Mao – Philip Short
Esta magnífica biografía nos permite acercarnos a una de las figuras más importantes del siglo XX. En concreto, a una de las personas que más muertes causó, en reñida competencia con Hitler y Stalin.
Es buen síntoma de nuestro nefando eurocentrismo que, cuando pensamos en asesinatos de masas, siempre acabemos recurriendo al tópico del bolchevismo y el nazismo. Pero, sin negar sus méritos al respecto, hay que decir que Mao también estuvo allí, y durante muchos años, con el aliciente añadido de que, en el proceso de volverse paulatinamente más loco, su inventiva para provocar muertes en masa le obligó a buscar medidas cada vez más alambicadas, y más meritorias, desde el punto de vista de la voluntad con la que se adoptaban: por ejemplo, el Gran Salto Adelante en los 50, a fin de cuentas, sólo deriva de una visión totalmente irreal de los objetivos productivos de China en las siguientes décadas y de la mejor manera de alcanzarlos, que acabó provocando una enorme hambruna. Sin embargo, la Revolución Cultural, que comenzó a desplegarse a finales de los años sesenta, tenía por objeto preciso e inequívoco exterminar cualquier sombra de heterodoxia en la sociedad china, lo cual derivó rápidamente en la destrucción del legado cultural chino y en la purga sistemática de los intelectuales y de los cargos del Partido Comunista Chino. En resumen, con la Revolución Cultural, si bien es cierto que Mao mató menos que con el Gran Salto Adelante, también lo es que mató mejor.
En ambos procesos podría decirse que Mao hizo “un Stalin” (las hambrunas y las grandes purgas de los años 30 provocadas por el líder soviético). Y es que en China, como en Rusia, la vastedad del territorio y de su población constituían un campo fértil para hacer ingeniería social a lo bestia, como también lo eran para generar guerras salvajes, con millones de muertos, con el mérito añadido de que muchas de ellas, en los siglos XVIII y XIX, se daban en condiciones preindustriales.
En cuanto al libro que nos ocupa, atiende mucho más, como es lógico, a la dimensión política e histórica de Mao que a la personal. En este último aspecto, el autor fundamentalmente nos explica la carencia de lazos familiares del líder comunista (rompe relaciones con sus padres y ve cómo mueren o desaparecen la mayoría de sus hijos, uno de ellos en la Guerra de Corea) y su fervor sexual, incluso en los últimos años de su vida: Short viene a decir que Mao es un pichabrava al que le buscaban jovencitas para cada noche; un Berlusconi del proletariado.
Mao se casa cuatro veces. La primera mujer muere, a la segunda la abandona, la tercera le abandona harta de sus devaneos, y él se casa con la cuarta, Jiang Qing, una loca a la que odiaría toda su vida, pero de una fidelidad política indudable, lo que le permitiría adquirir un enorme protagonismo en los años de la Revolución Cultural.
La biografía de Short tiene dos partes claramente diferenciadas: el ascenso de Mao, desde sus modestos orígenes campesinos hasta el liderazgo en el PCCh, primero, y la República Popular China, después; y su progresivamente más delirante gobierno a lo largo de casi treinta años. La segunda parte es mucho más interesante y entretenida, sin desmerecer el interés de la primera, que radica más en el contexto histórico que nos relata Short de la China contemporánea que en las vicisitudes de Mao.
La China de principios del siglo XX es un Imperio totalmente humillado y dominado por las potencias occidentales, que vencieron a las tropas imperiales en las dos Guerras del Opio (los británicos, apoyados en otras potencias occidentales, obligaron a los chinos a abrir sus fronteras para la venta de opio, generando millones de adictos para sostener un lucrativo mercado) y se hicieron con concesiones territoriales, troceando China desde la segunda mitad del siglo XIX y ejerciendo, en la práctica, un protectorado sobre el Imperio.
Si a este contraste entre el glorioso pasado chino y su humillante derrota a manos occidentales unimos la intromisión japonesa, que le había birlado a los chinos el control de Corea y Taiwan en 1895 y que invade Manchuria a partir de 1931, podemos entender el fértil caldo de cultivo para movimientos nacionalistas opuestos a la intromisión extranjera que era China en aquella época. Sobre todo, en lo que concierne a Japón. Para que ustedes lo entiendan, para los chinos las sucesivas invasiones japonesas vendrían a ser como si Marruecos invadiese España y lograra imponerse merced a su superior tecnología.
Para varias generaciones de occidentales, sólo ha habido una fuente bibliográfica sobre la China de aquel período universalmente respetada: el tebeo “El Loto Azul”, de Tintín, en el que Hergé nos cuenta, con la clásica perspectiva paternalista-colonial del occidental encantado de haberse conocido, la épica resistencia de los chinos a la invasión japonesa de Manchuria.
