The Wire (David Simon, 2002-2008)
La complicidad del espectador
Desde hace años, existe un cierto consenso entre críticos de cine, cinéfilos y ratoncillos de filmoteca consistente en afirmar que el cine de Hollywood está falto de talento. Se trata de un grito de guerra recurrente de generación en generación: ya se decía en los años 60 (en comparación con las “nuevas olas” del cine europeo, que eran lo más) y se volvió a decir en los 90 (en beneficio de cinematografías como la iraní o la taiwanesa, que son muy cool). Ahora la comparación llega con el mundo de la televisión, que habría absorbido el talento de Hollywood al poner en marcha (con las series televisivas) unas condiciones de producción que otorgarían una libertad creativa que niegan las estructuras actuales hollywoodienses. Lo que explicaría el hecho de que haya tantas series de calidad. Vamos, como resumía Juan Cueto, el papel que cumplía la RKO en los años 40 ahora lo cumple la HBO.
El problema de estas generalizaciones es que no se sabe muy bien quién ha dicho que para legitimar la televisión haya que denigrar el cine. Hollywood sigue, como siempre, haciendo películas malas, regulares y buenas, y los mismos que defienden ese ocaso del cine son los que tradicionalmente han despreciado la validez de la televisión como medio expresivo, sin tener en cuenta que lo han utilizado directores como Hitchcock, Fassbinder o Fernán-Gómez, por citar a unos pocos. Lo que sí resulta innegable es que esta ola de series televisivas de calidad han llamado la atención de críticos y espectadores, y que hoy ya está asumido que hay vida más allá de la “telebasura”. Y tampoco se puede discutir la calidad de estas series y el consenso en reconocer esta circunstancia. Un consenso que llega, quizá más que a ninguna otra, a The Wire.
Las alabanzas a The Wire son constantes en los medios de comunicación y atrapan a quien se lanza a ver las cinco temporadas de que consta la serie. Con lo que surge inmediatamente una pregunta: ¿por qué tiene tanta aceptación y reconocimiento esta serie? O más bien: ¿cuáles son las claves que explican la calidad de este producto? Dado que se ha escrito tanto sobre The Wire, vamos a reseñar brevemente las características que la han convertido en un icono audiovisual para tratar de entender esta fascinación que produce como ejemplo de serie de calidad.
1. Autoría
Las “nuevas olas” del cine europeo establecieron un canon de autoría cinematográfica que aún se mantiene en la actualidad: el autor es el director. Las series de televisión han modificado este canon ante la necesidad de distribuir el trabajo con unos tiempos de preparación y rodaje tan largos: no es lo mismo rodar una película de 90 minutos que una “película” de 10-12 horas al año. Así, el autor en las series no es el director, sino el “creador”, el productor ejecutivo. En este caso, el creador es David Simon, un antiguo periodista que se dedicó a observar el funcionamiento de la policía de Baltimore, lo que le suministró material para escribir reportajes, libros y, finalmente, realizar series de televisión. The Wire es el resultado de un proceso largo de reflexión de la investigación acometida, con lo que se convierte en un proyecto ambicioso en el que un periodista que conoce al dedillo los entresijos del sistema se dedica a retratarlos.
Pero la autoría en televisión también implica (como ocurre en el cine) un proceso creativo conjunto, en el que hasta los actores acaban por participar en la realización del mismo. Tal y como ocurre en muchas series (Expediente X, por ejemplo), los actores principales llegan a dirigir episodios (como hace aquí Dominic West, el actor que encarna a James McNulty). Y en The Wire confluyen también las aportaciones de los productores y guionistas Ed Burns (que trabajó durante 20 años en el Departamento de Policía de Baltimore) y George Pelecanos (que ha participado posteriormente en series como The Pacific). Todo este trabajo colectivo, conformado por personas que han vivido las situaciones que reflejan en la ficción, ha redundado en el tratamiento realista de la serie.
