La Guerra de Churchill – Max Hastings

Max Hastings es un prolífico autor de bestsellers sobre “El Tema”, es decir, la II Guerra Mundial. De él me he leído su análisis del último año de la guerra en Europa (Armagedón) y del enfrentamiento EEUU-Japón en el Pacífico (Némesis), además del libro que nos ocupa. Como puede verse, Hastings suele destacar por sus títulos con gancho, ideales para recibir RT en Twitter, “Me gusta” en Facebook y votos en Menéame sin necesidad de –qué cansado- leer el contenido. Sin embargo, lo anterior no debe leerse como una crítica a los libros del autor, sino como una alabanza a su sentido del marketing. Los libros en sí están bien trabajados y resultan razonablemente ecuánimes.

El enfoque de este libro, además, es bastante original: el análisis de la guerra desde la perspectiva británica, centrada en torno al papel de Winston Churchill. Gran Bretaña fue el enemigo más antiguo de Alemania, el que más tiempo pasó en el conflicto, y también, paulatinamente, el más débil. Primero por el coste (económico y humano) de permanecer en la guerra y después por la irrupción en el conflicto de superpotencias mucho más poderosas y vigorosas (EEUU y la URSS), que acaban abocando a los británicos a un segundo plano.

Una vez consumada la rendición de Francia y la expulsión de los ingleses del continente europeo, la guerra llega a un impasse difícil de romper. Es absolutamente imposible que Gran Bretaña, en solitario, gane esa guerra. El ejército alemán es mucho más grande y mucho más eficaz en el combate. Pero, al mismo tiempo, parece claro que los alemanes no se atreverán a cruzar el canal de la Mancha (sobre todo después de la batalla de Inglaterra), con lo que Gran Bretaña, afirma Hastings, tampoco puede perder. La cosa está, pues, abocada a un empate (aquí no estoy completamente de acuerdo: no sé qué habría pasado si Alemania logra expulsar a los británicos del norte de África, Oriente Medio y Gibraltar, algo perfectamente factible antes de la invasión de la URSS; o una reedición del sometimiento por hambre vía guerra submarina que estuvo a punto de tener éxito en la Primera Guerra Mundial). Pero un empate en el que los británicos están en clara desventaja, dado que lo mejor que pueden hacer es adoptar una posición defensiva y observar pasivamente lo que sucede al otro lado del canal de la Mancha.

Esta actitud de forzosa pasividad seguirá rigiendo el enfoque británico de la guerra casi hasta el final del conflicto. Los ingleses no quieren ni oír hablar de un enfrentamiento directo, y por eso prefieren adoptar estrategias indirectas, como el bombardeo aéreo, o escenarios secundarios (los Balcanes, Italia, los continuos proyectos por desembarcar en Noruega). Y, en definitiva, prefieren que otros luchen por ellos.

Sobre todo, destaca Hastings, los rusos. La mística occidental, reflejada en miles de productos culturales y en la visión idealizada de las democracias oponiéndose valientemente al fascismo, deja sistemáticamente en segundo plano la realidad: quienes vencieron al Ejército alemán, arrostrando la mayor carga del conflicto, fueron los rusos. Para ello, perdieron veinte millones de personas (los ingleses menos de 500.000) y pusieron en pie de guerra un ejército de casi 500 divisiones (Gran Bretaña llegaría a unas 20 en el frente occidental). Y, sobre todo, se “comieron” casi en solitario los años más duros (1941-1943), cuando el ejército alemán era más potente y Alemania una superpotencia que se aprovechaba de los recursos de toda Europa, mientras Gran Bretaña miraba el show desde su isla.

Esto, de hecho, provocó los mayores conflictos entre los socios de la siempre frágil alianza contra el nazismo, con continuas quejas de los rusos por los retrasos en la apertura de un segundo frente. Fueron los británicos los que lo retrasaron todo lo que pudieron, pues eran conscientes de lo que se podían encontrar si desembarcaban prematuramente en Francia: una carnicería como la que estaban sufriendo los rusos en el Este. Así que los ingleses ponían buena cara y decían que sí, que la cosa estaba en marcha, que el segundo frente era inminente, pero que qué mala suerte, precisamente el mes que viene no me viene bien… ¿Por qué no meternos en Túnez, mejor, contra el terrible ejército de la Francia de Vichy, que ni siquiera sabemos si querrá combatir? ¿Por qué no acabamos antes con la participación de Italia en la guerra, que como todos sabemos es fundamental para garantizar el éxito del Eje? Y todo así.

Los americanos, en cambio, no querían saber nada de estas estrategias de dilación, y eran partidarios de abrir un segundo frente cuanto antes. El argumentario para hacerlo era muy americano: ¿por qué esperar? ¿Acaso no puedo hacer lo que quiera cuando quiera? ¡Eso es antiamericano!