Pues bien, en ese cómic Hergé aprovecha también para rebatir los repugnantes tópicos sobre la China de la época que tenían los occidentales: que si refinadas torturas, que si los chinos tienen afiladas uñas y largas coletas, que si las chinas sufren horribles dolores para obtener unos pies diminutos, que si echan a los niños sobrantes al río cuando nacen… ¡Todo mentira!, dice Hergé. Todo es un producto de los prejuicios occidentales.
Por supuesto, la lectura del libro de Short deja bien claro que todas y cada una de estas prácticas eran habituales en la China de la época, con lo que derriba, por fin, décadas después, el tópico de El Loto Azul sobre los falsos tópicos chinos. En particular, por supuesto, todo lo que se refiere a la crueldad. Las orgías de asesinatos y violaciones son habituales, con refinadas torturas de las que Mao se convierte pronto en ferviente defensor.
Como decíamos, el libro se centra, sobre todo, en la larguísima guerra civil china (1927-1949), que se cruza con la invasión japonesa y la II Guerra Mundial. En este conflicto inacabable el éxito de Mao se basó, sobre todo, en sus afortunadas decisiones militares contra un enemigo en general mucho más poderoso (el Kuomintang) y en su acierto al involucrar al campesinado chino, abrumadoramente mayoritario, en la revolución.
El momento culminante de Mao llega en 1934-35, cuando consigue dirigir a lo que queda del Ejército Rojo en su huida de las tropas, muy superiores en número y pertrechos, de los nacionalistas chinos (el Kuomintang). Mao y los suyos atraviesan penosamente las regiones más inhóspitas de China a lo largo de más de un año. Con el mismo tesón y espíritu de sacrificio con el que los chinos enlazan jornadas de catorce horas por una miseria y sin un solo día libre, para usufructuar bares españoles realquilados o restaurantes chinos que son tapaderas de locales todo a un euro que son tapaderas de talleres textiles que son tapaderas de un burdel, los restos del Ejército Rojo cruzan China de norte a sur, en una infernal marcha para huir del Kuomintang.
La Larga Marcha supone atravesar 10000 km de montañas, marismas y desiertos en un año. De las 80000 personas que comienzan la marcha, sobreviven unos 5000. Es decir, en torno al 7%. Y las condiciones son verdaderamente épicas. Vean a qué se ven obligados los componentes de la Marcha cuando la única comida disponible es el grano de trigo que muchos no pueden digerir:
Algunos murieron porque su organismo no pudo asimilar el grano crudo y sin moler. Las últimas unidades, enajenadas por el hambre, recogían las semillas sin digerir de las heces sanguinolentas de los que habían pasado por delante suyo, las lavaban lo mejor que podían y se las comían. (pág. 460)
Las traiciones de Stalin al final de la II Guerra Mundial dejan vendido a Mao frente al Kuomintang. La URSS ha sido, durante todos estos años, el “hermano mayor”, el sostén de los comunistas chinos, y Stalin el encargado de marcar las grandes directrices estratégicas. Pero, una vez finaliza la guerra contra Japón, la URSS no apoya con suficiente tesón a los comunistas, para evitarse una reacción hostil de EEUU, que apoya firmemente a los nacionalistas chinos.
A raíz de esas experiencias, y del pasado de China (cuya visión, por parte de Mao, podría resumirse en “la gloria del aislacionismo”), Mao desarrolla una enorme desconfianza hacia las demás potencias que potencia su nacionalismo. El posterior choque de voluntades con Stalin, una vez instaurada la República Popular China en 1949, tampoco ayudó, a pesar de lo cual se llega a una alianza. Pero Stalin casi siempre acababa toreando a los chinos, como en la Guerra de Corea, en la que los chinos se involucran activamente en el conflicto del lado de Kim Il Sung, con el respaldo material soviético pero sin el apoyo activo de la URSS, y tienen que hacer frente en solitario al poderío militar estadounidense.
Las quejas sobre el paternalismo y las traiciones soviéticas, por supuesto, pueden leerse también desde otra óptica: durante décadas, los chinos siempre pedían y nunca daban, y encima no se dejaban mandar. Tampoco le gusta a Mao de la URSS la denuncia que hace Kruschev de Stalin (cuyo legado Mao defiende con firmeza), y en general el aperturismo de Kruschev, a quien retrospectivamente hemos de considerar un pardillo que le da a China la tecnología necesaria para desarrollar su propia bomba atómica a cambio de nada; o, mejor dicho, a cambio de acabar rompiendo con Mao y de crearse un nuevo y peligroso enemigo que aumentaría la permanente sensación de asedio de los soviéticos.
Como indicábamos al principio, el libro va ganando paulatinamente enteros y contiene sus mejores momentos en la descripción de los años de Gobierno de Mao (1949-1976). Sobre todo porque Mao pierde muy rápidamente el sentido de la realidad y se vuelve loco en su afán por triunfar en su implantación del socialismo.
