Borgen
Algo huele a podrido en Dinamarca
Tres han sido las Escandinavias imaginadas por estos lares. La primera, la de los vikingos: gigantes rubios que viven en fiordos bebiendo hidromiel durante el invierno de 6 meses, y que durante los otros 6 meses se dedican a asaltar, saquear y raptar mujeres para amenizar el invierno. La segunda, ya en el siglo XX, la de los nórdicos civilizados, con infancias a lo Astrid Lindgren que desembocan en un estado del Bienestar total, con casa, colegio, sanidad y hasta viajes al Caribe pagados por el estado. La Civilización humana en su grado más alto (aunque lo de saquear y beber hidromiel sin parar también tiene su aquel). El único fallo es la alta tasa de suicidio, que a un español de pura cepa le resulta fácil de entender: si el estado te lo soluciona todo, si no tienes que luchar por nada y hasta las mujeres son más accesibles, ¿Dónde está el reto?
La tercera imagen, más reciente, es una variación de la segunda. Sí, todo ese bienestar existe y tal, pero en realidad es pura fachada, maquillaje de la salvaje naturaleza animal del hombre. Bajo una capa de civilización y muebles de IKEA, robamos, violamos y matamos como en los tiempos de Ragnar Lodbrok. Es la imagen que nos trae, por ejemplo, Stieg Larsson, y en menor medida la serie que hoy nos ocupa.
La serie fue realizada por la televisión pública danesa. Solo por eso, ya resulta interesante: ver de lo que es capaz una televisión pública en otro país (un país, además, más pequeño que varias autonomías españolas). Y no es poco: un retrato realista del entramado político-mediático del país, sin salvar a la propia televisión pública. Sin salvar a casi nadie, en realidad, aunque, siendo una televisión pública, hay líneas que no se pueden cruzar. La Monarquía Danesa y la Iglesia, para entendernos, ni siquiera aparecen.
Muy bien, dirán ustedes, ¿pero qué interés tiene esto para un español? Pues obviamente el pedigrí hipster-gafapasta, y el consiguiente aumento de su capital erótico. Poder decir “He visto en ARTE una serie danesa doblada al francés y con subtítulos en inglés que me he descargado de una web holandesa” puede marcar la diferencia en el momento clave. Más aún si la BBC acaba haciendo un remake y usted puede bufar cuando se lo nombran. ¡Bufarse a la BBC! ¡LPD servicio público lo ha vuelto a hacer (y aprovecho con un poco de retraso para agradecer la confianza depositada en mí por dicho servicio público)!
Y tras esta entrada general, y consciente de que el 99% de ustedes jamás se verán la serie, procedo a espoilearles el contenido sin cargo de conciencia.
La serie, como ya se ha dicho, retrata la política danesa y su relación con los medios a lo largo de unas dos legislaturas, dentro y fuera del castillo de Christiansborg -conocido popularmente por el nombre de “Borgen”-, sede del gobierno. Aparte de las líneas generales de la trama y de las vidas privadas de los protagonistas, cada episodio suele centrarse en un tema concreto –prostitución, relación con dictadores que nos venden materias primas, el “outing” de políticos gays, compras de material militar o hasta la regulación de las granjas porcinas- y la reacción del entramado político-mediático al mismo, normalmente acompañado de un debate televisivo en el que personajes enfrentados dan sus argumentos. Esto recuerda a “El Ala Oeste de la Casa Blanca”, solo que en la serie de Sorkin los personajes son seres luminosos sin mácula, que han de dimitir en cuanto una manchita empalidece su luz. Aquí, sin llegar al extremo de “House Of Cards”, los personajes resultan más humanos. Sobre todo en sus vidas privadas, que a veces alcanzan la categoría de culebrón venezolano.
A diferencia de Sorkin, también, aquí no siempre hay final redondo. Se exponen por igual argumentos de izquierda y derecha, y no se impone siempre la solución progresista, porque la política es y queda retratada mitad permanente conflicto de intereses, mitad campo de batalla de las ideas. No obstante, hay varios momentos en que un espectador español dice “no puede ser, se lo han inventado”. Que los políticos vayan en bici, por ejemplo, o que usar la Visa oficial te cueste tu puesto, o chorradas como que los baños sean unisex. O que en semejante Arcadia Feliz un protagonista se queje de que “la política está desprestigiada” (¿qué pensarían de España?) y de que “nadie quiere hacerse político” (¡!).
