España estratégica (Guerra y diplomacia en la historia de España) – Juan Batista González
El estamento militar ya no es lo que era. Uno se imagina a un montón de señores chusqueros con mostacho apoyados en la barra del bar del cuartel tomando carajillos y alternando chistes de maricones con gritos de “¡Arriba España!”, y algo de eso habrá en alguna parte, pero también puede uno buscar y encontrar en las Fuerzas Armadas a entregados padres de familia que interrumpen su jornada laboral para tomarse un poleo menta en la máquina de café mientras hablan de su diabetes, de su divorcio y de las ventajas de una alimentación rica en fibra. Unos y otros ya son hombres y mujeres del siglo XXI que pueden expresar libremente su sensibilidad. Para el trabajo sucio (matar y morir) ya están los inmigrantes. Lo más cerca que ha estado esta gente de dar un golpe de estado fue cuando Carme Chacón les bloqueó las páginas web del Marca y del AS en el Firewall del Ministerio de Defensa.
Otra cosa son los oficiales: tipos (y tipas; insisto, siglo XXI) con un alto concepto de sí mismos y paranoicos con cualquier cosa que pueda dejarlos en mal lugar. Como los ascensos suelen ir acompañados de cambios de destino, en muchos casos no tienen ni idea de lo que hace su unidad. Es decir, igualito que los jefes que pueda tener cualquiera en una empresa privada. El mundo militar cada vez se parece más al civil, aunque con guardianes de las esencias de antaño, y uno de ellos es el coronel Juan Batista González, autor de este libro que llevaba años en mi estantería sin leer por el respeto que me imponía. Es, además, el último libro que me he comprado de primera mano en una librería, sin referencias ni nada, pagando los 28.10 eurazos uno tras otro, en vez de esperar a que Amazon lo tenga de segunda mano a 99 céntimos. Es por ello, doblemente, testigo de una época que se acaba.
Españoles desde siempre
El libro deja claro desde el prólogo (firmado por un teniente general) de qué va la cosa: de concienciar sobre la necesidad de una defensa de los intereses nacionales con visión estratégica, tema en el que andamos flojos porque “desde la Guerra de Independencia, que en parte fue también una guerra civil, si quitamos el conflicto hispanoamericano con motivo de las guerras de Cuba y Filipinas, no ha habido en realidad más que guerras civiles y coloniales…” Los profesores de mi colegio debían ser todos miembros del Komando Edukación de la ETA porque yo siempre creí que lo de Cuba y Filipinas también fueron guerras coloniales, pero se ve que eran tan españolas como Cuenca o Sidi Ifní. Aunque estos 200 años de paz con nuestros vecinos europeos tienen su mérito, algo me dice que no nacen de un pensamiento a largo plazo ni de unas infinitas ansias de paz, sino de hacerle la pelota a la potencia que toca en cada momento (y cambiando de chaqueta, cual Invicto Caudillo, con una campechanía y un tronío sin igual). Si quieren llamar estrategia a eso, pues vale, pero el tope que estoy dispuesto a pagar por eso son 15 euros.
Juan Batista González, coronel de artillería, máster en Altos Estudios Internacionales, director de la Escuela de Logística del Ejército y por lo que veo en Google imputado en su día por el 23-F, escribe este libro en 2007, pleno auge de la era Zapatero, cuando él ya tiene 65 años. Indica que “recibe el encargo” de escribirlo, aunque sin indicar de quién, y que buscará un equilibrio entre tres al describir las necesidades estratégicas, los ideales políticos, y las decisiones tácticas que se derivan del conflicto de ambos. Hasta ahí, de acuerdo, con tal de enterarme de una vez qué pensamientos estratégicos ha habido en España, más allá de la defensa de absurdos intereses dinástico. Y va el autor y empieza por la prehistoria, con pinturas rupestres de 10000 años de antigüedad que muestran a dos tribus matándose a flechazos. Ya entonces había españoles, se ve, y ya entonces había guerra, entendiendo la guerra como un propósito que exige organización y estructuras; vamos, que si no hay militares de por medio, solo será una pelea de bar. Y los tíos luchaban incluso con varias flechas clavadas en el cuerpo, aunque el autor tiene la honradez de reconocer que seguramente no sería por bravura, sino porque romper filas y correr era una sentencia de muerte. Sin embargo, algo desentona: los caudillos de ambos lados (identificados con adornos en la cabeza) luchan en primera línea del frente. Lo que nos lleva a sospechar que no eran del todo españoles… o que los pintores rupestres eran los dignos antecesores de la prensa española.
No es hasta las guerras entre griegos y fenicios que empezamos a ver algo de estrategia. La victoria de estos últimos en la batalla de Alalia deja en sus manos en Mediterráneo Occidental y el acceso al Estrecho, asfixiando al reino de Tartessos, primera entidad política importante de la Península, que acaba desapareciendo. Los fenicios se dedicarán a dividir y controlar a las distintas federaciones de tribus celtíberas, para actuar a todos los efectos como élites extractivas, usando los beneficios para financiar sus guerras con Roma. Aparece aquí Aníbal Barca, al que el autor no describe como español, pero no se corta de citar a otros que lo hacen, merced a su vivir en la Península desde los nueve años y a “su esposa española” (algo que se repite a menudo: cuando Batista quiere soltar alguna retro-consigna, no lo hace él pero se pone a citar a sus fuentes inspiradoras, en cuya selección hay un evidente sesgo).
Derrotada Cartago en las “guerras anibálicas”, Roma hereda toda la red clientelar cartaginense en Hispania: en Levante y en la Bética, ciudades y federaciones íberas ya altamente civilizadas, merced a su prolongado contacto con griegos y fenicios. En el resto, tribus celtíberas a duras penas asentadas y que viven de la ganadería, de una rústica agricultura, y de razias ocasionales en las zonas ricas. Precisamente esta amenaza de saqueos lleva al Sur y al Levante a buscar el paraguas de Roma, que a mi entender jugará un hábil doble juego durante 200 años: mantener a raya a los celtíberos, pero sin aplastarlos, no sea que los pagadores de impuestos decidan que no necesitan a los romanos. El autor, por supuesto, prefiere apuntarse a la teoría de “qué bravos los hispanos, que Roma tardó dos siglos en someterlos”.
En este sometimiento, juega un importantísimo papel la ciudad de Numancia. Quien visite hoy las ruinas de la ciudad, dudará de lo que ven sus ojos: ¿este páramo fue la clave de la conquista romana? Pues sí, resulta que controla uno de los accesos naturales desde el Mediterráneo a la meseta: el pase del valle del Ebro a la submeseta norte (el otro acceso es el boquete de Almansa, para la submeseta sur). Tras la caída de Numancia, la suerte de los celtíberos estaba echada, conservando su independencia solo astures, cántabros y vascones.
Con el tiempo, la Bética y el Levante se romanizan e integran económicamente en el Imperio; por otra parte resulta costoso mantener tantas legiones en Hispania que son necesarias en otras fronteras, y además llegan noticias de yacimientos de petróleo oro en León y Asturias, de modo que el emperador Augusto decide poner fin a la conquista con las Guerras Cantábricas, una operación humanitaria que se convierte en una guerra de exterminio en toda regla, para dejar claro cómo se las gastan los romanos y que nadie crea que en cuanto se vayan las legiones, esto va a ser Jauja. Además, ya antes y durante la guerra, afirma el autor con mentalidad netamente militar, es el ejército romano el que se encarga de romanizar a Hispania, construyendo carreteras y asentamientos, y empezando a crear la conciencia nacional. El fin del Imperio y la invasión de los visigodos le darán a esta conciencia nacional el toque final: ya podemos hablar de “España”.
Españoles de Alemania
Solo han sido necesarias 100 páginas (de unas 500) para poder izar la bandera. 100 páginas que a ratos me parecieron un artículo del ABC estirado al infinito, porque esos son el tono y el vocabulario que usa el autor: el de un columnista del ABC de página de sábana. Francamente, a ratos yo hubiera preferido un “¡se romanicen, coño!”
Los visigodos, resulta, eran lo mejor que le podía pasar a este país: primero, por fieles aliados de Roma, a la que ayudan a derrotar a los hunos en los Campos Cataláunicos, y ya se sabe que la lealtad es la primera virtud castrense (el saqueo de Roma se le ha pasado por alto al autor). Segundo, eran cristianos; arrianos, eso sí, pero gente de misa al fin y al cabo, y además eso demuestra que no eran unos oportunistas como Clodoveo, oiga, que se bautizó católico solo para hacerse con la Galia (lo de agarrarse con cerrazón fanática a una fe ya caduca para el resto de la humanidad es Marca España pata negra desde los tiempos godos). Y por último, eran gente de orden, como corresponde a un pueblo de origen alemán.
Los godos se asientan en la submeseta norte, aunque fijan la capital en Toledo, y desde el centro proyectan su poder hacia la periferia: arrinconan a suevos, astures y vascones en sus montañas, y arrebatan la costa mediterránea al Imperio Bizantino de Justiniano. ¡Ha nacido el centralismo! Batista González saca aquí algunas citas de San Isidoro de Sevilla para justificar que aquella arcadia feliz ya era “España”, con habitantes unidos en un empeño común a pesar de las diferencias de raza, religión y estatus social. Francamente, si en el año 3500 alguien quiere probar que Europa existía y era una realidad allá en el 2000, le saldrán citas similares.
