaba reconvertido en colaborador de Walt Disney en una serie de reportajes televisivos sobre la conquista del espacio (normal que ambos congeniaran, dirán Ustedes; ¡ambos compartían los mismos sueños!).

Von Braun, soñador, elegante, tiene ese encanto juvenil que cautiva a los telespectadores, como cautivó al Führer en 1943 en la Guarida del Lobo, exponiendo las maravillas de los cohetes V2. Hitler pensó que tenía a su alcance el arma definitiva y desvió los recursos de otros proyectos hacia los cohetes de von Braun, que como es sabido tuvieron un efecto psicológico importante (sobre todo al principio, cuando las plataformas de lanzamiento permitían alcanzar Londres; más adelante, cuando tuvieron que conformarse con París y Bruselas, ya tal), pero cuya incidencia práctica en el curso de la guerra fue muy pequeña.

La sensación de superioridad estadounidense no es sólo material, sino también tecnológica: la URSS es un pueblo atrasado, incapaz de estar a la altura. En la carrera militar, económica y tecnológica, Estados Unidos está muy por delante, y parece imposible que alguna vez la URSS pueda recortar distancias. El desprecio por la URSS en todos los órdenes, no solo ideológico o humanitario, es muy habitual en las principales figuras estadounidenses. Así que el programa de cohetes estadounidense languidece, y el espacial, directamente, es inexistente.

En la URSS, en cambio, Jruschev necesita algún triunfo que llevarse a la boca para superar el asedio, que no es sólo exterior, a manos de EEUU, sino también en el interior: su discurso secreto de 1956, que acabó con el estalinismo, le crea muchísimos problemas (entre otros, la rebelión de Polonia y después de Hungría, solventadas de forma muy diferente), y de hecho Jruschev es víctima de un golpe de Estado interno del que sólo se salva gracias al mariscal Zhukov y el apoyo del Éjército.

El programa de cohetes soviético está en manos de dos grandes rivales, Korolev y Glushko. Científicos que, en la mejor tradición soviética, fueron confinados en un campo de trabajo en Siberia durante las purgas de Stalin (ambos se denunciaron mutuamente y agravaron así la situación del otro, aunque supongo que denunciarían a su rival y a quien hiciera falta tras un par de días de interrogatorio), y sólo salen de él merced a la invasión alemana de 1941: la Patria, tras asesinar, torturar y meter en prisión a millones de ciudadanos, les necesita. Korolev y Glushko aparcan su odio mutuo (al parecer, Korolev se acostaba con la cuñada de Glushko, para rematar la faena) en pro del bien común.

El único objetivo de dicho programa, en 1956, es conseguir un misil de alcance intercontinental, capaz de llegar a EEUU. La potencia necesaria para generar el empuje requerido (el misil ha de levantar sus más de 300 toneladas de peso, alcanzar la velocidad de escape de la Tierra y recorrer un mínimo de 8000km) es tan monstruosa que el proyecto en el que trabaja Korolev, el R7, cuenta con cinco motores de propulsión -mediante oxígeno líquido y queroseno- acoplados, cuarenta toneladas de combustible y 35 metros de altura.

Tras ímprobos esfuerzos, Korolev consigue que el R7 cumpla por fin lo previsto, pero como misil con carga atómica es muy poco práctico; para empezar, porque aún no se ha logrado impedir el riesgo de que la fricción incendie la ojiva nuclear y ésta deje de funcionar. Y, sobre todo, porque los preparativos para lanzar el cohete R7 son muy complejos y requieren de muchas horas, tiempo durante el cual los B52 podrían arrasar las instalaciones de lanzamiento (y la URSS), mucho antes de que algún misil soviético comenzase a volar.

Pero todo esto se vuelve intrascendente ante el vuelo histórico del R7 del 4 de octubre de 1957. Korolev, con la excusa de hacer pruebas con la carga posible del misil (para, se supone, adaptarlo a las necesidades de la soñada ojiva nuclear), cuela el lanzamiento de un pequeño satélite, de menos de cien kilos de peso y forma redonda: el Sputnik. Y logra ponerlo en órbita.