El primer gran momento de este recorrido de locura maniática es, sin duda, el movimiento conocido como “Las cien flores”. A lo largo de todas las sufridas décadas de guerra, invasión y revolución, las purgas en el seno del Partido Comunista Chino fueron constantes. Cada vez que querían deshacerse de alguien, le acusaban de “oportunismo derechista” (que es como decir “amigo de ZP”) y todo arreglado. Por otra parte, el Partido fue adquiriendo un monopolio cada vez mayor del poder en todos sus órdenes (también en lo social y cultural) y del pensamiento. De manera que las clases profesionales y los intelectuales chinos miraban, a principios de los 50, con comprensible desconfianza a los comunistas.
Para luchar contra estas dudas, y para alentar la creatividad y el pluralismo de su pueblo, Mao lanza el mencionado movimiento de “las cien flores”, un intento de abrir las puertas a la disidencia. Para ello, Mao alienta a la oposición para que se exprese, les invita a que critiquen al PCCh, con el objetivo de dinamizar a la sociedad. La oposición al principio no se fía, pero Mao insiste durante meses, e incluso años. Así que, poco a poco, la gente, tímidamente al principio, con mayor claridad después, comienza a hablar con libertad, por fin se respira un poco de pluralismo… ¡Momento en el cual Mao da la orden, el PCCh se vuelve contra ellos y los meten en la cárcel, o en campos de reeducación, a todos! ¡Hay que ser un hijoputa refinado para maquinar algo así! (Se estima que la represión alcanzó a más de 500000 personas).
Eliminada toda sombra de oposición, Mao se dispone a lanzar sus grandes proyectos, en un marco de absoluta adoración al líder. El siguiente fragmento nos ayudará a entender hasta qué punto su palabra era ley, y movilizaba, literalmente, a millones de personas:
Insistió en que se debían eliminar ‘las cuatro plagas’, convirtiendo a China en ‘el país de los cuatro ‘sines’: sin ratas, sin gorriones, sin moscas y sin mosquitos’. Como respuesta a esa llamada, por todo el país, los ciudadanos se organizaron (…) ‘Unos gritos de mujer que helaban la sangre me despertaron de buena mañana. Me apresuré hasta la ventana y vi a una joven corriendo de un lado a otro sobre el tejado del edificio continuo, agitando frenéticamente una vara de bambú que tenía un gran trapo atado a la punta (…) en los pisos superiores del hotel había mujeres dispuestas para la ocasión agitando sábanas y toallas que se suponía que servían para evitar que los gorriones se posasen sobre el edificio’. El plan funcionó. Miles de gorriones murieron de fatiga. Otro extranjero informó algunos meses después de que no había visto un solo gorrión en cuatro semanas, y sólo en quince ocasiones había encontrado moscas, por lo general aisladas (pág. 658)
A finales de los cincuenta Mao lanza el delirio del Gran Salto Adelante: se marcan quiméricos objetivos de producción que, supuestamente, permitirían que China superase a la URSS y a las potencias occidentales en producción industrial en menos de veinte años. Para fomentar la productividad, se obliga a millones de campesinos a reorganizarse en comunas que abarcaban a varios pueblos e incluso comarcas enteras. El resultado es una hambruna brutal en la que mueren 20 millones de personas, y dejan de nacer otros 15:
Los hombres vendían a sus esposas, en caso de que existiesen compradores; y las mujeres se sentían afortunadas de ser compradas, ya que su adquisición significaba su supervivencia. Reapareció el bandidaje. El canibalismo era endémico, como lo había sido durante las hambrunas acaecidas durante la juventud de Mao. Los campesinos se comían a los hijos de los demás para evitar comerse a los propios. (pág. 696)
A pesar de que Mao hace una animalada detrás de otra, y de los terribles efectos de sus decisiones, no tiene ninguna sombra de oposición, y todos los miembros del Comité Central le ríen las gracias. La adoración de la que es objeto adquiere rápidamente ribetes religiosos, como puede verse en este texto, repartido a los soldados del Ejército Rojo, que cuenta los pensamientos de “Li Feng”, representación de un hipotético soldado modelo:
Esta mañana me sentía particularmente feliz cuando me levanté, porque la pasada noche soñé con nuestro gran líder, el presidente Mao. Ha ocurrido hoy, cuando se cumple el cuarenta aniversario del partido. Tengo tantas cosas que decirle hoy al partido, tanto que agradecerle… Soy como un niño pequeño, y el partido es como la madre que cuida de mí, me guía y me enseña a andar… Mi amado partido, mi estimada madre, seré por siempre tu leal hijo (pág. 712)
