Inside Job (Charles Ferguson, 2010)
Los culpables de la crisis
Desde hace algunos años, se escuchan en los medios de comunicación algunas voces de alarma al respecto del descenso de los ingresos en taquilla en la industria cinematográfica. Si no caemos en la trampa de culpar a Internet, veríamos que la distribución ha cambiado bastante en los últimos años y ha sido el causante de este desapego del espectador hacia las salas. Porque antes, la película era la finalidad del espectáculo, y hoy no es más que un simple medio. Es decir, antes un espectador iba al cine a ver una película, de manera que su visionado era la finalidad de la actividad ociosa (a excepción de los jóvenes sin casa ni coche que iban a meterse mano). Hoy, por el contrario, a quien acude a una sala le da más o menos igual lo que vaya a ver, siempre que tenga su suministro de palomitas, nachos, Coca Cola de 2 litros y un “tokke” de postre. Mientras come, puede hablar en voz alta, eructar y demás, que no vendrá el señor de la linternita a reñirle o expulsarle. Eso ya pertenece a tiempos pasados. Ojo, no es peor esto a como era antes, sólo diferente, ya que al fin y al cabo el cine nació como espectáculo donde la gente escupía, gritaba y se peleaba en las salas. Lo decimos únicamente para constatar que el cambio de paradigma en la industria cinematográfica también se ha producido en los hábitos de consumo en las salas de proyección.
Esta conversión de la película cinematográfica en una mera excusa para disfrutar de otros placeres se ve claramente en la deriva de las políticas de exhibición. Ahora hay más salas que antes, pero también hay una mayor concentración de la oferta. Es decir, que en una ciudad que albergue unas 100 salas, el número de películas no será superior a 15, ya que una misma película se exhibirá en unas 10 salas. Por eso los tiempos de permanencia en cartel son mucho más reducidos. Este cambio en la explotación es lo que explica que Avatar recaudase en sólo 5 semanas más que Titanic en 41. De hecho, ninguna película llega hoy en día a las 40 semanas, ya que su explotación en salas es más fuerte y reducida en el tiempo, con la urgencia de editarla cuanto antes en DVD y que no decaiga ese ritmo de rendimiento.
Sin duda, esto deriva en un empobrecimiento de la oferta de la cartelera. Uno va hoy en día a unos multicines y contempla el poco margen que tiene si no le gustan las comedias románticas, las películas de fantasía o los remakes, y si tampoco le convence la cuota de pantalla española de esta semana. Esta reducción en la oferta ha permitido, con todo, recuperar un género que había sido apartado de los circuitos mayoritarios de distribución: el género documental. De hecho, el documental y el cortometraje habían sido tradicionalmente los productos cinematográficos alejados de las pantallas. Sin duda alguna a ello ha contribuido el hecho de que tanto los cortos como los documentales se hayan escapado, una y otra vez, al control de la industria, a los mecanismos de narración tradicionales de los largometrajes de ficción. Pero el éxito apabullante de Michael Moore devolvió a las salas los documentales de movilización, algo que hay que reconocerle al director, por más que muchas de sus propuestas sean excesivamente demagógicas.
El éxito de Moore se trasluce también en la profundización de una fórmula que, si bien no es novedosa, sí la ha sabido modernizar hasta convertirla en una marca de estilo. El cine de Moore tiene tres características principales: 1) trata temas de actualidad, principalmente asuntos de la política norteamericana que tienen su influencia en la política exterior; 2) existe una primacía absoluta del “yo”, de manera que Moore concibe el cine como una herramienta para dejar clara su denuncia, su punto de vista subjetivo (y, de hecho, suele incluir escenas de su propia vida e imágenes de su infancia); y 3) su tono se caracteriza por conjugar la gravedad del tema tratado con un sentido del humor distante con el que se burla de los actores políticos a los que critica. Estos rasgos aparecen en sus películas más conocidas como Bowling for Columbine (2002), Fahrenheit 9/11 (2004) o Sicko (2007).
