El nuevo Frankenstein

“Confiar en los demás es un error que sólo se comete una vez”. Ésta es la lección principal que sale de la boca del protagonista de uno de los estrenos de la semana, una porquería titulada Yo, Frankenstein. Se trata de una de esas superproducciones de Hollywood que constituyen un rotundo fracaso comercial en Estados Unidos y que, como tal, llegan a España con centenares de copias para su distribución por las mejores salas de todo el país. Es lo que tiene el libre mercado, que te permite pregonar lo contrario de lo que practicas.

Esto es como si fueras un empresario español creas una red de supermercados copiada de las principales tiendas norteamericanas (fusilando hasta el lema de Walmart, “always low prices”, o sea, “siempre precios bajos”) y luego te permites el lujo de aconsejar a los demás empresarios que no copien ideas. O como los que se pasan toda la vida arremetiendo contra la intervención gubernamental sobre la economía hasta que llega una multinacional sueca y monta una macrotienda de muebles. Pues con Hollywood pasa lo mismo: el monopolio de la distribución mundial permite rentabilizar los mayores fracasos y luego hablar de libertad y del triunfo de los mejores.

Yo, Frankenstein es el último ejemplo de esa exquisita excelencia que nos regala el cine norteamericano cada semana para recordarnos su propuesta: el cine europeo debería desaparecer porque es una competencia incómoda no poder sacar al mercado más y más películas de acción, de explosiones, golpes y bichejos. Eso sí, todo regado con una seriedad suprema, porque todos estos productos son muy serios y el sentido del humor no cabe en películas como la que ahora llega a nuestras pantallas [acceso al artículo completo]


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