The Newsroom
Aaron Sorkin es un afamado guionista de cine y televisión que cuenta con muchos groupies en esta página. Sus películas (La Red Social, Algunos hombres buenos, El Presidente y miss. Wade) y, sobre todo, sus series (El Ala Oeste de la Casa Blanca, Studio 60) nos han reportado grandes momentos de felicidad. Diálogos frenéticos, pedantería gratuita, continuos recaditos a la “derechona” y un peculiar idealismo sobre la grandeza intelectual y de espíritu de la gente que gestiona la cosa pública (o privado-mediática) son los ingredientes de su éxito.
Por eso, cuando Sorkin estrenó The Newsroom, las expectativas que teníamos eran muy elevadas. Y, como no podía ser de otra manera, la serie nos decepcionó. Aunque eso no significa que no gustase (yo me la habré tragado ya tres veces), sí implica que no gustó tanto como creíamos (al menos, en mi caso) que nos iba a gustar. Y eso que el tema no podía ser más entretenido: la redacción de informativos de una cadena por cable, en la que se hace el tratamiento periodístico de noticias reales, sucedidas más o menos un año antes del momento en que se emiten los capítulos de la serie encargados de ficcionalizarlas.
El planteamiento de Sorkin en sus series es siempre el mismo: mostrarnos no cómo son las cosas, sino cómo deberían ser. Qué pasaría si nos encontrásemos ante el presidente (y el equipo presidencial), el productor de televisión o el presentador de informativos con la capacidad, la inteligencia y la valentía para llegar hasta lo más alto en sus respectivos campos de actuación, por supuesto gracias también a que cuentan con equipos de trabajadores igualmente capacitados y de fidelidad a prueba de bombas.
Un planteamiento de estas características, prescriptivo y no descriptivo, exige por parte del espectador cierta suspensión del realismo en pos del espectáculo: de dejarse llevar. Pero, para que funcione, tampoco hay que pasarse. Uno puede creerse las cosas si lo que es y lo que debería ser tampoco difieren tanto entre sí: si esos superhombres definidos por Aaron Sorkin operan, o al menos parece que operan, en un mundo real; que, en consecuencia, les pone todo tipo de dificultades para conseguir sus objetivos, y tanto es así que, de hecho, en la mayoría de las ocasiones no los logran alcanzar.
Y, al menos en la primera temporada, Sorkin se pasa tres pueblos. El planteamiento de partida se basa, supuestamente, en la idea de que una derecha “mala” (el Tea Party, los telepredicadores) ha secuestrado a la derecha “buena”, moderada, con espíritu constructivo, que en tiempos definía al Partido Republicano. Y los informativos de televisión, con uno de esos republicanos “buenos” al frente, se disponen a evidenciar esa realidad. Como siempre en Sorkin, la premisa viene sustanciada en un comienzo de la serie más que potente:
Pero luego lo que ocurre es que los programas son una diatriba tras otra contra la derecha “mala”, que, a la hora de la verdad, es la única que existe, a los efectos. De la derecha “buena” no se sabe nada, quizás porque esa derecha dejó de pintar en el Partido Republicano allá por los años 70. Un poco como cuando en España se apela al “ala liberal” o “moderada” del PP, como si algo así tuviera realmente peso específico en la agenda del partido. Al final, el presentador, Will McAvoy, más que un republicano moderado parece un demócrata del ala más izquierdista que dice que es republicano, pero no hay quien le crea. Un poco como Joaquín Leguina, pero al revés.
En realidad, esto no invalida la tesis fundamental de Sorkin (la idea de que el Partido Republicano está “secuestrado” por el extremismo), pero carece de sentido desde el momento en que, incluso en la propia serie (por no hablar de lo que pasa en la realidad), queda claro que los moderados no se hacen oír, fundamentalmente porque son los votantes, incluso más que sus líderes, los que no son moderados. Lo que la gente quiere, al menos en el Partido Republicano, son piraos del Tea Party que quieren vivir en un mundo sin impuestos, sin Estado, y en el que todos acumulemos oro y armas en nuestro bunker; y no atildados señores de Nueva Inglaterra que hablan de la ética de la responsabilidad y cosas así.
Con todo ello, la tesis adquiere matices caricaturescos desde el principio. Los buenos son buenísimos y los malos, malísimos (a diferencia de otras series de Sorkin, donde había grandeza en los malos, lo que los hacía mucho más interesantes). Los buenos son excepcionalmente inteligentes y nunca se equivocan. Noticia tras noticia, averiguamos que hicieron siempre lo que había que hacer, y en el momento preciso. ¡Qué diferencia con los medios de la competencia, que parecen todos dirigidos por un Marhuenda cualquiera!
