Había bastante expectación por ver este domingo el programa de Salvados en La Sexta. Con el título “Operación Palace”, el programa prometía hablar del 23F superando la versión oficial. Esa versión en la que unos militares mal aconsejados y ambiciosos intentaron acabar con la democracia española y sólo la valiente y providencial intervención de Juan Carlos I, saliendo en la tele (¡EN LA TELE!) para desbaratar el golpe, nos salvó.
Esa versión hace mucho tiempo que ha sido puesta en solfa, pero claro, no en la portada de un periódico, ni en un telediario. Las múltiples inconsecuencias de la noche del 23F, la relación de los implicados con el Rey, la sorprendente dimisión previa de Suárez [1], y sobre todo las evidencias de que muchos de los implicados se habían reunido previamente con ciertos poderes fácticos, y más concretamente con el Rey, para elaborar la teoría de un golpe “blando” que diera paso a un Gobierno de concentración nacional, ya han sido relatadas en bastantes libros y estudios serios, el más conocido de los cuales es el de Javier Cercas (el que más gente ha leído, al menos) “Anatomía de un instante”.
Pero estamos en España, donde el cordón sanitario monárquico sigue funcionando con suma eficacia en todo lo que sea mainstream [2], y aboca a lo minoritario a una marginalidad aún mayor que la que, en tanto medios minoritarios de difusión de contenidos, ya les es propia. Así que resultaba una novedad que un programa como Salvados, que hoy por hoy (o quizás “hasta hoy” sería más preciso) es el espacio televisivo más influyente, con una enorme capacidad para marcar la agenda y encuadrar debates en la opinión pública española, hablase del 23F. Aunque tampoco fuese demasiado lejos, o sólo insinuase algunas cosas.
Nos esperábamos un programa que deslizase ciertas preguntas, plantease incógnitas… En lugar de ello, hemos tenido que ver un indigesto falso documental que explicaba que el 23F fue una ficción emitida en directo, con el concurso de casi todos sus protagonistas, Su Majestad el primero. Un intento de emular a Orson Welles, hacer historia audiovisual y conseguir un montón de audiencia. Un intento… fallido, a mi juicio. Bueno, un montón de audiencia seguro que han conseguido, pero a costa de tirar por el desagüe otro montón de credibilidad. No creo que el asunto les compense.
El falso documental era bastante flojillo. Una sucesión de chascarrillos y guiños al espectador bastante previsibles y, progresivamente, ridículos. Un falso documental que no pretendía hacer pensar al espectador, sólo hacerle reír. O algo. Una colección de viejas glorias de la política y el periodismo dispuestos a todo, a cualquier cosa, con tal de salir en la tele, encargados de medio validar el asunto, con Iñaki Gabilondo a la cabeza. He tenido que escuchar y leerle a mucha gente desoladores comentarios del estilo de “¿pero cómo puede Iñaki prestarse a algo así?”. Lo gracioso del asunto es que es algo que ya he leído y escuchado otras veces.
Desde mi punto de vista, el falso documental, además de divertir a algunos, que supongo que a algunos les habrá divertido (a mí sólo en plan morboso, de “¿pero cómo pueden emitir semejante horror?”), ha conseguido estos efectos:
– Cabrear a muchos de los que, desde el principio, han detectado de qué iba la cosa (y cabrear aún más, supongo, a algunos de los que han tardado más en enterarse).
– Postular a Beatriz Talegón como candidata a un puesto de salida en las listas para las Elecciones Europeas, porque ha enarbolado la bandera de los “famosos que se lo creen cuando ya casi nadie”, cuando el programa ya había dejado muy claro de qué iba la cosa. Y lo ha hecho explicando que hay libros que ya habían contado esto. Yo creo que alguien que, al menos, se molesta en documentarse sobre todo lo que afirma (como también demostró aquella vez en que acusó al 15M de estar en manos de la derechona [3]), se merece una posición relevante en la lista de Elena Valenciano. Ya que no sirve para otra cosa, al menos que el Parlamento Europeo nos entretenga.
– Emborronar y deslegitimar cualquier duda razonable sobre el 23F, enterrando el asunto en la medida de las posibilidades de Salvados. “¿Que el Rey estaba detrás del 23F? ¡Claro, y lo rodó Garci!”.
Por supuesto, esto último puede considerarse una exageración. Pero yo creo que un falso documental así, si no tiene segundas intenciones, no se habría presentado en Salvados, un programa dedicado a hacer reportajes sobre temas de impacto social, y no patochadas (no deben de estar muy contentos con el resultado, porque después de la emisión se han apresurado a desvincularse [4]). Lo pones como programa aparte y, en el peor de los casos, sólo queda en evidencia el amarillismo de La Sexta en su conjunto, que tampoco es que vaya a preocuparles mucho. Si el problema es que no te atreves, o no te dejan, hacer un programa sobre el 23F, pues hablas de otra cosa.
En lugar de ello, en Salvados han hecho su experimento y después, en plan profesora de párvulos, nos han explicado que era un experimento para poner de manifiesto que en España hay cosas “sobre las que no se habla”. Y entonces han presentado un debate un tanto surrealista de señores mayores rodeando a Évole: Gabilondo, Eduardo Serra y una expresidenta del TSJ vasco, que como tal ejercía de “progre” contestataria, que decía que había cosas que no se podían ocultar siempre, y eso.
Pero lo más fascinante del caso es que, en un debate montado después de un falso documental sobre el 23F, y después de decirnos que, cuidado, en España hay cosas de las que aún no se puede hablar… ¡Ni siquiera allí hablan del 23F! En lugar de ello, se han metido en un debate, verdaderamente soporífero, sobre lo de siempre: que si igual hay que cambiar la Constitución, pero hay que ver lo bien que se hizo todo en la Transición, que si juntos mejor, que si está claro que hay que cambiar “cosas”, que si algo hay que dar a los jóvenes, … ¡Caramba, sólo faltaba que en el momento culminante apareciera el Preparado con Letizia y su prole y sonriera a la cámara como diciendo “¡Para ti, que eres joven!”.
A menudo, Salvados se atrevía con temas y enfoques que no eran tan habituales en España: o sencillamente contribuía, con su enorme capacidad de fuego, a poner el foco sobre determinados asuntos que habían quedado sepultados por la indiferencia oficial, como por ejemplo el vergonzoso asunto del accidente de Metro de Valencia [5]. Pero aquí han hecho justo lo contrario. Se han pegado dos horas largas de televisión para no clarificar absolutamente nada, salvo que hay temas que en España, sencillamente, no se pueden tocar desde una TV nacional. A fin de cuentas, sólo han pasado 33 años desde el 23F.