Pero, aunque personalmente me resulta más fascinante el modo perverso de purgar a los intelectuales de “Las cien flores”, en el legado de Mao siempre ha sido considerado un cénit de la locura y la arbitrariedad el movimiento que auspició a finales de los años sesenta: La Revolución Cultural. Mao decide purgar a su número dos, Liu Shaoqi, y a muchos más, y para ello se inventa supuestas traiciones al partido, al mejor modo estalinista o de periodismo creativo de Pedro J. Ramírez, con lo que consigue provocar un enfrentamiento abierto de las clases intelectuales que quedan en pie, y sobre todo de los estudiantes, contra el propio partido. La cosa evoluciona hacia un afán destructivo por todo lo “viejo”, que se sustituiría, tras la destrucción, por una sociedad nueva, perfilada exclusivamente según los preceptos que se encargaría de dictar Mao:
Una generación entera de jóvenes chinos estaba dispuesta a morir, y a matar, por él sin cuestionar su obediencia. Y así lo hicieron (…) Una de las primeras víctimas fue el escritor Lao She (…). Junto a otras treinta figuras del ámbito cultural, fue conducido hasta el patio del antiguo templo de Confucio de Pekín. Allí se les cortó el pelo al estilo yin-yang (la mitad de la cabeza afeitada y la otra sin cortar); se les derramó tinta negra sobre el rostro, y les colgaron carteles tildándolos de ‘demonios vacunos y espíritus de serpiente’. Se les obligó a arrodillarse mientras los guardias rojos les azotaban con palos y cinturones. Lao She, que tenía entonces sesenta y siete años, perdió la conciencia. Cuando fue enviado de vuelta a casa, en las primeras horas del día siguiente, sus ropas estaban tan llenas de sangre coagulada que su esposa tuvo que cortarlas para poder sacárselas. Al día siguiente se suicidó arrojándose a un lago poco profundo, no lejos de la Ciudad Prohibida. (pág. 748)
La calle de la parte exterior de la embajada soviética pasó a ser la ‘calle del antirrevisionismo’; el Hospital de la Unión de Pekín, fundado en 1921 por la Fundación Rockefeller, se convirtió en el ‘Hospital Antiimperialismo’”. (pág. 754)
Cada mañana, en los lugares de trabajo, la gente permanecía en formación y se postraba tres veces ante el retrato de Mao, ‘pidiendo instrucciones’ silenciosamente sobre las tareas del día que tenían por delante. Repetían el mismo ritual cada tarde, para informar de todo lo que habían realizado. Los guardias rojos explicaban a sus víctimas que debían rezar a Mao para alcanzar el perdón. En las estaciones de ferrocarril de las ciudades, los pasajeros debían realizar una ‘danza de lealtad’ en el andén antes de que se les permitiese subir al tren. En los distritos rurales existían ‘cerdos de la lealtad’, marcados con el carácer zhong (fidelidad) para mostrar que incluso las bestias más inmundas eran capaces de reconocer el genio de Mao (…) Al Pequeño Libro Rojo de los aforismos se le atribuyó el poder de obrar milagros. Los periódicos chinos informaban de cómo los obreros médicos, provistos de aquél, habían curado a los ciegos y a los sordos; cómo un paralítico, confiando en el pensamiento de Mao Zedong, había recuperado la funcionalidad de sus miembros; cómo, en otra ocasión, el pensamiento de Mao Zedong había resucitado a un hombre de la muerte (págs. 757-758)
Los revolucionarios deshacen la estructura del partido, luego luchan entre ellos, y finalmente arrastran al Ejército a una especie de Guerra Civil. Al final, cuando los Guardias Rojos comienzan a atacar al Ejército, el propio Mao se percata de que ha de echar el freno a los excesos revolucionarios, y las cosas tienden a calmarse.
Mao sistemáticamente se libraba de aquellos a los que designaba como sucesores. Tan pronto como los nombraba, comenzaba a sospechar de su fidelidad, o de su competencia, o de ambas. Ideaba estrategias pérfido-surrealistas que inevitablemente acababan poniendo en evidencia que lo que Mao había pensado era finalmente cierto a ojos de Mao. Así que se deshace de Liu Shaoqi, al que sustituye por Lin Biao, que muere tratando de huir a la URSS, razón por la cual confía en Zhou Enlai, al que comienza a socavar de inmediato y sustituye por Den Xiaoping, a quien había purgado en la Revolución Cultural y vuelve a purgar en sus últimos años. Como tampoco puede dejar las cosas en manos de la loca de su mujer, Jiang Qing, y su “Banda de los Cuatro” defensora del “legado” de la Revolución Cultural, se busca un semitestaferro, que conforme muere Mao (1976) detiene a la Banda de los Cuatro, y poco después pierde el pulso por el poder con el incombustible Deng Xiaoping, que gobernará hasta 1997, a la provecta edad de 93 años.