Y, sobre todo y por encima de todo, los buenos son muy buenos. Su bondad es tal que dan ganas de dejarlo todo, hacerse del Elche o del Getafe e irse a vivir al Tercer Mundo. Así porque sí, para ayudar, para arrimar el hombro lo que haga falta. Hay un capítulo emblemático en el que unos malvados terroristas secuestran a un colaborador externo del informativo, que está informando sobre la Primavera Árabe en Egipto. Conocen al chiquillo desde hace apenas una semana. Los terroristas piden un pastizal por liberarle ($250.000) y, como es natural, la cadena dice que pasa de pagar. De manera que… ¡El presentador estrella del programa, Will McAvoy, paga el rescate de su propio bolsillo! Y eso no es todo: al saberlo, los componentes de la redacción… ¡Se ponen en fila para entrar en el despacho de McAvoy y, uno a uno, van aportando su granito de arena para que a éste no le salga tan caro el rescate!
Por si esto no fuera suficientemente irreal y ridículo, un par de episodios después nos encontramos con el desenlace de una trama que a los personajes les hacía, al parecer, mucha ilusión: tienen la oportunidad de emitir en la cadena los debates de las primarias del Partido Republicano y se les ha ocurrido una idea para que dichos debates sean más ágiles y dinámicos. La idea consiste, básicamente, en humillar en directo a los candidatos, interrumpiéndoles y no dejándoles hablar, bajo la premisa de que, si no, seguro que se escurren de las preguntas que se les hagan y, al final, el debate no muestra quién es el candidato que vale realmente más. Por supuesto, el miembro del Comité de Campaña Republicano que ha observado el espectáculo del ensayo responde que ni harto de vino va a consentir que se organicen los debates en esos términos. Algo muy lógico y razonable, aunque en la serie se nos presenta como un malo malísimo, sin grandeza para aceptar la revolucionaria propuesta.
No es que la serie sea mala; es que guarda con la realidad la misma relación que, digamos, Rodríguez Zapatero. Es beligerante con la derecha estadounidense (lo cual, en sí, es perfectamente legítimo), pero pretende serlo no desde la izquierda, sino investida de una autoridad moral que ubicaría a los personajes en un plano de superioridad para determinar qué es bueno y conveniente. Y, sobre todo, no es creíble. Ni las historias, ni el comportamiento de los personajes.
Por fortuna, la cosa mejora en la segunda temporada. Hay un hilo conductor que abarca el conjunto de la temporada, y que además es interesante: el fracaso del equipo, al que le cuelan una historia de enorme alcance y que resulta ser totalmente falsa. Esto le da continuidad al conjunto de las tramas y además la historia gana en profundidad. También vemos algo mitigada la obsesión con contraponer derecha “mala” a derecha “buena”, mayormente porque los encargados de determinar qué es bueno y qué malo cometen una metedura de pata tan estruendosa que sólo podrían librarse de dimitir o ser despedidos si trabajasen en España y tuvieran al poder (cualquier forma de poder) de su lado, sea para hacer contabilidades B o para cobrar 14 millones de euros al año del grupo de comunicación que tus decisiones han llevado a la quiebra.
El problema, naturalmente, es que, como ya habíamos quedado en que los ejecutivos y trabajadores de los informativos son buenísimos y listísimos, para que la metedura de pata sea creíble hay que retorcerla muchísimo, agolpando un cúmulo de circunstancias y casualidades (junto con la aparición de un personaje externo, malo malísimo de la temporada dos que se encarga de consumar el desastre, llevado por su afán por trepar) que, una vez más, no hay quien pueda creerse. Pero, incluso asumiendo esto, la cosa sigue mereciendo la pena. Los puntos fuertes de la historia y de su creador compensan estas deficiencias. Al menos, hasta que alguien le haga ver a Sorkin que lo verdaderamente importante es que haga un What If del Ala Oeste de la Casa Blanca y nos muestre cómo habría sido un mandato en la Presidencia de EEUU con el republicano “bueno” Arnie Vinnick al frente. O eso, o que haga un “The Newsroom” en España, que eso sí que sería divertido. Ver cómo sacas escándalos alucinantes semana tras semana, poniendo en evidencia la corrupción y podredumbre del poder, y… ¡Nadie dimite! ¡No pasa nunca nada!