La escuela que ha creado Moore, y que ha devuelto el cine documental a las pantallas, repite esta fórmula hasta la saciedad, reproduciendo incluso sus defectos (como el hecho de que sus películas acaben abordando demasiados temas, como si intentara arreglarlo todo). Sin embargo, se trata de películas que presentan propuestas interesantes aunque sólo sea por plantear asuntos que no se suelen ni siquiera insinuar en el cine comercial de ficción. Ahí tenemos películas como Super Size Me (Morgan Spurlock, 2004), una cinta cuyo tema central es la privatización acometida por el gobierno de George Bush de los comedores escolares en beneficio de los lobbies de comida rápida afines al partido republicano; o Religulous (Larry Charles, 2008), con el cómico Bill Maher denunciando los excesos cometidos en EE.UU. por la inexistencia de una separación total entre Iglesia y Estado; e incluso algunos panfletos reaccionarios camuflados de progresía, como es el caso de Una verdad incómoda, la película que hizo en 2006 Al Gore para intentar convencer a alguien de que hay al menos un asunto (la ecología) en el que, si se pone, la tiene más larga que los demás.
Lo curioso de la última película que se nos ha vendido como una más de la “fórmula Michael Moore”, Inside Job (Charles Ferguson, 2010) es que puede que sea la película que más se aleje de esta fórmula. La cinta es un documental sobre la actual crisis económica, sobre cómo se fraguó, qué ha sucedido exactamente y quiénes han sido los responsables. Presentando una serie de datos y entrevistando a diversos expertos, se trata de una película de movilización que intenta causar un efecto inmediato en el espectador. Y para ello se separa de Moore en su sentido del humor y en la primacía de la subjetividad. De hecho, apenas hay apuntes de humor en esta película, con lo que el espectador que se acerque pensando en Moore, se encontrará ante una película áspera que concede pocas vías de escape. También verá una película en que (como ocurría con Religulous) el punto de vista está compartido por el director y el narrador y entrevistador, el actor Matt Damon. La presencia de Damon constituye un evidente gancho comercial de la película pero, al distanciarse en estos puntos de Moore, la película se sitúa más en la estela de clásicos como Tierra de España (The Spanish Earth, Joris Ivens, 1937), el documental sobre la resistencia de Madrid en la Guerra Civil española. Allí Ivens también recurría a una figura pública de compromiso reconocido (Ernest Hemingway) para hacer un llamamiento explícito: recaudar fondos para ayudar a la República española.
Inside Job llega a una conclusión desoladora: la crisis económica mundial se debe exclusivamente a la vanidad devoradora de unos cuantos ejecutivos, inmersos en una campaña de enriquecimiento a costa del dinero público. Sitúa los inicios de este atraco en la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca en los años 80, y asegura que ni los gobiernos de Clinton y Obama han hecho nada significativo por detener esta dinámica: en la película se muestra cómo algunos de los principales asesores económicos del actual presidente son los mismos que han provocado esta crisis. Y este retrato totalmente crudo llega a tocar al mundo universitario, ya que la película afirma que las universidades llevan años promoviendo la publicación de libros académicos que justifican el neoliberalismo desde supuestos puntos de partida científicos. ¿Quiénes ocupan los puestos ejecutivos de universidades como Columbia, Brown o Harvard? Pues también exactamente los mismos tipos que nos han llevado a la situación actual.
Uno de los grandes valores de la película es dar los nombres de los culpables, tanto de aquellos que han pasado más inadvertidos para los medios de comunicación (como Lawrence Summers) como de los que han salido indemnes también de su exposición mediática (el caso de Alan Greenspan). Frente a la invisibilidad de estos tipejos, que ocultan su culpa en términos intangibles como “los mercados”, Inside Job los visualiza y menciona sin cesar. A todos ellos responsabiliza la película, dejando claro que todos forman parte de un mismo conglomerado (bancos, compañías de seguros, agencias de calificación del riesgo, universidades, etc.) que ha cometido la mayor estafa financiera de la historia. Con el agravante de su impunidad: éste es el llamamiento final de la película. “¿Por qué no se investiga lo sucedido? Porque encontrarían a los culpables”, se llega a afirmar en un momento de la cinta. Y aquí radica el valor de estos documentales que, siguiendo en mayor o menor medida la estela de Michael Moore, sí tienen claro su servicio público: la movilización social como único mecanismo de respuesta para evitar la repetición de fenómenos similares y la exoneración de sus responsables. Mientras estas películas sigan teniendo valor, seguirán abriéndose paso en el anquilosado mercado de la distribución cinematográfica.