Hastings, en este conflicto, le da la razón a los ingleses, y considera que las cosas sucedieron cuando tenían que suceder. Que en 1942 los aliados, sencillamente, no tenían la infraestructura necesaria para crear un segundo frente (ni tropas, ni lanchas de desembarco). Y que en 1943 habría sido arriesgadísimo. Sin embargo, esto no deja de ser un argumento à posteriori que no puede desligarse de los resultados de invadir Francia en 1944, y no antes (cuando ya estaba bastante claro que Alemania iba a perder la guerra en el Este, aunque hubiera aguantado un año más, o dos, el ímpetu de los rusos de no mediar el segundo frente). La falta de compromiso de los británicos con el segundo frente les permitió retrasarlo hasta el momento en que EEUU ya había movilizado totalmente su economía y sus fuerzas armadas y, sencillamente, pudo permitirse ignorar a los británicos (que es lo que hizo, en líneas generales, desde el Día D hasta que finalizó la guerra). Retrasarlo durante dos años en los que (sobre todo en 1942) no estaba en absoluto claro, ni tan predeterminado como dice Hastings, que los Aliados fuesen a ganar la guerra. Porque, de la misma forma que dicha guerra la ganó, en esencia, la URSS, habría que ver cuál habría sido la resolución de un escenario en el que la URSS acaba rindiéndose en 1942-43 y EEUU-Gran Bretaña tuviesen que afrontar una guerra contra todo el ejército alemán, no sólo la cuarta parte del mismo.

Esto tampoco debe leerse como una alabanza al compromiso soviético por contraste con la mezquindad occidental, por un motivo: el pacto germano-soviético de 1939, que de hecho siguió funcionando hasta el mismo día en que comenzó la operación Barbarroja contra la URSS (los alemanes esperaron a que llegasen los últimos envíos de materias primas soviéticas y luego lanzaron la ofensiva). Las enternecedoras alusiones de Stalin a cómo su pueblo se estaba desangrando en la lucha contra los nazis mientras los Aliados occidentales no hacían nada resultan mucho menos impresionantes, en lo que se refiere al papel de Stalin como líder de la lucha, a la luz de ese recuerdo. Al menos, los ingleses le declararon la guerra a Alemania antes de que se la declarasen a ellos, aunque lo hicieran tarde y mal.

En cuanto a la figura central del libro, Winston Churchill, Hastings no puede evitar mirarle (explícitamente) con mucha simpatía, a pesar de sus muchos defectos, que tampoco oculta, y sólo en ocasiones trata de justificar. Defectos como su incompetencia, su tendencia al victimismo y al lloro incontinente por cualquier cosa, y sobre todo su propensión a defender ideas absurdas, generalmente ofensivas militares excéntricas (en todos los sentidos) que comporten un desembarco de tropas. Es decir, lo mismo que hicieron los Aliados en los Dardanelos en 1915 (con “magníficos” resultados). Churchill abogaba por desembarcar en Italia, en Túnez, en Sumatra, en Noruega, en Grecia, … Casi en cualquier sitio, salvo en el norte de Francia. La verdad es que no puede decirse que sus ideas de bombero fuesen mucho mejores que las de Hitler, y de hecho la suerte de Gran Bretaña fue que, al menos, Churchill se dejaba convencer por las razones de su Estado Mayor (y, por supuesto, a partir de 1942 por el escepticismo de EEUU). Esta obsesión de Churchill por los desembarcos comportó algunos pequeños desastres, como la invasión de las islas del Dodecaneso (islas griegas ubicadas frente a la costa oeste de Turquía) a finales de 1943, pero nada demasiado grave.

También destaca el amor de Churchill por las operaciones especiales y los comandos enviados al continente europeo en apoyo de la resistencia. Al parecer, Churchill pensaba que los europeos se levantarían en armas contra el opresor alemán a la mínima oportunidad, y por eso, entre otros factores, apoyaron los diversos movimientos de resistencia europeos, a menudo contradictorios o directamente enfrentados entre sí. Con sumo escepticismo, Hastings, en el que es, para mí, el mejor capítulo del libro, relata los escasísimos efectos de la Resistencia en toda Europa (con dos excepciones: Rusia y Yugoslavia), así como las segundas intenciones, casi siempre presentes, de los grupos de resistencia. En particular, en los Balcanes. Por ejemplo, en Albania:

Algunos de los oficiales británicos más extravagantes (…) fueron lanzados en paracaídas desde las montañas de Albania para que colaboraran con los partisanos del país. Casi todos, sin excepción, acabaron odiando al país y a su gente. Comprobaron que los albaneses estaban más dispuestos a quedarse con las armas y a robar los pertrechos y las provisiones que a luchar contra los alemanes. ‘Qué contento estaré de regresar de nuevo a la civilización’, confió un oficial británico a su diario, ‘de estar entre personas en las que uno puede confiar y no verme rodeado de suciedad, basura y malos modales… No es como si estuviera uno haciendo aquí algo útil o como si pudiera hacerlo. Hay tan poca caridad entre esta gente, que no pueden creer que alguien recorra un camino tan largo para venir hasta aquí a ayudarlos… Son presumidos y vanidosos sin tener nada de lo que poder presumir ni de lo que poder envanecerse. No tienen valor, ni aguante ni sentido del honor’ (pág. 578).

