La llegada del Tercer Reich – Richard J. Evans
A todos nos caen muy bien los alemanes; nos encanta que dicten nuestra política económica a cuenta de dejarse ganar en el próximo Mundial o Eurocopa. Nos gusta que sean una economía productiva y que, con un poco de suerte, se gasten sus excedentes en segundas residencias en España. Viva los alemanes!
Pero la historia de Alemania no es sólo la historia del afán imperialista alemán por dominar Europa a través de la ortodoxia económica. Hay otra Alemania, menos previsible, menos hierática, más dispuesta a innovar, que piensa que también es posible dominar Europa conquistándola militarmente. Es la Alemania de Bismark, del Kaiser y del Tercer Reich, esta última en particular.
Por otro lado, mi nivel de Tercer Reich en sangre estaba bajando de forma alarmante; apenas un mísero libro dedicado al tema en los últimos seis meses. Había que adoptar medidas drásticas, y nada mejor que retomar el asunto desde el principio, desde la génesis del nazismo y su ascenso en la República de Weimar, que es de lo que habla este libro. El primero de una trilogía con la que Evans revisa la toma del poder por parte de los nazis, su gestión en época de paz, y finalmente la II Guerra Mundial. Una crítica con el patrocinio oficioso del BCE, para que Ustedes tengan presente que hay cosas peores que la disciplina presupuestaria y los ajustes draconianos.
El libro de Evans recorre todo el período de la República de Weimar, que se instaura tras la derrota alemana en la I Guerra Mundial, y es definitivamente destruida merced al ascenso de los nazis al poder en 1933. También presta atención al período histórico previo, a partir de la unificación de Alemania en 1870, fundamentalmente para observar en él las raíces de diversas tendencias ideológicas (el nacionalismo conservador alemán, el antisemitismo) que acaban desembocando en el nazismo. El peso de la guerra y la humillación, así como sus secuelas económicas, son los principales factores que explican el ascenso vertiginoso de los nazis, sobre todo a partir del comienzo de la Gran Depresión y el aumento del paro en 1929, tras unos años en los que Alemania había logrado medio enderezar el rumbo.
La derrota en la I Guerra Mundial provoca que Alemania se hunda en el caos; estallan revoluciones por todo el país, sobre todo en Berlín y en Baviera, en este último caso con un matiz ciertamente surrealista:
La noticia de que había estallado una revolución comunista en Hungría impulsó súbitamente a la extrema izquierda [bávara] a proclamar una República de Consejos en la que el Parlamento sería sustituido por un régimen de tipo soviético. Pero el jefe de la República de Consejos bávara no era ningún Lenin. Había salido una vez más a la palestra la bohemia literaria, representada esta vez por un dramaturgo (…), Ernst Toller. De sólo 25 años, se había hecho famoso como poeta y como autor de obras de teatro. Era más anarquista que socialista, y reclutó para su gobierno a hombres de una mentalidad parecida, entre los que se incluían otro dramaturgo, Erich Mühsam, y un escritor anarquista muy conocido, Gustav Landauer (…) Toller anunció una reforma total de las artes, mientras su gobierno proclamaba que la Universidad de Munich estaba abierta a todos los que solicitaran el ingreso salvo a los que quisiesen estudiar historia, que quedaba abolida por considerarse contraria a la civilización. Otro ministro proclamó que se pondría fin al capitalismo emitiendo moneda gratuita. Franz Lipp, el comisario de Asuntos Exteriores (…) declaró la guerra a Württemberg y a Suiza ‘porque esos perros no nos han prestado inmediatamente sesenta locomotoras. Estoy seguro –añadía- de que saldremos vencedores’. (pág. 195)
En este contexto, el nazismo aparece como uno más de los muchos movimientos ultraderechistas que emergen en Alemania como respuesta a la derrota en la guerra y a la posterior situación revolucionaria. La obsesión antisemita, mayor en el partido nazi que en ningún otro movimiento, no es, sin embargo, peculiarmente intensa en Alemania. Países como Francia, que pocos años antes ha vivido el caso Dreyfus, constituyen un vivero potencial de conflictos mucho mayor.
El antisemitismo crecerá en Alemania gracias al ascenso del Partido Nazi, el cual a su vez se alimenta del descontento con la República de Weimar y la crisis económica. De hecho, desde el momento en que los nazis comienzan a subir en los resultados electorales, su antisemitismo pasa a un segundo plano, a la espera de emerger de nuevo con toda su fuerza a partir de la toma del poder en 1933.