Inicialmente, los propios soviéticos no son conscientes de lo que han logrado. El Pravda publica la mención al Sputnik en un lateral de la portada: el anuncio de que la producción estatal de cereales y combustibles fósiles garantizará el abastecimiento para el invierno es mucho más importante (¡paren las rotativas!). Pero es la reacción estadounidense, y en el resto del mundo, la que les hace cambiar de perspectiva.

En todo el mundo, la gente asiste maravillada al milagro tecnológico del primer satélite artificial, que no sólo orbita la Tierra, sino que además es capaz de transmitir datos: bip-bip-bip. La carrera espacial ha comenzado, aunque ninguna de las dos potencias la buscaba. En Estados Unidos, la prensa se rasga las vestiduras ante la impresionante demostración de superioridad soviética. De repente, Estados Unidos es vulnerable. Sus miles de aviones parecen (y están) anticuados frente al terror de un misil supersónico que en cuestión de minutos puede alcanzar cualquier punto del país. Además, naturalmente, la rumorología establece con absoluta certidumbre que los soviéticos cuentan con miles de misiles R7 listos para la acción, con ojivas nucleares en lugar de inocuos satélites de comunicaciones. Llega el turno de los rusos para chotearse de la incapacidad tecnológica estadounidense.

Pero, mientras aún están recuperándose de la impresión, los rusos lanzan otro satélite, el Sputnik II, mucho más grande que el anterior, y con un ser vivo dentro: la perrita Laika, una perra callejera seleccionada para la gloria soviética, pues el lanzamiento se organiza más que apresuradamente (en veinte días) para que coincidiera con el 40 aniversario de la Revolución de Octubre, y así mearse más y mejor en la cara de los americanos. El lanzamiento es un éxito apabullante, y la URSS se apunta un segundo tanto propagandístico.

La perrita Laika. No se me encariñen demasiado, pues su historia es muy triste

La popularidad de Eisenhower, que ya había comenzado a resentirse por sus prolongadas desapariciones para jugar al golf, cae en picado. En EEUU comienzan frenéticamente a buscar una forma de empatar la partida, es decir, de enviar un satélite al espacio. En el sistema estadounidense que poco después, en su retirada, el propio Eisenhower tildará de “complejo militar-industrial”, conviven varios proyectos similares al mismo tiempo, acaudillados por los distintos ejércitos (Aire, Tierra y la Marina), los servicios secretos, etc. Cada uno se disputa con el contrario los contratos de Defensa, y todos pelean por llegar los primeros. Capitalismo en acción.

Primero es el turno de la Marina, entre otros factores porque su proyecto no está contaminado por la entusiasta presencia de científicos alemanes aficionados a soltarte un Heil! a la que el cohete parece que asciende correctamente, o a ponerte esvásticas en los post-it. Pero su cohete, el Vanguard, es un fiasco: a principios de diciembre de 1957, con todo el mundo mirando, todos los medios de comunicación y el público estadounidense ansioso por ver el lanzamiento, éste se pospone por problemas técnicos. Varios días después, en el segundo intento, el cohete intenta ascender… pero se tambalea, cae sobre sí mismo y explota espectacularmente. Los medios denominan al cohete Kaputnik y similares, mientras la URSS ofrece su asesoramiento a EEUU “y otros países en vías de desarrollo que quieran mejorar su tecnología de cohetes”. Brzezinski no aclara si el magno espectáculo pudo verse por televisión en directo, pero sí que se grabó: aquí tienen el gran momento:

Los carbonizados restos del Vanguard eran una imagen muy difícil de superar. En lugar de dar gloriosas vueltas al globo, el tan promocionado satélite estadounidense yacía de manera ignominiosa en un pantano de Florida, al que había sido lanzado al producirse la explosión, y continuaba emitiendo su penosa señal sonora hasta que un frustrado periodista exclamó: “¿Por qué no va alguien allí y lo apaga?” (pág. 306).