2. Tratamiento y estructura narrativa
Una de las características más llamativas de The Wire es el realismo narrativo. El espectador nunca se cuestiona que lo que está viendo es totalmente verídico y posible, e incluso a veces se plantea si no está contemplando una película documental. Ese tratamiento realista se aplica a la perfección mediante la confluencia de tres vías: 1) un ritmo narrativo pausado, sin grandes sobresaltos, ya que no se trata de hacer una película de acción sino un retrato de una sociedad en un momento concreto, con lo que se intenta que el ritmo narrativo transcurra en paralelo al ritmo de las vivencias de los personajes en su vida cotidiana; 2) unos diálogos que reflejan la adscripción social de cada personaje, de manera que no habla igual el alcalde Carcetti que el mafioso Marlo; 3) un retrato social que equipara a todos los personajes, ya que todos comparten el mismo origen, que es la podredumbre de Baltimore, modelo de la sociedad capitalista norteamericana edificada sobre la desatención a las clases desfavorecidas.
Todo esto se articula en un relato coral, en el que las diversas historias en que se divide la trama confluyen en determinados momentos. Para ello, Simon ha estructurado la serie en diversos niveles narrativos. De nuevo aquí vemos los ecos de Expediente-X, ya que en aquella serie, Chris Carter establecía niveles en la narración: por un lado, estaba la historia autoconclusiva de cada capítulo; por otro lado, estaba la macrohistoria de la serie (la invasión alienígena y la resistencia desde la Tierra); y, en tercer lugar, cada temporada marcaba la evolución de los personajes principales. En The Wire esta estructura narrativa es aún más explícita, puesto que a cada temporada le corresponde un bloque temático o diana específica de denuncia social. Se trata de un aspecto que se ha repetido muchas veces, pero que conviene destacar de nuevo: la temporada 1 analiza el tráfico de drogas en la calle; la temporada 2, los sindicatos norteamericanos y sus connivencias con la mafia; la 3, la clase política; la 4, el sistema educativo; y la 5, los medios de comunicación. Se trata, así pues, de una estructura narrativa que articula una voluntad de retrato global de la sociedad.
3. Retrato y crítica social
Éste es uno de los aspectos más evidentes de The Wire, y también de los mejor resueltos, ya que la serie carece de maniqueísmo en sus personajes, que es el peligro más obvio en el que pueden caer las narraciones de ficción cuando se intenta hacer un análisis social de manera explícita. Y Simon lo hace, en la tradición cultural liberal norteamericana. Su objetivo es mostrar aquellos aspectos de la sociedad que o bien no suelen mostrarse (el tráfico de drogas en las calles, la corrupción de los sindicatos y el poder político) o bien se suelen mostrar de manera mitificada (el trabajo de la policía o el oficio de periodista). Para ello, la cámara recorre sin cesar las calles de Baltimore, sin por ello renunciar a entrar en las intimidades del poder (como el momento de la felación al alcalde en su despacho o las reuniones de negocios del Griego), mostrando las miserias de quienes manejan el cotarro. No se ofrece, por el contrario, un retrato positivo de las clases marginales, sino que se refleja su situación de víctimas a la vez que se reflexiona sobre su responsabilidad por alimentar este statu quo (como se aprecia la negativa constante de los jóvenes a ir a la escuela). Aquí destaca el personaje de Omar, que es loado como un héroe por parte de los chiquillos del barrio, pero de quien se cuestiona sin cesar la validez de sus métodos violentos.