La República de Weimar es un sistema que nace entre enormes dificultades: los políticos que traen Weimar, sobre todo los socialdemócratas, son vistos como culpables de la derrota y de la “puñalada por la espalda” del Tratado de Versalles y sus enormes deudas de guerra, mientras que los militares, en especial los mariscales Hindenburg y Ludendorff, parecen héroes, a pesar de su absoluto fracaso en la gestión de la guerra.
Alemania tiene que hacer frente a la enorme factura de la guerra, que se suponía se pagaría con la victoria (para que luego digan de los PIGS: ¿acaso esa visión tiene algo que envidiar al modelo español de crecimiento económico vía ladrillo?). Además, también han de pagar las reparaciones de guerra a los Aliados, que hacen con Alemania lo que Alemania pensaba hacer con ellos. La suma de ambos conceptos supuso una losa insalvable para la República de Weimar en sus primeros años, lo cual condujo al desastre en 1923: la ruina, el impago de la deuda, la ocupación francesa del área minero-industrial del Ruhr para cobrarse directamente la deuda y, finalmente, la hiperinflación. Y cuando hablamos de “hiperinflación” no queremos decir que los precios se doblasen en un año. Mariconadas con la inflación, en Alemania, las justas:
El que quería comprar un dólar en enero de 1923 tenía que pagar por él 17.000 marcos, en abril 24.000, y en julio, 353.000. Era hiperinflación a una escala verdaderamente aterradora, y la tasa de cambio marco-dólar del resto del año alcanzó cifras más largas que las que puedan figurar en una guía telefónica: 4.621.000 en agosto, 98.860.000 en septiembre, 25.260.000.000 en octubre, 2.193.600 millones en noviembre y 4.200.000 millones en diciembre (pág. 141).
Los efectos sobre la vida cotidiana de una inflación en estos términos pueden imaginarse:
El estudiante Raimund Pretzel recordaba más tarde que los finales de mes su padre, que era funcionario de alto nivel, en cuanto cobraba el sueldo corría a comprar un abono para el ferrocarril para poder acudir al trabajo durante el mes siguiente, enviaba cheques para cubrir los gastos regulares, llevaba a toda la familia a cortarse el pelo y luego entregaba lo que quedaba a su esposa, que iba con los niños al mercado mayorista local y compraba montones de víveres no perecederos, con los que tenían que alimentarse hasta que llegase el siguiente paquete del sueldo. El resto del mes, la familia no disponía de dinero. Había que enviar las cartas con los últimos billetes pegados al sobre, porque no se podían imprimir sellos postales del valor correspondiente con la suficiente rapidez para cubrir el aumento de precio. (págs. 141-142).
Esta situación de crisis propició el primer intento de los nazis por hacerse con el poder, el putsch de la cervecería de Munich en noviembre de 1923. El fracaso absoluto de esta iniciativa obligó a los nazis a buscar en el futuro la vía democrática, con el fin, más o menos declarado, de apropiarse de las instituciones e instaurar una dictadura. Por otro lado, la situación en Alemania, tras la renegociación de la deuda y la creación de una nueva moneda, el Reichsmark, mejoró sensiblemente, lo que mantuvo al nazismo en unos niveles de aceptación ridículos (por debajo del 3% en las elecciones legislativas anteriores a 1930).
En efecto, los nazis constituyen un producto coyuntural, explicable sólo por la peculiar congregación de circunstancias históricas, sin las cuales nunca habrían alcanzado el poder democráticamente. La Gran Depresión explica su triunfo (y retrospectivamente puede decirse que su programa económico de destrucción creativa fue un éxito: ¡ni una pieza de maquinaria anticuada para 1945!).
A partir del momento en que los nazis se convierten en uno de los principales partidos, el libro se centra mucho en los resultados electorales y en su análisis. Tal vez demasiado, aunque resulta interesante seguir su evolución y la amalgama de partidos políticos (extrema derecha, derecha nacionalista, centristas católicos, socialdemócratas, comunistas, nacionalistas bávaros, partidos sectoriales, …) existentes en la República de Weimar, que propiciaba la abundancia de opciones y minorías freaks gracias a un sistema electoral basado en el principio “un hombre, un voto”.