De tal manera que tiene que ser el Ejército, y el grupo acaudillado por von Braun, quienes finalmente consigan lanzar un satélite, el Explorer, a principios de 1958, con un cohete Juno, después denominado Júpiter. Pero la URSS aún llevará la delantera unos años. La peripecia de Yuri Gagarin en 1961, el primer vuelo orbital con un ser humano, constituye un hito todavía más espectacular y de mayor impacto mediático que el Sputnik. Pero a la URSS comenzaron a reventársele las costuras. De hecho, el vuelo del Sputnik II había sido un fracaso: aunque se logró poner en órbita a la perrita Laika, ya estaba muerta al llegar. Laika murió al inicio del vuelo, por sobrecalentamiento de la estructura, una muerte sin duda horrible. Pero esto sólo se supo hace algunos años. En su momento, los soviéticos dijeron que había podido comer las gelatinas que le habían dejado y poco menos que había estado jugueteando en la cápsula (y tan bien hicieron su propaganda que gente como yo siempre había pensado que Laika volvió tan feliz a la Tierra y después protagonizaría su propia serie de televisión. Pero no: fue Lassie. Y aquí me tienen, traumatizado por la pobre perra).

Las especificaciones de seguridad de los soviéticos se relajaron más y más para intentar mantener el ritmo y apuntarse tantos propagandísticos. En 1967 estalló en la reentrada el primer cohete Soyuz (que, sin embargo, seguiría funcionando en diversas versiones durante décadas como principal lanzadera soviética, y de hecho creo que aún sigue activo), provocando la muerte de un cosmonauta. En los sesenta estalló en tierra un gigantesco cohete R7 que mató a más de cien personas. El motivo: el militar a cargo de la base ordenó que se hiciera una reparación del cohete sin vaciar antes el combustible, para ahorrar tiempo. Finalmente, aunque todo esto ya queda fuera del libro de Brzezinski, sería EEUU el primer, y hasta ahora el único, país en llegar a la Luna (o en hacer una simulación audiovisual convincente, como prefieran). Von Braun se convirtió en un héroe nacional. Pero no para siempre:

Wernher von Braun, por supuesto, pasó a convertirse en el más famoso científico fundador de la NASA. Llevó a los Estados Unidos a la Luna, se volvió rico y respetado, y cumplió todos sus sueños de infancia. Su pasado, sin embargo, comenzó a pisarle los talones a comienzos de los 70. Después de que la revista París Match publicara un entusiasta artículo sobre el apuesto profeta del espacio, varios lectores escribieron para informar que reconocían al hombre en las fotografías. Estaba más robusto y más canoso de lo que recordaban, pero los ojos ardientes eran los mismos. Los lectores eran sobrevivientes de Mittelwerk, ex trabajadores esclavos del V-2, y los relatos que hicieron de von Braun diferían de manera desagradable del perfil elogioso presentado por la revista. Aseguraban que había ordenado en persona la ejecución de prisioneros por sabotaje y que era un criminal de guerra que debía estar ante los tribunales internacionales. Esas acusaciones no llegaron a nada, pero von Braun pasó los años finales de su vida defendiendo sus antecedentes de guerra y murió en 1977 dentro de una creciente nube de sospechas (pág 352-353)

La URSS se quedó atrás, como se quedaría atrás en cada vez más sectores tecnológicos. Y además, el éxito del Sputnik fue lo que provocó la derrota de la URSS una década después, y por los mismos motivos que habían provocado el interés de los soviéticos por los cohetes: al verse derrotados, en EEUU decidieron lanzarse a la carrera espacial con todas sus fuerzas, que eran superiores (económica y también tecnológicamente) a las de los soviéticos. Primero en la tecnología de misiles balísticos, y después en la carrera espacial. La crisis de los misiles de 1962, de hecho, es producto de la incapacidad soviética para conseguir que sus misiles R7 funcionen como verdadera arma de disuasión. Son demasiado grandes, demasiado caros, y sobre todo demasiado lentos para ponerlos en marcha. Y cuando los americanos plantan misiles Júpiter (los que pusieron en órbita el Explorer) en la frontera de Turquía, Jruschev no ve otra salida, para empatar, que hacer lo propio en Cuba. Pero, en un nuevo ejemplo de estrategia de contención estadounidense, lo que está bien para ellos (poner misiles en la frontera de la URSS) no lo está para los rusos, así que exigen la retirada inmediata de los misiles. La crisis acaba con la derrota soviética, al menos en público. En privado, también los americanos retiran sus misiles, pero como nadie conocía de su existencia, es solo Jruschev el que se lleva el oprobio de la derrota. Poco después, es sustituido por Breznev, mucho menos interesado en la carrera espacial y sus réditos propagandísticos. Fin de la historia.

