Romay, el Tkachenkín español

A Fernando Romay se le empezó a conocer entre los círculos baloncestísticos por el boca a boca. Con once años ya medía 1,90. Clubes como el Estudiantes o el Juventut de Badalona le escribieron cartas para hacerle una prueba, pero fue el Real Madrid el que se dignó en llamarle por teléfono y suya fue la oferta que sus padres escucharon. Viajó desde Galicia a la capital en tren, que entonces, según confiesa, estaba lejos de A Coruña como la Luna de la Tierra, y pasó una prueba para ver si le cogían. Desconocía los fundamentos de este deporte hasta tal punto que se conformaron con comprobar si era capaz de correr en línea recta con los ojos cerrados para admitirle. No tenía ni idea, pero le vieron potencial. [[acceder al artículo]]


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