El apoyo a los nazis se centra en las clases medias bajas y el campesinado. Al crecer va ensanchando sus apoyos, aunque tiene más dificultades con obreros industriales y católicos. En general, el principio que explica el crecimiento del voto a los nazis es el aumento del paro: conforme más paro, más votantes conseguían los nazis, no sólo por el voto protesta de los parados (del que también se beneficiaban, y mucho, los comunistas), sino porque el nazismo aparecía como el espolón de proa de la defensa de la tradición alemana y el sistema capitalista frente a la amenaza de la revolución marxista, muy presente para muchos votantes y poderes fácticos (como el empresariado o la Iglesia, tanto protestante como católica).
Por supuesto, una vez los nazis alcanzan el poder, en enero de 1933 y en un gobierno de coalición en el que están en minoría (pero en el que Hitler se reserva para sí la cancillería y el control de los servicios de seguridad), la escalada de violencia y recorte de las libertades es rapidísimo, y alcanza a todos los estratos de la política y la sociedad alemanas.
Se trataba de destruir sistemáticamente cualquier forma de oposición, a través de intimidación y torturas, aplicando la ley o sorteándola para prohibir publicaciones, sindicatos y partidos políticos. Los nazis emplean el principio de la “escalada desde arriba y desde abajo”, utilizando el poder del Estado y de sucesivas disposiciones legislativas, por un lado, y de la violencia e intimidación de los matones de las SA (los paramilitares del Partido Nazi), por otro.
Sorprende, por último, la escasa oposición que encontraron los nazis en el proceso de conversión de Alemania en un Estado totalitario, que consumaron en apenas unos meses. La deslegitimación de la República de Weimar y sus defensores, la defección de muchísimos alemanes y su conversión apresurada al nazismo para salvarse, y por supuesto la violencia sistemática y la carencia absoluta de escrúpulos con la que se guiaron los nazis, explican su éxito. A lo que hay que sumar, por supuesto, el apoyo que encontraron por parte de un sector considerable de la población alemana, afín a los principios del nazismo y/o deseoso de medrar gracias a ellos. Por ejemplo, uno de mis estudios de caso favoritos al respecto, el filósofo alemán Martín Heidegger, oscuro e incomprensible, y precisamente por ello amado por varias generaciones de profesores universitarios que no se dejaron impresionar por la miseria moral inherente al gran pensador:
El 27 de mayo [de 1933] Heidegger pronunció su discurso inaugural como rector. Dirigiéndose a los dignatarios nazis de camisa parda y a los profesores que habían acudido, proclamó que ‘la libertad académica ya no será la base de la vida en la universidad alemana, porque esa libertad no es auténtica, sino sólo negativa’. Heidegger no tardó en meter en vereda a su universidad. Ingresó oficialmente en el Partido Nazi (…) e introdujo entonces el principio de jefatura en el gobierno de la universidad, eludiendo o silenciando los órganos colegiados democráticos y representativos, y echando una mano en la redacción de una nueva ley de Baden que convertía al rector en el ‘jefe’ no electo de la universidad por un periodo ilimitado (…) Heidegger denunció a un colega, el químico Hermann Staudinger, a las autoridades del estado basándose en acusaciones falsas, y ayudó a la policía política en sus investigaciones sobre él (…)Heidegger también aplicó sin el menor escrúpulo la norma relativa a la expulsión de los judíos del personal docente de la universidad (…) Entre los judíos obligados a romper su relación con la universidad figuraban el propio ayudante de Heidegger, Werner Brock, y su mentor Edmund Husserl (…) Uniéndose al culto generalizado a Hitler, en rápido crecimiento, Heidegger explicó a sus estudiantes: ‘El Führer mismo y sólo él es la realidad alemana, presente y futura, y su ley. Estudiad para saber: de ahora en adelante, todas las cosas exigen decisión y toda acción, responsabilidad. Heil Hitler!’. (págs. 462-463)
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Comentario de fulano (09/01/2012 19:14):
Raimund Pretzel, después de emigrar al Reino Unido publicó bajo el seudónimo de Sebastian Haffner varios libros muy recomendables, entre ellos, “Historia de un alemán”, donde habla de esa época. También Austria vivió la hiperinflación y de ella escribió Stefan Zweig en “El mundo de ayer”. Ambos cuentan una historia muy parecida de cómo de la noche a la mañana el mundo que conocían desapareció.
Comentario de Nacho Pepe (10/01/2012 03:22):
Guillermo, mira que escribir sobre cómo la crisis del 29 es el desencadenante del ascenso del nazismo y, por extensión, de todo lo que vino detrás… ¡justo ahora!
Si lo que quieres es meter miedo, lo has logrado. Y es que damos tantas cosas por sentadas porque en Europa llevamos la friolera de unos 65 años sin matarnos unos a otros que si uno lo piensa quizás pecamos de optimistas.
