La televisión durante la Transición española – Manuel Palacio
Durante décadas, la televisión ha sido un medio ignorado y despreciado por la crítica y por la Universidad. Todo lo que apareciera en televisión era malo, o tenía que serlo: no sólo por su calidad, sino por los efectos que, en teoría, causaban sus contenidos sobre la gente. Tan mala era la televisión que la mayoría de los críticos de televisión hacían piruetas para continuar criticándola, cada vez más duramente… Sin verla. Hacían un Hermann Tertsch –uno detrás de otro, en verdad- sin duda meritorio, pero que acababa generando dudas: ¿cómo puedes saber que algo es malo, o los efectos que tiene, si no lo ves? ¿Es buena idea que los especialistas en alguna forma expresiva sean individuos que odian todo lo que dicha forma expresiva comporta?
El problema no dejaba de tener su miga: para criticar la televisión, había que verla; y, si la veías… ¿No había un riesgo evidente de contagiarte de un medio tan malvado, y tan poderoso, como se supone que es la televisión? Y, en particular: Si hablas bien de algún contenido televisivo… ¿No será porque te estás alienando, perdiendo tu distancia crítica, tu independencia, sufriendo un lavado de cerebro?
Así funcionaron las cosas durante décadas, y sólo muy recientemente han comenzado a cambiar, en lo que respecta al enfoque con el que la crítica se acerca a la televisión. Una crítica menos dogmática y más habituada a ver televisión, a intepretarla y a observar su impacto social sin llevar siempre puesto el prisma despreciativo tan común hasta hace muy poco.
El libro “La televisión durante la Transición española” es muy interesante por muchos motivos, y uno de los más importantes es que su autor, Manuel Palacio, se aleja totalmente de esa obsesión paternalista – escéptica tan propia de la crítica. Y también lo hace, por cierto, en la evaluación del período histórico, la Transición, o bien como compendio de todos los males, o como Pacto Sagrado Inmutable en el que todo salió a las mil maravillas. Por ejemplo, veamos el balance que hace el autor de la figura del crítico televisivo de El País, Juan Cueto, y su relación con la televisión, en este caso a propósito de la mítica serie Curro Jiménez:
El día de la exhibición de ‘la gran batalla de Andalucía’, los lectores de El País leían, como casi todos los domingos, un furibundo ataque a RTVE escrito por su colaborador Juan Cueto. En esta ocasión, decía: ‘aquí no hay improvisación que valga, porque los programas de RTVE son eso: programas de control social’. No hay constancia escrita de que el ilustre colaborador viera esa noche Curro Jiménez, tal como hacían docena y media de millones de espectadores. Por ello desconocemos su opinión sobre un capítulo que se inicia escuchando una voz en off que dice: ‘La gran batalla de Andalucía. Boceto de un debate cinematográfico sobre el imperialismo’, y en el que su discurso se articula sobre la denuncia de la explotación y de la alianza entre clases dominantes y fuerzas francesas de ocupación. Frente a los franceses, los televidentes visualizan el orgullo de la clase de los trabajadores (por ejemplo, el pintor Viola que interpreta el papel de un alfarero y pintor) y la necesidad de la independencia nacional. Así, al final del episodio, en una especie de asamblea del pueblo sublevado, los telespectadores escuchan, como diría Juan Cueto, su dieta diaria de control social. En concreto oyen por la pequeña pantalla: ‘Ha llegado el momento de nuestra emancipación, vamos a luchar como podamos, con las armas que sean, pero nunca seremos un pueblo vencido’. (pág. 182)
Personalmente, y dada mi insultante juventud, no recuerdo la mayoría de los programas de los que se hablan en el libro por la época en la que se emitieron (1974-1981, grosso modo). Algunos, sobre todo las series de televisión, los he visto posteriormente en reposiciones (son los casos, por ejemplo, de Curro Jiménez y Verano Azul). En cuanto a los personajes que participaron en el período desde TVE, algunos me suenan por su actividad posterior (José María Íñigo, por ejemplo), por la importancia de su trayectoria (Fernando Fernán Gómez), o, sencillamente, porque las imágenes en las que participan han acabado teniendo un enorme peso específico en la memoria colectiva del período, convenientemente resumida y adaptada a las circunstancias en posteriores reportajes, recopilaciones, etc.
