La victoria nacional – Michael Seidman

En estas fechas tan entrañables, en las que nos sentimos más españoles que nunca, resulta oportuno acercarnos a uno de los factores que más peso han tenido en el devenir de nuestro país para que continúe atesorando, a estas alturas, características tan envidiables: la victoria del bando franquista en la Guerra Civil Española.

Este libro se centra en analizar uno de los aspectos de la Guerra Civil a los que normalmente se le ha prestado menos atención: la organización económica y social, la función de la retaguardia y los aspectos logísticos que contribuyeron a la victoria de los rebeldes frente a la República. Se ha estudiado hasta la saciedad esta guerra, desde múltiples puntos de vista, pero es verdad que habitualmente se ponía más énfasis en los aspectos militares, la dimensión internacional del conflicto y las tensiones y problemas en el campo republicano, que contribuyen a explicar la derrota de la República. En cambio (al menos, en mi experiencia), no es tan habitual encontrarnos libros que estudien con rigor cuál fue la organización de la España Nacional, cómo funcionó la producción de alimentos, las comunicaciones, la recaudación de impuestos, la moneda, …

En todos estos aspectos se centra “La Victoria Nacional”, un libro que, como no pone tanto énfasis en los factores exógenos (la ayuda de la Italia fascista y la Alemania nazi, el Comité de no Intervención, etc.) para explicar la victoria del bando conservador, es muy del gusto de dicho bando. Y aunque, por supuesto, también se hace hincapié en la brutal represión de cualquier forma de disidencia para explicar el índice de productividad de la zona nacional (superior, en todos los órdenes, a la republicana), en general considera que otros factores, como la fiabilidad de los pagos y de la moneda en el bando nacional, una alimentación regular o el espacio dejado a la iniciativa privada, son más importantes. Con todo ello, ya tenemos en Seidman a un firme candidato a ser invitado a conferencias inaugurales en FAES, cuya obra, de hecho, ha sido referenciada, fundamentalmente, en medios de la derecha española. Pero no teman: no estamos ante un oportunista, sino ante un historiador serio: ¡figúrense que no cita a Moa, ni a César Vidal, en la bibliografía, y sí lo hace, en cambio, con Enrique Moradiellos, Ángel Viñas o Paul Preston, tres de las bestias negras de nuestra derecha montaraz! (Y también cita a historiadores del gusto de los conservadores, como Salas Larrazábal o Stanley Payne, que además figura en contraportada diciendo lo mucho que le ha gustado el estudio).

El punto de partida del libro compara la Guerra Civil, más que con la Primera Guerra Mundial o con la que se produjo a continuación, con guerras civiles en las que tomaran parte otros movimientos contrarrevolucionarios, como los rusos blancos o los nacionalistas chinos. Dos conflictos en los que las fuerzas contrarrevolucionarias contaron con una ayuda material del exterior muy superior a la de sus oponentes comunistas, que además se combinaba en algunos casos (la guerra civil china) con una acusada superioridad numérica… Nada de lo cual serviría, a la hora de la verdad, para vencer.

Seidman se pregunta qué tuvo de particular el bando franquista para lograr la victoria, dado que inicialmente la población que controlaba, y los recursos económicos e industriales, eran significativamente menores a los de la República. Por supuesto, contaban con un ejército superior, mucho mejor pertrechado y más experimentado (especialmente al principio), pero sólo eso, dice el autor, no explica el éxito de los rebeldes. Además, el incipiente régimen franquista fue mucho más eficaz que la República en explotar sus puntos fuertes, entre los que se contaban:

– su capacidad represiva, que mitigaba con mucha más firmeza, incluyendo los siempre tradicionales fusilamientos, cualquier falta de compromiso con la causa por parte de los trabajadores o los empresarios. Aunque la evasión de impuestos, el estraperlo y los negocios a costa del Estado obtenidos con la connivencia de las clases dirigentes (todo ello muy español también), estaban a la orden del día, la sociedad de la España franquista estuvo siempre mucho más cohesionada (de grado o por la fuerza) en torno al objetivo de ganar la guerra.
– la fortaleza de su economía, y especialmente de su moneda. La peseta franquista se devaluó mucho menos que la republicana. Los pagos en esta moneda lograron adquirir mucha más credibilidad, entre otros factores porque dichos pagos llegaban regularmente. Y a partir de cierto momento, claro, también por efecto de las expectativas de victoria, que obviamente aumentaron la devaluación de la moneda republicana mientras fortalecían la nacional.
– la eficacia de las comunicaciones, a través de las vías férreas y las carreteras para enviar a las tropas rápidamente a los frentes en conflicto, que lograron desbaratar las ofensivas republicanas. O, más concretamente, el uso de las mulas para transportar pertrechos a las tropas a través de una orografía, como es sabido, muy accidentada.
– La logística militar. Aquí la cosa sí que tiene mucho que ver con la ayuda exterior. Mientras la República tuvo que obtener armas casi en cualquier sitio, con el consiguiente caos de calibres, modelos y piezas de repuesto, el bando franquista recibió un suministro regular y coherente, mucho menos variopinto, y más fácil de reemplazar. Más o menos como ocurriría unos años después en la Segunda Guerra Mundial, en beneficio de los Aliados. Pero esa logística no sólo se refiere al armamento, sino también a unos ejércitos más pequeños y manejables, según el principio básico (compartido con los comunistas chinos) de no tener más soldados que los que el régimen pudiera alimentar. – Lo que nos lleva al único factor material, además de las tropas, en el que el bando franquista partió con ventaja desde el principio: la alimentación. La España nacional concentraba la mayoría del trigo, de la ganadería y de la pesca, y además tenía menos población que alimentar. Como además su eficacia en la recolección de alimentos fue significativamente mayor que la de los republicanos (gracias al entusiasta apoyo de los terratenientes, que no en vano les iba el negocio en ello, y también de los pequeños propietarios conservadores), no cabe extrañar que la diferencia en este apartado entre los dos bandos fuese cada vez más grande: los soldados de Franco estuvieron siempre bien alimentados (aunque comieran prácticamente todos los días lo mismo, latas de sardinas y pan), mientras que los de la República, al final del conflicto, se estaban muriendo de hambre. Y en la retaguardia, claro, la cosa fue aún peor. Hete aquí un ejemplo que será muy del agrado de las dos personas que han liderado y lideran, respectivamente, la derecha española en la actualidad, José María Aznar y Mariano Rajoy:

Las fábricas de cerveza, cuya fuerza de trabajo fue militarizada, aumentaron la producción de cerveza en un 80 por ciento desde mediados de 1936 hasta el final de 1937 (…) La producción de sidra asturiana se duplicó entre 1937 y 1938. El alcohol estaba demasiado al alcance de algunos soldados nacionales. A pesar de sus continuos esfuerzos, los capellanes puritanos eran incapaces de detener las frecuentes borracheras de sus hombres. Unos cuantos soldados llegaban a estar tan intoxicados que gritaban “larga vida a la República” e insultaban al propio Franco. El resultado era el encarcelamiento o incluso la ejecución. Las fuerzas republicanas tuvieron un acceso más limitado a vinos y licores (pág. 183).

Esa es, en realidad, la conclusión principal del libro, que tiene poco de epopeya: el bando franquista venció porque sus soldados comían y cobraban la paga a tiempo. Los republicanos, famélicos, abandonaban en mayor medida el frente o luchaban peor, porque además su armamento era peor, o más escaso, y a menudo no funcionaba. No era, por tanto, una cuestión de frenesí ideológico (inexistente o escaso en la mayoría de los soldados de ambos bandos), sino de condiciones de vida. De nuevo, dice Seidman, una lección ya aprendida en otras guerras civiles, pues tanto los bolcheviques como los comunistas chinos trataron mejor a sus tropas que sus oponentes (y a la población civil de su territorio, aunque aquí no puede decirse lo mismo de los rebeldes españoles).