Espero que los alemanes en general se estén tomando el tema de la crisis con el mismo buen humor que LPD, porque el tono de los comentarios de otras páginas españolas es preocupante.
Comentario de Destripaterrones (10/01/2012 08:09):
En resumen: rectores, decanos y catedráticos son el mal.
Comentario de desempleado (10/01/2012 09:57):
Aparte de los libros de Haffner, que como dice el anterior comentario son todos más que recomendables, hay una novela llamada “Una princesa en Berlín” de Arthur R. G. Solmssen que describe la hiperinflación de 1923 de un modo didáctico a la par que entretenido.
LPD motto: “always look on the bright side of life” (long live to Monty Python!)
Comentario de Regularizado (10/01/2012 10:34):
La verdad es que no se entiende la Alemania de hoy sin estudiar la de Weimar. Aunque hay cosas que los propios alemanes no han estudiado bien: se dice a veces que la hiperinflación “allanó el camino a Hitler al arruinar a las clases medias”. Pero, como dice Guillermo, los nazis apenas superaron el 3% antes de 1930. Es a partir de la Gran Depresión cuando suben, a consecuencia de una política desastrosa por parte del gobierno (gobierno paralizado por un Parlamento de locos completamente fragmentado, dicho sea de paso). Precisamente por la experiencia de la hiperinflación, insistieron en mantener el patrón oro mucho más tiempo que cualquier otro pais. Mientras los demás empezaban a darle a la impresora de billetes para inflacionar sus deudas y hacer gasto público, Alemania apostaba por un patrón que no controlaba, y que la obligaba a una dolorosa deflación interna. (Hmmm, un pais sin política monetaria propia, deflación interna con enormes sacrificios por un miedo absurdo a la inflación… ¿donde he visto yo esto recientemente?) Cuando el paro llegó al 33% sin que se vislumbrara ni un miserable brote verde, la gente se hartó y votó al austriaco del bigotito raro.
( Pueden ver el tema más desarrollado y con gráficos aquí:
http://ftalphaville.ft.com/blog/2011/11/21/755211/the-risks-of-sticking-to-uber-harte-wahrung-strategy/ )
Pero no estoy muy de acuerdo con que el partido nazi fuera la gran defensa ante la amenaza marxista: dentro del partido, había corrientes de lo más revolucionarias. Las SA, con todo lo que disfrutaban pegándose con los comunistas, tenían un programa que daba igual de miedo o más. Los empresarios no esponsorizaron muy activamente al nazismo, aunque este se dejó querer una vez que tuvo posibles. Con todo lo “inevitable” que a veces parece el ascenso nazi, pudo ser muy diferente. J.C. Fest describe como apenas unos días antes de que Hitler fuera nombrado canciller hubo una reunión interna del partido donde las SA (400.000 miembros) amenazaron con liarla parda (nunca mejor dicho) si Hitler insistía en una “transición suave”. Hitler dijo que nones, Strasser, el líder de los disidentes, salió cabreado de la sala – y se fue de vacaciones a Italia, para descansar.
Comentario de zanni (10/01/2012 10:41):
Pues, puestos a hablar de libros del momento, leyendo el artículo me he acordado de dos sobre el ascenso del nazismo: Uno de Eugeni Xammar, “el huevo y la serpiente”, creo que se llama, que es muy interesante porque son las crónicas perodísticas que este hombre escribía “en directo” sobre el asunto, incluso creo recordar que estuvo en el famoso punch de Munich, e incluye una entrevista al mísmisimo Hitler. Amigo de Pla y de Nin, Xammar me parece un tipo con buen ojo y escritura interesante…
El otro libro me impactó. No sé si lo conocen: “La noche quedó atrás”, de Jan Valtin (Seix Barral, 2008, creo…). Este libro es sencillamente increíble: la autobiografía de un agente doble de la Kommintern y la Gestapo, desde sus comienzos como militante comunista en los años 20. Cuenta Valtin cómo se gestó el ascenso del partido nazi, cómo se colaboraba entre los comunistas y los nazis para hundir el sistema democrático en el que ninguno de los dos movimientos creía, las prisiones, las presiones, los heroísmos… Todo, con el añadido saleroso para el lector patrio de que Valtin, cada vez que se encontraba no a un cabrón, sino a un puto cabrón entre los mandos del Partido Comunista Alemán, termina el capítulo invariablemente con el comentario “¿Este pieza? Pues acabó destinado a España durante la Guerra Civil”.