Claro que los ingleses quizás miraban el movimiento de Resistencia, y en particular su papel como instigadores, tras un cierto prisma colonial-romántico:

Los críticos han señalado a menudo que el entusiasmo del primer ministro y de los agentes de la SOE reflejaban un ‘complejo de T.E. Lawrence’, una ilusión tremenda basada en la perspectiva de que unos pocos oficiales británicos bien parecidos habrían sido capaces de influir en el comportamiento de toda la sociedad balcánica en apoyo de los objetivos de la política exterior británica (pág. 577)

¿Y qué me dicen de este maravilloso “Momento Letizio” que pudo vivirse en Grecia?

Los agentes británicos tenían una predisposición a apoyar a los monárquicos. Cuando Napoleon Zervas, líder del grupo republicano EDES, relativamente pequeño, dijo en 1943 a la SOE que apoyaba la restauración del rey Jorge, fue recompensado con el doble de lanzamientos de armas que recibieron los comunistas del EAM/ELAS, aunque éstos eran seis veces más numerosos y estaban llevando a cabo toda la lucha. Zervas pagó la generosidad de los británicos estableciendo una tregua tácita con los alemanes y dedicando la mayor parte del tiempo a perseguir sus propios fines (pág. 579)

Hastings incide muchísimo, como es lógico, en el papel de Churchill para forjar la mítica “relación especial” entre Gran Bretaña y EEUU. Es de agradecer que aquí el autor, como casi siempre, sea objetivo y no caiga en el embrujo místico de lo que realmente fue dicha relación: tanto EEUU como Gran Bretaña se guiaron en todo momento por sus exclusivos intereses nacionales, que en muchas cosas eran divergentes, lo que, de hecho, se hizo más y más patente a medida que avanzaba el conflicto. Gran Bretaña salió de la guerra arruinada y sin imperio (a los pocos años), y en buena medida ambos factores se debieron a EEUU, con su programa de Préstamo y Arriendo y su anticolonialismo, siempre y cuando no se tratase de colonialismo “bueno” (de los EEUU).

En cualquier caso, Hastings destaca la importancia de Churchill, su prestigio en la sociedad estadounidense, para propiciar la entrada de EEUU en la guerra, su apoyo previo a Gran Bretaña, y su apoyo a la estrategia de “Alemania primero”. Aquí, de nuevo, cabría matizar el entusiasmo churchiliano recordando que, a fin de cuentas, a EEUU también le declararon la guerra. Y no sólo Japón; también Alemania. Puede que Churchill influyera en la decisión de adoptar “Alemania primero”, pero resulta difícil pensar en un escenario diferente (por mucho que los EEUU les tuviesen muchas más ganas, obviamente, a los japoneses, la amenaza real a su hegemonía era Alemania).

El perfil de Churchill que nos hace Hastings, en fin, intenta resultar simpático, pero a fin de cuentas, y aunque reconozco que a mí siempre me ha parecido mucho menos merecedor de alabanzas de lo que suele considerarse, nos hallamos ante un imperialista británico de la vieja escuela, racista y clasista, que sigue sus propios intereses. Como todos. Por muchos chascarrillos graciosos que suelte. Así, por ejemplo, Churchill deja morir de hambre a tres millones de personas en Bengala, en 1942, porque prefiere quedarse los pertrechos alimenticios disponibles, que sin duda escasean, para los ingleses. En general, tiene una actitud con las colonias que, por sorprendente que pueda parecer, es… Colonialista. Es decir: sacar de ahí todo lo que se pueda, dando a cambio lo mínimo posible, e impregnando el expolio con un aroma civilizatorio de “carga del hombre blanco” que es sólo un pretexto para expoliar a gusto. Y luego, claro, nos encontramos con reacciones tan maravillosas como esta:

Churchill no quería ni oír hablar de las aspiraciones políticas de la India en un momento en el que el ejército japonés se encontraba a las puertas. Nadie podía esperar que olvidara que el Mahatma se había ofrecido para mediar la rendición de Gran Bretaña a Hitler, a quien el adalid de la no violencia y abanderado de la libertad de la India había calificado de ‘un hombre no tan malo’. En 1940 Gandhi había escrito una carta abierta al pueblo británico, instándolo a ‘deponer las armas y aceptar el destino que decida Hitler. Invitaréis a Herr Hitler y al Signor Mussolini a tomar lo que quieran de los países que llamáis vuestras posesiones. Dejad que tomen posesión de vuestra hermosa isla con su sinfín de hermosos edificios. Les daréis todo esto, pero no vuestra alma y vuestra mente’ (pág. 327)