Como siempre, lo bueno no puede durar, y las conjuras de los nobles, la pérdida de sentido moral de la Iglesia (que coronaba a un rey y al año a su asesino), y una inoportuna revuelta de los vascones (que hace que Don Rodrigo esté en el norte luchando con ellos cuando desembarca el moro Muza, ¿a qué espera Libertad Digital a publicar un dossier sobre el tema?) permiten a un ejército musulmán entrar en la Península y derrotar a Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Siendo el reino visigodo un estado tan centralizado, a la derrota y muerte del rey el reino entero se desmorona.
Españoles verdaderos contra españoles falsos
La invasión musulmana deja España dividida en tres franjas, que en realidad son cuatro: en las montañas del norte, los españoles verdaderos, herederos de los godos y los astures, que ya soñaban con recuperar toda la tierra que se les había usurpado. Luego, una franja de tierra de nadie, que se correspondería con la cuenca del Duero. Y al sur de esta, el Emirato y posterior Califato de Córdoba, que a su vez se divide en dos mitades, separadas por Sierra Morena: la Bética, verdadero núcleo de poder de los invasores mahometanos/muslimes/islamitas/musulmanes (sorprende el número de nombres que les pone el autor, que, eso si, no dice “moros” en ningún momento), y lo que queda por encima, es decir: submeseta sur, zona de Levante, y valle del Ebro, que según Batista estaban escasamente colonizados y eran poco más que marcas fronterizas, siempre dispuestas a rebelarse o independizarse de Córdoba si intuían alguna debilidad. Siendo objetivo de razias por parte del norte y del sur, nunca pudieron adquirir fuerza propia.
Aquí habría material de sobra para hablar de estrategia: de las razones económicas y demográficas para expandirse hacia el sur, y de la estrategia seguida por los reinos cristianos para asegurarse las franjas antes mencionadas, enlazada con la táctica de guerra habitual, que era hacer correrías y, más tarde, una batalla grande cada 50 años o así. Pues no. Media Reconquista queda reducida a un ideario que te hace volver al texto de la solapa para confirmar que el autor nació en 1942 y no en 1842. Y sepa usted que si cree que Don Pelayo fue el primer español, Batista le tachará de reduccionista. ¡España existía mucho antes!
En primer lugar, los cristianos vencen porque tienen Voluntad de Vencer, combinada con –aunque solo desde el siglo IX- Libertad de Acción. Las mayúsculas son de Batista. Segundo, España era de los españoles cristianos por derecho divino, y eso les daba derecho a expulsar a los falsos españoles musulmanes, que España era cristiana porque libremente abrazó esa fe en el siglo II. Y tercero, tienen a Dios en persona como Commander In Chief, al apóstol Santiago y al Cid Campeador como tropa de choque, y al Camino de Santiago como vía de vertebración tan eficaz que no sé a qué espera Rajoy a ponerle una línea de AVE. Casi da risa leer como, en una única frase subordinada, Batista elude debatir si en Compostela realmente están los restos del apóstol, y a la vez se las arregla para negar condición de europeo a quién no comparta su opinión:
…(y no entraremos en el debate de si pertenecían o no [los restos] al discípulo de Cristo: lo creyó Europa entera y lo sigue creyendo hoy día)…
Tras perder de vista sus objetivos, se divide el Califato en pequeñas y orgullosas naciones independientes, que quedan a merced del norte cristiano, donde la taifa de Castilla se ha secesionado vilmente del Reino de León, caído en la molicie, sin tener en cuenta el bien común ni los objetivos supremos a largo plazo. Lo cual demuestra que el éxito lo justifica todo en esta cosmovisión, y por eso Batista pone la frase anterior al revés. Ganadas las dos franjas mesetarias intermedias, la batalla de las Navas de Tolosa (o de los Tres Reyes, nombre que a Batista le gusta mucho más, donde va a parar) en 1212 cimenta definitivamente la superioridad cristiana, lograda además con la ayuda de todos los reinos españoles. Bueno, salvo León, que andaba a la greña con Castilla, pero con la ayuda de Dios eso se resuelve con un matrimonio real una generación más tarde. Y Portugal, cuya independencia para el autor no fue “antiespañola” sino “anticastellana”, que en el fondo los portugueses eran tan españoles como los gallegos.
Aún no ha acabado la Reconquista, justificada simplemente con “esta tierra es nuestra desde los tiempos godos y nuestro Dios es verdadero y el vuestro falso, y además es que nos sale de las narices porque tenemos Voluntad de Vencer”, y yo ya me estremezco pensando en cómo se las arreglará el autor para justificar todo lo que viene tras el siglo XVI, cuando los españoles pasan a ser los que invadan a otros. Mientras tanto, corrijo el valor real del libro a unos 8.15€.
Y si el palabro “retroconservador” aún no está patentado, me lo pido.
Españoles castellanos
Tras la batalla de las Navas se establece la España de los cinco reinos, y volvemos a ver algo de estrategia, resumida muy sucintamente en “los reinos proponen, Castilla dispone”. Castilla es el único reino con suficiente fuerza para planificar y ejecutar una estrategia a largo plazo, y para variar lo hace con inteligencia y visión, basándose en cinco sencillos principios estratégicos.
En primer lugar, la unión dinástica con León para adquirir profundidad estratégica. La antigua taifa rebelde de los leoneses se ha comido al reino padre, por así decirlo, que pasará a un segundo plano. ¡Ni siquiera ha logrado ser Comunidad en la España de las Autonomías! Mis conocimientos de política leonesa se limitan a las pintadas que vi en una visita al casco viejo de la ciudad, pero parece que no lo llevan muy bien.
En segundo lugar, Granada –el más grande de los reinos de taifas que quedan tras la batalla de las Navas- no es una amenaza. Es demasiado débil para amenazar a Castilla, pero tampoco es fácil de atacar, protegido por las montañas y por una serie de fortalezas defensivas para cuya toma las técnicas de asedio (las “artes poliorcéticas”, dice Batista – este libro ha hecho más por mi vocabulario medieval que toda la fantasía heroica) no han progresado aún lo suficiente. Además, en un tiempo donde la política de los reyes se ve condicionada cada vez más por el dinero, y donde las ciudades, la nobleza y las Órdenes Militares se niegan a pagar impuestos apoyándose en sus fueros, las parias de los nazaríes se convertirán en el principal ingreso de la Corona, otra razón para que no le interesa conquistar Granada. La Reconquista se detendrá por dos siglos, durante los cuales la frontera con Granada apenas cambia.
En tercer lugar, el verdadero peligro para Castilla consiste en una nueva invasión desde el Magreb, como lo fueron las del moro Muza, los almorávides y los almohades. Para prevenirla hay que asegurarse el control del Estrecho, de modo que el avance castellano no irá contra Granada, sino que bajará por el Valle del Guadalquivir hacia Cádiz y el Campo de Gibraltar, que será fortificado con ciudades amuralladas leales a la Corona. Además, Castilla comienza a construir una flota propia. La derrota de los benimerines –la última invasión de España desde el Magreb- en la batalla del Salado (1340) demuestra lo acertado de esta estrategia. De paso, este avance separa a Portugal de los dominios musulmanes y le impide crecer más.
En cuarto lugar, la conquista de Murcia. Esto, que puede parecer un movimiento menor, especialmente teniendo en cuenta la escasa riqueza y población de Murcia en aquel momento, resulta clave para cerrar el desarrollo territorial del reino de Aragón, que pierde frontera con tierras musulmanas. Batista nos lo vende como “intereses complementarios”, con ambos reinos dividiéndose el mundo: para Castilla la tierra, para Aragón el mar. Aragón dirigirá sus energías a la conquista de Sicilia, Cerdeña, Nápoles y hasta de Atenas, gracias a los almogávares, pero a mí me da que quien gana es Castilla, que se asegura para sí misma las parias y territorios musulmanes, y aísla a los demás reinos peninsulares unos de otros. Además, gana una salida al Mediterráneo y el excelente puerto natural de Cartagena.
En quinto lugar, una alianza con Francia, provechosa para ambos. Esto elimina el peligro de una guerra en dos frentes, y permite a ambos concentrarse en el enemigo principal, que en el caso de Francia es el Imperio Angevino en el curso de la Guerra de los Cien Años. Ayuda el hecho de que los Pirineos conformen una excelente frontera natural y que no haya apenas conflictos territoriales.
Con estos principios básicos bien cubiertos, los gobernantes castellanos ya se pueden dedicar a lo de siempre: candidaturas olímpicas fantasías imperiales en las que despilfarrar dinero público y que no tienen ninguna utilidad. Fernando III construye catedrales como quien pone un AVE en cada pueblo. Alfonso X se postula para emperador del Sacro Imperio. Sus descendientes a su vez tendrán que lidiar con toda una serie de revueltas nobiliarias. Dice mucho del buen planteamiento anterior que pese a todo esto no surja ninguna amenaza estratégica para Castilla durante el resto de la Edad Media.