Saludos!
Comentario de desempleado (10/01/2012 10:43):
Si Strasser se hubiera quedado, otro gallo cantaría. “el método del fuhrer” a la hora de solucionar problemas en el interior del partido y dejar claro quién manda, esto es, o hacéis lo que yo digo o me voy y ya veremos quién es el guapo que torea a las masas, no es tan inusual como pudiera parecer.
Cuando pienso en austeridad presupuestaria me viene a la cabeza un nombre: Heinrich Bruning.
Comentario de Destripaterrones (10/01/2012 10:49):
Regularizado, tal vez la diferencia principal entre comunistas y nazis es que con los primeros existía el riesgo de que Alemania quedara satelizada por la URSS.
¿Qué os parecen los libros de Fritz Stern a este respecto?
Comentario de NMJ (10/01/2012 10:49):
A mí me gustó la peli de la chica que tiene un diario de rojos y los nazis la interrogan para saber quien anda en el ajo
Comentario de emigrante (10/01/2012 11:28):
De todos los intentos de revolución el que estuvo más cerca de conserguir el éxito fué el de los espartaquistas de Rosa Luxemburgo justo al terminar la Guerra. Quízá se precipiaron un poco, la gente todavía no estaba lo suficientemente “indignada” con la crisis de hiperinflacción y la Unión Soviética estaba muy verde para pensar en política exterior. De haber tenido éxito no sé quien habría sido satélite de quién. Otra ventaja de los nazis es que contaban con la ayuda de las élites, gracias al apoyo de gente como Ferdinand Porsche o la familia Krupp pudieron conseguir una espectacular recuperación económica algo que los comunistas probablemente nunca hubieran logrado.
A mí me parece que la gran olvidada en el tema del nazismo es Austria. Alemania era terreno abonado pero las semillas vinieron de Austria. El propio Hitler era austriaco y se trajo el antisemitismo de las ideas de políticos populistas austriacos. Algunos discursos del Führer son calcados de los del alcalde de Viena. Además el Imperio fue quien empezó la Gran Guerra. Y siempre consiguieron irse de rositas y hacerse una imagen romántica de “alemanes buenos” con los Alpes, los walses, Motzart, Sissi y el café con tarta de chocolate. Pero la sociedad austriaca es en general más conservadora y casposa que la alemana aún hoy en día y el último coletazo lo dió el partido de Jörg Haider.
Comentario de desempleado (10/01/2012 11:43):
Cierto, cierto… Angelitos austríacos como: Odilo Globocnik, Otto Skorzeny ó (¡sorpresa, sorpresa!) Herbert von Karajan, por ejemplo (aunque este último era un nazi bueno en plan Speer, para entendernos).
Tomo nota de los libros mencionados arriba.
Comentario de Regularizado (10/01/2012 14:59):
#Destripaterrones
Eso vendría a ser el dilema “¿pincho o pellizco?” para los empresarios. La URSS daba miedo, pero las SA también, y en el partido nazi había corrientes con un programa “de izquierdas” (de izquierdas de entonces: nacionalizar a tope, reforma agraria, proteccionismo comercial, estado mastodóntico…) que no hacían ninguna gracia a la burgesía conservadora. Esta nunca había llegado a aceptar la República de Weimar como suya, viéndola como resultado de una conspiración con Renault Kangoo incluida, y no torció un dedo por salvarla. Hubo muchos empresarios que apoyaron a Hitler, claro, pero a nivel personal.
La recuperación económica se realizó imprimiendo moneda para aumentar gasto público, mientras una “economía de guerra” ocultaba la inflación. En el extranjero pronto nadie se fiaba del Reichsmark, pero los nazis pasaban del extranjero e intentaron lograr una autarquía. Tarde o temprano, sin embargo, aquello tenía que petar – o acabar en una guerra.
Comentario de Mauricio (10/01/2012 15:12):
Creo que el triunfo de los nazis sobre los comunistas mas que por diferencias ideológicas en cuanto a economía/estado o el apoyo (posterior) de las grandes fortunas alemanas, fue por el carisma de Hitler, y porque el discurso nacionalista y racista de estos estaba, esta muy arraigado en Alemania, y en Europa en general.
Tres cosas que destacaría:
Que casi 80 años más tarde el FN en Francia este haciendo lo mismo, aunque a mucha menor escala. Me refiero a disputar a la izquierda el voto obrero y salirse con la suya, en demasiados casos. ¿Es un problema de pueblo o de izquierdas?
