- La Página Definitiva - http://www.lapaginadefinitiva.com -

Novela de ajedrez – Stefan Zweig

Cómo sobrevivir al tedio cuando no se puede recurrir al Marca

Quizá alguno de ustedes, que sabemos que son de media tipos listos, conozca, e incluso haya practicado un juego similar al parchís pero limitado a dos jugadores llamado ajedrez. Este juego es incluso considerado en su versión competición como un, acojónense, ¡deporte! Tamaña estupidez, por supuesto, no es compartida por el que estas líneas escribe, no al menos hasta que sea posible asistir a los torneos y no llamen la atención del respetable por hacer la ola, llamar hijoputa al árbitro, y hacer llorar al rival solo por gritar a coro “eeeeeehhhhhh… ¡cabrón!”, cuando le toca mover ficha. ¿Qué clase de “deporte” es ese?, ¿eh?, es que me indigno.

Los cerebros mejor dotados de la humanidad se desperdician jugando a esta cosa

Bueno, que me lío y sé que mis mierdas no les interesan. La cosa va de que vamos a comentar un libro de Stefan Zweig [1], que es uno de los escritores más elegantes (escribiendo, que no vistiendo se entiende) que parió madre, que trata de ajedrez y en el que además salen nazis. Lo que tiene de especial esta crítica es que a su vez hará de crónica sobre detalles no revelados por el autor que LPD desentrañará para usted.

La historia comienza en un trasatlántico que va de Nueva York a Buenos Aires en el cual viaja un joven campeón de ajedrez, Mirko Czentovic. Como buen campeón de lo que sea, Mirko es chulo, ignorante, cateto, pagado de sí mismo, repelente…todo un ídolo. Así que varios viajeros aficionados al “deporte” le retan, con dinero de por medio, ya que es el único estímulo que mueve a Mirko a jugar con unos amateurs, a una partida.

Cómo no, el campeón gana la partida, con una chulería y unas maneras que solo le falta hacer el jaque mate moviendo fichas con la punta del miembro viril. Los pasajeros, humillados, pero no escarmentados, le piden una revancha. Durante esta, inesperadamente, un misterioso pasajero, el Sr. B., interviene y logra con sus consejos forzar tablas, que traducido al fútbol es un empate. Czentovic, asombrado pero no escarmentado, pide revancha, esta vez únicamente contra el Sr. B.

La noche anterior al encuentro, el Sr. B. relata a uno de los pasajeros cómo adquirió tal maestría en el noble juego. El Sr. B., hombre de bien y contable vienés, fue detenido por la Gestapo, y recluido en una habitación de hotel, con ventanas tapiadas y ninguna comodidad. De la habitación sale únicamente para ser interrogado con objeto de forzar su resistencia mental. Los periodos entre interrogatorios son cada vez son más largos. El Sr. B pierde completamente la noción del tiempo, y para conservar la cabeza sobre los hombros, busca formas de escape intelectual. Aquí Zweig, por buen gusto, omite detalles escabrosos que subyacen al relato, pero LPD los pone sobre el tapete y le resume las peripecias del protagonista durante su encierro. Obviamente, si se está encerrado sin nada que hacer, uno se plantea varias opciones.

La primera que se le ocurre, como a cualquiera de nosotros en su situación, es tatarear algo, como Chimo Bayo, “Chiquitan chiquititan tan tan bam que tun pan pan que tun pan que tepe tepe pan pan pan que tun pan que pin”, seguida de Scatman de John Scatman, “I’m the Scatman….repeat after me It’s a scoobie oobie doobie scoobie doobie melody… pii pa pa paropo, pa pa paropo”. Cuando el protagonista ya va por “amante bandido” de Miguel Bose, los guardias que montan vigilancia en la puerta, hastiados, advierten al prisionero que, o depone su actitud, o le parten la boca a base de darle con la culata de la Luger, no sin cierta razón.

Como los muy malvados nazis, Dios los maldiga y Amnistía Internacional los condene, le han prohibido cantar y no tienen la deferencia de dejarle una pelota de béisbol y un guante como a McQueen en La gran evasión, ni tan siquiera una bola de tela rellena de arena con la que practicar toques, el hombre comienza sufrir el síndrome del espectador de “Negro sobre blanco” de Sánchez Drago, vamos, que se aburre como un cabrón hasta el punto de no poder sujetar la cordura que se le va por patas.

Siguiendo el orden de aficiones masculinas, por eliminación, no le queda sino, como a cualquiera que se encuentra solo en la casa, pajearse como un mandril, pero a la tercera, cuarta, quinta…vigésimo octava, al hombre le empieza a escocer el asunto. Tiene que hacer algo, otra cosa, ¿pero qué?, sin poder cantar, sin poder tocarse, sin un balón para poder montarse su propia liga de un equipo de un jugador, empieza a desesperarse, pero, ¡milagro!, y volvemos aquí a lo que el autor explicita en el relato, descubre un pequeño libro que ha pasado inadvertido a sus guardianes que replica partidas de ajedrez de grandes maestros. Tras pensar que es una putada que no se hubieran dejado mejor una de las novelas de Juego de Tronos [2], se dice a sí mismo que menos da una piedra, y algo hay que hacer, así que empieza a repetirlas en su mente para evadirse mentalmente de su prisión, hasta el punto de aprenderlas, luego crear nuevas combinaciones, asumiendo el rol de ambos jugadores. Y llega a jugar partidas simultáneas, sucesiones de piezas blancas y negras van y vienen, todo esto en su cabeza.

Tormentosas imágenes cruzan la mente del protagonista en su delirio

 

Como pueden imaginar, con tal entretenimiento, si el protagonista logra superar su cautiverio no será sino a costa de pagar un alto precio. Hasta aquí ya hemos adelantado suficiente el argumento como para ahora dejarles a ustedes la iniciativa. La novela como tal es más un relato largo, así que poco tiempo les costará. Desde aquí no podemos más que recomendarles su lectura, de merecida fama, donde Zweig describe con tanta naturalidad y sencillez como elegancia el proceso de disociación mental que sufre el protagonista, absorbido poco a poco en un remolino de locura. Todo contado con la habitual agudeza de un autor brillante a la hora de dibujar retratos psicológicos tan completos como esclarecedores acerca de las motivaciones de sus personajes.

Obra breve pero intensa, lo mismo que dicen ustedes a sus mujeres tras la cópula, donde Zweig quizá reflejó más sus personales temores futuros, el miedo a un mundo dominado por la sinrazón, que le llevó en un 22 de febrero de 1942 a suicidarse junto a su esposa, desesperados porque creían realmente que el nazismo acabaría imponiéndose en todo el mundo.оформление ванной комнаты плиткой [3]

В 1вин зеркало каждая ставка может стать выигрышной. Простая регистрация, зеркала для безопасного входа и щедрые бонусы ждут всех азартных игроков!