En resumen: se trata de un libro muy recomendable sobre un personaje fascinante, cuyas locuras en nada tienen que envidiar a la de los dictadores totalitarios occidentales, y que además va mejorando conforme avanzamos. Quizás las primeras 400 páginas les resulten algo reiterativas, puesto que Short se detiene mucho (a mi entender, excesivamente) en relatar pormenorizadamente los primeros años de Mao en el PCCh, pero si tienen paciencia serán recompensados.
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Comentario de Danuto (17/10/2011 02:19):
Te recomiendo los tres volúmenes de “Una vida en China”, publicados (o publicando) en Astiberri.
http://www.astiberri.com/ficha_prod.php?cod=unavidaenchina
Momentazos que te complementarán bastante bien las sensaciones que comentas. De primera mano.
Comentario de Nacho Pepe (17/10/2011 05:44):
Lo de Agatha, el eurocentrismo y los asesinos de masas me ha recordado a esta noticia que se vio hace poco por acá en el lejano Oriente:
7-Eleven stores in Taiwan pull Hitler lookalike items
http://news.blogs.cnn.com/2011/09/28/7-eleven-stores-in-taiwan-pull-hitler-lookalike-items/?&hpt=hp_c2
La diplomaciia israelí siempre al quite de cualquier coas que pueda darles una excusa para recordarnos que, aunque no existían todavía (como estado), ellos son la salvaguarda de la memoria sobre lo que ocurrió en el Holocaustro.
Si los taiwaneses (por decir de un “país” declarado enemigo del maoísmo con representaciones diplomáticas en Occidente, aunque sean de tapadillo) fuesen la mitad de pesados que la teocracia israelí, tendrían para darnos en los morros unas cuantas veces.
Por cierto, ¿se han leído ustedes “Wild Swans”? ¿Qué opinión les merece? Lo digo porque a mí me impactó muchísimo, pero como aquí se concentra el núcleo de la “Guóānbù” sobre lo que es literatura, literatura, o mero Juegodetronismo…
Comentario de desempleado (17/10/2011 09:36):
Como veo que le va la marcha le recomiendo, si no lo ha leído ya, “némesis” de M. Hastings, una crónica sobre la derrota de japón en la segunda guerra mundial. Estómagos frágiles abstenerse.
El libro de Short también me gustó mucho.
¿Ha leído a un tipo llamado Domenico Losurdo?
Comentario de karpov (17/10/2011 09:43):
me alegro de que me hagan esta pregunta. si vamos a hablar de todo, vamos a hablar de todo. yo fui conocido internacionalmente en mis años de facultad como ‘el que se quedaba dormido’ en la clase de ‘introducció al pensament xinés’. el profesor, Sean Golden, contaba sus años en china a finales de los setenta y cómo la Revolución Cultural había hecho polvo el país. principalmente el sentido de la educación, el respeto a los demás y cualquier consideración de urbanidad. preguntado por si aquel viaje le había borrado cualquier veleidad ‘comunistoide’, el profe contestaba sosegadamente que precisamente aquel viaje le había reafirmado en su credo. esto lo pillaba yo entre sueño y sueño, todo hay que decirlo.
lo de las cien flores me parece un truco tan antiguo como cuando tu pareja de pide que opines sobre vestuario, mobiliario, o cualesquiera plan. ‘di, di, verás que no pasa nada’.
Comentario de pescadilla (17/10/2011 12:32):
sobre la falta de modales de los chinos, una vez tuvimos aquí una visita de un comisario político de educación del partido- un tio con bastante poder, por lo visto, nos llego a traves de la embajada y el gobierno de navarra-, que quería visitar empresas del metal europeas, para ver los oficios clásicos (fresadores, torneros, rectificadores) etc, y adaptar los planes de estudios en china a las necesidades y nuevas tecnologías y un par de compañeras que lo llevaron a comer dicen que no han pasado más vergüenza en su vida con sus modales (eruptar fue lo mínimo que hizo), falta de educación, desconsideración, chulería, dicen que sólo le falto rebuznar al tío
Comentario de Nacho Pepe (17/10/2011 12:33):
Déjenme romper una lanza a favor de Mao, que si no aquí vamos sólo a ensañarnos: la Revolución Cultural fue bastante exitosa al menos en eliminar una milenaria tradición patriarcal, polígama, ultraconservadora y machista de la familia china. Vengan, vengan a las zonas rurales donde los chinos (la diáspora) no está “contaminada” por el maoísmo y verán de qué les hablo.
Es que en realidad razones no faltaban para romper con el pasado… otra cosa es que en el fragor de la ruptura se dedicaran también los muy burros a asesinarlo, romperlo y quemarlo. Pero como apunta Guillermo, es que la sociedad china de entonces no venía precisamente de un pasado de paz y contención de los bajos instintos (vamos, que el canibalismo no fue con Mao que lo practicaban por primera vez, como apunt ael artículo).