El parlamento fragmentado en minipartidos que seguramente representaban sensibilidades diferenciadas, etc, etc…pero que no ayudo mucho a la democracia, al menos a la ¿real?
Y finalmente lo de los indignados bavaros, y es que estos, da igual la época o el país, siempre a su bola.
Comentario de Destripaterrones (10/01/2012 15:30):
Mauricio, yo diría que el problema es de los dos. Del pueblo por resultar demasiado vulnerable a los mensajes demagógicos de unos y otros, de la izquierda por no saber articular un discurso solvente, estar dividida una vez más, y sobre todo por ser parte del problema (KPD).
Por eso es necesario consolidar un tanto las mayorías.
Pero casi siempre con más lealtad que los nacionalistas centrífugos de aquí.
Comentario de Bunnymen (10/01/2012 22:09):
Del pueblo, o es un problema humano, por ponernos más filosóficos que históricos. Oh, historia enseñanos…¿Es el funcionariado el nuevo pueblo judio?
Comentario de Baturrico (10/01/2012 23:58):
Lástima que la magna obra de Eberhard Kolb sobre la República de Weimar no esté traducida al castellano (versión alemana en Oldenbourg Wissenschaftsverlag, ISBN 9783486588702; versión inglesa en Routledge, ISBN 9780415344425).
Como mencionaba en otro comentario en otro blog, es simpático leer a Solmsen y su ‘Una princesa en Berlín’ (Tusquets, ISBN 9788483835609), muy recomendable como entretenimiento y divulgación histórica.
Precisamente ahora que nuestra Monarquía Parlamentaria está sometida a una terapia de depresión económica brutal, viene bien leer cómo se arruinó una democracia con un cóctel bestial, rematado por mayorías negativas en el parlamento (KDP y NSDAP), que llevaron al país al abismo. En la República de Weimar se entiende la vacuna de la democracia alemana actual, pero también la dinámica posible de la destrucción de una democracia como la que un populismo cosechando en la crisis económica actual. Véase el caso actual de Hungría, y los anteriores de Venezuela u otros. Preocupante.
Comentario de varo (11/01/2012 08:57):
A mí de este tema me gustaba lo de “La lengua del Tercer Reich” de Viktor Klemperer. Análisis filológico sobre el (ab)uso del lenguaje en la evolución nazi. Es muy recomendable. El sentido del humor de Klemperer debería tener su propio monumento:
“Ningún libro me ha sacudido tanto como “el despertar de la raza” de nosequién, porque el policía nosequién me golpeó en la cabeza con él hasta hacerme castañear los dientes” cool.
Comentario de pescadilla (11/01/2012 09:23):
off topic, guillermo
he leido en el mundo, en un artíiculo sobre martin vigil
“Hay lectores que lloraron con ‘La vida sale al encuentro’ cuando el hermanito pequeño del personaje principal, en una clara relación de homosexualidad reprimida, muere apretando con la mano una medalla de la Virgen mientras el protagonista explicitaba sus deseos de ser sacerdote”
¿esto no lo escribiste tú años ha en un articulo sobre este escritor?
plagio, plagio¡¡
Comentario de desempleado (11/01/2012 10:45):
Volviendo al topic, tampoco hay que olvidar que la salida de la economía gringa del pozo de los años 30 fué básicamente la misma que la del Reich: armarse hasta los dientes. Y en esas estamos, claro que el problema del keynesianismo militar es que llevado al absurdo los rendimientos decrecientes aparecen tarde o temprano. Sobre el particular ha escrito mucho (y bueno) un tipo llamado Chalmers Johnson, su “Blowback trilogy” es lectura básica sobre el tema.
Comentario de Latro (11/01/2012 10:53):
#17 De ese libro me quedó grabado en la cabeza su muy pertinaz observación de como al final hasta los opositores al régimen, las iniciativas de “desnazificación” y todo eso terminaban aceptando el mismo “idioma Nazi” – el pueblo, la movilización, la voluntad, etc.
A lo mejor es por el paralelismo con los eslovenos de Laibach y su “tomemos canciones pop y versionemosla como si las cantasen las juventudes hitlerianas, vereis que poca diferencia con las letras”…
Comentario de Guillermo López García (11/01/2012 11:08):
#18 Pescadilla, en efecto eso lo publicamos hace unos diez años, un artículo escrito por Andrés y por mí (de los pocos, pero es que el libro de Martín Vigil merecía la pena). Lo que citas corresponde a mi parte del artículo: http://www.lapaginadefinitiva.com/2006/08/30/la-vida-sale-al-encuentro-jose-luis-martin-vigil/
El caso es que ahora me fijo que ese artículo ha tenido bastantes visitas, tanto ayer como hoy ¡No me digas que han vuelto a plagiarnos en El Mundo! Ya en su día plagiaron, con toda su cara, un artículo de Manolo sobre Bud Spencer y Terence Hill. ¿Está publicado en Internet el artículo de El Mundo?