Churchill, en fin, es un líder sólo preocupado por la guerra contra Alemania, que obvia o deja en segundo plano todo lo demás. Un líder providencial en los peores momentos (1940-42), pero que acaba siendo superado por sus excesos personales y por las insuficiencias de su país en el contexto de la Gran Alianza, por un lado; y por las divergencias entre la visión épico-heroica del conflicto que tiene Churchill y el cansancio cada vez mayor de la población británica con la guerra. El primer ministro británico seguía pensando en la guerra, y a lo sumo en las consecuencias de su finalización en el plano internacional, mientras que a los británicos les interesaba pensar que el mundo de postguerra solucionaría muchos de los problemas e insuficiencias padecidos, no sólo en la guerra, sino en la sociedad preexistente. Y, precisamente por eso, Churchill y los conservadores sufrieron una abultada derrota frente a los laboristas en las elecciones de julio de 1945 (de hecho, el líder laborista, Clement Attlee, sustituyó a Churchill en la fase final de la conferencia de Potsdam).

El libro es, en conclusión, muy recomendable. Cuenta, por enésima vez, “lo mismo” (la II Guerra Mundial), pero lo hace desde una óptica interesante, que permite aportar datos nuevos o revisitar los ya archiconocidos. Subyace constantemente una especie de melancolía por las insuficiencias de Gran Bretaña, su constante incapacidad para hacer frente a sus compromisos y, en fin, su decadencia. Gran Bretaña lideró la lucha contra el archienemigo tradicional (Alemania), en circunstancias muy difíciles, y cuando al final tuvo éxito no fue gracias a sus recursos propios e iniciativas en solitario, sino como mera comparsa de otros. Y, además, para encontrarse en un mundo muy distinto del de la década de los años 30. Un mundo en el que Gran Bretaña (y los europeos) pintaban mucho menos que antes.


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  1. Comentario de perri el sucio (08/09/2014 02:13):

    Vamos a hacer pole dando el coñazo.
    -Sé que está muy de moda últimamente adoptar la terminología de la derecha más rancia, pero hablar de la URSS como “los rusos” es tan inexacto como cansino. A lo sumo, supongo que puede equivaler a decir “los ingleses” cuando se habla de Gran Bretaña.

    -Por otro lado, sólo recordar amablemente que el amigo Winston fue también el artífice del desembarco de Gallipoli (que le costó el cargo), y que durante la II GM también pergeñó junto a Monty la brillante operación Market Garden, que es posiblemente el desembarco (en este caso vertical) más desastroso de la guerra para los aliados.

    Por lo demás, gracias por la reseña. Parece jugoso

  2. Comentario de Guillermo López García (08/09/2014 08:50):

    Con lo de los “rusos” tiene usted toda la razón. Es pura vagancia, pero también es inexacto. Lo de Gallípoli – los Dardanelos sí que lo he mencionado. En el libro, curiosamente, no comenta apenas el fiasco de Market Garden (lo hace de pasada). Me llamó la atención porque fue una de las principales operaciones lideradas por los británicos (por no decir la más importante) en la fase final del conflicto. En cambio, se deleita con la épica invasión (y huida posterior) del Dodecaneso en 1943, que ya tiene mérito que en diciembre de 1943 los alemanes aún estuvieran venciendo en batallas anfibias en alguna parte.

  3. Comentario de Trompeta (08/09/2014 09:15):

    Interesante, habrá que echarle un tiento gracias.
    Sobre el del puro, recordar junto a sus meritos sus pequeños defectillos:
    -Bombardeos incendiarios en Alemania.(El tercer reich unos salvajes pero él tampoco se quedaba atras cuando se ponía).
    -Dejar a Polonia en manos de la URSS (Stalin mandaba mucho más que el clasista britanico, lo que le debió humillar mucho)
    -Intentar poner una marioneta en Francia, abortado por un estupendo Degaulle con corte de mangasincluido.
    -Intentar mantener el imperio britanico cuando aquello ya era un chiste para todos menos para él.
    -Lo que comenta el Sr Guillermo, la subordinación del imperio britanico a USA, de imperio a lacayo aventajado para no ser la provincia más pequeña de la URSS (como decía Kevin Kline en “un pez llamado Wanda”)

    Vamos que un hombre con sus luces (oposición al eje, que le agradezco), pero que como se dice aquí iba alo suyo, pero dió en duro.

  4. Comentario de Garganta Profunda (08/09/2014 09:48):

    Con respecto a las ideas absurdas del amigo Churchill, hace unos años en un viaje a la Columbia Británica canadiense pude constatar de primera mano lo realmente chalados y desesperados que llegaron a estar…

    El proyecto Habbabuk o el Portaviones de Hielo!!!

    http://www.lasegundaguerra.com/viewtopic.php?t=8730

  5. Comentario de casio (08/09/2014 09:59):

    Bueno, lo de Polonia no fué porque él quisiera, si no porque el Tito Stalin tenía allí unas decenas de divisiones y los británicos ni un triste batallón. A cambio se quedaron con Grecia , y allí si que estuvo muy poco polite Winston, porque tropas británicas se mancharon las manos de sangre de comunistas griegos.