Españoles, Reyes y Católicos
Tras el parón causado por la peste y las revueltas internas, llegan los Reyes Católicos para retomar la Reconquista. Militarmente, su reinado conjunto comienza con una guerra civil en Castilla por el trono, sigue con la larga Guerra de Granada, y finaliza con las guerras de Italia; guerras durante las cuales se aprecia una importante evolución en la táctica militar: poco a poco, las armas de fuego hacen obsoleto al caballero acorazado. La nobleza, la única que podía permitirse el caro entrenamiento y equipamiento para ser caballero, pierde poder en beneficio de las ciudades y sus milicias, y la infantería –hasta ahora un mero elemento defensivo- pasa a ser el protagonista de las batallas. Los Reyes Católicos se apoyarán en el pueblo más que en la nobleza –que había acumulado mucho poder durante el siglo anterior- para construir un estado moderno y asentarlo estratégicamente.
La razón para tomar Granada se deriva de la unión entre Aragón y Castilla: esta unión hereda todos los conflictos externos de ambos reinos, y conviene ir resolviendo asuntos para no tener frentes abiertos por todos lados. Acertadamente, las conquistas de Granada y Navarra cierran el desarrollo del reino peninsular. Desgraciadamente, fuera de la Península no saben decir “hasta aquí”, y se crean demasiados problemas.
En primer lugar, el buen rollo de Castilla con Francia no se extiende a Aragón, que poseía el Rosellón y le disputaba a Francia amplias posesiones en Italia. Puestos a elegir entre mantener la alianza o atizarse por Nápoles, los Reyes Católicos, como buenos españoles, optan por soltar yoyah. Batista afirma que España gana Nápoles. Yo digo que Nápoles la ganan los Reyes para darles carguitos a parientes y amigotes, y España consigue dos siglos de enemistad visceral con Francia. Será que no tengo un Master en Altas Relaciones Internacionales.
En segundo lugar, España se estila como defensor de la cristiandad ante la amenaza turca. Por ello, se mete en las guerras de Italia (se supone que Nápoles es necesario como muro defensivo del Mediterráneo Occidental frente al Imperio Otomano) y en el norte de África. Se ha discutido mucho sobre cómo habría resultado un intento de conquista del Magreb, pero la falta de recursos que ya se intuye solo permite conquistar algunas plazas para intentar controlar la piratería.
En tercer lugar, la absurda política matrimonial de los Reyes Católicos, casando a Juana la Loca con Felipe el Hermoso, va a crear una colección de territorios sueltos imposibles de defender y que heredará Carlos I.
En cuarto lugar, la vocación atlántica lleva a la conquista de las Canarias, y a través de ellas al control de las rutas hacia América y el oeste africano. Esta empresa sí que dará dinero en el largo plazo, pero también drena recursos. En suma, la política de los Reyes Católicos sienta ya las bases para lo que caracterizará a toda la España de los Austrias: buen aparato militar, colonias que esquilmar, e infinidad de frentes donde malgastar recursos.
Españoles en el Mundo
Batista dedica unas cuantas páginas a la conquista del Nuevo Mundo, incluyendo amplias loas al “estratega” Hernán Cortés, coronadas con un “Momento Marhuenda” (te ríes por lo absurdo de ver fantasmadas así por escrito, seguido de un escozor en tu corazón cuando te das cuenta de que hay gente que se cree esas patochadas) cuando justifica la toma de México:
Cortés fue estudiante de leyes en Salamanca. No se graduó, pero algún conocimiento obtuvo de su vida universitaria, lo que se colige de su diplomática actuación ante Moctezuma (arrancándole la cesión de soberanía), durante la primera ocupación […] logró del emperador mexica la sumisión a la autoridad del rey de España, de forma que esta cesión de soberanía fue el argumento legal por el que el sitio final a la capital azteca resultaba una reconquista, no una conquista…
Vamos, que mucho estado moderno, pero si Moctezuma dice “Bienvenidos, esta es vuestra casa” a través de dos intérpretes, es un sometimiento feudal en toda regla que compromete a todo su pueblo y justifica pasar a sangre y fuego a todo quisqui. En cuanto al argumento del mestizaje, eso de que a diferencia de los anglosajones, los españoles se mezclaron con los indígenas, lo que al parecer hace que su conquista sea mejor que la otra, debe ser la traslación al Derecho Internacional de esas leyes que hay en algunos países, donde si el violador se casa con su víctima, queda absuelto del cargo de violación.
En Europa, se exacerba un poco más la enemistad con Francia, al coronarse Carlos I emperador del Sacro Imperio, y al casarse su hijo, el futuro Felipe II, con la reina inglesa María Tudor. Francia, rodeada de posesiones y aliados de los Habsburgo, desarrolla por necesidad una política antiespañola, incluyendo pactos con Dios, el Turco, el Diablo y quien se ponga por delante, lo que le vale un reproche de Batista, hay que ver esos franceses, que no supieron apreciar la sublime idea imperial, ¡si Carlos I ni siquiera quería la guerra con Francia! Igual que los protestantes, que en el fondo solo triunfaron porque los príncipes alemanes querían usurpar el poder de Roma y quedarse con los bienes de la Iglesia, mientras que Carlos I se movía solo por una honda y sincera religiosidad. O los Comuneros y las Germanías, que no ven con buenos ojos eso de que un reyezuelo de 17 años venga y reparta los cargos del reino entre amigotes imberbes que ni siquiera hablan la lengua del pre-Imperio. O el Papa que era profrancés, o… vamos, todos salvo Carlos I y Felipe II, y tal vez sus confesores. Y la nobleza, que le ayuda contra los Comuneros y recupera su poder anterior. El valor del libro, mientras, sigue los pasos del Imperio Español –es decir, decadencia desde el principio- y cae hasta los 4 euros.
En lo estratégico, contra los Otomanos España pone toda la carne en el asador en Lepanto, victoria que le permite dominar el Mediterráneo y meter así una cuña entre las provincias europeas y africanas de los turcos. Contra los ingleses, la Grande y Felicísima Armada (curiosamente Batista usa el mote que le pusieron los ingleses, el de la “Invencible”) la pifia. Cosas de poner al cargo a un militar de tierra. Pero en su momento ni siquiera fue la catástrofe que hoy queremos ver, solo una derrota temporal. Se volvió a derrotar a los ingleses posteriormente, e incluso a ocupar Paris (1591), para imponerle a Francia un rey católico. El siglo XVI fue un siglo español.
El siglo XVII en cambio es de decadencia. En lo estratégico, esto se plasma en el enfrentamiento entre dos escuelas militares, la italiano-española, y la franco-holandesa, con victoria de esta última. Grosso modo, la escuela italiano-española representó el triunfo de la infantería sobre la caballería medieval, y la franco-holandesa a su vez la de las sociedades mercantiles sobre las estamentales: la logística, la tecnología y el dinero se vuelven cada vez más importantes en la guerra, y los comerciantes de Ámsterdam están mejor preparados para estos cambios que la alta nobleza española. En el plano político, Inglaterra abraza su vocación marítima y buscará el equilibrio continental. Para ello, irá contra España, pero no demasiado, no sea que Francia se haga demasiado fuerte. Francia a su vez busca una salida hacia el Este debilitando al Sacro Imperio y quebrando el poder de los Habsburgo, cosa que logrará de sobra gracias a la Guerra de los Treinta Años.
Se suele apuntar a la derrota de los tercios en Rocroi como hito en esta decadencia. En la perspectiva lo es, en su momento no debió serlo tanto porque Borbón-Condé, el general francés que triunfó en Rocroi, pasa a servir al rey de España nueve años después y hasta es nombrado gobernador de los Países Bajos. Aún así, las paces de Westfalia y de los Pirineos marcan inequívocamente el declive, hasta el punto de que el Rey Sol devuelve territorios a España – sabiendo que un Borbón heredará el país a la muerte de Carlos II. Efectivamente, El Hechizado, preocupado por mantener unido el patrimonio del los Austrias Españoles, decide nombrar heredero a un miembro de la nueva potencia europea, Felipe de Anjou, nieto del Rey Sol.
Españoles al servicio de Francia
Impuesta la nueva dinastía tras una guerra de 14 años de nada, y unificados administrativamente los reinos con el Decreto de Nueva Planta, entra España en el siglo de las Luces, donde la “misión católica” es sustituida por la racionalista razón de estado, quedando España, según las citas de Batista, “desnaturalizada”. Perdidas las posesiones europeas en el Tratado de Utrecht, España se lame las heridas y se retira a cuidar su imperio colonial, limitándose al seguidismo con Francia en su política europea. Aún así, resulta ser un buen siglo: recuperación demográfica y construcción de una flota potente, recuperación de Menorca (no así de Gibraltar), y al menos no mandamos a medio ejército a morir por Flandes cada veinte años. De hecho es un plan tan bueno que uno no puede evitar pensar en cómo estaríamos ahora de haberlo aplicado dos siglos antes, en pie de igualdad con Francia.