Precisamente por ese motivo, la revisión del período, que abarca tanto los contenidos emitidos en TVE (de ficción, de entretenimiento y de carácter informativo) como el contexto histórico en el que se producen, resulta muy ilustrativo. El balance es, por un lado, el de una TVE obviamente controlada por el Gobierno, mucho más que ahora, y más explícitamente. Sí, aún más. Veamos el balance que hace Rafael Anson, director general de TVE en el crucial periodo inicial de la presidencia de Adolfo Suárez (1976-1977), culminado con una etapa final de pluriempleo en la que Anson fue, al mismo tiempo, director de la campaña de UCD y director general de TVE durante la campaña de las elecciones constituyentes de 1977, de su ejecutoria al frente del ente público:
Yo traté de hacer una Televisión que contribuyera a que viniera la democracia. Y creo que dio resultado. Prueba evidente es que vino la democracia. Los hechos son incuestionables (…). Resulta divertido aquello que se decía de que la Televisión estaba al servicio del Rey y del Presidente del gobierno. Pues claro, ¿al servicio de quién iba a estar? No iba a estar al servicio de Joaquín Ruiz Giménez, que se demostró en las elecciones que no tenía un votante detrás. No iba a hacer caso a las Cortes de Franco, que eran las únicas que existían. Bueno, no iba a hacer caso al PSOE (…). Yo me enteré muy bien de cuál era el proyecto político del Rey y del Presidente del gobierno y dije: ‘a servir’ (pág. 156)
Pero, al mismo tiempo, en TVE se “cuelan” paulatinamente más discursos de oposición al franquismo (hasta 1976) y a los postulados ideológicos del Gobierno de UCD, normalmente implícitos, y en los lugares más insospechados: en la ficción, en programas infantiles, … En lugares en los que la censura no estaba tan alerta. Esto fue debido a un estado de las cosas en el que, aunque los cuadros directivos estuviesen totalmente volcados hacia un intervencionismo favorable a los intereses del Gobierno, la mayoría de los trabajadores tenían simpatías por la oposición política de izquierdas (ya entonces los sindicalistas invitaban a comer marisco y a tomar cervezas pagados por el oro de Moscú, lo que obligaba a los honrados jerarcas del Régimen a mullir sus lechos con más y más lingotes de oro para intentar conciliar el sueño en un entorno tan soliviantado como ese). Así que el balance, aunque evidentemente no es el de una televisión independiente o autónoma –ni mucho menos-, tampoco es el de una “voz de su amo”. En esencia, TVE, acabó cumpliendo un papel normalizador de los cambios sociales y políticos, en virtud del cual la televisión pública (que entonces también era “televisión única”) se alejó del Gobierno para acercarse más a la sociedad, en una medida mayor de lo que cabría esperar de semejante régimen de control férreo.
Las tensiones, internas (en la propia TVE) y externas (con los poderes públicos), se producen en dos órdenes de censura / manipulación, que son los que recorren toda la historia del franquismo: la censura ideológica y la censura moral. Y es esta última, al menos mientras Franco sigue vivo, la que llama más la atención al público y genera mayor escándalo: la presencia de Rocío Jurado, o de Rachel Welch, en TVE, motivan graves tensiones con las señoras de la calle Serrano que mandan mucho sobre los que mandan mucho en la jerarquía del franquismo. Este tipo de “escándalos” están más presentes, al menos inicialmente, que los de tipo ideológico, por una razón más sencilla: el control ideológico es, si cabe, más generalizado y explícito, y las grietas, o la contestación, de haberla, se da, como hemos dicho, en lugares insospechados (y no, por supuesto, en el Telediario).
Es una TVE muy distinta a la actual, con una capacidad de influencia infinitamente mayor. Porque era la única opción, y porque, además, el público tampoco estaba tan alfabetizado audiovisualmente como ahora. Su incidencia era el sueño perverso de cualquier guionista –es un decir- de ¡Sálvame!: 18 millones de personas, como promedio, entre TVE-1 y TVE-2. Y eso en unas condiciones mucho más precarias que ahora. La primera cadena emitía desde las 14 horas hasta medianoche (con un parón de un par de horas a media tarde), y la segunda apenas cuatro horas en la tarde-noche.
La revisión histórica de aquella época muestra hasta qué punto la Transición fue, sobre todo, un proceso de “fosilización” de una serie de prácticas que se fijaron entonces y que desde entonces, y durante décadas, han continuado vigentes. Y también en la televisión. Fue entonces, y fue una decisión de UCD, cuando se estableció la dinámica de que la televisión pública, en España, era un instrumento controlado por el Gobierno de turno (nacional o autonómico), y empleado sistemáticamente en su beneficio de forma más o menos obscena. En que se estableció el sistema de representación del Consejo de RTVE según cuotas políticas, o el papel de la televisión pública en campañas electorales que se fijaban con bloques de propaganda electoral asignados a los partidos según su representación (lo que obviamente beneficiaba en gran medida a los partidos mayoritarios). Unas decisiones que quizás tengamos muy interiorizadas con el paso del tiempo, pero que no tenían nada de irreversible o inevitable; y que provienen, en buena medida, de la obsesión de los políticos españoles por el poder infinito del medio:
Yo creo que la interpretación de la importancia que los partidos dan al medio televisivo debe buscarse en el ámbito de los imaginarios sociales: la generación de políticos que hizo la Transición, nacidos en casi todos los casos en torno a 1940, llegaron a la edad adulta en la década de los años sesenta, el periodo de mayor legitimación social de la televisión, y en ese tiempo confundieron su prestigio, parejo en España como en los otros países europeos a los procesos de urbanización y de desarrollismo, con la creencia de su poder omnímodo. La televisión todo lo puede, podrían afirmar juntos gobierno y oposición, y mucho más si hablamos de comicios electorales. Y a pesar de que existen tantas pruebas para constatar la afirmación antedicha como para negarla, es innegable que las huellas de esa manera de pensar se hallan por todos los lugares (y sorprendentemente llegan hasta hoy día). Es decir, que el control de la televisión simula la posesión del anillo único de la novela El señor de los anillos. Y por tanto sólo hay dos opciones: o se destruye o se posee para uso propio de su poder (pág. 208)
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Comentario de teresa (08/12/2012 03:27):
Por otras cuestiones hoy me encontraba visionando una entrevista de Joaquín Soler Serrano en su programa de TVE “A fondo” a Julio Cortázar, y mientras escuchaba hablar a Cortázar sobre fascismo, sobre la no existencia de Dios, sobre las dictaduras, el exilio tras la guerra civil y otras perlas, me pregunté de qué año podía ser esta pedazo de entrevista que recomiendo no perderse. En ese instante recordé este artículo que había leído esta semana, así que he estado revisando “La televisión en España” de Lorenzo Díaz para responderme a mi misma a varias preguntas, que de paso comparto:
– Joaquín Soler Serrano, y copio de wikipedia, presentó y dirigió el programa “A fondo” desde 1976 al 78, en el que tuvo la oportunidad de entrevistar a figuras como Juan Rulfo, Octavio Paz, Josep Pla, Bernardo Bertolucci, Frederick Forsyth, Jorge Luis Borges, Elia Kazan, Antonio Gala, Manuel Puig, Rafael Alberti , Pablo Serrano, José Donoso, Julio Cortázar, Alberto Sordi, Ernesto Sabato, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Juan Carlos Onetti, Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui, Manuel Mijica Láinez o Silvio Fanti.
Conclusión: hombre, algo debió cambiar la cosa con el periodo de entre guerras con Ansón.
Vuelvo ahora al libro de Lorenzo Díaz y repaso el capítulo sobre la transición televisiva. Hay declaraciones de Ansón al que, efectivamente, cualquiera cree a pies juntillas, ok, seamosscépticos, pero el susodicho cuenta dos anécdotas: una que durante la masacre de Atocha, que le pilló en su época, TVE dio más cobertura al asunto que los periódicos ante el horror del Gobierno (esto habría que comprobarlo en hemeroteca, claro, para estar seguros de si no es una fantochada), y 2, que se abrió la puerta a un montón de personalidades hasta ahora vetadas en la tele española (los pesaditos de Victor Manuel y Anabel, y un recital de Luis Pastor de TVE grabó en la plaza de toros de Madrid, y que estaba hasta arriba de banderas republicanas, por la que los miembros del ejército protestaron (por las banderitas) y Ansón emitió).
– Como anecdotilla curiosa el inefable Juan Luis Cebrián trabajaba en esa etapa en informativos.
Y como conclusión lo que quiero tratar de decir, después de este torrente de documentación de madrugada insomne, es que la tele (siempre cuento el mismo rollo) no es solo su franja de informativos, que hay muchos más productos, formatos, géneros, donde pueden entrar unos contenidos de una forma u otra aperturistas (como en Canal 9 bien sabemos ya, jeje). Estoy de acuerdo contigo en que los defectos en los informativos de nuestras tele vienen desde entonces, pero al menos en el resto de programación se dio un gran paso.
Hoy viendo la entrevista a Cortázar me ha saltado la bombilla. No me imagino a Franco viendo esa entrevista, una entrevista para hacerte pensar, no para informarte… pero daba que pensar…
En fin, como digo reflexión insomne.
Un saludo
Comentario de teresa (08/12/2012 03:30):
Perdón, A fondo, del 76 al 81:
http://es.wikipedia.org/wiki/A_fondo
Comentario de teresa (08/12/2012 03:35):
Serrat en “A fondo” en 1997:
http://www.youtube.com/watch?v=dKHsiWx0Cpc
¡En catalán! arggggg!
XDDDD
Comentario de teresa (08/12/2012 03:35):
perdón! en 1977, sorry por las erratas!
Comentario de teresa (08/12/2012 03:41):
Ahí va la entrevista de Soler Serrano a Serrat en 1997. Está en youtube en 5 partes, yeah!
http://www.youtube.com/watch?v=u50jEoT28OQ
Comentario de teresa (08/12/2012 03:41):
joder que torpe soy, EN 1977 COÑE! dislexia numérica
Comentario de teresa (08/12/2012 04:19):
atención al vídeo 3 de la entrevista a Serrat, minuto 6
Comentario de teresa (08/12/2012 04:27):
joder que buena la entrevista a Serrat. Sinceramente, la prefiero a 200 informativos.
Pingback de ¿Y si la República hubiese ganado la Guerra Civil? | Chapapote Discursivo (14/12/2012 22:14):
[…] el libro de Manuel Palacio sobre la televisión y la Transición española descubrí que en 2008 La Sexta había emitido un falso documental precisamente con el tema que […]