Brzezinski acaba recordando algo por demás obvio: la enorme importancia de toda la carrera espacial, y en particular de la tecnología de los satélites. El impacto, a todos los niveles, de este enfrentamiento paranoico y terrorífico entre dos superpotencias. La pulsión creadora, si me apuran, derivada del conflicto de la Guerra Fría, que aportó la tecnología de satélites, la carrera espacial, y el desarrollo de Internet. Todo para defenderse de unos misiles soviéticos que, en realidad, podían destruirse sencillamente en tierra, sin escudo antimisiles ni nada. Otro éxito de la propaganda soviética.


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  1. Comentario de Teresa (14/04/2016 15:03):

    Estoy llorando por Laika. Con lo guapa que es.

  2. Comentario de emigrante (14/04/2016 15:36):

    Será coincidencia o no pero el liderazgo de la URSS duró lo mismo que la carrera de Seguei Koroliov. Si no hubiera muerto tan pronto a lo mejor habría también una bandera roja hondeando en algún crater lunar. A los amerinanos le dieron los nazis el trabajo hecho el resto no era más que poner pasta.

    Otro genio de la cosmotáutica fue Alesandr Kemurdzhian. Los rusos no mandaron gente a la Luna pero mandaron robots (los Lunajod) que con la tecnología de los 70 tiene mucho mérito que los cacharros funcionaran. Tras la caída del muro Kemurdzhian asesoró a la NASA en el programa Pathfinder.

    También fueron los primeros en llegar a Venus, en montar una estación espacial compleja (la MIR) y en la actualidad son los únicos capaces de poner gente en órbita. Los exitos espaciales rusos no se reducen solo al primer chupinazo.

    Como curiosidad, la propaganda de la guerra fría decía que tenían un proyecto para bombardear la Luna con colorante rojo y dibujar una hoz y un martillo enormes y visibles desde la Tierra por los siglos de los siglos.

    Fe de erratas: el vuelo de Gagarin en la Vostok1 fue en 1961 y no en 1963 y creo, aunque no estoy completamente seguro, que la Soyuz es una cápsula y no un cohete.

  3. Comentario de maca (14/04/2016 20:48):

    En un libro sobre la historia de cuba de hugh thomas, se pone la teoría de que fue la revolución cubana lo que hizo que kennedy aprobara el programa espacial que llevo a los yankees a la luna. Así que pueden agradecernos a nosotros los latinoamericanos por eso

  4. Comentario de RAM (15/04/2016 09:24):

    “La URSS se quedó atrás, como se quedaría atrás en cada vez más sectores tecnológicos. Y además, el éxito del Sputnik fue lo que provocó la derrota de la URSS una década después, y por los mismos motivos que habían provocado el interés de los soviéticos por los cohetes: al verse derrotados, en EEUU decidieron lanzarse a la carrera espacial con todas sus fuerzas, que eran superiores (económica y también tecnológicamente) a las de los soviéticos. Primero en la tecnología de misiles balísticos, y después en la carrera espacial. La crisis de los misiles de 1962, de hecho, es producto de la incapacidad soviética para conseguir que sus misiles R7 funcionen como verdadera arma de disuasión. Son demasiado grandes, demasiado caros, y sobre todo demasiado lentos para ponerlos en marcha. Y cuando los americanos plantan misiles Júpiter (los que pusieron en órbita el Explorer) en la frontera de Turquía, Jruschev no ve otra salida, para empatar, que hacer lo propio en Cuba. Pero, en un nuevo ejemplo de estrategia de contención estadounidense, lo que está bien para ellos (poner misiles en la frontera de la URSS) no lo está para los rusos, así que exigen la retirada inmediata de los misiles. La crisis acaba con la derrota soviética, al menos en público. En privado, también los americanos retiran sus misiles, pero como nadie conocía de su existencia, es solo Jruschev el que se lleva el oprobio de la derrota. Poco después, es sustituido por Breznev, mucho menos interesado en la carrera espacial y sus réditos propagandísticos. Fin de la historia.”

    No. Es justo al revés.