Comentario de Álvaro (17/10/2011 12:48):
Sobre lo de matar a los gorriones y demás, una campaña culminada con exquisita efectividad, no hay que olvidar las consecuencias: sin pájaros que se les comieran, los insectos se comieron las cosechas a lo bestia.
Lo que me parece una vergüenza del artículo es que se diga lo de que los campesinos chinos se comían a los hijos de los demás cuando no a los suyos propios sin citar que en Estados Unidos, en ese momento, los negros no podían votar. Es usted un manipulador miserable y empiezo a pensar que la información de esta página está inducida por la CIA mediante el twitter u otras armas de infiltración.
Comentario de BunnyMen (17/10/2011 13:26):
#3 Me asustan las coincidencias, al leer lo de las cien flores he pensado “lo mismito que si tu pareja te pregunta si la ves gorda, ni se te ocurra decir que sí”, supongo que fue en esa época cuando se acuno aquello de “me han engañado como a un chino”.
Comentario de BunnyMen (17/10/2011 13:34):
Sobre los planes de producción, leí vete a saber tu donde porque ya no me acuerdo que parte considerable del desastre y la hambruna venia de la tendencia a inflar o ir redondeando hacia arriba las cifras de producción que cada funcionario entregaba a su superior, por eso de quedar bien y tal, de tal modo que al final de la cadena las cifras eran una estimación excesivamente generosa de los recursos con los que se contaba realmente.
Comentario de emigrante (17/10/2011 13:42):
Yo estoy con Nacho Pepe y con Agata Ruiz de la Parada en que debemos estar agradecidos a Mao. Si no hubiera sido por él y los millones de personas que se cargó (además del control de natalidad) ahora tres de cada cuatro habitantes del planeta sería chino en vez de uno de cada siete.
También es de agradecer que el estómago chino tolere tan mal el gluten, la lactosa y el alcohol, lo que nos deja a los occidentales un nicho ecológico donde poder sobrevivir.
Comentario de Pablo (pero no el auténtico) (17/10/2011 14:34):
Gracias y enhorabuena por la estupenda reseña. Y las citas que intercalas, que son jugosas.
Comentario de Alejandro (17/10/2011 15:37):
No me jodas emigrante y Nacho Pepe… el que haya más o menos chinos es lo de menos…
Lo que me jode es que veáis a Mao como un salvador… cuando no fue otra cosa que un hijo de la gran puta. Sin más.
Y no, no se ha cargado las tradiciones chinas de la familia ni el machismo… la cosa sigue igual pero con una lección aprendida: no te fíes de tu vecino. Además, es quizá el aperturismo y el capitalismo aquello que han podido hacer más daño a estas ideas…
Si no sabes de lo que hablas no opines… precisamente una de las zonas en las que todavía no existe el estado fascista en el que se ha convertido China es el campo…
Comentario de pescadilla (17/10/2011 16:21):
I was Chairman Mao’s dog. What he said to bite, I bit.
Su señora, la cuarta
Comentario de Asín...nos va (17/10/2011 16:57):
Hay una frase de Marx (Groucho) que decía algo “asín” como:
“Yo no entiendo de economía, pero si voy a Central Park y veo que son los neoyorkinos los que alimentan a las palomas, la cosa va bien, pero si son las palomas las que alimentan a los neoyorkinos, la cosa va mal”
Comentario de Otto von Bismarck (17/10/2011 16:59):
Disculpas por adelantado, pero si no lo digo reviento:
-¿Sabes que se ha muerto Mao?
-Qué lástima, con la buena cerveza que hacía.
Sí amigos, luego si eso me arranco con unos chistes de una cassette de Arévalo.
Ah, y la foto de la charcutería de Ágatha puede ser usada como prueba de la defensa en el juicio de Nuremberg por la inclusión de imágenes en LPD. Magnífica.
Ya en serio, ¿existe unanimidad sobre un libro no tremendista para acercarse al personaje? ¿este lo es? Uno siempre se pregunta si la realidad supera la ficción o los autores patinan con estos temas por el tema ideológico. Agradezco recomendaciones.
Comentario de Barbara (17/10/2011 17:17):
Una cronica similar, novelada, la encuentras en Cisnes salvajes de Jung Chang (ed. Circe) que refleja a la perfeccion todo lo que narras.
Una cronica muy interesante, Guillermo, gracias!!!
Comentario de karpov (17/10/2011 17:34):
jung chang le puede a freud lee?
gracias por su respuesta.
Comentario de Miguelcrockett (17/10/2011 19:51):
Ay, este Mao, qué cositas tenía… y nosotros menospreciando a los orientales en cuanto a lo que totalitarismo se refiere. Aunque Pol Pot también estaría ahí arriba, al menos en porcentaje (cargarse a un 20% de la población en cuatro añitos es como llegar a la UEFA con un recién ascendido).