Pues todo eso existe, acuérdense de Olof Palme -asesinado sin guardaespaldas en la calle cuando volvía del cine al que había ido en Metro-, y la comparación con el patio local nos deja casi tan atormentados como a los propios protas. Y no es por darles coba a los demagogos de la antipolítica, ni creo que obligar a Rajoy a tomar el 133 de la EMT para ir al Senado vaya a arreglar nada, pero detalles así me gustaría verlos más a menudo.
Los atormentados
Birgitte Nyborg: la prota principal. Señora de mediana edad con dos hijos y un marido que aparca temporalmente su carrera para que ella pueda perseguir la suya, mayormente en bici, y si van varios hasta se anima a pagar un taxi. Escandinavia total. Empieza la serie como jefa de un modesto partido de la oposición, los Moderados. ¿Y en qué consiste su política? Pues en ser moderados, joder, ¡si en el nombre llevan ya el programa! En tres temporadas no he visto un hilo conductor de su política, más allá de “somos de centro y un poquito de izquierdas, pero sin ofender, ¿eh?” Está a punto de dejar la política cuando una carambola electoral le permite ser primera ministra de un cuatripartito de Moderados, Verdes, Laboristas y la Unión Solidaria, un entramado marxista-leninista de cuidado. Durante dos temporadas se afana por mantener unida la coalición, a costa de sus amistades y hasta de su matrimonio. Porque Nyborg, que no quepa duda, es una política entregada al servicio público. No una “buenista”: sabe cuándo hay que presionar, cuándo hay que sacrificar un peón, de vez en cuando hace alguna jugada sucia, y cuando un potente capitán industrial “sugiere” algo, sabe lo que significa, aunque también sabe que ella retiene un margen de maniobra. Es decir, conoce y acepta los mecanismos básicos del poder. Pero su honestidad es uno de los pilares de la serie, de ahí también la vacuidad del Pensamiento Moderado: la idea es explorar lo que pasaría si por una carambola llegara al poder una persona honesta, competente y sin dogmatismos ideológicos. Y la respuesta no es demasiado optimista: Nyborg no logra cambiar mucho, y a duras penas mantiene unido el gobierno. Tampoco se carga nada, y alguna cosa mejora, pero está atrapada entre realidades e intereses que no logra cambiar. Y su dedicación y sacrificio no encuentran recompensa, porque cuando, tras dos temporadas de palos y esfuerzos, disuelve la cámara y convoca elecciones, los Moderados se dan una buena paliza y pierden el gobierno, y Nyborg dimite y se dedica a dar conferencias. Pero le sigue picando el gusanillo de la política, y cuando en la en la tercera temporada los Moderados se escoran a la derecha decide volver y desafiar al liderazgo del partido. Se lleva otra paliza en la votación interna, e, inasequible al desaliento, forma un nuevo partido, los Nuevos Demócratas, con algunos disidentes Moderados. Si les parece que este nombre suena a invención de comité 5 minutos antes de emitir el primer comunicado de prensa… han acertado. En una Dinamarca dividida en dos bloques “rojo y azul”, ella decide ir por libre y al fin obtiene recompensa: en las elecciones finales, obtiene suficientes escaños para ser decisiva. Hasta el punto de que le ofrecen un nuevo cuatripartito con ella de primera ministra, pero cambiando a la Unión Solidaria por un partido de ultraderecha “para formar un gobierno multipartido que se olvide del politiqueo y se ocupe de lo que realmente preocupa a los daneses”. Y aquí ella se planta y renuncia al poder, y cede ante su mayor rival político, conformándose con ser ministra de asuntos exteriores en un gobierno conservador, porque entiende que es lo mejor para el país.