¿Un libro sobre sardinas, productividad de cereales e imposición tributaria? ¿Pero esto qué rollo es? Pues oiga, en parte tiene razón, pero recuerde que hablamos de la Guerra Civil. Y, lo que es más importante, hablamos de España, con todas las implicaciones que cabe imaginarse:

Muy al comienzo del conflicto, los gitanos inventaron un modo nuevo –y tal vez irónico- de saludar a las fuerzas nacionales, que podría verse como un détournement desde una perspectiva situacionista. En lugar del gesto fascista habitual (exigido a nivel nacional desde el 26 de abril de 1937, o incluso antes en ciertas provincias), consistente en levantar el brazo con cuarenta y cinco grados de inclinación y la mano extendida, ellos levantaban las dos manos, calculando correctamente que los insurgentes eran una prolongación de la Guardia Civil, que con tanta frecuencia les daban la orden de “¡arriba las manos!”. En otro incidente ocurrido al comienzo de la guerra, los falangistas ordenaron a un gitano: “¡Levanta las manos!”, le registraron y le preguntaron en tono agresivo si era comunista. El interpelado replicó: “Yo que vi [sic] a sé comunista, probe [sic] de mí, si desde el día diecisiete soy banderillero”. Los gitanos trataron de mostrar un respeto hasta entonces desconocido por la propiedad privada, devolviendo de forma voluntaria mulas robadas, algo que sorprendió mucho a los partidarios del Movimiento” (págs. 276-277)


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  1. Comentario de jose (18/12/2013 18:45):

    Muy buena la anécdota de los gitanos. He aquí otro testimonio de un anciano calé sobre cómo se las vieron en la guerra.

    “Si ganaban los que “aluego” ganaron –contaba– nos iban a hinchar a palos y nos iban a tirar (echar) de todas partes. Y si quedaban los otros, nos iban a matar trabajando en cualquier mina de por ahí y hasta que nos quitarían a nuestros hijos, decían. Ni unos ni otros respetaban nuestras cosas, ni siquiera a nuestros muertos. Así es que el tío X y yo, que íbamos juntos, le cambiábamos la banderilla al burro según pasábamos por aquí o por allí”

    http://www.abc.es/20111005/archivo/abci-gitanos-guerra-civil-espanola-201110041422.html

  2. Comentario de JoJo (18/12/2013 19:31):

    Ya lo dijo Napoleón, “para ganar una guerra sólo hacen falta tres cosas: dinero, dinero y dinero”.

  3. Comentario de Lluís (18/12/2013 19:32):

    Es un punto de vista interesante. Siempre había creído que la victoria franquista se debió, principalmente, a una mayor concentración en el objetivo de ganar la guerra (durante algunas fases de la misma, básicamente al principio, la República dispuso de mejor armamento). Guste o no, una disciplina férrea sirve para conseguir algunas cosas. En particular, en el frente de Aragón, los requetés y soldados de reemplazo nacionales no eran más ni estaban mejor equipados o preparados que los republicanos, pero los segundos dedicaban buena parte de sus recursos a hacer la revolución y eran los propios soldados, en cada sector, los que decidían por votación si se obedecía o no una orden de atacar. Pienso que si hubiesen estado un poco más por la labor, especialmente en el 36 y principios del 37, Mola lo habría pasado muy mal.

  4. Comentario de Francesc (18/12/2013 21:21):

    Lluís, está claro que el tema de las milicias perjudicó en alguna medida a la República, pero vamos, que son la misma gente y los mismo milicianos que pararon el golpe y evitaron que el dia del levantamiento arrasaran los nacionales. Esto lo explica Preston en su libro sobre el holocausto español, donde los sindicatos y partidos de izquierda echaban a patadas al gobernador civil, el golpe fracasaba. Se dió algún caso de gobernador civil que les prometió lealtad a la república, no les entregó las armas, y al dia siguiente les entregó la plaza a la guardia civil.

    Hay un marine americano que lo resumió muy bien: “Los aficionados hablan sobre tácticas, los profesionales estudian logística” Pues eso, ganaron los que tenían más de todo y facilidad para conseguir más de todo.