    Sin poner en cuestión el hecho de que fueron los rusos los que se merecen el mérito mayor, un apunte. Supongo que las 500 divisiones sovieticas se refiere a las creadas desde el principio al final de la guerra, nunca hubo 500 simultaneamente en el frente, además de tener en cuenta

  6. Comentario de casio (08/09/2014 10:04):

    de que el tamaño de una división sovietica era la mitad de una británica.

    De todos modos la obsesión de Churchill en la segunda parte de la guerra era meter un pie en centroeuropa para evitar que los sovieticos se hicieran con Europa central y oriental, y allí su empeño le trajo muchos problemas con los americanos, que iban a soluciones eminetemente practicas, pero politicamente miopes. Winston tenía más visión politica pero militarmente eran ideas impracticables. Si por él hubiera sido, el siguiente desembarco despues de Italia habria sido en la zona de Triestre, para llegar por lubliana a Austria y así cortarle el paso a los sovieticos. Los americanos se echaron las manos a la cabeza, claro.

  7. Comentario de desempleado (08/09/2014 10:17):

    Como siempre, gran reseña. Para rizar el rizo le recomiendo que lea sobre “El Tema” pero a través de los ojos del intelectual soviético por excelencia: Iliá Ehrenburg. Sus memorias las publicó Acantilado hace nada.

    Para estratega bueno: McArthur.

  8. Comentario de Guillermo López García (08/09/2014 10:29):

    #3 Sobre la relación con Francia hay unos cuantos pasajes jugosos, sobre todo explayándose en lo soberbio, desagradable y, en definitiva, insoportable que resultaba De Gaulle a todo el mundo. Los americanos querían quitárselo de enmedio, pero como era su apuesta de inicio, los británicos continuaron fieles a De Gaulle, mientras este se dedicaba a quejarse e insultar a todo el mundo… Y luego se pasó quince años impidiendo que entrase Gran Bretaña en la UE (con muy buen criterio, por supuesto).

    #6 Es cierto, para las divisiones soviéticas habría que dividir el número por dos para hacer la comparación. Hastings menciona que hacia el final de la guerra la URSS contaba con 400 divisiones (200 si comparamos con los aliados occidentales), y podía poner en pie de guerra un ejército de 500. De ahí he sacado las cifras.

    En efecto, Churchill intentó “salvar” a Polonia, hasta que se constató que aquello era imposible, a menos que asumiesen una guerra contra la URSS (que a esas alturas nadie quería librar por Polonia, a pesar de que la guerra comenzó precisamente por esa razón). Y entonces hizo la famosa negociación bilateral con Stalin de los porcentajes (el 90% de Polonia para ti, el 90% de Grecia para mí) que les permitió meter las zarpas en Grecia.

  9. Comentario de emigrante (08/09/2014 11:13):

    Hollywood tiene mucho que agradecerle a las locuras de Churchill. La de guiones que habrán salido de las operaciones especiales y planes surrealistas para hacer películas.

    Como aquí hay mucho esperto lanzo la siguiente pregunta: Hasta qué punto fue determinante que Londres empezara a ser bombardeado por las futuristas Vergeltungswaffen (V1 y V2) para que los británicos se decidieran de una vez a remangarse y echarse al Canal?

  10. Comentario de fulano (08/09/2014 11:23):

    #2 Lo de los “rusos” no solo es terminología de la derecha, sino también del propio Stalin, que cuando la URSS fue invadida desempolvó el patriotismo ruso, con apelaciones a la “madre Rusia”, etc.

    Guillermo: me sorprende lo de que “por mucho que los EEUU les tuviesen muchas más ganas, obviamente, a los japoneses, la amenaza real a su hegemonía era Alemania”. ¿Por qué crees que esto es así? Es verdad que Japón estaba menos desarrollada económicamente que Alemania, pero avanzaba rápidamente y tenía ya un pie en China y otras partes de Asia. Yo hubiera pensado que era al revés. Pero vamos, dicho sin tener mucha idea del asunto.

    Erratilla: has puesto Postdam en lugar de Potsdam.

  11. Comentario de Cardenal Richelieu (08/09/2014 11:24):

    Sobre el compromiso soviético y el pacto Molotov-Ribbentrop; decir que Stalin pretendía una alianza contra la Alemania nazi desde años antes de q empezara la guerra, y fue la tibieza, especialmente británica, con Hitler, la que precipitó q la URSS se cubriera las espaldas con ese pacto. Así que si aqui damos, damos para todos, a casi toda la élite política de la pérfida Albión Hitler le caía de puta madre, especialmente en contraposición al comunismo.

  12. Comentario de notengoniidea (08/09/2014 11:27):

    De acuerdo con usted Casio. Churchill (también le pasaba a Hitler) anteponía los objetivos políticos a los estrictamente militares, o mas bien, subordinaba estos a aquellos. Eso explica su empeño en la invasión del Dodecaneso, para atraer a Turquía al bando aliado (obsesión suya desde la IGM), el parar la invasión de Libia para mandar las tropas a Grecia, etc. El problema es que los medios (y los mandos) no estaban a la altura de sus ambiciones.