El cambio estratégico más importante del siglo XVIII, merced a las innovaciones tecnológicas (sobre todo navales), es que la estrategia se vuelve global. Las guerras ya no serán por cuatro fortalezas en Flandes, sino por continentes enteros, e Inglaterra juega a este juego mejor que nadie. En la Guerra de los Siete Años, con Francia fracasando ante una Prusia que empieza a mostrar sus dientes, Inglaterra barre a la flor de Lis de Norteamérica y la India (Francia le devolverá el detalle veinte años después apoyando a los Estados Unidos en su Guerra de Independencia). Contra España, todavía segunda potencia marítima global, Inglaterra intenta una y otra vez meter una cuña en el Caribe atacando el eje Florida-Portobello-Panamá, apoyándose en su colonia de Jamaica, para dividir los dominios españoles.
España, que juega una estrategia mayormente defensiva en este siglo, se apoya en sus milicias y en ciudades amuralladas para contener la acometida británica, con el triunfo en Cartagena de Indias como paradigma: la mayor operación anfibia hasta el Desembarco de Normandía, y fracasó miserablemente. Incluso, España pasa a la ofensiva: apoya a las Trece Colonias, envía colonos y misioneros a Norteamérica, y busca monopolizar la costa del Pacífico del continente americano, creando las misiones de California y llegando a edificar un fuerte en Vancouver (donde choca con la esfera de influencia rusa).
Españoles sin rumbo
La Revolución Francesa pone todo este esquema patas arriba. ¿Qué debe hacer España, ponerse contra la Revolución y verse envuelta directamente en guerras europeas, con un enemigo a las puertas, o mantener la alianza con Francia y tener enfrente a Inglaterra y al resto de Europa? La solución elegida por nuestros próceres es muy campechana: hacemos ambas cosas, y nos llevamos lo peor de cada opción. La alianza con Francia lleva a la derrota de Trafalgar y abre las puertas a la independencia de las colonias (apoyadas a saco por Gran Bretaña), y en la posterior alianza estratégica con Gran Bretaña los ingleses ponen la estrategia (cómo estaría el estamento militar que de comandante supremo hubo que poner a un inglés, el duque de Wellington) y los españoles las bajas y un país arrasado. Encima, ni siquiera nos sentamos en la mesa de los vencedores en el Congreso de Viena. Eso sí, nos queda el consuelo de que Napoleón lamentó mucho haberse metido en el “avispero español”.
En pocos años, surgen rebeliones en los distintos virreinatos de tierra firma en América, y se pierden las colonias, reteniendo solo algunas islas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Fernando VII agrava la pérdida, dice Batista, al no reconocer pronto su independencia, lo que abre las puertas a ingleses, norteamericanos y franceses para comerciar e influir política y culturalmente en las nuevas naciones, apartándolas de la madre patria.
Reducida a un estado-nación más, España se pasa el siglo XIX perdida y sin rumbo, lidiando con el problema militar. A falta de estrategia, Batista nos deleita con la evolución del estamento militar, y con algunas biografías de africanistas, anticipando el fin de siglo y las Guerras de África (tal cual, como si España solita se hubiese enfrentado a un continente). Por primera vez en el libro, salen incluso algunos datos económicos, como la renta per cápita o los kilómetros de ferrocarril comparados con otros países, incluyendo otro “Momento Marhuenda” en el que, con respecto al ancho de vía, Batista cita a un autor que cita a unos técnicos que dijeron que tal vez el ancho más adecuado es el español y no el europeo. ¡No se corte, mi coronel, de poner citas de citas, si toda Europa es imbécil pues debemos saberlo!
Eso sí, en cuanto hay un poco de estabilidad interna, no faltan operaciones militares: la Guerra del Pacífico, intervención en México (una “operación de paz” de la que nos retiramos en cuanto vimos las aviesas intenciones de los franceses), en la Cochinchina… pero incluso Batista reconoce que no hay mucha estrategia en mandar soldados a lugares remotos por minúsculos intereses comerciales. Cosa distinta es el norte de África, vecino de España y donde los otros estados europeos (pero sobre todo Francia, que amenazaba con hacernos la pinza desde el norte y el sur) se están repartiendo colonias. La cosa avanza a trompicones cada dos años, porque Sagasta era africanista y Cánovas no.
Pero antes de lanzarnos a saco a por África, viene la guerra Hispano-Americana, una nueva perla de Batista. Estratégicamente la guerra estaba perdida desde el momento en que estalla el Maine, y si me apuran incluso antes, porque el mero hecho de que Estados Unidos pudiera mandar un crucero de combate al puerto de la Habana y que España no tuviera arrestos para negarle la entrada ya lo dice todo sobre la relación de fuerzas. ¿Se imaginan a un crucero soviético en el puerto de Saigón en 1971? Estados Unidos nos aventajaba ampliamente en número de efectivos y capacidad industrial, tenían de su lado a una guerrilla local –otra cosa es lo que vino después-; el escenario bélico estaba mucho más cercano a sus puertos que a los nuestros, y su flota era muy superior a la española. Ni siquiera Batista podría afirmar que pudimos ganar esa guerra. ¿Cómo titula entonces el capítulo principal sobre esta guerra? Pues “Una batalla que pudo no haberse perdido”. Y además resulta que nuestra intención era aplastar a los cubanos para después darles la independencia:
Tanto Cánovas como Sagasta y años antes Prim, estaban persuadidos de que, tarde o temprano, Cuba habría de acceder a la independencia. Pero los tres coincidieron en que, dados los afectos e intereses que la ligaban con España, su separación debía ser honorable y posterior a una paz sólidamente pactada.
Como era de prever, los americanos desembarcaron sin problemas y avanzaron hacia la Habana y Santiago de Cuba. No obstante, los españoles, bien pertrechados y guarnecidos en sus defensas, les pararon por un tiempo a las puertas de Santiago, mientras el clima tropical hacía estragos entre los yanquis (expresión de Batista, no mía). Es en ese momento cuando la flota española, buscando un puerto más seguro (es decir, huyendo, al parecer por órdenes de Madrid), sale del puerto de Santiago de Cuba y es hundida por los americanos sin apenas bajas propias. Sin flota no tiene sentido mantener Cuba, y España se rinde, “invicta” en los combates en tierra. Leyenda similar surge en Filipinas con los “últimos de Filipinas”, unos soldados que aguantaron varios meses contra las fuerzas americanas, hasta que se les pudo convencer de España se había rendido (lo de las comunicaciones con Filipinas era un problema que venía de lejos, durante el siglo XVIII los ingleses pudieron capturar Manila porque, pasado un año de la declaración de guerra, la noticia aún no había llegado a Filipinas; de hecho no había ni gobernador, y el arzobispo de Manila asumía sus funciones). Mientras, el valor del libro entra en una zona que si esto fuese la Bolsa empezarían a correr rumores de contrasplit.
Españoles en casa
Tras este episodio, España queda definitivamente reducida a su territorio actual, aunque busca expandirse por el norte de África. Y algo le cae en el norte de Marruecos, aunque no por habilidad sino porque las otras potencias están tan enfrentadas entre ellas que prefieren que se lo quede un estado menor y neutral. Neutralidad que España mantiene durante la Primera Guerra Mundial, entre otros factores porque la mujer de Alfonso XIII era inglesa y su madre austriaca, y claro, el pobre hombre no pudo decidirse. La madre del Kaiser Guillermo era inglesa, pero a él no le tembló el bigote.
Tras la guerra mundial, llegan los felices años 20, que en España son felices porque tenemos a un genio llamado Primo de Rivera que monta un régimen de puta madre y fetén, y que nos resuelve, Desembarco de Alhucemas mediante, el problema africano. Normal, cuando un militar está al cargo de las cosas. Ese habría sido un buen momento para retirarse, pero Primo de Rivera decidió sacrificarse y quedarse más tiempo, y en ese tiempo sobrevino desde fuera la crisis del 29 y todo se va al traste y llega la Segunda República.
Lo que sigue es lo que se imaginan, rollo “la Guerra Civil empezó en el 34”. Sobre su desarrollo estratégico, Batista le echa algunas flores a Franco -obligado a su pesar a aceptar la ayuda de Hitler y Mussolini, cuando él sentía afinidad por Churchill- y afirma que supo llevar mejor la guerra gracias a un mando estratégico único, y a saber adaptarse con habilidad al escenario internacional en cada momento. Así, mientras la República intentó usar su superioridad inicial en hombres y material soviético de forma muy poco dinámica (ofensiva de Brunete), los sublevados al principio optaron por usar su movilidad superior para unir sus territorios; una vez caído el frente norte, pasan a atar los ejércitos de la República montando defensas en las que atrapar sus recursos superiores pero poco móviles, para machacarles y luego contraatacar. El ejemplo paradigmático fue la batalla del Ebro, donde la República concentró todos sus recursos para revertir la partición en dos de su territorio, y solo logró que fuesen bombardeados durante semanas para luego retirarse sin opciones de victoria ya.
Franco sortea luego la Segunda Guerra Mundial. Queda la duda de si España pudo haber cambiado el curso de esa guerra mediante la Operación Félix (toma de Gibraltar y cierre del Estrecho); Batista lo deja en el aire y en general alaba la habilidad de Franco en arrimarse al Reino Unido, que tras la guerra evita en Potsdam que Stalin pueda imponer una operación conjunta de los Aliados contra España. Cuando estalla la Guerra Fría, Franco integra a España en el sistema de defensa americano, y aquí paz y después gloria.