Un cordial saludo
Comentario de Guillermo López García (11/01/2012 11:12):
JA JA JA JA JA JA
Aquí está el artículo de El Mundo: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/09/cultura/1326124036.html
Su autor es un jesuita que reivindica el valor de Martín Vigil como escritor de calidad. Como ejemplo de lo mucho que gustaba su literatura, plagia (sin citarla, por supuesto) mi historia – coña de que la gente lloró con ese ejemplo de homosexualidad reprimida. ¡Qué maravilla!
Comentario de pescadilla (11/01/2012 11:32):
Os anarrosean en el mundo, qué nivel, jajajaja¡¡¡
¿este martin vigil no escribio un libro sobre un veterano de la división azul que vuelve a casa, su mujer ha muerto y no conoce a su hijo, el niño está desilusionado porque en vez de un heroe vuelve un amargado y se insinua que el niño pudiera ser hijo del hermano?
una especie de jules et jim falangista, vaya, que acaba siendo un ploff
(lecturas de la adolescencia, en vez de ir a la biblioteca tiras de la libreria de casa, y pasan estas cosas, claro)
Comentario de jose (11/01/2012 15:19):
Martin Heidegger es uno de los responsables de la mala prensa que tiene la filosofía en la actualidad, especialmente en Europa. Como bien dices, su estilo opaco -llegó a decir que la filosofía solo puede expresarse en alemán o griego antiguo- ha hecho que tenga numerosos seguidores, entre ellos muchísimos profesores universitarios españoles que he tenido la desgracia de sufrir en primera persona. Cuando les espetas en clase eso de sus “flirteos” con el nazismo, siempre cuentan ese rollo de que “hay que separar la vida y la obra de los pensadores, bla, bla, no hay que quedarse con lo negativo, etc.” pero en este caso quedan pocas dudas de su total adhesión intelectual al nazismo y sus pocos escrúpulos como persona echando a Husserll que además fue el inventor de la “fenomenología” que aquel copió. Por cierto un teólogo actual llamada Ratzinger también es admirador de este siniestro personaje.
Comentario de Andrés Boix Palop (11/01/2012 18:05):
Lo de la colaboración entre el NSPD y el PKD es uno de esos mitos que, no se sabe bien por qué, tienen muy buena prensa. La realidad es que el PKD era el que se llevaba ( y también repartía) buena parte de las hostias callejeras en que también consistía la política alemana de la época, se opuso al gobierno de Hitler con todas sus fuerzas desde el primer momento y no cometió la indignidad, a diferencia de otros, de votar a favor de la Ermächtigungsgesetz tras el incedio del Reichstag. Lo que costó a la mayor parte de sus diputados, rápidamente, la vida o la libertad.
Comentario de Destripaterrones (12/01/2012 09:22):
Andrés, creo que aquí nadie ha dicho que nazis y comunistas colaboraran, sino que cada cual por su lado contribuyo a socavar la república weimariana.
La situción la describiría con la metáfora que da Dietrich Schwanitz, dando a entender que el SPD en el Gobierno era como Ulises pasando entre Escila y Caribdis, élites del conservadurismo antidemocrático y comunistas que consideraban la democracia algo obsoleto.
Los comunistas añadieron mucha tensión a la situación, que luego fueran víctimas no les exime de responsabilidad.
Comentario de casiopeo (12/01/2012 11:43):
Los socialdemócratas alemanes tambien tuvieron su parte de culpa, porque como unos felipistas cualesquiera mantuvieron los aparatos del estado guillermino: jueces, policias, altos funcionarios , gente muy poco comprometida con la republica de Weimar y la neutralidad republicana, de forma que los crímenes del terrorismo de derechas solían terminar impunes y alimentaron el discurso antidemocrático y autoritario. Entre la espada de la revolución y la pared de la reacción los socialdemocratas no tuvieron valor para deshacererse de los poderes facticos del antiguo regimen. Lo que me recuerda a ciertos acontecimientos de Españistán.
Comentario de d&b (12/01/2012 11:55):
Nacionalsolistas : tradicionalistas , si
capitalistas , jamas .