Lo que me llama la atención de las dictaduras asiáticas es su facilidad para ser extremadamente moñas y extremadamente crueles al mismo tiempo, como se lee en el texto que cita Guillermo sobre el soldado emocionao. Esa bonita dicotomía creo que es la síntesis de Lo Chino.
Comentario de mictter (17/10/2011 20:31):
Para Pescadilla: en el sector en el que trabajo (telecomunicaciones) muchos compañeros han tenido que pasar a trabajar para empresas chinas. Desde entonces, las cenas y posteriores libaciones se han convertido en algo mucho más divertido, basta con tirarles un poco de la lengua.
Cito a todo un ingeniero, más de 10 años de experiencia: “Yo tengo trabajo porque no me tiro pedos delante del cliente, no como el chino”
Comentario de Guillermo López García (17/10/2011 21:34):
Yo no diría que el libro es particularmente agresivo con Mao, ni que sea una biografía “contra Mao”. Es más, hay un viraje muy claro (que he intentado reflejar en la crítica) entre el Mao de la Guerra Civil, realista y pragmático, y el Mao que manda, que se nos presenta como un iluminado prácticamente desde el principio, y cada vez peor. Eso sí, siempre está presente su falta de compasión y su defensa de la violencia para alcanzar unos determinados objetivos.
Lo que sí creo es que la imagen que da, globalmente, de la sociedad china es bastante asquerosilla, como por otra parte me acabó comunicando también un libro también muy interesante pero en principio más “amable” con China, el de Rafael Poch. Y es que a mí el rollo de la “mente colmena” nunca me ha gustado.
Un cordial saludo
Comentario de Nacho Pepe (17/10/2011 21:42):
Alejandro, oiga, que yo no hablo del campo chino-chino, sino del de de la diáspora. Vamos, que no puedo opinar de China porque, sinceramente, sólo he estado allí un par de semanas de vacaciones (usted, sin embargo, parece ser que conoce en profundidad la realidad del imperio “denmedio”).
Yo hablaba del campo taiwanés, que de eso sí entiendo (para mi desgracia) y le aseguro que un par de revoluciones culturales no las vería yo con mal ojo, con lo que hay aquí comparado con Shanghai (que eso sí puedo hablar, aunque admito que es de oídas).
Y no me malinterpreten, que yo no defiendo matanzas de ningún tipo, sino rupturas culturales con un pasado ignominisoso, como podría ser, por ejemnplo, la “cultura de la transición”. No me digan que unas cuantas guillotinas a la puerta de la SGAE no le harían un favor al Reino por la vía de acelerar las cosas, por ejemplo.
Comentario de Barbara (17/10/2011 22:46):
#16, ni idea!
Comentario de Manelic (18/10/2011 10:32):
Existe la versión documental (cuatro capítulos, 240′ en total) del libro, presentada por el propio autor. Se puede encontrar en lengua vernácula catalana (la emitieron en el programa “Segle XX” del Canal 33) en la mula bajo el título “Mao, una història xinesa”.
Comentario de CusCus (18/10/2011 12:49):
@Nacho Pepe: en el campo taiwanés (bueno, ciudades de provincias mejor dicho) se ven mejores minifaldas (y piernas) que en el chino. Con eso me basta para ver el éxito del KMT.
Muy divertido leerles desde China :-)
Comentario de BunnyMen (18/10/2011 15:35):
兔
Comentario de Nacho Pepe (18/10/2011 17:08):
CusCus, firmo, pero le invito a que se cruce el estrecho y venga a intentar levantar una de esas faldas, verá qué calvario le espera. No siempre y dependiendo de su habilidad, claro, pero “dingshuo” que por allá a usted le debe resultar mucho más sencillo, y con menos involucración de la familia política.
Sigh, como decía Aznar en El Jueves, “nunca debí salir de Valladolid”…
Comentario de Garganta Profunda (18/10/2011 19:39):
¡Pero como mola China! ¡Como molan las economías emergentes! ¡Eso que llaman los BRICs (Brazil, Russia, India & China)! ¡Cuanto nos debiéramos parecer a ellos y dejar de querer ser civilizados suecos…!
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/10/17/internacional/1318874734.html
Comentario de Dr. Gregorio de la Casa (18/10/2011 20:35):
Nunca he estado en China pero sí me han tocado compañeros chinos. Además variedad en cuanto a edad y origen geográfico.
Por lo que contáis, he debido tener suerte. Porque aunque tengo anécdotas como para un libro no llegaban a lo de los eructos y pedos…
La verdad que he tenido y tengo oportunidad de trabajar con gente de todas partes (o muy variadas partes) y es algo que te enseña, te divierte, te cabrea, te hace maldecir y reflexionar a partes iguales.