    Los misiles Jupiter para 1962 eran armas obsoletas de combustible líquido, que llevaba tiempo (varias horas) para su lanzamiento, y que eran por tanto vulnerables durante ese tiempo además de dar preaviso al enemigo. Es por eso por lo que su retirada de Turquía no le costaba demasiado trabajo a los americanos. En cambio los misiles soviéticos en Cuba sí daban a una URSS por entonces en ingerioridad en armamento balístico y estratégico una baza importante.

    Despues de este episodio EEUU se embarcó de lleno en ganar la carrera espacial y hacia la luna. Y se gastó miles de millones de dólares en conseguir ese objetivo, que acabó logrando en 1969 con los pasos de Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Los americanos la tenían muy grande en el espacio, pero abajo en la tierra la situacion habia cambiado mucho desde 1962: Mientras los sovieticos habian atraido a los americanos a una carrera espacial, en la tierra ellos habian alcanzado no sólo la equidad con ellos en misiles balísticos y cabezas nucleares (En 1962 no la tenian aún) sino superioridad en esos campos, instalando tambien el primer escudo ABM de la historia en Moscú. A los politicos soviéticos tampoco les gustaba disparar los costes de esa carrera y por eso ambas superpotencias accedieron a los SALT I y II que muestran a las claras que se habia alcanzado una situacion diferente, que tenia que dar lugar a una doctrina nuclear diferente. Es decir, que mientras EEUU se lanzaba al espacio, habia dilapidado su superioridad en armamento estratégico sobre los comunistas, y de forma irreparable.

    Luego hay algunos (no se si será el caso del autor del libro) que siguen diciendo que la famosa guerra de las galaxias de Reagan arruinó a la URSS y no se qué, pero la URSS nunca se molestó en contrarrestarla porque siempre la consideró un bluff. El gasto militar enorme y constante para una guerra que no llegaba nunca, la esclerotización económica cada vez mayor, la perdida de las batallas propagandísticas -y perdida de la batalla politica en definitiva- es otra historia.

  5. Comentario de JoJo (15/04/2016 09:59):

    Yo lo que echo de menos es que no se hable de la llegada a Venus por parte de la URSS. Me sigue pareciendo increíble que en 1966, la misión Venera 4 llegara a posarse sobre el planeta y enviara datos, aparte de otra misiones Venera que ya habían orbitado a su alrededor. La respuesta americana fue la misión Mariner que también obtuvo sus logros, aunque no los esperados, de manera que EE.UU. se centró en la misión Apolo para llevar al hombre a la Luna.

  6. Comentario de E. Martín (15/04/2016 12:16):

    No hombre no, si Laika se convirtió en una estrella. ¿No recuerdas la canción de Mecano? :D

  7. Comentario de Guillermo López García (15/04/2016 12:36):

    #2 Emigrante, la Soyuz son las dos cosas: una cápsula y un cohete. Es completamente cierto que no se quedaron en los éxitos iniciales, y que las misiones Venera (como dice JoJo) tuvieron muchísimo mérito. El caso es que sí que se puede defender que perdieron fuelle, como dice el autor, si se comparan los éxitos iniciales con el hecho de que, a fin y al cabo, fueron los americanos los únicos que lograron poner una persona en la Luna.

    #4 RAM, eso es lo que decía: que para la URSS era imperativo contar con esos misiles como herramienta de disuasión, precisamente porque no contaban con otras vías para alcanzar al enemigo fácilmente. Y que el Sputnik y demás enchufan a EEUU hacia la carrera espacial. Es verdad que la URSS alcanza la delantera en armamento nuclear (que, a fin de cuentas, es por lo que ambos se meten en el sarao), no lo había tenido en cuenta en la crítica (ni el autor en su libro). No me parece un libro neocon, es bastante ecuánime (por cierto: son muy divertidas las referencias a Johnson y Nixon y las tácticas de ambos para posicionarse en la carrera presidencial)

  8. Comentario de emigrante (15/04/2016 14:08):

    La verdad es que el desarrollo tecnológico de la aeronáutica fue muy breve. Desde el vuelo de los hermanos Wright hasta el de Gagarin apenas pasaron 58 años. Y sólo ocho entre este último y el Apolo 11. Desde que se logró romper la barrera del sonido hasta los vuelos comerciales del Concorde, 20 años. En esas dos décadas puede resumirse toda la historia de la ingeniería aeroespacial y se establecieron todos los records de velocidad y altitud. Desde entonces no se ha avanzado nada, seguimos volando en los mismos Jumbos que ya lo hacían el los 60, los rusos siguen con la Soyuz y pasará más tiempo desde el Apolo XVII hasta que alguien vuelva a poner un pie en la Luna que el que transcurrió entre los Wright y la huella de Amstrong en el mar de la Tranquilidad.