  5. Comentario de Trompeta (18/12/2013 21:32):

    Perdonen pero en la bibliografía del libro no viene “la vaquilla” de Berlanga, porque ahí ya se comentaba lo de las provisiones y precisamente lo de robar el bicho era por animar los estomagos de los reclutados por el bando republicano

    http://www.youtube.com/watch?v=vcJ2SbbP5gA

    Vamos que no es ninguan novedad, sin hacer de menos al libro que tendrá datos jugosos, digo yo.

  6. Comentario de Trompeta (18/12/2013 21:37):

    Y sobre la gloriosa cruzada, alzamiento o como quieran llamarlo o sobre esa chupi republica progresista que avanzaba el país años luz y tal.Mientras los de siempre se lo llevaban-se lo llevan crudo- me permito citar a la película.
    http://www.youtube.com/watch?v=QERcWMVP5Rk

    Así que a los que mandan a los demás al frente y postulan sobre la fé o la revolución con el estomago lleno que les den mucho de mi parte y de los que reclutaron a la fuerza, lo siento pero me ha salido del alma.

  7. Comentario de Guillermo López García (19/12/2013 00:35):

    #5 Hombre,una cosa es es postulado básico, que sí que era conocido (no en vano se quedaron casi todo el trigo de España), al igual que las hambrunas republicanas, y otra explicar al detalle esa cuestión, y no sólo esa. El libro, en efecto, es pródigo en detalles sobre una parte del conflicto que es menos conocida.

  8. Comentario de perri el sucio (19/12/2013 02:01):

    hombre, hasta donde tengo entendido, es cierto que los rebeldes contaban con la mayoría de zonas cerealícolas del país, y que su logística era muy superior, mientras que en la república la aceleración de la reforma agraria dio lugar a grandes aumentos en producción, pero esa mayor producción no llegaba a las ciudades y el frente. Siempre he pensado que porque una cosa es que seas un terrateniente que viva del dinero de vender la cosecha, y otra que hayas sido un bracero muerto hambre toda tu vida y de repente tengas tu propia cosecha.

    -Por lo demás, no se debe confundir que la república tuviera las principales zonas industriales inicialmente, con que los rebeldes tenían la mayoría de las armas, y los medios para hacerlas funcionar. Por ejemplo, la república sufrió toda la guerra de la necesidad de motorizar toda la artillería por falta de militares expertos en preparar tiros de mulas para cañones. Se suele hablar de la calidad de los t-26, pero al final lo que gana una guerra es la infantería, y la de la república sólo podía aspirar a tener buenas botas y correajes.

    -Por otro lado, la eficacia de la industria republicana fue en general baja, por la bajísima o nula planificación estratégica en producción y aprovechamiento de recursos, aunque la unión naval de Levante y bastantes talleres de armas ligeras consiguieron resultados sorprendentes.

    -En cuanto a la moneda, por supuesto que el bando nacional pagaba rápido y bien: su moneda no tenía ningún respaldo. Sólo era una máquina de imprimir pagarés. Otra cosa es que la mayor parte de europa ya tuviera decidido su ganador a las pocas semanas de la sublevación. La república tenía que hacer complicadas operaciones sobre las reservas de oro mientras todo el mundo aprovechaba para venderle mierda a precio de oro. Como muestra, un botón: alemania suministró material y técnicos a franco por eso del frentismo, pero no dudó en vender armamento a la república a cambio de buen dinero.

    -Por lo demás, que un pueblo aguante casi 3 años contra la mayor parte de su propio ejército, enmedio del linchamiento político de todas las grandes potencias y mientras stalin trata de robarle la cartera, no es ningún fracaso. No veo mucho sentido en quejarse de la falta de orden cuando las propias fuerzas del orden, por lo general, estaban en la trinchera de enfrente intentando matarlos a todos.

    -En cuanto al tamaño de las unidades, dadas las malas condiciones de equipamiento (armas ligeras, municiones, repuestos…) del bando republicano, realmente la guerra de masas era en muchos casos su única baza, aparte de que los militares junteros, que fueron los que quedaron en zona leal, eran en su gran mayoría seguidores de la escuela francesa de entreguerras: guerra de frentes, doctrina de batalla decisiva etc. Aun así, cuando hubo grandes ofensivas rebeldes como guadalajara o la línea xyz, éstas no se caracterizaron precisamente por “unidades pequeñas” hasta donde tengo entendido.