Compartir:
Tweet
Comentario de sangonereta (25/11/2013 16:16):
Pues a mi me mola bastante, lo único que le reprocharía al sr. Sorkin es su manía de mezclar en el trabajo al personaje principal con su expareja, obligándolos a entenderse por el bien del equipo y ser superprofesionales, mientras hay una tensión sexual recurrente y tres mil discusiones que se tienen guardadas en plan: hace 6 años te liaste con la zorra de mi prima Carmen! eso no te lo perdono! Hace lo mismo en Studio 60, exactamente lo mismo. Por lo demás, lo que has dicho: la segunda temporada bastante mejor aunque sea por la complejidad narrativa de los episodios.
Comentario de Francesc (25/11/2013 17:25):
La temporada segunda mucho mejor, sí, pero no han dicho ustedes nada de un final de temporada que nada le envidia a cualquier peliculita de Hugh Grand o Jennifer Aniston.
Comentario de parvulesco (25/11/2013 19:05):
Pues a mí Aaron Sorkin me parece CT americana en vena. Equidistancia entre demócratas y republicanos, jo-der. Acaso el tío es de UPyD y no lo sabe?
https://www.youtube.com/watch?v=kwk_Ot8orPY
El Aaron Sorkin español sería José Bono, indudablemente.
Comentario de parvulesco (25/11/2013 19:08):
Ostia, es que https://www.youtube.com/watch?v=Dmp1sGsHOAg
Con helicóptero militar incluido.
Comentario de Pablo Ortega (26/11/2013 06:04):
Que ya déjense la cruzada contra UPyD, coño, que los tipos no son ningunos neofranquistas come-niños. Honestamente no entiendo por qué tanto odio por parte de Uds. a ese partido…
Digo, tampoco es que ser de centro sea per se malo…
Comentario de galaico67 (26/11/2013 10:06):
El centro no existe. Es un punto, y los puntos son adimensionales, por definición.
Asi UPyD carga hacia la derecha, lo que no es malo per se. Una derecha moderada, más en lo económico que en lo social, nacionalista española y urbanita, sin esos tics de la derecha hispana de toda la vida.
Pero de ahí a que sea “centrista” hay mucho recorrido. La ponga como la ponga en la balanza, el fiel va a la derecha. No mucho, pero va
Comentario de asertus (26/11/2013 11:44):
@galaico67, como dice, toda ubicación precisa de su centro de referencia.., para mí UPyD es un PSOE centralista de una exmilitante que no fue elegida para dirigirlo…, vamos, como un Cascos cualquiera en el PP.
Comentario de asertus (26/11/2013 11:46):
Respecto a The Newsroom, solamente he visto la primera temporada, y suscribo cada línea del post de Guillermo, solamente terminé de verla por los 5 minutos iniciales del primer capítulo, pero prefiero algo más imparcial, como Losantos o Wyoming…
Comentario de Johnnie (26/11/2013 12:37):
Los de El País entrevistaron a David Simon hace unos meses y dijo una frase que sintetiza lo que pienso sobre The Newsroom: “A Aaron Sorkin el periodismo se la trae floja”. La serie es entretenida, cierto, pero se aleja tanto de algo creíble que acabas pensando que se trata de La Liga de la Justicia y que en cualquier momento Wonder Woman va a entrar en la sala para pedirle a Batman y Superman que vayan a acabar con un malote. Lo que se convierte en un pecado por lo pretendidamente realista que quiere ser.
Personalmente, el trato que le dieron a Occupy Wall Street me pareció lamentable. Se empeñan en que OWS la está cagando porque “no quieren líderes”, posición que los líderes de OWS son sistemáticamente incapaces de explicar racionalmente, hasta que al final McAvoy, que siempre es más mejor, hace comprender a la representante lo equivocada que está, y todos se hacen amigos. Ah, si él tuviera veinte años menos, se liaría la manta a la cabeza, se iría para Zucotti Park y entonces sí que habría revolución.
Comentario de David (26/11/2013 13:11):
Servidor vio un capítulo y medio antes de llegar a la conclusión de que esta serie era una auténtica basura, siguiendo la estela marcada por las infectas El ala Oeste y Studio 60. El señor Sorkin es un pesado de la peor especie: el progre americano infantil y santurrón que no respeta la inteligencia de sus espectadores, con unas tramas ridículas, unos personajes irritantes en grado sumo y unos diálogos de vergüenza ajena que rozan el nivel subnormal.
Comentario de Apróstata (26/11/2013 13:33):
Yo suscribo la falta de realismo de la serie, de hecho es la antítesis de las series de David Simon, donde todo es bastante crudo e hiperreal.