  9. Comentario de Trompeta (15/04/2016 14:44):

    @ 8 Es que tristemente los mayores progresos han sido debidos a 2 guerras mundiales y una guerra fría.
    Sin la motivación de machacar al contrario y/o apoderarse de recursos en los planetas, se destinan pocos fondos a I+D.
    Ahora se gasta en cosas como perspectiva de genero, deconstrucción de roles sexuales y otras magufadas.

  10. Comentario de mictter (15/04/2016 14:50):

    #8 Supongo que más que ‘breve’ quieres decir ‘rápido’. Y no te olvides de comparar a los 747 (un excelente diseño, pero ya en vías de desaparición) con los aviones modernos usando parámetros menos vistosos como fiabilidad, consumo de combustible o niveles de ruido.

    En cuanto a la carrera espacial, yo diría que todavía no ha superado el fin de la Guerra Fría y de los presupuestos infinitos, aunque, una vez más, si fijamos la vista en programas de menos relumbrón pero más prácticos (el telescopio Hubble, los satélites de comunicaciones o el sistema GPS) podemos pensar que no se ha interrumpido el desarrollo, tan sólo se ha enfocado a objetivos más prácticos que esos programas “inspiracionales” (perdón por el anglicismo) como el viaje a la Luna o la ISS que sigue consumiendo recursos para dar muy poco a cambio.

  11. Comentario de pululando (15/04/2016 16:53):

    Guillermo, muy agradecido por la reseña, pero cuéntenos Vd. algo del autor, que aquí venimos a que nos dé todo mascadito… Y ya ve que en la wiki no vienen cotilleos:

    Que si periodista norteamericano, nacido en Canadá en el seno de una familia polaca (es sobrino de Zbigniew)… Que si tras la caída del muro ejerció de corresponsal en Varsovia, Moscú y Kiev antes de volver a la tierra de promisión y ponerse a escribir libros a buen ritmo (uno por trienio).

    Pues lo dicho, poca chicha.

    Y ya que estamos: cuentan por ahí (http://goo.gl/E5CHBw) que a partir del librito en cuestión se está preparando una serie documental que debe ser la ostia en verso porque llevan tres años dándole vueltas.

  12. Comentario de Pacou (15/04/2016 17:31):

    Como bien dice el sr. Guillermo en los comentarios (#7), Soyuz es tanto un vector como una nave, y actualmente sigue sacando las castañas del fuego a la ESA y a la NASA en la Estación Espacial Internacional.
    Por cierto, que la empresa valenciana Comet Ingeniería (estan ací al costat, darrere de Vivers, en una travessia del carrer Alboraia) han trabajado para el cohete Soyuz dimensionando fases de carga útil para la dispersión de satélites. Una bona xufa valenciana cap a la Lluna… ja ja ja…

  13. Comentario de Leo Rojo (15/04/2016 19:55):

    La historia de la carrera astronáutica soviética es fascinante, en particular durante la carrera hacia la Luna… Que en realidad nunca existió. Como bien ha indicado Guillermo a través del libro, los sovieticos tenían otras prioridades en esa época y sus intentos de montar un programa lunar serio fueron muy diletantes.

    Por cierto, resulta muy llamativo que los americanos montasen un programa lunar casi “a la sovietica”, con multitud de empresas aglutinadas en torno al gobierno en pro de un objetivo común, mientras que los rusos lo descentralizaron, con múltiples grupos de desarrollo compitiendo entre ellos poco menos que a hostia limpia. El enlace adjunto lo explica mucho mejor y de forma mucho más amena. Para los que tengan tiempo y no sean Rajoy, eso sí, porque no es el Marca.

    http://www.alas-rojas.com/libro.htm

  14. Comentario de notengoniidea (15/04/2016 20:22):

    En este link se da un interesante repaso a la carrera espacial soviética, centrado en la figura de Korolev. Todo el blog, por cierto, es muy recomendable.

    http://lapizarradeyuri.blogspot.com.es/2010/02/el-disenador-jefe.html

  15. Comentario de emigrante (16/04/2016 11:28):

    #9, más que la falta de guerras es la física la que pone los límites. Antes de ser astronauta Armstrong fue piloto de pruebas y una vez con el X15 perdió el control porque el tío se salió de la atmósfera. Más alto no se puede volar con un avión porque necesita aire al que agarrarse con las alas.