    En todo caso, el tema es interesante, es cierto que no es algo que se suela tocar mucho.

  9. Comentario de Lluís (19/12/2013 09:53):

    Francesc, #3,

    La sublevación fue aplastada en los sitios en los que había una importante tradición de movilización sindical y se enfrentaban a unos pocos soldados de reemplazo, mal armados y con mandos torpes y desmotivados. En otras zonas, como Navarra o Burgos, en cambio, había poca tradición de organización obrera y, en cambio, los golpistas contaban con la connivencia, incluso con el apoyo, de parte de la sociedad civil. Allí sabían que tenían que ganar, su interés estaba en triunfar en las grandes ciudades.

    Durante la primera fase de la guerra, en la que muchos de fuera pensaban que el gobierno podía ganar (y tenía medios para hacerlo), el caos imperaba en las filas republicanas. El gobierno carecía del liderazgo, y buena parte de los revolucionarios los tenían por traidores, cobardes o todo a la vez. En esos momentos, un mando respetado y decidido habría podido hacer bastantes cosas, y la superioridad absoluta en el mar de la República en 1936 no impidió que el Ejército de África pudiese cruzar el Estrecho con mucha más facilidad de la que esperaban y ocupasen buena parte de Andalucía y Extremadura sin encontrarse una resistencia digna de ese nombre. Y en esos momentos, ni en la zona republicana había hambruna ni los alemanes e italianos habían tenido tiempo de involucrarse a fondo.

    Es cierto lo de la logística, pero lo cierto también es que la República tuvo también sus oportunidades y las dejó escapar. En mi opinión, claro.

  10. Comentario de galaico67 (19/12/2013 10:23):

    Lluis, la superioridad republicana era solo de stock.
    Las milicias mandadas “democraticamente” no pudieron hacer nada contra columnas de rebeldes bien encuadrados , aunque fueran muy inferiores en número. No se trata de tener más armas, sino de saber utilizarlas y como organizar un ataque o una defensa. Que en Barcelona, en Gijón, en Madrid, con los rebeldes atrincherados, los anarquistas los sitiaran, vale, pero en cuanto había maniobra, se acabó lo que se daba.
    La Armada Republicana tenía muchos más barcos, si, pero entra la oficialidad que era afecta al movimiento, la que se cargaron los comites y los indiferentes que se dieron el piro nada más ver que iban a acabar fusilados sí o sí, se quedaron sin gente capaz de mandar un barco en un plisplas. Y un oficial de marina de guerra no se improvisa en dos tardes, que es muy duro poner a aguantar pepinos sabiendo que puedes intentar huir pero no esconderte.
    Por cierto, siempre quedará como una mancha el que cuatro requetés navarros y dos guardia civiles aseguraran Zaragoza mientras los catalanes estaban a lo suyo, que el tema era cosa de aragoneses…

  11. Comentario de Lluís (19/12/2013 10:44):

    #10,

    Precisamente por eso, gracias a su superioridad inicial la República habría podido defenenderse mejor de la acometida rebelde. Faltó decisión y creo que fue un error dedicarse primero a hacer la revolución y después la guerra. Y ya puestos, supongo que era más fácil ir a por el cura que a por los del cuartelillo -buena parte de los cuales, por cierto, se mantuvieron fieles al régimen-.

    Tampoco fue una buena idea disolver unidades militares y ejecutar a cualquier oficial que les pareciese dudoso (fuese de la armada o de infantería), porque como bien dices no se aprende a dirigir una flota en un par de tardes. Y ver que fusilan a un compañero tampoco es la mejor forma de inculcar lealtad.

    Es cierto que el ejército de África era la mejor unidad del ejército español, y una vez puesto el pie en la península, era difícil contener su avance. Pero fracasó en el asalto a Madrid, que Franco tuvo que suspender porque estaba perdiendo más hombres de los que podía permitirse, que tampoco es que el ejército de África contase con 200.000 hombres, y parte de ellos eran también soldados de reemplazo o voluntarios moros, y en ningún caso la guerra moderna era lo suyo. A principios del 37, la República contaba, en el centro, con cierta superioridad que no supo aprovechar.