Resulta curioso también que este retrato social va subiendo peldaños según avanza la serie. Así, en la estructura por bloques que comentamos, vemos que se pasa del retrato de las clases más bajas (temporada 1) hasta las altas esferas del poder (la clase política y su responsabilidad en el sistema educativo), dejando para el final el análisis de los medios de comunicación, últimos responsables, según Simon, de la descomposición social. Desde el momento en que las clases desfavorecidas se quedan sin intermediario social para fiscalizar al poder, desde el momento en que este intermediario (los mass media) prima los criterios economicistas y el espectáculo morboso (todo el seguimiento del supuesto asesino en serie que elimina a los mendigos) en detrimento de su vocación de servicio público, desde ese mismo momento, todo el engranaje se desmorona. El final de la serie subraya esta lectura: la carencia de un contrapoder real permite que la educación pública no funcione, que los políticos tengan que renunciar a sus ideales para escalar en su carrera, y que las mafias puedan campar a sus anchas.
4. Posicionamiento del espectador
En esta llamada de atención a los distintos estamentos sociales, el espectador no podía escapar de rositas. Existe una interpelación constante a través de la estructura de la serie y ahí radica el éxito de que el espectador se sienta fascinado ante lo que le propone la serie, sea consciente o no de este proceso comunicativo. La metáfora está en el mismo título de la serie, The Wire, que hace referencia al método de pinchazo telefónico que utiliza la policía para reunir pruebas y detener a los delincuentes. Los policías ponen en marcha toda una red de escuchas y, a través de los mensajes que interceptan, tienen que inferir el modo de vida y procedimientos de trabajo de los traficantes. Los policías reciben una información parcial y, partiendo de las conversaciones que escuchan, atan cabos, se dedican a “construir el caso” (como lo define en varias ocasiones el personaje de Lester Freamon). Los policías, al fin y al cabo, se inmiscuyen en las vidas de los delincuentes, y esta red es la que conecta las historias de ambos, de policías y ladrones.
De este modo, el espectador también se siente partícipe porque va descubriendo, a la vez que va haciendo la policía, la trama de la historia. Y el espectador también se va encontrando al mismo tiempo con las presiones políticas y las trabas judiciales que suelen dar al traste con la labor de seguimiento. Esta intromisión en la vida de los traficantes es lo que sirve de coartada narrativa para que el espectador se inmiscuya sin tapujos en la cotidianeidad de los personajes de la serie, y que nos sintamos también un poco espías cuando vemos, por ejemplo, cómo liga y se emborracha McNulty o cuando asistimos a los conflictos morales que le surgen a D’Angelo Barksdale en la cárcel, es decir, cuando nos metemos en la privacidad tanto de los “buenos” como de los “malos”. Y como se hace que el espectador sea partícipe de lo que contempla, ya que es un observador más, como todos los personajes de la serie (como Bubbles, el observador privilegiado de los bajos fondos), acaba por convertirse en entidad observada ya que, al final de la serie, el espectador se queda con la sensación de que ha asistido a algo que no había visto antes: todo un departamento de policía que se mueve por intereses políticos, unos medios de comunicación que no informan de lo que deberían, un sistema educativo que promueve el absentismo escolar para evitar problemas, y un poder político con conexiones concretas con la mafia. ¿Qué se puede hacer ante esta situación? Actuar. Pero, ¿cómo? Ante todo, partiendo del conocimiento de la situación real, que es el mensaje principal que transmite The Wire.
5. Compendio de influencias audiovisuales
Finalmente, The Wire se erige en una actualización de las enseñanzas narrativas de las distintas manifestaciones de la cultura popular, principalmente el cine y la televisión. David Simon se situaría, de hecho, como discípulo de Ben Hecht, el guionista que llega también al cine después de trabajar como periodista en Chicago y que firma guiones y obras de teatro que, al igual que Simon, critican la profesión periodística (es el autor de Primera plana). Hecht es también pionero del cine negro, con los guiones de La ley del hampa (Underworld, Josef von Sternberg, 1927) y Scarface (Howard Hawks, 1932). Simon recoge las enseñanzas de Hecht y las actualiza a partir de una profunda revisión de todo el cine social y policíaco del siglo XX, desde las películas mencionadas hasta los productos basados en las vivencias de los policías, como la cinta Colors (Dennis Hopper, 1988) o la serie Canción triste de Hill Street (1981-1987), pasando por el cine de los años 70 de directores como Martin Scorsese o John Cassavetes.