    #10, no cabe duda de que ha habido muchas mejoras desde entonces. La más importante, a mi modo de ver, es la reducción en el número de accidentes. Pero el diseño básico sigue siendo el mismo y se tarda igual en ir de Londres a Nueva York que hace medio siglo. La próxima revolución que creo está a la vuelta de la esquina es la de los coches voladores y vendrá de la mano de los drones. Siempre me pareció que lo que hacía inviable al “tráfico volado” como en “Regreso al futuro” o “Blade runner” eran los conductores. Ya hay demasiados estúpidos al volante en las carreteras como para encima dejarlos volar. Pero esos cacharros vuelvan solos. En Japón ya han empezado a repartir paquetes con drones de ahí a repartir personas sólo hay un paso. Me contó una amiga brasileña que en Sao Paulo los ejecutivos van al trabajo en helicóptero por miedo a los secuestros y que el tráfico en el aire se ha vuelto casi tan denso como en las calles. No es una guerra pero creo que ahí hay mercado para esos chismes.

  16. Comentario de RAM (16/04/2016 17:36):

    #15, se aplica la lógica de “cuando algo funciona, para qué vas a cambiarlo”. Se hacen aviones más eficientes tanto en un sentido aerodinámico como de propulsion, permitiendo ahorro de combustible y menor contaminación, más silenciosos y cómodos para el pasaje, pero a no ser que lo que queramos es aviones que sólo pueda volar el 1% mundial (Otra vez se publicaban cosas sobre un posible avion hipersónico que viajase entre EEUU y Europa, con este mundo tendiente a la acumulacion de riquezas y la desigualdad quizá sea rentable, pero en un pasado más igualitario del primer mundo recordemos el fiasco Concorde y -este mi favorito- el nonato Boeing 2707), por ahi no hay mucho más que investigar. Aparte está el tema acertadamente metido por Trompeta, ya no existe el gigantesco estímulo para la I+D que fueron las guerras calientes y frias desde los años 20 hasta mediados de los 80. Con respecto a los drones y la revolucion en el transporte que pueden suponer, no está relacionado, pero precisamente en el sector de la seguridad aeronautica temen la interferencia que puedan tener con la aviación. Pensemos en el peligro de un dron sobrevolando un aeropuerto, por ejemplo. Me imagino que acabarán teniendo que poner en los aeropuertos mecanismos para freirles los circuitos o algo, como los halcones para los pajaros.

  17. Comentario de Berserker de corredoira (16/04/2016 18:41):

    Ya están entrenando pájaros para ver si pueden derribar drones “domésticos”, quizá haya más restricciones para los turistas de las aproximaciones y quizás tambien se empiece a adaptar tecnología militar para controlar perímetros. Y, de paso, el fin de los corvidos que tenemos de plantilla en la mayoría de los aeropuertos…

  18. Comentario de Gekokujo (16/04/2016 18:48):

    Interesante historia la de la carrera aerospacial y buena reseña, por cierto. Aunque ignoro porqué los rusos se interesaron por Venus y no por el planeta rojo. Si es que lo tenían a huevo…

    Los drones y los aviones son incompatibles, los aviones clásicos creo que empezaraán a desaparecer paulatinamente. Todo serán drones más o menos asistidos. En cortas distancias con rotores, en largas a reacción. Los drones pueden testear rutas a baja altitud de manera que se configurarán mapas de vuelo, hola Google, bastante fiables, evitando postes, cables y “cosas” que obligan a la aviación tradicional a establecerse lejos de los núcleos urbanos.

  19. Comentario de Eye (16/04/2016 21:28):

    “Pero el diseño básico sigue siendo el mismo y se tarda igual en ir de Londres a Nueva York que hace medio siglo”.