    De hecho, posiblemente había algo más de talento para organizar eso en el bando republicano (véase Vicente Rojo) que en el nacional, los alemanes no estaban precisamente contentos con la capacidad militar de Franco y sus colegas, que no siquiera habian asimilado muchas cosas de la I Guerra Mundial. Otra cosa es que tu ya puedes mandar y disponer lo que quieras, que si los que tienen que hacerte caso no están por la labor, tienen que someterlo a votación, tienen como prioridad colectivizar un par de fábricas o simplemente piensan que eres un traidor en connivencia con el fascismo, no hay tu tía. En Burgos, por lo menos, no tenían ese problema.

    No voy a discutir que al final, si la cosa va de desgaste, gana el que puede alimentar mejor a sus soldados y a su población, el que les puede proporcionar mejor armamento y mejor equipo, pero tener claro cual es el objetivo principal es también importante, en cualquier cosa, no sólo en una guerra.

  12. Comentario de Francesc (19/12/2013 12:27):

    Bueno, a toro pasado es facil torear, y ahora todos podemos ponernos a jugar al Civilization edición Guerra Civil para ver como se podía ganar la guerra, pero creo que la mayoría de historiadores coinciden que a las dos semanas la república ya tenía perdida la guerra.

    Así que en eso coincidimos, una reacción más decidida en las primeras horas podría haber aplastado la sublevación, pero para eso necesitabas una dirección única y enérgica y un orden de prioridades claro, cosa que no se tenía como se sabe.

    A partir de ahí, yo sí creo que aún hubo opciones, básicamente si se hubiera elegido una estrategia de lineas defensivas como la XYZ en Valencia para el frente del Ebro, sin embarcarse en ofensivas de solución difícil, pues puede que no se hubiera ganado militarmente, pero la cosa se habría dilatado tanto que la guerra se habría fundido con el estallido de la segunda guerra mundial. Y a partir de ahí quien sabe…

  13. Comentario de Un pajarito sin cola (19/12/2013 17:52):

    En este enlace que dejo podéis esuchar el programa Documentos de RNE, quizá de lo poco salvable que ha quedado en RTVE. http://www.rtve.es/alacarta/audios/documentos-rne/documentos-rne-dos-economias-guerra-civil-espanola-17-05-08/82956/

    El programa lo escuché hace tiempo pero creo que el libro del que habla el historiador que habla al principio, no recuerdo si era Viñas o Asiaín ya está publicado y ha ganado un premio nacional. Quizá hubiera sido mejor publicar una reseña sobre éste. Muy interesante Guillermo, como siempre.

  14. Comentario de Pablo Ortega (19/12/2013 21:26):

    Depende de cómo quiera verse. A fin de cuentas, creo que una de las principales razones por las cuales perdió la República, era simplemente por sus profundas divisiones internas. Como diríamos en Venezuela, era un saco de gatos. El Frente Popular propiamente dicho de por sí era un saco de gatos donde Largo Caballero esperaba que la reacción popular al golpe militar derrumbara el gobierno burgués de Casares Quiroga y le permitiera dirigir un gobierno revolucionario -como en cierta medida, pasó con la caída del gobierno Giral, por lo que sus cálculos no eran tan erróneos-. Con la adición de la CNT-FAI al bando republicano, centrada en hacer la revolución y no la guerra (en la que se incluyen episodios tan vergozantes como el fracaso absoluto de la colectivización de las industrias catalanas, que algo tendría que ver con la derrota de la República), y del católico PNV (tildado como “reaccionario” por el mismo Alcalá-Zamora), la República terminó con unas divisiones internas del copón, mientras en la zona nacional todos estaban claros en respaldar la dirección militar de la guerra, y los únicos que podrían haber desafiado el liderazgo de Franco (Mola y José Antonio) murieron convenientemente.