En lo privado, esta señora tan honesta no se libra de nada: su hijo vuelve a mojar la cama y su hija adolescente tiene ataques de ansiedad que requieren un internamiento. Su matrimonio se derrumba, con Nyborg entrando en mitad de la noche con sus guardaespaldas detrás en la casa de una joven estudiante buscando a su marido. Cuando ya la cosa no tiene arreglo, se tira a su chófer por despecho (la actriz, Sidse Babett Knudsen, ganó una ninfa de oro por su papel, pero no esperen ver chicha). Un ministro se le suicida, con pastillas que ella guardaba en su oficina. Por si no fuera suficiente, la prensa sensacionalista la acosa, de visita a las tropas en Afganistán le disparan los talibanes, y al final le detectan un cáncer de mama. Que su nuevo novio le vomite encima en un restaurante y lo pongan en Youtube es lo de menos. Antológico –para un espectador español- el momento en que su marido entra en casa, contento como unas pascuas porque le han ofrecido dirigir una gran empresa con un sueldazo, y ella le replica que esa empresa está a punto de recibir un enorme contrato armamentístico del gobierno y que él debe rechazar la oferta, por muy legal que sea. En ese momento y con esas palabras, la buena de Birgitte se carga definitivamente su matrimonio. La cara de él es como la de Gallardón cuando el COI anuncia que los Juegos van a cualquier otro sitio.
Y bueno, al menos ¿se ha forrado de estar en política? Pues ni eso. ¡Si va en bici y vive en un pisito de alquiler sin chacha ni nada, con el tranvía pasando por debajo! En definitiva: goza de nuestra simpatía pero no sabemos a ciencia cierta si es irreal o simplemente escandinava.
Kasper Juul: asesor áulico y jefe de comunicaciones de Birgitte Nyborg. Tú le encargas un discurso sobre la pena de muerte y te pregunta que si a favor o en contra. Lo que es un fontanero de toda la vida, aunque en la serie lo llaman “spin-doctor”. Es el encargado de mantenerla al margen de los aspectos sucios de la política y de minimizar daños cuando alguien la caga. Aporta el cinismo que le falta a Nyborg, y un poco de hijoputismo.
En lo personal, en vez de múltiples pequeños traumas este hombre tiene solo uno, pero bien grande: durante años sufrió abusos sexuales por parte de su padre, que además le compartía con sus amiguitos de gustos similares, mientras su madre, débil y subyugada, se desentendía del mundo real. A los 13 años, Kasper le puso fin a la cosa clavando un cuchillo de cocina hasta la empuñadura en el hígado de su padre. Padres recientes, sáltense esta parte.
Ex de Katrine, con la que viene y va y acaba teniendo un hijo, se mueve como pez en el agua en los medios, de modo que cuando Nyborg deja el gobierno se pasa a la TV1 (la tele pública, en la ficción) para presentar “Juul & Friis”, que aunque lo parezca no es un dúo homogayer sino una pareja de analistas políticos.
Katrine Fønsmark: periodista y tía buena oficial de la serie, si les van las mujeres nórdicas. Joven e idealista, empieza como reportera y presentadora en TV1, para pasar al Ekspres, un diario sensacionalista donde cree que va a tener más libertad. Al ver que no, que aquí hay intereses de los fuertes, y encima su jefe es un manipulador con una agenda de acoso y derribo al gobierno, entra a asesorar al partido Liberal y finalmente vuelve a TV1, pero lo deja para ser la spin-doctor de Nyborg cuando esta vuelve al ruedo. Su idealismo se matiza con la experiencia, aunque no desaparece. A pesar de tener 31 tacos, vive en un pisito de estudiante que parece sacado de un catálogo de IKEA para adornar soluciones habitacionales de 30m2.
En el apartado de traumas, la chica tiene muy mala suerte con los hombres, de los que hay unos cuantos, y eso que ella es solo una sencilla chica de campo. Su primer novio en la serie es un hombre casado y miembro del gobierno. Cuando le dice que va a hablar con su mujer, van y echan un quiqui de alegría, luego ella se va al baño – y al volver se lo encuentra muerto de un infarto. Para más inri, se ha quedado embarazada de él. Desorientada y confusa, aborta en el estupendo sistema sanitario danés. Luego se enrolla con toda una pléyade de chulopiscinas de gimnasio, para acabar volviendo con Kasper, tener un hijo juntos y dejarlo, porque según él “no conseguías excitarme porque no pude separar tu condición de madre de tu condición de amante” – ¡toma palo! Por si los hombres no fueran suficiente trauma, Katrine acaba mandando a tomar viento a su madre, y es mandada a ídem por su hermano. Tras liarse brevemente con un jefazo-niñato de la TV1, acaba con un hombre 20 años mayor que ella, comunista en su juventud, cuyo mejor amigo resultó un espía de la KGB y cuya novia de hace 20 años se suicidó por perder al niño que esperaban.