De todos ellos extrae no ya su inserción en los cánones del cine negro, sino también su concepción del género policíaco como motor para el cambio desde el retrato y denuncia de las injusticias sociales. Este trabajo de relectura y actualización no resulta novedoso, ya que es una característica común de las series de televisión de los últimos 20 años. Así como Los Simpson actualizan (y citan) todos los elementos de la cultura pop, y Expediente-X hacía lo propio con la ciencia-ficción, el terror y el fantástico, en The Wire confluyen décadas de narrativa policíaca, asumiendo incluso algunas de sus líneas discursivas principales. Una de ellas es que, en la actualidad, no existe movilidad social y que, con estas circunstancias, uno siempre acaba condenado a ser lo que siempre ha sido. Por eso fracasa Stringer Bell en su intento de convertirse en un empresario respetable y por eso Marlo Stanfield siente que el mundo en el que le quieren encasillar no es para él. Y por eso sólo ascienden en su rango los policías y políticos dispuestos a dejarse en el camino sus ideales. De lo que se trataría, por lo tanto, es de cambiar esas circunstancias.
En definitiva, The Wire es una serie que aprovecha muy bien sus recursos para hacer una reflexión global del funcionamiento de la sociedad norteamericana. Estos recursos son dos: el género policíaco y el formato televisivo. Del género policíaco se sirve Simon para moverse (y arrastrar al espectador en esa indagación) por todos los estamentos y clases sociales. Del formato televisivo se vale para crear una reflexión profunda, extensa y coherente, llegando a donde no puede llegar el cine: a realizar una película de unas 70 horas de duración. Ése es el formato específico de la ficción televisiva que, bien explotado, consigue el consenso incluso de la crítica que hace pocos años era renuente a reconocer la validez del medio. Series como The Wire desmienten por completo esa consideración de la televisión como un medio de segunda categoría.
Compartir:
Tweet
Comentario de mic (03/04/2011 16:15):
Un servidor se ha tragado ya casi tres veces la serie entera (la primera vez pirateada, luego me compré los DVSs y voy por el segundo repaso). Cada vez que pongo un episodio vuelven las exclamaciones de asombro ante un trabajo tan bien hecho, esa lista de personajes tan bien trabajada -aprovechan la longitud de la serie para detenerse en muchos que no habrían pasado de ser secundarios- y esa disección tan certera de las cinco instituciones que citas.
No soy capaz, o digno, de encontrar defectos.
Hasta estoy pensando en exigir en mi testamento un funeral en plan policía irlandés, whisky y música de los Pogues a todo trapo…
Comentario de Guillermo López (03/04/2011 17:18):
Buenísimo, Manolo. Hiciste lo que yo no pude hacer: un artículo sobre The Wire al nivel del desafío
Comentario de Mitrídates (03/04/2011 18:01):
Plas plas plas una crítica a l’altura de la sèrie. Molt gran, LPD sempre mitjà de referència!
Comentario de Andrés Boix Palop (LPD) (03/04/2011 19:26):
Y yo, que no la he visto. Debo de ser el único de la contornada todavía virgen. Supongo que es una suerte tener eso por delante, ¿no?
Comentario de pepito71 (03/04/2011 20:34):
Perfecto. Gracias. Estoy a punto de empezar la tercera temporada, pero tras ver (descargado en plan pirata maligno anti cultura) las dos primeras en parte siguiendo pistas de lpd, decidí que ese producto sí merecía una compra, (para que le rechinen los dientes a Teddy Bautista) y me compré la caja entera de DVDs para poder verla con mi santa.
Si acaso, y sin querer poner pegas, queda mencionar la música de la presentación. En la segunda, la voz de Tom Waits es elocuente, y el blues desgarrado de la primera temporada también es muy descriptivo del ambiente que espera. Veamos las próximas….