    Bueno, el Concorde intentó mejorar esto pero en realidad era una solución que nadie necesitaba. No al menos al precio que costaba. Más allá de lo que mole la tecnología por la tecnología, al final se imponen factores prácticos y económicos. Muchos inventos son descartados por falta de utilidad, otros son introducidos varias veces hasta que por fin son adoptados, y otros encuentran usos que no anticipaban sus creadores.

    Por eso, ya de paso, creo que nunca veremos colonias en la Luna o Marte: incluso aunque existiesen los conocimientos para construirlas, la idea no tiene demasiado sentido. Quiero decir, encerrarte como un topo en pequeños espacios subterráneos para protegerte de la radiación, mientras la baja gravedad debilita tus huesos… ¡Apuntadme que voy!

    PD: Es irónico: los americanos ruedan películas glamurosas sobre sus logros espaciales, mientras sus astronautas vuelan en lanzaderas Soyuz. No fue tan cutre el programa espacial soviético, después de todo.

  20. Comentario de Lluís (17/04/2016 09:12):

    #15

    Yo no veo tan claro lo del “tráfico volante”. Para empezar, el coste energético de elevar un vehículo y mantenerlo en el aire es superior al de ir por tierra, por caótico que sea el tráfico rodado. Que a alguien le dé por repartir algunos paquetitos utilizando esos trastos me temo que tiene más que ver con una acción publicitaria que con los costes. Y dependerá de la fiabilidad de los sistemas de dirección y control. La caída de un sistema central (por sabotaje o porque en las obras de al lado un chapuzas ha cortado el cable que no tocaba) puede crear un caos, y si en ese momento hay gente metida en un trasto a unos cuantos centenares de metros por el suelo, eso puede ser una catástrofe. No digo yo que en el futuro no sea posible, pero me temo que eso no lo voy a ver en vida.

  21. Comentario de Ahric (17/04/2016 17:43):

    Gastar pasta en salir al espacio, nada más que decir.

  22. Comentario de emigrante (17/04/2016 20:06):

    Seguramente nunca llevará a ser tan popular como el vehículo con ruedas pero el drone puede tener su nicho de mercado entre gente pudiente en ciudades peligrosas, como dije antes, si tienes que dar la vuelta a todo un fjordo para ir al trabajo o si quieres vivir en un islote costero. Los chinos ya se han puesto a trabajar en ello https://www.youtube.com/watch?v=gpSJh1EqeUQ

  23. Comentario de Santi (18/04/2016 11:54):

    #9
    Esto me parece a mí que es un insulto a una serie de valores, dioses, podríamos decir, milenarios que están en pie entre nosotros y más robustos aún que nunca. Una cosa es que el progreso del progreso vaya por otros medios, u otros calibres, o más dedicado a putear por la mesosfera y la exosfera… Otra cosa muy diferente es estimar que el avance de la historia se ha detenido, los viejos dioses han sido derribados, y flotamos gozosos en las páginas en blanco de la historia, que es lo que son las páginas felices según el pensamiento viril. No, hombre. A modo de humilde ejemplo me vienen los esfuerzos combinados del ejército israelí y las empresas punteras de armamento de esa nación, que prueban y refinan sus inventos sobre el terreno, a la vuelta de la esquina hay chusma a la que machacar, de cara a dar con productos cada vez más adecuados a satisfacer las exigencias de los tiempos…

  24. Comentario de yomismo (19/04/2016 08:31):

    El artículo y los comentarios me ha hecho salivar. Podrían recomendar más biografía similar en castellano?

  25. Comentario de Alejandro (19/04/2016 15:48):

    #14 me siento mejor sabiendo que no soy el único que compagina este blog con la pizarra de yuri.

    En cuanto a avances en el campo de la aeronáutica, parece que la NASA quiere darle leña al tema de nuevo, tanto con los Scram Jets como con el motor de iones o de plasma para misiones a planetas distantes…a ver si se ponen un poco las pilas, que si que es verdad que desde los 70 no hemos avanzado mucho en estos campos.

  26. Comentario de notengoniidea (19/04/2016 17:54):

    # 25 La cosa es que, si hago memoria, es posible que lo conociera por algún comentario de esta santa casa.

    Casualmente, el sustituto del Concorde ya está aquí

    http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/04/18/actualidad/1460971907_276261.html

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