Torben Friis: personaje secundario en las dos primeras temporadas, donde se limita a ser el jefe tocapelotas pero íntegro de las noticias de TV1, asciende a principal en la tercera temporada por la necesidad de mantener –aunque sea con calzador- a un personaje en los medios. Como venía sin traumas, le fabrican uno de crisis matrimonial e infidelidades con una compañera y subordinada en el curro. Su superior -un chaval de 30 años exdirectivo de Warner Bros, al que los jefes contratan para subir las audiencias- les descubre y lo usa para presionarle y dirigirle hacia una tele “más guay”, donde el espectáculo importa más que la calidad. El hombre lo pasa mal, aunque sospechamos que más por su integridad profesional que por su matrimonio, porque no es que tenga una relación fluida con sus hijos (aunque puedo equivocarme, esa parte la vi en danés y comparado con este actor, un presentador de noticias en una televisión pública alemana parece un italiano interpretando el Rigoletto). Finalmente, tras dejarle su mujer en la calle, se planta y se niega a montar un debate electoral como si fuera una gala de Operación Triunfo, y es despedido ipso facto por los directivos de la cadena pública, que quedan retratados como unos cuentagarbanzos sin conciencia social (recuerden, todo esto se emite en una tele pública). Un suicidio le convertiría en el mártir de la libertad de los medios, pero una amenaza de dimisiones masivas de los trabajadores de TV1 logra recontratarle y se reconcilia con su mujer, en una concesión a los finales facilones.
Hanne Holm: periodista veterana, mentora y amiga de Katrine, y a ratos presentada como una posible versión futura de esta. Divorciada, alcohólica, tocapelotas y solitaria, Holm ha visto de todo y conoce a todos, y tiene su buena colección de traumas y separaciones familiares. Al final esquiva el suicidio y se rehabilita, en otra concesión al happy end.
Michael Laugesen: imaginen que José María Aznar midiese 1,90, que militase en el partido laborista, que lo echasen del partido por prácticas sucias, y que acabase dirigiendo un diario mitad La Razón mitad The Sun. Ya tienen a Laugesen. Laugesen es el “malevulus ex machina”, el malo al que la serie recurre cuando lo necesita, ya sea de político, de escritor de memorias o de periodista, pero siempre sin escrúpulos. Primero intenta tumbar al gobierno del partido liberal con información personal, luego hace política desde el diario Ekspres, le monta una trampa al nuevo secretario laborista –homosexual encubierto-, llevándole al suicidio con la amenaza de destaparle, para acabar sacando en portada a los hijos menores de Nyborg. Un prenda.
En lo personal resulta un personaje muy plano, más allá de sacarse la minga y mear en dirección a Borgen durante una fiesta electoral (en el backstage, claro). No hay traumas, no sea que le cojamos cariño. Hace lo que hace porque sí, porque él es así (vaya, otra coincidencia con Aznar).
Bent Sejrø: miembro y alma del partido Moderado, y amigo de Nyborg. Lo cual es raro porque la mujer no le trata precisamente muy bien: le ignora, le obliga a ir contra sus principios, le propone traicionar a su partido de toda la vida, y cuando hay que sacrificar un peón – resulta que el peón era él. Nyborg intenta arreglar las cosas proponiéndole como comisario europeo, a instancias de Kruse, otro moderado – que se lo quería quitar de en medio, cosa que logra cuando Sejrø tiene un infarto por todo el rollo europeo. Para no variar, su matrimonio tampoco va muy bien.
Jacob Kruse: el moderado que intenta quitar de en medio a Sejrø, y por extensión a Nyborg. Nyborg le castiga mandándole al ostracismo bruselense (Comisario Europeo para Integración, Buen Rollo y Perroflautismo, ¡chúpate esa!). Kruse retorna tras la derrota electoral de Nyborg y se hace con el partido, derechizándolo para acercarse al gobierno del Partido Liberal, motivando la creación de los Nuevos Demócratas. Sin demasiados traumas y tormentos, pero con una gran ambición e ira acumuladas, representa al político que cambia las convicciones según sopla el viento, y que busca el poder. Un Gallardón nórdico: ¡La Maldad Moderada!
