Vampiros de Jim Jarmusch
La historia del cine es una historia de conflictos. Uno de los principales radica en la hegemonía de la industria de Hollywood que ha impuesto en todo el mundo su modo particular de producir y ver películas. Por eso, con cierta regularidad van surgiendo voces disconformes con esta perspectiva avasalladora, incluso en el mismo seno del cine estadounidense. Fue en 1960 cuando estas distintas voces empezaron a articularse con una cierta coordinación para intentar abrir nuevos espacios de trabajo.
En septiembre de ese año, el New American Cinema Group, un colectivo formado por jóvenes cineastas de la escena alternativa, emitió un manifiesto en el que, en plena resaca de la censura de la caza de brujas de la década anterior, resumía del siguiente modo la situación: “El cine oficial de todo el mundo está perdiendo fuerza. Es moralmente corrupto, estéticamente decadente, temáticamente superficial y temperamentalmente aburrido”.
El comunicado únicamente ponía por escrito lo que algunos llevaban tiempo expresando en sus películas. Así, en 1956 Lionel Rogosin había realizado On the Bowery, una de las películas más relevantes para ver este cambio. En la cinta, el cineasta retrataba el día a día de los vagabundos de una de las zonas más conflictivas de Nueva York para mostrar las mentiras de esa gran sociedad estadounidense de triunfadores y familias felices. Frente a los grandes decorados de Hollywood, estos realizadores presentaban una propuesta alternativa desde Nueva York: el foco de interés estaba en la vida urbana, llena de vidas anónimas a cargo de personas desclasadas, apartadas de ese relato oficial [acceso al artículo completo]
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