Españoles a día de hoy
Poca estrategia queda ya, una vez que nuestra soberanía se la reparten Washington, Bruselas y Frankfurt. Batista nos cuenta un poco de historia de las Fuerzas Armadas, de las infinitas ansias de paz del franquismo (hasta el punto de que ocultaron una guerra, la Guerra Olvidada de Sidi Ifní), de la Conferencia Iberoamericana y de la resolución del problema del Sáhara. No quisiera hurtarles una perla al respecto:
La presencia de Juan Carlos en la zona [del Sáhara Español el 2 de noviembre de 1975] puso a las tropas en disposición moral para asumir disciplinadamente el posterior desarrollo de los acontecimientos.
Y otra sobre el 23-F:
…confuso episodio (que ni fue pronunciamiento ni tampoco golpe de estado, sino una aparatosa asonada) del 23 de febrero…
Hoy (bueno, en el 2007) España es una nación avanzada del Primer Mundo, lo cual según Batista conlleva tener que participar en ciertas obligaciones que conllevan acciones bélicas, para lo cual a la sociedad española, al parecer, le falta una conciencia de defensa y de apoyo a nuestras Fuerzas Armadas –ojo, traca final y Momento Marhuenda-, las cuales tanto han contribuido a nuestro bienestar actual:
La Transición, a cuya resolución positiva han contribuido nuestros ejércitos mediante generosas renuncias…
Resulta que si tenemos democracia no es por la voluntad ciudadana, sino por las “generosas renuncias” de los militares, que supongo que generosamente renunciaron a aparcar sus tanques en el Congreso. ¡Gracias, señor Batista, por renunciar tan generosamente para que tengamos democracia, y por favor no se levante, o mejor levántese y déjeme su silla, que me estoy mareando!
Conclusión: I want my money back!
La estrategia es el arte o traza para dirigir un asunto. Es decir, un arte racional, dirigido a lograr una victoria o alcanzar un objetivo, sin entrar demasiado en las motivaciones, como una partida de ajedrez. Al menos es lo que yo me esperaba. Imaginen que se compran un libro sobre la final del mundial de ajedrez entre Bobby Fischer y Boris Spassky, llamada por ejemplo “Reikiavik estratégica”, creyendo que se van a encontrar un análisis pormenorizado de cada partida, y en lugar de eso por cada página de ajedrez hay dos páginas de historia de la Guerra Fría, otras dos de apología del capitalismo, otra con los problemas familiares de los jugadores, y una más que pretende demostrarle que la victoria de Fischer es la prueba definitiva de la superioridad de una sociedad libre. ¿Se siente estafado? Pues ya somos dos.
La poca estrategia que hay la he resumido en esta crítica (que me ha salido un poco larga, pero quiero asegurarme de que pongo todo lo interesante para que ni se les ocurra comprar el libro), el resto es apología de ranciofacts. ¿Que los españoles ganan? Pues es porque tienen Voluntad de Vencer e inspiración moral, espiritual y divina, y los otros no (es decir, son machotes y los otros unas mariconas). ¿Qué los españoles pierden? Pues nunca es por falta de Voluntad de Vencer, porque eso sería reconocer que son mariconas o que Dios no está con España, conceptos metafísicamente imposibles para Batista. No, siempre es por errores estratégicos, y casi todos de los gobiernos civiles y a veces de los reyes, nunca de los militares. Si acaso, conjuras de los malvados extranjeros, porque España nunca nunca nunca ha sido malvada, sus intenciones siempre son puras y elevadas, y todo lo que hace tiene su justificación moral.
Como dije, sin soberanía no hay mucha estrategia que podamos hacer. La única que ahora mismo se me ocurre es nuestra posición en la enemistad Argelia-Marruecos, donde por razones que se me escapan nuestros gobernantes tienden a ser promarroquies, cuando yo creo que Argelia nos conviene más. Para todo lo demás, ya está el tío Sam para decirnos lo que debemos hacer. Incluso hemos adaptado nuestras Fuerzas Armadas a sus necesidades y las hemos convertido en fuerzas de intervención en medio mundo. Se supone que a cambio estamos protegidos por la OTAN, pero esa protección no incluye a Ceuta y Melilla, que son realmente el problema porque para proteger la Península contra Marruecos el Ejército se basta solo, y se bastará al menos otro siglo.
España no aspira a grandes gestas ni a dominar el mundo, le pese a quien le pese. Ya lo hicimos una vez y no tenemos prisa por repetir. El deseo de los ciudadanos es que todo siga más o menos como está, que bastante tienen ellos con salir adelante en lo suyo. Eso no quita que no podamos pensar estratégicamente y mejorar la situación general del país, pero no será moviendo ejércitos sobre mapas como piezas de ajedrez. Batista tendría que haber nacido 200 años antes. Y yo tengo que leerme al menos las introducciones antes de palmar 28.10€ por un libro.
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Comentario de asertus (09/10/2013 17:00):
Me lo acabo luego, el libro será malo como historia, pero tiene mucha gracia y suple un poco a los vagos de la Histeria de España que nos tienen a dieta desde hace tanto…
Para que luego los franceses quieran cargarse Amazon…
Comentario de sinanpacha (09/10/2013 17:05):
Muy grande. Da que pensar el espíritu de sacrificio que aflora en estas páginas, sea en las recensiones televisivas de Alvaro o en ejemplos como este. Se nota que son españoles, prestos a dar la vida si fuera menester por estos sus lectores. Se agradece. En otro orden de cosas, preocupa la indigencia intelectual que se percibe en el campo de la historia militar cuando está a cargo de gente vinculada a nuestras fuerzas armadas. Ranciedad, lugares comunes, inmovilismo y falta generalizada de lecturas definen -con alguna excepción que yo, desde luego, desconozco- a nuestros estrategas máximos. Todo muy Marca España, en resumen.
Comentario de Rafael (09/10/2013 17:09):
Y sigue habiendo gente así en el ejército!
Comentario de Latro (09/10/2013 17:17):
Se columpia usted un poco al principio, porque como ya viene a decir mas tarde, resulta que si, Cuba y Filipinas, en el marco de la guerra hispanoamericana, no eran (tan sólo) guerras coloniales – era darse de hostias con el para aquel entonces bisoño pero prometedor aspirante a Imperio.
Y estrategia… pues estrategia ya no hay, mire usted. Por no tener no tenemos ni opción de decir con quien nos aliamos, porque francamente, ni que le importasemos a nadie o tuviesemos algo que ofrecer. El último momento de gran estrategia española fue Aznar en las Azores en plan idiota que lo llevan de comparsa y se cree que es alguien. O sea, ya ve usted el calado de la decisión – ir a hacerle una felación al amo del mundo por el honor de que nos considere sus putillas, si es que se acuerda de nosotros.
La estrategia contraria era alinearse al bloque europeo y esa ha dejado de ser estrategia en el momento en que ya no es opción de uno, sino simplemente lo que hay.
Comentario de Carlos Jenal (09/10/2013 18:58):
@asterus, yo pedí poner “Histeria de España: el libro” en la portada de LPD, pero Guillermo quiere reservársela solo para él, al parecer…
@sinanpacha, muy agradecido. Yo también ansío a un militar que nos describa la historia como una partida de ajedrez y no como un partido de fútbol. Es comparar con Anthony Beevor y desesperarse. Quiero creer que esos militares que se toman su poleo para hablar de lo buenos que son los kiwis para las deposiciones regulares mejorarán el panorama.
@Latro, admito que he venido a hacer sangre; no obstante, la guerra hispanoamericana tampoco es exactamente una guerra convencional entre naciones, como lo fue la de Independiencia. No había amenaza para la Península, y los intereses que defendíamos me da que eran los de los latifundistas (que no permitieron que se aboliera la esclavitud hasta 1880, e incluso habían amenazado 40 años antes con asociarse a Estados Unidos si desde España se emancipaba a los esclavos). Es una guerra por el control de unas colonias, a la wikipedia eso le basta como guerra colonial (http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_colonial).
Completamente de acuerdo en que no hay estrategia ahora mismo.
Comentario de asertus (09/10/2013 21:20):
A propósito de Franco y “arrimarse al Reino Unido”. ¿Alguno ha leído la cantidad de minolles que soltaron al generalato franquista de los primeros años 40 a gravés de March para asegurar la “decisión estratégica correcta? Es de Ángel Viñas, a través de documentos desclasificados en UK.
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-09-23/mas-de-370-millones-de-euros-y-una-guerra-menos_30940/
Las élites españolas siempre desinteresadas colaborando por el bien común (de ellas, claro).
Comentario de Quebec (09/10/2013 22:19):
Algun matiz, Don Carlos:
“Estratégicamente la guerra estaba perdida desde el momento en que estalla el Maine, y si me apuran incluso antes, porque el mero hecho de que Estados Unidos pudiera mandar un crucero de combate al puerto de la Habana y que España no tuviera arrestos para negarle la entrada ya lo dice todo sobre la relación de fuerzas. ¿Se imaginan a un crucero soviético en el puerto de Saigón en 1971?”