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Comentario de CusCus (10/05/2011 14:57):
Gran resumen, Manuel. Y casi mejor documental, alabado hasta por algunos de los “neoliberales de cabecera”.
Comentario de Tartamundos Trotamudo (10/05/2011 18:10):
Gran reseña, sí señor.
Y gran película, ¡y necesaria!
Terminas su visionado con una extraña sensación: boquiabierto y cabreado. Algo así como “¿Somos gilipollas? ¡Somos gilipollas!”
Comentario de parvulesco (10/05/2011 18:32):
La verdad es que, por la cantidad de información que da, la película merece la pena de ser vista más en casa con papel y lápiz para tomar apuntes que en el cine con palomitas y bebida XXL.
Se “limita” a hacer una exhaustiva recopilación de hechos objetivamente denunciables, pero a mí me faltó de un modo terrible una última parte en la que hablara de “nuestra parte de culpa de la crisis”, vaya, el hipotecarnos en masa a 40 años, pedir créditos a mansalva, votar al PPSOE, etcétera. Les estábamos pidiendo dinero a saco a unos mafiosos, obviamente nos iban a dar el palo. Cómo no nos iban a timar. Pero nosotros seguíamos sosteniendo desde la base esta enorme pirámide de estafa.
Disculpad el autobombo pero en el blog lo desarrollo más http://labisme.wordpress.com/2011/04/12/nuestro-propio-inside-job/
Comentario de Álvaro (10/05/2011 20:01):
Muy bueno Manolo. Sobre las salas actuales, te has dejado a los que entran y salen para echarse un cigarrito. Sobre el documental, me pareció muy bueno, qué pena que en España lo que trascienda (porque se hacen muchos documentales bien majos) no sean este tipo de trabajos detallados y exhaustivos y tengamos como máximo exponente la sucesión de eslóganes y naderías de ‘La piel contra la piedra’, o la entrevista a Garzón de la Coixet que no la he visto pero no me simpatiza, o la entrevista a Carrillo de Últimos testigos que no aporta nada nuevo (si bien molar, mola). Pero coger a Botín, las cajas de ahorro, las diputas y demás temas recurrentes de popota y filmar un documental trabajadito y aseado, res de res en la piel de toro.
El único pero a Inside Job me lo pongo a mí mismo. Es verlo y quedarte con la sensación de “Pues nada, ya hemos cenao”. Y a otra cosa.
Comentario de baranda (10/05/2011 21:06):
A mí tambien me ha gustado mucho. En cuanto a la probabilidad de algo parecido en España, es nula.
Empezando porque el documental ha sido en gran parte posible gracias a los datos que se han hecho públicos en juicios diversos y en los que se especifica quién le paga a quién y por qué. Lo que dice dos cosas: allí ha habido juicios y ese tipo de pagos se hacen en blanco o son mucho más transparentes.
Me gustaría por ejemplo una entrevista con el responsable que le firmó el crédito al expresidente de Baleares para pagar la fianza, avalado con los propios bienes robados.
Vamos no me jodas, si a Garzón, que hace menos de un lustro parecía Dios, lo han desterrado en cuanto ha tocado lo único que no se puede tocar: los negocietes de los jefes. No me imagino lo que podría pasarle al pobre desgraciado que se le ocurriera dirigir, financiar o siquiera poner la voz en off a una película parecida en España.
Comentario de popota (10/05/2011 23:33):
¿Garzón ha tocado los negocietes de los jefes? ¿Los de “Querido Emilio”?