    Pero no me parece que fuera tan torpe, incluso en sus aspectos mas “delirantes” (hasta en sus memorias no esconde su proyecto del portaaviones de hielo, y lo justifica, así como ideas como la de acceder al Báltico con buques con cubierta superacorazada anti aviones)

    De hecho, no falta quien afirma que la decisión mas trascendente a la hora de ganar la IGM por los británicos, la tomó él al movilizar a la flota antes de la declaración de guerra y preparar la captura de practicamente toda la marina mercante alemana y buques de corso fuera de su patria en las 24 horas siguientes al inicio de la guerra. También se autoatribuye el impulso al empleo de tanques.

    En la 2GM no creo que el Imperio pudiera haber hecho mucho mas. Lo que consiguió es que las dos superpotencias combatieran por el, poniendo sobre todo capacidad industrial y naval, en lugar de carne de cañón, a diferencia de la guerra anterior.

    Eso sí, en sus memorias ni menciona la hambruna de Bengala, y si se le hace caso, la Bomba atómica la inventaron en Downing Street y aledaños, con un poco de soporte finaciero del primo del otro lado del Atlántico.

  13. Comentario de galaico67 (08/09/2014 13:23):

    Lo que nos faltan son las memorias de Goering y resto de la tropa para saber que cortocircuito neuronal les hizo cambiar la idea de machacar la industria y las comunicaciones inglesas por la idea de demoler las grandes ciudades y, de paso, permitir que la RAF eliminara a centenares de pilotos bien entrenados.
    Luego, una vez empezada la campaña de Rusia, mientras los EEUU suministraran camiones y combustible refinado a Stalin y fueran capaces de defender ese suministro, que los sovieticos tomaran el Reichstag era cuestión de sangre y tiempo.
    Para lo que es Churchill y su política durante la guerra, podria haberse sentado tranquilamente en el banquillo de Nuremberg y habría acabado dando un salto con una cuerda en torno al cuello, pero… Vae victis!!

  14. Comentario de Francesc (08/09/2014 15:25):

    Y lo más importante, Churchill es el autor de la cita falsa más famosa del mundo.

  15. Comentario de Bunnymen (08/09/2014 16:19):

    #13 ¿Aquí o follamos todos o la puta al río?

  16. Comentario de Bunnymen (08/09/2014 16:22):

    Pedón, cita falsa: “No siento las piernas”

  17. Comentario de Guillermo López García (08/09/2014 23:59):

    #9 Yo creo que no fue nada determinante, porque la invasión ya había comenzado (de hecho, creo que fue por cuestión de días, las V1 comenzaron a caer poco después). Imagino que conocían esos proyectos y su potencial desestabilizador de la moral (era imposible defenderse de las V2), aunque los daños reales fueran mucho menores. Pero, en cualquier caso, los británicos a esas alturas tenían poca tela que rascar, tras lograr el retraso de la invasión en dos años consecutivos los yanquis tomaron definitivamente el mando en 1944. Si las V1 hubiesen comenzado a llegar antes, eso sí, habría sido un aliciente para fortalecer la resolución de invadir, alejar a los alemanes de sus plataformas de lanzamiento y que se dedicaran a bombardear París en lugar de Londres.

    #10 Gracias por el aviso con la errata. Si Alemania consolidaba su imperio europeo, o lograba acabar la guerra en el Este, tal vez se habría convertido en una superpotencia invulnerable, como lo eran los propios EEUU. Y eso, dada la potencia económica, industrial y tecnológica de Alemania, podía ser muy peligroso a medio plazo (imagínate un escenario en el que Alemania desarrolla la bomba atómica en 1947; una Alemania mucho más fuerte que la que había en 1944-45, tras perder el pulso contra la URSS. O, sencillamente, tener que “comerse” a una superpotencia hostil en Europa, tan poderosa como EEUU, o más). En cambio, Japón, por sí mismo, no podía subsistir. No tenía ni los recursos, ni la industria, ni la capacidad económica necesaria. Japón era como una Gran Bretaña en la que Alemania tuviera más flota. Es decir, que habría llegado un momento (y, de hecho, llegó pronto) en que con el bloqueo y el hundimiento de barcos mercantes habrían tenido que rendirse, por inanición. Si sumamos a ello los bombardeos, aún más, claro.