España era consciente de la situación cada vez más tensa con unos EEUU cada vez más hostiles hacia España y su presencia en Cuba, por lo que “impedir” la entrada del crucero acorazado Maine en La Habana hubiese sido una provocación para los americanos, y todo ello cuando la doctrina de política exterior del sistema de la Restauración desde Cánovas era precisamente la contraria, la doctrina del “Recogimiento”. Todo ello en el marco en que Europa dejaba atrás los alineamientos de los sistemas bismarckianos para pasar a la época de la Paz Armada y el enfrentamiento entre bloques sólidos, tras el ascenso al poder de Guillermo II “el Tullido” y sus pruebas de fuerza. Así España se vio más sola que la una cuando llegaron las “Yoyahs”, efecto que como conato ya se vio en la Crisis de las Carolinas de 1885 (En la que si Alemania no nos dio hasta el carnet de identidad fue básicamente porque tito Otto no estaba dispuesto a arruinar su politica de aislamiento de Francia por ese ridículo archipielago; De haberlo hecho hubiera provocado a las grandes potencias, GB incluida) y que nuestra clase política, tan grandiosa como siempre, vendió como éxito.
Así que se optó por obviar la realidad de lo que esa visita representaba y por enviar al Vizcaya a Nueva York, episodio del que por cierto hay una vieja grabación cuando el crucero regresaba a casa.
“Estados Unidos nos aventajaba ampliamente en número de efectivos y capacidad industrial, tenían de su lado a una guerrilla local ”
EEUU superaba amplísimamente a España en 1898 en todos los grandes ámbitos estratégicos. Era ya la primera potencia industrial del mundo, tenia gigantescos recursos financieros, tenia una enorme fuerza demográfica y todos los recursos naturales a su alcance. Pero los efectivos del US Army en 1898 no eran mayores que los del Ejercito Español por los recelos históricos de los estadounidenses hacia un poder federal fuerte. De hecho sus efectivos se reducían a unos 30.000 regulares claramente insuficientes frente a los 155.000 regulares y 40.000 milicianos voluntarios de España en Cuba, a sumar a otros 30.000 en Filipinas y otros 12.000 en Puerto Rico. EEUU tuvo que emprender entonces la construccion improvisada de un Army de 275.000 efectivos más con campañas de reclutamiento masivo en el fervor de la propaganda nacionalista que desarrolló con el “remember the Maine” y demás, pero con todo, esos 240.000 extras tenian que ser armados de alguna forma: Lo fueron con fusiles más antiguos que los que tenian los españoles a los que combatian. Las armas mas modernas para armar a esa tropa no llegaron a tiempo, los Kragg & Jorgensen equivalentes al Mauser español (De repetición con cerrojo) eran totalmente minoritarios, los viejos y mayoritarios Springfield 1873 lo eran tambien frente a los fusiles de segunda linea españoles, y eso ayuda a explicar episodios en la campaña terrestre del 98 como los combates en las Lomas de San Juan, El Caney y demás. Al poco de concluir la guerra EEUU resolvió dotarse con otro fusil, el que sería el M1903. De no ser por las deficiencias en el Mando, España pudo causar muchas más bajas al Army y al USMC en los desembarcos (Bastante desastrosos) y en combates posteriores. Sobre la Armada, en conjunto era muy inferior a la Navy, en el teatro atlántico en combate directo era muy inferior a la US Navy, que era tambien nueva en sus modernos buques (Porque tambien el congreso USA habia sido reticente a aprobar dinero para construir acorazados), aunque a cambio era potencialmente más veloz y de mayor autonomía, factores esos que el mando (Cervera) no fue capaz de aprovechar. España no podia ganar esa guerra, sus militares y politicos pudieron haberla luchado algo mejor quizás, pero tampoco ocurrió tal cosa. Por eso muchos han hablado de si los politicos no buscarian en realidad deshacerse ya de la pesadilla cubana y de la sangría humana que representaba, en un momento donde las madres ya se arrojaban a las vias de los trenes que transportaban reclutas (Campesinos pobres e iletrados en general, incapaces de pagar la redencion) a los puertos para ser enviados a las colonias creando un clima de hastío social cada vez mayor hacia las guerras coloniales. Ese era un elemento desestabilizador demasiado preocupante para un sistema tan trampeado como el de la Restauración, creo yo (Colapsó definitivamente, recuerdese, en el marco de otra crisis política y social que tuvo tambien un componente de hastío bélico colonial).
Una lástima si el autor no profundiza más en el papel de la diplomacia franquista en la Segunda Guerra Mundial y como pasa por ejemplo de adular a los japoneses y despreciar a los americanos en 1941 a hacer todo lo contrario en 1944-45, ofreciendo hasta (!) una division de voluntarios para combatir a los japoneses a los EEUU. Tambien lo del acuerdo de 1953, y España y las armas de destruccion masiva que hablabamos en el blog de Guillermo tienen su tela que cortar….
Comentario de Mouguias (09/10/2013 22:32):
Pues para ser tan requetemalo, te ha quedado un articulo muy interesante. La frase esa sobre aliarse con Francia doscientos años antes me ha dejado boquiabierto. Pues tiene razón, oiga, hubiera salido todo diferente! ¿Y dice que nos peleamos con Francia por culpa de los catalanes? Hay que ver!
Ya me escuece darle la razon al arquetipo de militarote rancio, pero es cierto que fueron los romanos los que crearon la idea de España. Una cosa son los delirios nacionalistas sobre una “nacion de tres mil años” y otra cosa es negar lo evidente. En epoca romana ya habia una entidad llamada Hispania, igual que se hablaba de Italia o de Britania. Los reyes visigodos fueron “emperadores de toda España”. Alfonso III se hizo coronar en Toledo para restaurar el orden de los visigodos y se proclamó emperador, a principios del S.IX. Ya en esa misma epoca, casi trescientos años antes de la primera Cruzada, existe ya una propaganda activa para echar a los musulmanes y restaurar la monarquía toledana. En cuanto a los portugueses, hay una frase atribuida a Camoes: “Falai de castelhanos e portugueses, porque espanhóis somos todos”.
Lo dicho, nada tiene que ver la Hispania de la que hablaba Marcial con la cruzada de Alfonso, y ninguna de las dos con la nostalgia franquista de este libro, pero lo cierto es que SI que ha habido una cierta idea de España, al menos a ratos, desde hace dos mil años.
Comentario de emigrante (09/10/2013 23:25):
Lo de españoles de Alemania me ha llegado al alma, vaya una Histeria de España que se ha marcado usted en un solo capítulo, enhorabuena.
Cuán diferente habría sido la historia del mundo si Castilla se hubiera unido a Portugal en lugar de a Aragón, todas las desgracias de Castilla vinieron de la Confederación Catalano-aragonesa, las guerras en Italia, las guerras con el Turco, la Inquisición, la enemistad con Francia… para acabar muriendo en el Vietnam de Flandes. Sin conflictos en Europa y con las flotas de Castilla y Portugal juntas no habrían tenido rival en el el Atlántico para conquistar América y África enteras y el mundo hoy hablaría gallego en lugar de inglés.
Comentario de perri el sucio (10/10/2013 01:14):
sr. emigrante, ¿usted también con la confederación catalano-aragonesa? ¿por qué no estado libre asociado?
al autor: “No había amenaza para la Península, y los intereses que defendíamos me da que eran los de los latifundistas”: ¿eso no define todas las guerras en las que se ha metido cualquier gobierno español en el sentido romano del término – incluída la II república en áfrica?
Comentario de Ananas (10/10/2013 03:10):
A mi la historia de España siempre me ha resultado fascinante por la cantidad de oportunidades perdidas por el camino. Da para historia alternativa y no el rollo ese sobre la guerra civil de Estados Unidos.
Mi anecdota favorita es cuando el sistema criptográfico que usa Felipe II y media Europa es roto por un matemático francés y la leyenda posterior sobre que el Rey recurriendo al Papa, justificando magia negra para la obtención de esa información. Eso me hubiera resultado interesante, aunque hay que decir que el artículo es buenísimo. ¿De verdad en el libro no usa mayúsculas en los nombres propios o es un error de transcripción en las citas?
No me acuerdo exactamente, pero la absurda política matrimonial de los Reyes Catolicos, creo que tuvo bastante sentido como intento de cercar a Francia pero salió como salió.
Comentario de Carlos Jenal (10/10/2013 07:08):
@perri, cierto que eso vale para muchas guerras; en África, sin embargo, corríamos peligro de que Francia se apostara al otro lado del Estrecho – lo cual no quita que los latifundistas (bueno, en este caso las concesiones mineras) hicieran lobby a saco.
Ruego perdón por errores de transcripción, que obviamente son mios.
En cuanto a la idea de España, lleva dando vueltas desde que alguien le puso nombre a la Península, eso no lo niego. Lo que dudo es que fuese un sentimiento generalizado en unas épocas donde el 90% de la gente eran campesinos analfabetos que no se alejaban más de 20 kilómetros de su lugar de nacimiento. E incluso durante la Edad Media, “España” debió ser algo similar a lo que hoy es “Europa”: si, de alguna forma todos somos “europeos”, y hay instituciones, y un “sueño” de unir a todos los pueblos del continente para asegurar su “paz y prosperidad”. ¿Pero realmente “existe Europa”? A lo mejor los periódicos del año 3000 sacan citas de Jean Monet para justificar que se multe a los fruteros de Sevilla por no rotular en alemán dentro de “Europa, Eine, Grosse, Freie”, no lo sé…
Comentario de Alcalá (10/10/2013 08:11):
Carlos,
“Lo que dudo es que fuese un sentimiento generalizado en unas épocas donde el 90% de la gente eran campesinos analfabetos que no se alejaban más de 20 kilómetros de su lugar de nacimiento”
Si eso se lo dices ahora a un nacionalista catalán (cuando te hablan de Guifré el Pelós y tal), te llaman “facha”.