Otra historia politicamente correcta del III Reich ,
una vez mas el hitler que nos vendieron ” los buenos” , los que ganaron , da good guys .
los que finiquitaron la guerra tirando dos bombas nucleares encima de poblacion civil , no olvidemos nunca que los que perdieron sn malos y los que ganaron (y sus aliados sionistas) son los buenos , dicho esto :
Un hitler que en el 33 llego al reichtag y empezo a pegar tiros al aire ” la habeis cagado ..” , gritaba el.
claro hombre , todo fue tan rapido no ?
y luego , un clasico , hitler queria conquistar el mundo y se le fue de las manos , faltaria mas ,no hace otra cosa que repetirlo 24/7.
henry ford ( el de los coxes) y hitler estaban.equivocados tios .
Ni justifico ni secundo el dolor de los inocentes muertos bajo el yugo del III reich pero para cuando un articulo de la lacra que es el sionismo internacional o la c.i.a x ejemplo , gracias
Comentario de desempleado (12/01/2012 12:03):
No está de más recordar el papelón del spd durante la revuelta espartaquista y el destino de los líderes de la misma.
Comentario de zanni (12/01/2012 12:06):
Andrés, Destipaterrones, Valtin cuenta en su libro cómo nazis y comunistas colaboraban de hecho para atacar a la democracia burguesa, por ejemplo coordinándose para reventar mítines de los “partidos burgueses”, de lo cual él mismo fue testigo y parte activa.
El cualquier caso no es algo tan extraño que dos que acabarán odiándose se unan previamente para liquidar a un tercero, enemigo común y en principio más fuerte que ambos. Sucedió, como saben, en la revolución rusa con los anarquistas, bolcheviques y mencheviques; sucedió en la guerra civil española -en los dos bandos-, sucedió en la guerra mundial, con la alianza entre soviéticos y norteamericanos contra los nazis…
Comentario de casiopeo (12/01/2012 12:19):
la “colaboración” entre nazis y comunistas no pudo pasar de anecdótica, mucho menos intensa y estrategica por ejemplo que la “colaboración” entre nazis y sectores conservadores del ejercito, la justicia y la policia, ya que basicamente lo que hacian los comunistas y los nazis era abrise la cabeza unos a otros, como durante la famosa “guerra de las tabernas” en Berlin, que terminaron ganando los nazis con la inestimable colaboración de los jueces y policias prusianos.
Comentario de Destripaterrones (12/01/2012 12:25):
Para mí la culpa mayor del SPD es su papel en el destino de los espartaquistas. Lo que ya dudo más es que tuvieran margen de maniobra, en esa Alemania tan inestable, para instaurar sus propios cuadros y derrumbar a los poderes fácticos.
Comentario de Baturrico (12/01/2012 15:29):
Prof. Boix, cuando me refería a la mayoría negativa en el parlamento de comunistas y nacionalsocialistas no lo hacía sugiriendo que colaborasen -tal vez estratégicamente lo hicieran, como lo hicieron Stalin y Hitler diez años despúes-. Eran mayoría en la voluntad de acabar con la república parlamentaria.
Me refería a que configuraban una mayoría de bloqueo, que cualquier ley o iniciativa de los partidos burgueses o de clase moderados estaba condenada a fracasar, porque los extremistas iban a votar en contra y a arruinar la vida parlamentaria.
Con Von Papen en el gobierno el NSDAP tenía 230 escaños y el KPD 89 de un total de 608, en verano de 1932. Esa fue la puntilla, con nuevas elecciones en noviembre, von Schleicher unos meses, y la llegada de los nazis al poder en enero. La ruina.
Comentario de de ventre (13/01/2012 23:43):
He leído también “la noche quedó atrás” de jan valtin y para uds., oh friquis del periodo de entreguerras, es un tesoro sinigual.
efectivamente, el autor “denuncia” (en realidad, no denuncia, sólo lo cuenta) la colaboración entre nazis y comunistas para reventar los últimos focos de grupos políticos democráticos organizados antes de las últimas elecciones, al tiempo que siguen manteniendo una guerra mortal entre ambos. en fin, totalmente 1984 en plan “la guerra es la paz” y “cuanto peor, mejor”.
el libro estremece a pesar de un estilo literario un poco viejuno. especialmente terrible es su narración de la situación tras la primera guerra mundial, así como la absoluta fidelidad perruna a los cuadros directivos del aparato soviético. Y la narración de los 3-4 años en las cárceles de la gestapo es digna del tarantino más enloquecido.
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