Aún así la serie tiene un ritmo frenético y unos diálogos muy bien escritos que la hacen adictiva y entretenida. Tampoco veo mal que se haga una serie desde la perspectiva de “lo que debería ser”.
Eso sí, lo peor es situar al protagonista Will Mcvoy en el partido Republicano para darle superioridad moral a la hora de criticar a la derecha. Es un truco que no se soporta porque como ha dicho Guillermo sus opiniones durante toda la serie están bastante a la izquierda de ellos.
Comentario de kirikiño (26/11/2013 21:45):
Yo añadiré que la actriz que hace el comentario económico está como un puto tren.
Por lo demás, diré que el capítulo en el que cuentan el asesinato de Osama Bin Laden me dejó el vergüenzajenómetro destrozado.
Comentario de Latro (28/11/2013 10:33):
#7 Al menos Rosa Diez tuvo la decencia de no ponerle sus iniciales al partido. O a lo mejor es que no le cuadraban. Lo de Cascos aqui en Asturias… verguenza ajena es poco. Al menos la gente le abandonó cuando quiso que le diesen una mayoría absoluta para refrendar su elevación como gran cacique.
Comentario de parvulesco (28/11/2013 15:38):
Hey, yo no acusé a nadie de neofranquista, simplemente citaba las palabras de la líder de UPyD.
Ahora bien, excusatio non petita accusatio manifesta…
Comentario de Mauricio (28/11/2013 17:21):
“Es beligerante con la derecha estadounidense (lo cual, en sí, es perfectamente legítimo), pero pretende serlo no desde la izquierda, sino investida de una autoridad moral que ubicaría a los personajes en un plano de superioridad para determinar qué es bueno y conveniente”
¿Qué diferencia hay exactamente para usted entre la izquierda y una posición de autoridad moral para determinar que es bueno y conveniente? ¿Pretendía hacer un pleonasmo? o lo que esta diciendo es que si todos esos seres maravillosos de la redacción en lugar de republicanos fueran de la izquierda verdadera ¿los personajes serían más creíbles? Cada vez estoy más convencido que mientras escribe alguien debería susurrarle al oído “recuerda que solo eres de izquierdas”
Comentario de Elnesto (28/11/2013 21:25):
No he visto la serie, pero por lo comentarios da bastante repelús. Ufff, una redacción de yanquis pijoprogres contra los tejemanejes de los Dick Cheneys de turno. Con lo interesante que sería una serie basada, por ejemplo, en la redacción de La Razón investigando los asuntos de Campechano I y su familia de filántropos. Por poner otro ejemplo realista.
Comentario de Varo (29/11/2013 14:13):
Una cosa que es una puta vergüenza, sobre todo en la primera temporada, es la incongruencia entre los dos niveles del relato:
Por un lado (nivel intradiegético toma ahí súperpalabro) tienes a unos tíos que, cayéndose de la burra cual San Pablo, descubren que han estado haciendo un telediario de mierda, hablando de chorradas y no de lo importante y que a partir de ahora toca redimirse.
Y por otro tienes a un Aron Sorkin and co que, ante la posibilidad de presentar un telediario como él cree que debería ser y reflexionar sobre la intrahistoria de las grandes noticias de los últimos años, dimite por completo, se sube a la burra y se nos pasa el ochenta por ciento del tiempo hblando de los amoríos chorras de unos personajes que te hacen pedir a gritos la aparición deAl Qaeda en la redacción.
Eso sí, el Aron, esos planos-secuencia persiguiendo a gente que suelta noventa palabras por minuto mientras trabaja liga y tiene prisa… Muy bien ahí joder
Comentario de Pablo Ortega (01/12/2013 17:04):
Parvulesco, yo no digo que fuera usted quien dijera que UPyD es neofranquista, si no que lo dijo aquí en público don Guillermo y bien que gusta en repetirlo.
No niego que UPyD tenga sus defectos, pero al menos a mí no me parecen de derecha. A mi criterio, el centro es un espacio común entre derecha e izquierda donde hay postulados que los moderados de ambas ramas pueden abrazar a la vez. El centro no es un punto, es un espacio. Una pena que a excepción del Partido Demócrata y la Unión de Centro Democrático, muy pocos hayan sabido mover a su país hacia el verdadero centro.
Comentario de Yehuda (03/12/2013 21:46):
venía a saludar … y ñó … Publio Quintilio Varo, legatus de Siria -“Llegó pobre a una provincia rica y salió rico dejando una provincia pobre”- que aplastó el motín agrario suscitado tras la matanza de gente menuda en el Templo de Jerusalem, matanza de los inocentes ordenada por Arquelao, Herodes hijo de Herodes