    Es curioso que aquí nadie mencione los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, una mini-guerra civil dentro de la guerra civil. Cuando la República más o menos logró unirse en torno al liderazgo de Negrín, era demasiado tarde, con el frente del Norte perdido, y por ende, la guerra también perdida definitivamente.

    Un liderazgo que no llegó nunca a conseguir el apoyo que disfrutaba Franco entre los nacionales, y que al final terminaría siendo derrocado por el golpe de Casado, apoyado por todo el bando republicano menos los comunistas y los socialistas negrinistas, que veían claro que la guerra estaba perdida.

    Por cierto, uno de los grandes errores de la República fue la disolución del Ejército regular y su sustitución por milicias. Soy de los que cree que fue más el Ejército regular leal que el “pueblo armado” -como si los de derecha no fuéramos pueblo- el que paró el golpe en la zona republicana.

  15. Comentario de emigrante (20/12/2013 10:37):

    Acabo de ver otra versión que dice la clave de la derrota republicana está en la ayuda fascista de Italia y Alemania al bando rebelde.
    http://www.publico.es/490537/franco-no-habria-ganado-la-guerra-civil-sin-la-ayuda-de-hitler-y-mussolini

    Aunque parece que se refiere a una batalla entre Extremadura y Andalucía, concluír que allí se pudo decidir la guerra me parece aventurado.

  16. Comentario de Perri el Sucio (21/12/2013 14:47):

    Sigo opinando que valorar la guerra civil en términos de videojuego de “cantidad de soldados” y “modernez de las armas” es ser extremadamente simplista. Intenten organizar una actividad en una asociación de cualquier tipo, sin necesidad de que vayan a silbar balas sobre la cabeza de nadie, y verán lo que dura el saber hacer y la disciplina de cualquier persona normal.

    Insisto en que la república hizo lo que se podía y más en aquella situación, aparte de que hubiera habido un buen suministro de bolas de cristal para actuar conociendo el futuro.

  17. Comentario de Casiopeo (26/12/2013 14:09):

    la triste conclusión es que si quieres ganar una guerra contra un enemigo superior tienes que ser tan cabrón detrás del frente como en él. Stalin y el pCE lo tenían. ¿Se figuran el cachondeo republicano en la retaguardia de la URSS en 1941 ? Guderian habria llegado a los Urales en septiemre.

  18. Comentario de Bah (27/12/2013 09:54):

    De hecho, Emigrante, la batalla a la que se refiere ese artículo es la batalla de Peñarroya, ciertamente una batalla olvidada de forma inexplicable considerando su magnitud.

    Los dos objetivos militares de esta ofensiva eran obligar a los nacionales a desviar tropas de Cataluña y de ser posible partir en dos las zona nacional alcanzando la frontera portuguesa, aislando así Andalucía y sus puertos del resto del territorio. Ahora bien, los pormenores en torno a aquella ofensiva son bastante reveladores y se pueden entender como argumentos a favor de la tesis del libro reseñado. Por un lado, fue una ejecución tardía y adulterada del Plan P de Rojo, ejecución que se retrasó varias veces por cuestiones políticas y logísticas. En segundo lugar, aunque en la ofensiva las fuerzas republicanas demostraron que habían aprendido mucho durante la guerra y ejecutaron sus órdenes a la perfección, de forma coordinada etc, la clave de su fracaso parece provenir precisamente de aquellos momentos en los que no tenían órdenes que seguir, es decir, cuando era necesaria la iniciativa y decisión de los mandos medios. Y por último, la capacidad de los nacionales para mover tropas hacia el frente para contener la embestida republicana, y todo ello sin perjudicar demasiado a su avance sobre Cataluña, aún cuando se produjeron escenas de caos y desorden que seguramente le habrían costado la batalla a Queipo frente a un enemigo en mejores condiciones.

    Otro dato interesante, los mandos nacionales quedarán asombrados por el calamitoso estado de equipamiento y nutrición de los soldados republicanos capturados en esta batalla, y el mando republicano se quejará del alto número de deserciones en algunas unidades.

  19. Pingback de La victoria nacional – Michael Seidman Por Guillermo López García | Texto casi Diario (01/01/2014 20:10):

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