  18. Comentario de Cañas (09/09/2014 09:14):

    #13 Hasta donde yo tengo entendido el cambio de estrategia de la Luftwaffe fué una reacción rabiosa de Hitler a un bombardeo de la RAF sobre ciudades alemanas. Ordenó que los ataques se concentraran sobre Londres y otras ciudades en represalia. Malo para los civiles británicos, pero lo mejor para la propaganda y, sobre todo, para una RAF que estaba a punto de colapsar ; pero no por los bombardeos sobre industrias o centros de comunicación, sinó por los ataques directos de los alemanes a sus aeródromos. El Fighter Command ya casi no tenía margen de reacción, ni siquiera con la ayuda del radar ; el cambio de estrategia alemán alivió la presión y permitió a los cazas británicos despegar y atacar con tranquilidad a la Luftwaffe

  19. Comentario de galaico67 (09/09/2014 09:40):

    Ahi está: una cosa es una reacción rabiosa de un día o una semana y otra el cortocircuito que tiene que suponer mantener una actuación desastrosa durante semanas hasta acabar derrotado, con cientos de pilotos muertos, otros tantos prisioneros y valioso equipo hundido en el Canal.
    Que una cosa es no planear un asalto anfibio y otra no seguir machacando a la RAF, los puertos y las vías de tren hasta que, como dicen los brillantes estrategas otánicos, Inglaterra hubiera vuelto a la edad Media, en lo que es aprovisionamiento.

  20. Comentario de Trompeta (09/09/2014 10:48):

    Hay una diferencia Galaico, la OTAN se mete en sitios donde pueda establecer una aplastante superioridad aerea.El 3º reich perdió esa supeioridad y además los cazas alemanes tenian una autonomia límitada sobre UK, sin cazas de escolta los bombarderos especialmente los stukas eran un tiro al plato con alas.
    Luego durante los bombadeos aliados en Europa, hasta que el caza mustang americano no entró en servicio, las tripulaciones aliadas pagaron un tributo similar en vidas.
    La tecnología actual permite hasta aviones no tripulados.

  21. Comentario de galaico67 (09/09/2014 12:27):

    Trompeta, aunque el tanteador era favorable a la RAF, hasta que empezaron a “olvidarse” de los aerodromos, la RAF no podía cambiar bajas con la Luftwaffe. Un Me 109 puede que solo pueda estar sobre el Sur de Inglaterra un cuarto de hora, y ese cuarto de hora puede hacerse muy largo, pero lo mismo le pasaba a la RAF sobre el suelo de Francia. Y si tienes que derribar dos 109 por cada Spitfire – y no puedes ir sacando mejoras porque no puedes probarlos a gusto ni entrenar pilotos ni te puedes asegurar el combustible, cascas. Pero luego empezaron los bombardeos nocturnos y el tiro al pato contra el fracasado (como bimotor de escolta) Me-110. Ahi se quebró la Luftwaffe y su cantera. Luego el frente ruso hizo el resto.

  22. Comentario de Lluís (09/09/2014 14:58):

    Además de lo que dice Galaico sobre el cambio de objetivos de la Luftwaffe en suelo inglés, Alemania todavía no se había metido en plan “guerra total”, tal como harían después de Stalingrado.
    Una de las obsesiones de Hitler era el “frente interno”, al que culpaba de la derrota en la I Guerra Mundial, y consideraba que para mantener la moral en la retaguardia era esencial que la población no sufriese demasiado abastecimiento. Puede que tuviese razón y todo, eso ya no lo sé, pero en 1941 parte del potencial de la economía alemana estaba todavía orientado a la producción de bienes de consumo. Si se hubiesen puesto entonces a producir aviones a saco, aunque la RAF hubiese derribado aviones alemanes en mucha mayor proporción, no hubiesen podido mantenerse, sobretodo si se combinaba con un bloqueo submarino que difucultase la llegada de materias primas a la isla.

    Por suerte (para los ingleses y el resto de Europa occidental), al führer se le ocurrió atacar la URSS, y previamente perdió en las Balcanes unas semanas vitales para salvarle el trasero a Mussolini.

    Si mal no recuerdo, la industria bélica alemana produjo mucho más material en 1944 que en 1941 o 1942, y eso que el Reich recibía dosis de bombardeo a diario

  23. Comentario de Teodoredo (10/09/2014 11:04):

    Uno de los embajadores de la Marca Ejpaña la espicha y LPD calla como una puta. ¿Dónde está su vocación de servicio público? ¿Eh, eh? ¡Queremos información, queremos hagiografía, queremos una condena firme de los comentarios terroristas que desde hace horas inundan la red de redes como una marea pestilente!

  24. Comentario de galaico67 (10/09/2014 11:54):

    Creo que este 10 de septiembre, ese hombre ha hecho un último gran servicio a los españoles. Ha sido un detalle eso de demostrarnos que tenía corazon cuando aún estaba en aceptable uso de sus facultades. Todos aquellos que hemos disfrutado de la aplicaciones de sus comisiones, le recordamos como se merece.