Lars Hesselboe: líder del Partido Liberal, y primer ministro al empezar y al acabar la serie. Principal contrincante político de Nyborg, es un señor conservador de toda la vida, que siempre va con traje gris y corbata. Un Rajoy escandinavo. No se le intuyen traumas, más allá de una mujer alcohólica que le saca de quicio. En una de las rabietas de esta porque su tarjeta no tiene fondos, él pierde la paciencia y le paga el capricho con la tarjeta oficial. Pásmense: esto le cuesta las elecciones (¡y eso que pretendía devolver el dinero!). Sin embargo, volverá al poder una y otra vez. En Dinamarca, el que resiste también gana.
Svend Åge Saltum: líder del ultraderechista partido de la Libertad Danesa. Un ogro. Ni siquiera hace falta maquillar al actor (Ole Thestrup): bajito, gordo, mal encarado, y feo como un troll. Añadan a esto un toque de crueldad, pues tiene una explotación porcina, y no se le ocurre otra cosa que cortarle la cola a un cochinillo en prime-time y quejarse de que las regulaciones le imponen dejarle al cerdo un muñoncito, en vez de cortar al raso, que lo hace por su bien, porque en los corrales hacinados los otros le morderían la cola. Su política para los inmigrantes es más o menos la misma. A ratos parece una caricatura, aunque hay que decir que no vende sus convicciones (o al menos no las vende baratas) y no busca el poder a cualquier precio, al contrario que las jóvenes camadas de su partido, que le hacen la cama para poder entrar en el gobierno. Como es norma en los “malos”, no tiene traumas, es así sin más.
Benedikte Nedergaard: la que le hace la cama a Saltum. También intenta cepillarse a un periodista de la TV1 para que la saque favorecida.
Amir Dwian: la contracaricatura de Saltum. Inmigrante musulmán, pero integrado, laico y ecologista, líder del Partido Verde, ministro de Medio Ambiente, y sanador del cáncer en sus ratos libres. Más popular que la propia Nyborg, por lo que Kasper Juul le para los pies con una filtración de sus antiecológicos hobbies. La prensa, que ayer clamaba Hossanna, hoy grita crucifixión, y Dwian termina no dimitiendo -no, eso sería lo fácil, lo que esperamos en España- sino dimitiendo y sacando al Partido Verde del gobierno.
Nuevos Demócratas: una pandilla de diputados renegados a raíz del endurecimiento de las leyes de inmigración. Un señor conservador casado con una abogada etíope negra, un gay gafapasta vegetariano, y la diputada con las Tetas Más Grandes De Dinamarca. Uno de estos tres, además, traicionará a Nyborg.
¿Merece la pena verla?
Pues sí, especialmente si a usted le tira lo centroeuropeo, como a un servidor, pero si ha llegado hasta aquí, ¿para qué verla ya? ¡Usted ya se ha ganado el derecho a bufarse de la BBC!
Además, y en previsión de una avalancha de series nórdicas a imitación de la de los novelistas nórdicos, usted ya se ha posicionado como experto en el tema. Cuando lleguen Forbrydelsen, o Varg Veum (esta última ya está en La 2), podrá decir con aplomo que “estamos en la edad de oro de las series, pero de las series europeas, que aportan una visión distinta de las americanas”.
Y en cuanto a si veremos algo así en España (en TVE1 y en la política), déjenme que les diga: ni en un millón de años.
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Comentario de Quevedin (20/06/2013 14:58):
Una que te recomiendo es Rejseholdet (Unit One), una policial en la que el prota era el Mikkelsen.
Comentario de Carlos Jenal (20/06/2013 18:12):
¡Muchas gracias por la recomendación! Aunque con las policiales en general les admito a los americanos la maestría, prácticamente inventaron el género.
Comentario de Guillermo López García (20/06/2013 22:12):
Para que nadie dude de mi compromiso con el gafapastismo: yo la tengo en cartera desde hace algunas semanas, pero no me leía el formato en la TV. Viendo este pedazo de crítica, y el tipo de dilemas a los que se enfrentan los personajes, incomprensibles para el político español medio, se ha convertido en un must.
Comentario de Judge Dreed (25/06/2013 17:53):
Forbrydelsen es la polla que trepana. La primera temporada increíble.
La segunda, algo más floja, pero recomendable también.
Tengo pendiente la tercera.