Comentario de Beltza (10/10/2013 10:41):
Tal y como dice Carlos Jenal que la península ibérica se llamase Hispania (tierra de conejos creo que era el significado, no se me rian) no significa que sus habitantes compartiesen unidad de destino en lo universal, igual que no todos los habitantes de las islas británicas lo hacen -A vote pronto a los irlandeses no creo que les hiciese gracia-. Creer que getes de la edad media tubiesen un sentimiento nacial cualquiera que este fuera -inexistente hasta el s.XIX (En el caso español, guerra de independencia)- es no conocer la lógica feudal donde la soberanía era personal (el rey) y no colectiva.
Por arriba han comentado que en la rivalidad Marruecos-Argelia deberíamos apoyar a los últimos (me imagino que por el temas del gas), es posible, pero eso conllevaría que los pescadores se quedasen sin caladeros y un aumento de la conflictividad con el tema de Ceuta y Melilla -por ejemplo que lo gendarmes marroquís en vez de perseguir como a perros a los inmigrantes hiciesen la vista gorda-, eso si, por una vez seríamos coherentes al apoyar a los saharauis sin hacer negocios con Rabat al mismo tiempo.
Gracias por leer semejante revival chusquero por nosotros y por momentazos como: “una inoportuna revuelta de los vascones”. Rompiendo España desde el s.VIII.
Comentario de NoteZirve (10/10/2013 11:07):
Aún no leí el artículo (me lo guardo para el próximo vuelo intercontinental), pero un par de apuntes sobre estrategia de España.
Ahora mismo, ¿qué quiere ser España? EE.UU. es el guardián del mundo; China necesita recursos y los obtiene de manera “sutil”; Francia protege sus mercados coloniales… ¿Pero España? Sin responder a esta pregunta, poca estrategia militar o civil podemos diseñar.
Comentario de Latro (10/10/2013 11:13):
¿Qué cojones tenia que ver el Vietnam de Flandes con Aragón?
Comentario de Beltza (10/10/2013 11:29):
NoteZirve
España es como un expresidente, un jarrón chino que nadie sabe qué hacer con él. De momento están tratando de que el jarrón no se rompa.
Comentario de Mouguias (10/10/2013 11:43):
#13 Creo que en lo de la España milenaria funciona la ley del péndulo: antes te decían que los pintores de Altamira eran “españoles”, ahora parece que el nombre de España era algo así como la placa tectónica o el numero del portal de tu casa, algo sin el menor significado ideologico hasta que la Constitucion de 1812 creó la nación española por decreto. Estoy mas de acuerdo con #11, en epoca medieval y posterior España debia de ser algo parecido a la “Europa” de ahora. “Llibre dels feits del rei en Jacme”, manuscrito Ms. 10121 de la B.N.E, folio 210:
“Edixem nos gran meravella·ns donam de vosaltres, car sóts dura gent d´entendre raó; car bé deuríets guardar lo negoci qual és, e deuríets guardar sí ho fem nós per bon enteniment o per mal. Car creem per cert que null hom no·nd poria en mal notar açò, car nós ho fem : la primera cosa, per Deu; la segona, per salvar Espanya; la terça, que nós e vós hajam tan bon preu e tan gran nom, que per nós e por vós sia salvada Espanya. E fe que debem a Déu, pues aquells de Catalunya, que és lo mellor regne d´Espanya, el pus honrat el pus noble (per ço car hi ha quatre comtes, ço és lo comte d´Urgell, e·l comte d´Empúries, e·l comte de Fois, e·l comte de Pallars, e ha hi rics hòmens, que per un que aquí n´haja, n´ha quatre en Catalunya, e per un cavaller n´ha en Catalunya cinc, e per un clergue que ací haja lla n´ha deu, e per un citadà honrat n´ha en Catalunya cinc), e pus aquells de las pus honrada terra d´Espanya no·s volgren guardar en dar a nós del lur”
Comentario de Mauricio (10/10/2013 12:39):
¿Alguien se ha metido en alguna guerra por falta de interés? Hay la del futbol de Honduras con no recuerdo cual de sus vecinos pero efectivamente, a la guerra, coloniales o no, normalmente se va por el interés de al menos una de las partes.
Si nos quedamos fuera del reparto colonial, somos unos mierdas, si luchamos por las colonias, unos mierdas…imperialistas. Con ustedes no hay forma de acertar…
España no carece de estrategia, carece de estrategia diferenciada porque no tiene intereses diferenciados de los de sus aliados. Accesos a meterías primas, libertad de comercio, seguridad de nuestros ciudadanos… Nuestras FAS solo tienen que ser capaces de garantizar por si solas la defensa del territorio nacional, el eje Canarias-Gibraltar-Baleares, lo cual hacen y ayudar con “lo que haga falta” a los que garanticen lo anterior: Accesos a meterías primas, libertad de comercio, seguridad de nuestros ciudadanos…
Quebec,
Un matiz, si bien en números éramos superiores en tierra, nos pasaba como a los franceses contra Wellington durante la guerra de la independencia; ellos estaban agrupados y nosotros teníamos que distribuirnos por todo el territorio para hacer frente a la guerrilla y guarnecer todas las plazas. Aun así, los yanquis estaban discutiendo ya las condiciones para rendirse, cuando llego la fatídica orden a la flota de partir. La guerra siempre es un negocio incierto.
Comentario de Latro (10/10/2013 12:40):
Hombre Mouguias es algo ya conocido. No te puedes poner a hablar de “naciones” hasta que el nacionalismo, como ideología, arranca. Lo que no quiere decir que antes no hubiese nada, pero es que no puedes poner nuestro punto de vista actual en boca de gente que tenia paradigmas mentales completamente diferentes. Igual que en el siglo X o XII “democracia” era algo que nadie tenia en la cabeza como alternativa real de como se organizaba una sociedad, “nación” era una cosa que estaba ahi como que vale, somos nación claro, todos hemos nacido “aqui”, pero eso no pinta nada en como se gobierna – le rezas a Dios porque el aristócrata que te tienes que aguantar por gracia de idem no sea muy tarugo y ya, que lo de la autodeterminación de los pueblos quedaba mas o menos igual de lejos que la higiene en el quirófano.
Comentario de Latro (10/10/2013 12:40):
Quiero decir hablar de naciones como concepto político importante, claro. Antes ya hablaban de naciones como dije, como los nacidos en tal grupo/sitio/X.
Comentario de Mouguias (10/10/2013 13:00):
El sentimiento de pertenencia o de obligación debía de ser una cosa curiosa en época medieval. Evidentemente no había una unidad política y los reinos podían hacer la guerra entre sí o mantener odios étnicos, por ejemplo los leoneses y los castellanos se llevaban mal. Sin embargo el rey Jaume hablaba en el texto anterior de “salvar España” como de algo honrosisimo. Debia de ser un ideal parecido a la idea de “Cristiandad”, ahi tienes a Jan Sobieski llevando su ejercito desde Polonia hasta Viena para frenar la oleada otomana. Un ideal que puede justificar guerras no es “inexistente”.
Otro ejemplo que se me ocurre es la Grecia clasica, chorrocientas ciudades – estado, cada una hija de su padre y de su madre, pero que discutian entre ellas a quien correspondia el honor de haber “salvado a Grecia” de la invasion persa.
Pero todo esto son matices para pasar el rato, supongo que en los hechos estamos todos basicamente de acuerdo.
Comentario de Guillermo López García (10/10/2013 13:11):
#5 Se me olvidó ponerlo. Tenga en cuenta que editar un artículo de 17 páginas de word no es poca cosa. Ya lo he actualizado
Comentario de emigrante (10/10/2013 15:18):
#16, no tiene nada que ver pero es lo que acabó rematando a Castilla. A pesar de unión dinástica de los Reyes Católicos el follón flamenco se habría evitado si el prícipe de Asturias y de Gerona no hubiera muerto sin descendencia. De todas maneras no me imagino a la hipotética monarquía castellano-portuguesa yendo a casar un hijo por aquellos pagos.
#16, “¿Alguien se ha metido en alguna guerra por falta de interés?” Según la biografía del Conde-duque, la guerra en Italia se empezó por una cuestión de “reputación”.
En cuanto al sentimiento de pertenencia, eso es algo innato y universal que en la península está especialmente desarrollado. No hay pueblo que no viva en una permanente guerra fría con el pueblo vecino. Lo que sí es más o menos artificial es el banderín de enganche, que puede ser Hispania, una de sus tribus, la Fe o el equipo de fútbol.
