Llewyn Davis, la contracultura de los Coen

Decía Frank Zappa que la primera vez que escuchó la canción ‘Like a Rolling Stone’, se deprimió un poco. Pensó que, después de esa canción, no tendría nada que aportar al rock y que lo mejor que podía hacer era dedicarse a otra cosa. Aquella canción de Bob Dylan era un retrato crudísimo y sin contemplaciones que arremetía contra una sociedad instalada en la complacencia y el inmovilismo. Sin embargo, continuaba Zappa, la recepción de la canción no fue la deseada ya que el propio Dylan siguió por un camino diferente y se orientó hacia la música de cowboys en discos como el Blonde on Blonde, dejando de lado la vía apuntada en ‘Like a Rolling Stone’. Es por eso que Zappa decidió seguir adelante en su búsqueda de una contracultura realmente contestataria y movilizadora.

Evidentemente, la historia oficial del rock siguió a Bob Dylan y no a Frank Zappa. Desde ese momento en que se publicó ‘Like a Rolling Stone’, 1965, la trayectoria de Dylan fue un síntoma de las características de la cultura popular hegemónica: respondona sólo en la superficie pero, en última instancia, tremendamente acomodaticia. Bob Dylan ha cambiado desde entonces de religión una y otra vez, se ha vuelto espiritual y místico, ha cantado ante el Papa, ha recibido premios del gobierno estadounidense y se ha convertido en un icono, en el estandarte de la disidencia oficial. El colmo llegaría con la película que le dedicó Martin Scorsese, No Direction Home, en la que los años 60 parecían el mundo Disney, lleno de jóvenes músicos con mucho talento y nada de drogas. Un broche de lujo para que Dylan completase la reescritura de su propia historia [acceder al artículo completo]


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