Comentario de Nacho Pepe (19/10/2011 10:47):
#15: Por cierto, bárbara, ya que menciona usted el mismo libro que yo (lo puse en inglés porque no sabía cómo lo habrían traducido) quizás me pueda confirmar si, como me ha parecido, la cita de Guillermo sobre las cuatro plagas está literalmente sacada de aquél… porque a mí me ha dado la impresión de que se parece sospechosamente…
Guillermo ¿el tal Short cita fuente? Porque empiezo a sospechar que el libro que se ha leído usted es un refrito de cosas ya escritas…
Comentario de Nacho Pepe (19/10/2011 10:58):
#15: Por cierto, bárbara, ya que menciona usted el mismo libro que yo (lo puse en inglés porque no sabía cómo lo habrían traducido) quizás me pueda confirmar si, como me ha parecido, la cita de Guillermo sobre las cuatro plagas está literalmente sacada de aquél… porque a mí me ha dado la impresión de que se parece sospechosamente…
Guillermo ¿el tal Short cita fuente? Porque empiezo a sospechar que el libro que se ha leído usted es un refrito de cosas ya escritas…
#26 Esa noticia está ardiendo en la blogosfera china, junto con otra que extrañamente no está encontrando espacio en los medios occidentales:
http://english.cri.cn/6909/2011/10/15/1461s662867.htm
Comentario de Guillermo López García (19/10/2011 11:28):
Hombre, “literalmente” sería raro, porque yo me leí la traducción al español del libro. Es decir, para que el plagio fuera literal tendrían que haberse plagiado los traductores, además de los autores. Ahora, que lo haya sacado de allí es factible. ¡Pero no significa que sea un refrito, sólo que utiliza otras fuentes!
No tengo el libro aquí, pero me imagino que atribuirá la fuente a quien corresponda. Aunque yo siempre paso de las 100 páginas de notas al pie que te meten al final del libro en estudios históricos así.
Comentario de Bar Code (19/10/2011 16:55):
Simplemente corregir dos pequeños, pequeñísimos errores:
– “una de las personas que más muertes causó, en reñida competencia con Hitler y Stalin”
Pues ninguno de los tres. El campeón indiscutible de todas las categorías de asesinos del siglo XX es este señor:
http://web.archive.org/web/20060304023012/http://www.telegraph.co.uk/news/main.jhtml?xml=/news/2003/12/23/wruss23.xml
Ojo que el artículo, como está mandado, le sigue echando la culpa a Stalin, de quien Beria no sería más que un instrumento. En realidad, Stalin tuvo que vérselas con el clan étnico dominante en el seno del partido: Beria, Yagoda y compañía, quienes tuvieron la simpática ocurrencia de pasar la factura por siglo y medio de pogromos llevándose a punta de fusil toda la cosecha ucraniana de trigo de 1933. Murieron de hambre diez millones de cosacos, rusos blancos y alemanes del Volga, y los supervivientes se desquitaron lo mejor que pudieron en la década siguiente de una forma que ustedes no ignoran porque ya se encarga Hollywood de recordárselo.
– “con el respaldo material soviético pero sin el apoyo activo de la URSS”
Me temo que a los Top Gun de entonces les pareció más activo de lo deseable el apoyo de señores como este otro:
http://fr.rian.ru/analysis/20070615/67300859.html
Comentario de Eye (19/10/2011 17:33):
A mí me encanta el articulito que publicó John Dolan para The Exiled, a raíz precisamente de otro libro sobre Mao. La idea es la misma que se ha sugerido ya aquí: la China de antes de Mao no era exactamente un paraíso –hoy seguramente se le hubiera llamado “estado fallido”–, y Dolan también cita las Guerras del Opio y las hambrunas de la década de 1870, que demográficamente –considerando la menor población de entonces– fueron tan costosas como el Gran Salto Adelante.
Siendo un artículo para The Exiled, naturalmente desborda ironía y mala leche:
Comentario de Barbara (23/10/2011 00:00):
@NachoPepe, disculpeme doblemente, primero por no advertir si cita previa del libro; mi lectura horizontal y apresurada en ocasiones contiene omisiones imperdonables; disculpeme tambien por no que no haberle contestado antes, razones laborales me han impedido estar atento a toda la pagina. Dicho esto, no, no recuerdo sinla referencia a las cuatro plagas viene extraída de este libro. Como a usted, el libro me impresionó mucho pero ya hace tiempo que lo lei y no recuerdo con exactitud lo que me pregunta.
Comentario de Barbara (23/10/2011 00:00):
@NachoPepe, disculpeme doblemente, primero por no advertir si cita previa del libro; mi lectura horizontal y apresurada en ocasiones contiene omisiones imperdonables; disculpeme tambien por no que no haberle contestado antes, razones laborales me han impedido estar atento a toda la pagina. Dicho esto, no, no recuerdo sinla referencia a las cuatro plagas viene extraída de este libro. Como a usted, el libro me impresionó mucho pero ya hace tiempo que lo lei y no recuerdo con exactitud lo que me pregunta.