Comentario de Quebec (10/10/2013 15:28):
España o Hispania era como un elemento legendario, igual que Moguías dice de la Grecia clásica frente al imperio persa, un justificador de misión providencial para las monarquías cristianas que se legitimaban cara al interior presentandose como legítimas herederas de esa Hispania Visigoda. Por supuesto eso del sentimiento nacional no arrancará de forma clara hasta siglos despues (Si bien, claro, ya existirán muestras antes, tanto en España como en todo el mundo occidental). En esta época, igual que en época romana, son todo patrias chicas. El individuo no puede identificarse con un concepto tan amplio como España más que de una manera vaga, porque el 99% ve pasar su vida en un espacio de 10 km2 o menos. Se identifica con su parroquia y al extranjero que viene de donde vive la corte lo ven como a un extraterrestre. ¿Cómo no iban a identificar Hispania como se venía a identificar el concepto de Cristiandad? En cualquier país de Europa pasaba exactamente igual.
Comentario de Bunnymen (10/10/2013 19:37):
#15 Un repaso a la política interna y externa nos da la idea. España quiere ser el patio de recreo del mundo.
De cara al exterior organizar JJOO, JJOO de invierno, mundiales y expos varias. Luego el intrépido extranjero que se adentre en nuestros territorios podrá reconocer fácilmente una Barcelona cada vez enfocada a ser un parque temático fashion para guiris, una ciudad de Madrid cada vez más crepuscular y despersonalizada con su centro neurálgico en una gran vía a base de McDonals, Zaras y las franquicias de 100 montaditos y bares la Sureña que le den el toque cañi, importante que todo el centro este libre de bancos (de los de sentarse) públicos para que el turista que quiera hacer una parada en el paseo tome su relaxing cup café con leche o si se anima un engrudo de paella congelada, un buen Eurovegas para rematar y muchos barrios tipo Pau, idénticos unos a otros donde putas, crupieres y camareros por turnos rotativos se retiraran a descansar.
Ya desde aquí podrá acceder a nuestras sucias e inseguras playas donde todo es fiesta 24 horas en discotecas donde los únicos españoles serán los camareros, y entre medias los más inquietos culturalmente podran pasar por los desolados territorios de Castilla a ver alguna edificación medieval con su consiguiente paradita en un asador, las cocinas ya se venden fuera como los nuevos laboratorios de I + D patrios.
Comentario de Djiaux (10/10/2013 19:46):
#8 XDDDD
Muy buen articulo, para variar.
Comentario de jose (11/10/2013 10:36):
Esto de la estrategia “made in spain” me recuerda al episodio de los vikingos en Sevilla. Por lo visto, estas buenas gentes del norte saquearon la ciudad varias veces hasta que un rey moro de Córdoba, aterrorizado por la idea de que los quinquis llegaran a saquear la capital, decidió juntar a lo mejorcito del terruño para hacerles frente. Obviamente, tratándose de un rey y ejército español, no se enfrentaron a ellos directamente sino que los trataron como demanda su esencia, como guiris. Les tendieron una emboscada y los acribillaron por delante y por detrás, en las orillas del Guadalquivir. Las cabezas normandas, cercenadas a los ojos de los cautivos, fueron colgadas en las palmeras de Sevilla como si de farolillos de la feria de abril se tratara… Creo que de las respuestas de los supervivientes cuando los sevillanos les preguntaban qué cojones hacían allí se inventó lo de “hacerse el sueco”.
Saludos
Comentario de Mouguias (11/10/2013 21:16):
Por si a alguien le interesa, aqui os dejo un fragmento de la “Historia del Rey Wamba”, de Julian de Toledo (siglo VII): “La tierra de las Galias, madre de la perfidia, siempre atormentada por una incomprensible fiebre de infidelidad nacida de sí misma, es señalada por un infame veredicto, por causa del cual, devoraba a los miembros de los traidores. En efecto ¿qué no de cruel o falaz allí, donde el lugar de reunión de los conjurados, la marca de la traición, la deshonestidad en los hechos, el engaño en el trato, la mutable opinión y, lo que es peor que todas estas cosas, teniéndosela por prostíbulo de judíos blasfemos contra nuestro mismo salvador y Señor?”
Comentario de Alcalá (11/10/2013 22:34):
Quebec,
“El individuo no puede identificarse con un concepto tan amplio como España más que de una manera vaga, porque el 99% ve pasar su vida en un espacio de 10 km2 o menos. Se identifica con su parroquia y al extranjero que viene de donde vive la corte lo ven como a un extraterrestre”
¿Y eso ha cambiado?
Comentario de parvulesco (11/10/2013 23:21):
Mouguias, pues yo he interpretado justo lo contrario: los romanos lo que crean son los ancestrales Països Catalans y Al-Andalus, ya desde entonces os llevamos dos siglos de adelanto cosmopolita y plurilingüe respecto a los atrasados celtíberos de la Meseta. El problema es que con la Reconquista los brutos castellanos os petáis Andalucía a base de bien, limpieza étnica pura y dura, y sólo queda la más avanzada Catalunya como faro de la civilización frente la barbarie mesetaria. Y esto hasta nuestros días. Fin de la cita.
Carlos,
El libro, de estrategia mucha, 28 euros que te fundió.
Comentario de Quebec (12/10/2013 11:50):
Hombre, Alcalá, hoy la gente sí es más dinámica que en esos entonces. No solo puede mudarse de domicilio y de trabajo varias veces en su vida, a veces a regiones muy distantes o distintas, además puede viajar por vacaciones y tiene medios de comunicacion que le muestran como son otros lares. Pero en esas epocas preteritas esos escasos km2 en los que se desarrollaba su vida eran mucho más literales y las salidas eran mucho más extraordinarias, atizadas además por las siempre dificiles comunicaciones en España -Orografía complicada, y en la degeneración que supuso el siglo XIX, bandolerismo-. Poca idea de estado nación se podía implantar, hacía falta una integración mucho mayor, y eso incluso hasta bien entrada la época contemporanea es problemático para España.
Comentario de keenan (12/10/2013 18:39):
@Quebec: pues yo estoy con alcalá. No todo el mundo, por su puesto, pero no es desdeñable el % de gente que vive su vida sin salir de una area urbana, suburbana, comarca o provincia concreta. Y por mucha tele e internete que haya, sigue haciendo falta experimentar las cosas. La sociedad española, en general, me parece bastante ombliguista, y muy centrada en lo suyo.
Comentario de Alexandre (14/10/2013 13:50):
Imperdonable el texto, ha podido hacer un juego de tronos en toda regla (“este libro ha hecho más por mi vocabulario medieval que toda la fantasía heroica”) y lo ha dejado pasar sin ni siquiera meter el pie, ¡tal que delantero fofo en horas bajas!.
Comentario de Juan Batista González (19/10/2013 20:51):
Señor Carlos Jenal:
Muchas gracias por la atención que ha dedicado a mi libro “España estratégica”, del que, desgraciadamente, no ha entendido nada.
Cordialmente. Juan Batista González.
Comentario de Carlos Jenal (21/10/2013 17:38):
Señor Juan Batista González;
yo creo que he entendido muy bien el propósito de su libro, que es revisar la historia de España de cara a justificar una determinada cosmovisión. Cosmovisión política con la que no estoy de acuerdo, como he dejado claro. He sacado provecho y he ganado nuevos puntos de vista con los conceptos estratégicos que usted expone, pero la parte estratégica se diluye en justificaciones que no comparto. Sin ser historiador (entiendo que usted tampoco lo es), me gusta la Historia, y su libro me ha decepcionado como tal.
Cordialmente, Carlos Jenal
Comentario de Jose (22/10/2013 17:14):
En realidad, es bastante increíble lo de Hernán Cortés, que con 500 hombres conquistó un imperio de 25 millones. Aún hoy nadie sabe realmente como ocurrió algo así, que suena a milagro de película de Hollywood, donde el bueno mata docenas de malos con un sólo disparo. Pero ocurrió de verdad.
También cuesta creer que este actualmente decrépito país, gobernado por corruptos políticos y con el pueblo más servil y cobarde de Europa, un día dominase todo el planeta. De hecho, ha sido el único país de la historia de la humanidad que dominó totalmente el mundo durante un tiempo, tanto militar como comercialmente, y el que estableció la primera moneda universal que se ha utilizado físicamente en todo el planeta durante un tiempo, el Real de a 8. Suena a ciencia-ficción, pero realmente ocurrió.
Comentario de Juan Batista González (24/10/2013 12:23):
Señor Carlos Jenal:
Gracias por su respuesta, de la que destaco el siguiente comentario: “He sacado provecho y he ganado nuevos puntos de vistacon los conceptos estratégicos que usted expone”. Bueno, éste era uno de los objetivos de mi libro, logrado pese a su desacuerdo intelectual. Esto es para mí un elogio, se lo aseguro. Bien, pues le anuncio que el próximo 16NOV presentaré (18.00 h), en el Centro Cultural de los Ejércitos (Gran Vía, 13, Madrid), mi último libro. Con mucho gusto le invito a ello, con el deseo sincero de estrechar su mano.
Cordialmente, Juan Batista.
Comentario de Carlos Jenal (25/10/2013 14:10):
Señor Juan Batista González:
evidentemente algo de provecho he sacado, de lo contrario no me habría terminado su libro. El desacuerdo intelectual lo he purgado con este artículo. Y le agradezco la invitación al acto de presentación, al que gustosamente intentaré acudir.
Cordialmente, Carlos Jenal