En lo demás, muy de acuerdo con #4 y con el artículo. Lo más cerca que estamos es con el Informe Robinson.
Bueno, y también tenían su qué las michaelmooreadas de Pepe Rei…
Comentario de auskalo (11/05/2011 04:22):
A Ferguson apenas le encuentro parecido con Moore, sería como comparar a ACDC con Neil Young.
Ferguson es un tío con pasta y afición al cine que se hizo rico vendiendo un programa informático a microsoft y su afición es el cine. Es ingeniero del MIT de Boston y con un círculo de conocidos y maneras suaves, que hasta ahora le ha rechazado poca gente.
Su primer trabajo, No End in Sight, sobre la guerra de Iraq, es flipante. No menos que Inside Job, pero su mérito principal es ser suave entrevistando a los que estuvieron en el ajo, y luego desplegar lo sucedido con un gran trabajo de montaje.
Creo que a partir de ahora le empezarán a cerrar todas las puertas de entrevistas (no sólo Larry Summers o Alan Greenspan), pero podrá hacer cosas distintas.
Moore es un hijo de Detroit, zona cero del capitalismo yanqui, y tiene otro caracter y es más brusco.
Pero no creo que en Ejpaña los personajes públicos respondieran a Ferguson de una manera reproducible en el documental (quizá un 1% por mala hostia).
Contenido aparte, me resultó gracioso lo bien que le recibe la financiera Christianne Lagarde en su casa y lo aristocrático de su decoración.
Qué contraste con los yanquis.
A los dos meses del estreno en USA, dio una conferencia memorable pero demasiado suave por sus maneras en el MIT de Boston, hablando del duopolio bipartidista yanqui y otras cosas. Aquí:
http://mitworld.mit.edu/video/861
Gracias y un saludo
Comentario de CusCus (11/05/2011 09:37):
Oygan, anda que no mola ver a tus profes metidos en la mierda de ese documental.
Lo digo como ex-alumno de una de esas escuelas de negocios que han ayudado a crear este monstruo. Lo jodido de todo eso es que los mismos protagonistas lo saben, pero como se lucran de ello, pues nada, a seguir trincando. Mientras no les encierren (y no lo harán, salvo que sean muy gilipollas y hagan algo claramente ilegal) o les peguen un tiro, ellos a seguir trincando.
Comentario de Manuel de la Fuente (11/05/2011 11:48):
Iba a hablar precisamente de eso, pero como es un tema que tengo en mente para un artículo que escribiré en unos pocos días, lo he dejado para entonces y esta vez he preferido centrarme en otras cosas.
Pero claro que hay una diferencia entre EE.UU. y España en eso que comentáis. Es totalmente impensable que en España se haga una película que toque asuntos peliagudos como los que trata Moore (hacer una película que cuestione, digamos, la monarquía) y que esa película triunfe, se exporte y reciba premios.
Y no hablamos sólo de documentales. El cine americano será lo que será, pero nadie le puede negar que también deja cierto espacio para la polémica. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: la película “JFK” de Oliver Stone, una película mainstream y megacomercial, que defendía que se había producido en EE.UU. un golpe de estado y que, al no investigarlo, la democracia americana era una falacia. Y la película triunfando. ¿Algo similar en España en la actualidad? Para nada: el cine es un reflejo del nulo debate político real que hay en nuestro país.
Comentario de desempleado (11/05/2011 13:40):
La película me encantó. Estupenda reseña. Confirma lo que ya sabía, las escuelas de negocios tipo esade son el lado oscuro.
Comentario de CusCus (11/05/2011 14:56):
Película que nunca se hará:
El próximo director del BCE, sr. Mario Draghi, fue director de operaciones de Goldman Sachs en Europa justo en el momento en que Goldman Sachs asesoraba al gobierno de Grecia sobre como maquillar la contabilidad nacional. Y, al mismo tiempo, se lucraba grandemente con ello.
Comentario de Destripaterrones (13/05/2011 15:41):
Vosotros que tenéis un cierto bagaje en documentales, ¿qué opináis del documental “Zero”, sobre el 11-S?