  25. Comentario de ieau (10/09/2014 14:05):

    Siguiendo con el off topic: Como hipotecante deudor y avalista de créditos familiares concedidos principalmente por su empresa, en mi situación de quiebra técnica personal y familiar, y trabajando como trabajamos mi familia y yo para su empresa financiera y otras tres -que todo lo que ganamos se lo llevan ellos-, le deseo que descanse en paz y que su familia, desde el consejo de administración de dicha su empresa, tenga la misma conmiseración para conmigo y mi familia como el estado español la tuvo para con él y la suya no enchironándolos por ser unos puñeteros defraudadores, dejando que regularizaran ese despiste contable…Ah, y por un módico precio me ofrezco a los herederos para calcularles el impuesto de sucesiones, que soy un máquina.
    Y ahora dos teorías-boutade: Que Isidoro Álvarez casi la palma al enterarse de la muerte de su, hasta ahora, socio (a saber cuánta mierda tendrá en su rama financiera), y que el efecto podemos se ha cargado al rey y también a juan carlos primero el campechano (que el rey era botín o, por lo menos, uno de los que los quita y los pone).

  26. Comentario de Teodoredo (10/09/2014 14:40):

    Osti no había visto lo de Isi. Què fort.

    Ah el relevo generacional de las élites se consuma inexorablemente. Pero no hay que preocuparse: los nuevos, además de jóvenes y vigorosos (F6: 46 tacos, un playboy; Patricia Botín: 54 añitos, una milf; y suma, y sigue) están la ostia de preparaos.

  27. Comentario de Trompeta (11/09/2014 01:20):

    ¡Un caballo!¡Un caballo!¡Mi banco por un caballo!
    (Ricardo III adaptado a la actualidad)
    Que racha llevan, llega PODEMOS y pierden el oremus.

    http://www.libremercado.com/2014-09-10/el-presidente-de-banco-sabadell-josep-oliu-ingresado-tras-caer-de-un-caballo-1276527941/#comentarios

  28. Comentario de Kant (12/09/2014 00:06):

    ¿De qué color eran las bragas de la zarina Catalina II? Pues el mismo interés tiene ese libro.

  29. Comentario de Quebec (12/09/2014 19:03):

    Las V1 y especialmente los misiles balísticos V2 eran armas de una efectividad dudosa, a pesar del mito de las maravillosas armas de la Wehrmacht y por más que no dejaran de ser avanzadas para su tiempo y que fuesen imitadas años despues por los aliados -Con objetivos mucho más serios y mucho más peligrosos: Crear misiles nucleares. Sí, no podias tirarlos a menudo, y quien estuviera en un radio de unos cuantos metros de donde cayera el misil en Londres y similares se las veía bien jodidas. Pero comparen esos efectos de unos pocos misiles -De precisión propia de sistemas de guia de los años 40, vamos, aptos para atacar ciudades porque a una fabrica ya es bastante más dificil atizarla; Los alemanes cuando planteaban sus objetivos de bombardear Nueva York con misiles de mayor alcance o llevar V2 en remolques submarinos se planteaban la posibilidad de instalar equipos radio con que guiarlos desde los propios EEUU..- con lo que es el bombardeo de una oleada de B-17, B-24, Lancasters o ya los B-29 que no llegaron a combatir en Europa. Bombarderos todos ellos que aniquilaron la capacidad industrial alemana (Y no escogiendo bien los objetivos, lo que fue un fallo estratégico y de inteligencia al no atacar puntos débiles alemanes tanto como se debía: Aquí se ha mencionado el tema de los bombardeos ingleses sobre ciudades alemanas, pero en el bombardeo “industrial” tambien se cometieron erroes de bulto), cosa que los alemanes no pudieron hacer entre sus errores estrategicos de la batalla de Inglaterra y su carencia de superbombarderos pesados comparables a los de los aliados.

    “Si mal no recuerdo, la industria bélica alemana produjo mucho más material en 1944 que en 1941 o 1942, y eso que el Reich recibía dosis de bombardeo a diario”

    Porque en su genialidad los jerarcas nazis no declararon la Totaller Krieg hasta fines de 1943, cuando ya veian que las pasaban cada vez más putas en la guerra. La Alemania Nazi le tenia pánico a la guerra de desgaste y en lo que aquello resultó en la Gran Guerra, con el colapso del Segundo Reich, así que creyeron que con lo de la Blitzkrieg saldrían del paso con victorias rápidas. El problema es que la borrachera de éxitos con esta misma estrategia les llevó a pecar de soberbios y cavaron sus tumbas en la ruleta rusa de invadir la URSS, asegurandose además de meter todos los casquillos en el revolver con la declaración de guerra a los EEUU en Diciembre de 1941 (Claramente Hitler, despues de haber tratado de no provocar a unos americanos totalmente probritánicos, subestimaba aquí a los americanos y despues de la goleada que les metieron los japoneses pensaba que se volcarían a la fuerza en el Pacífico, donde la guerra sería más larga, y no podrían actuar en el Atlántico más que a la defensiva, pudiendo el así forzar aún más a Gran Bretaña atacando buques en todo el atlántico sin discriminacion).

    Con estas tablas por más raza aria y super-genialidades germánicas que le echaran, esa guerra no se podía ganar. Y bastante lejos llegó por las enormes negligencias estratégicas de Stalin….

  30. Comentario de Quebec (12/09/2014 19:04):

    Of course! Lo olvidaba. ¿Y Gran Bretaña? Como bien dice el artículo (Bravo), bien, gracias.

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