En mi caso lo que más valoro en la serie, además de todo lo excelente que tiene, es el acercamiento a los personajes. Esa falta de maniqueismo que señala Manuel y que hace que ni los malos sean rotundamente malos, ni los buenos totalmente buenos. Son gente usual. En ese sentido me recuerda algo a canción triste de hill st, salvando las distancias.
Comentario de Caldero (03/04/2011 21:00):
Un buen análisis. Sin embargo echo en falta las ideas positivas que creo que la serie transmite. Hay mucha referencia a las agrupaciones sociales que intentan cambiar la deriva de la sociedad, como el ex-presidiario boxeador, Bubbles, el policía que legaliza la droga, etc. Además, también nos sirve a los españoles para ver el funcionamiento de la política americana, de tradición mucho más democrática que la nuestra, donde básicamente todos los cargos son electos por sufragio.
Y gracias otra vez por el texto.
Comentario de Garganta Profunda (04/04/2011 07:47):
Excelente análisis.
Yo solo puedo añadir que en la vida de toda persona hay un antes y un después de “The Wire”…cuando acabas de ver el último episodio sabes que nunca volverás a ver algo tan genial en tu mísera vida.
PD. ¿El señor Andres Boix Palop, abogado de profesión y analística político, todavía no ha visto “The Wire”? Propongo la creación de un bote simbólico para comprarle la caja con los 5 DVDs. Nada de la FNAC, que te timan, a Amazon que es más barato. Ahí va mi euro.
Comentario de Judge Dredd (04/04/2011 11:09):
Excelente descripción de la serie. Era muy, pero que muy difícil hacer un retrato de esta obra maestra.
Quizás no sea la mejor (¿alguien conoce la mejor descripción que se haya hecho de la Capilla Sixtina?), pero sí que es una brillante descripción. Felicidades por ello.
Sr. Boix, que sepa usted que su vida está incompleta si no ha visionado The Wire. Le falta un pedazo, y grande, a su experiencia vital.
Tal y cómo apunta Garganta Profunda, hay un antes y un despues. No es que veas la luz y te pongas una túnica naranja recitando mantras, pero sí que es verdad que te invade una sensación de tristeza enorme cuando acabas el último capítulo de la quinta temporada porqué sabes que quizás nunca veas algo igual.
Comentario de parvulesco (04/04/2011 14:30):
No me ha gustado nada un retrato tan aséptico de una serie que te provoca el desnudo integral y salida a la calle gritando: “Omar is the king of the streets!”… Ni mención a la segunda temporada ni al concepto clave, que es la diversidad de modos de interacción individuo-institución social.
David Simon: the show is “really about the American city, and about how we live together. It’s about how institutions have an effect on individuals. Whether one is a cop, a longshoreman, a drug dealer, a politician, a judge or a lawyer, all are ultimately compromised and must contend with whatever institution they are committed to.”
Lo siento, Manuel, te pierden las estructuras demasiado rígidas con las que analizas las obras… Sobre el gravísimo caso de Andrés Boix, es lo que decía Garci de Hitchcock: es un regalo aún no haber visto sus filmes porque aún los puedes ver por primera vez… En todo caso, que sepa que el alcade de Reijwavik no pacta con nadie que no haya visto la serie entera.
Comentario de Judge Dredd (04/04/2011 14:38):
A mí el comentario me gusta precisamente por lo aséptico que es.
Si nos dejamos llevar por la profunda admiración que despierta la serie – a mí por lo menos, y creo que a muchos otros – igual desvirtuamos su contenido.
Lo del alcalde de Reijkyawik no sé si es broma o va en serio, pero no me extrañaría nada. Yo creo que debería visionarse en preescolar.
Comentario de parvulesco (04/04/2011 14:55):
Ya, es que con el estilo aséptico hasta tengo complejos edípicos, cosas mías…
Comentario de miguelcrockett (04/04/2011 17:49):
Gran análisis, sieñó. Las (muy merecidas) alabanzas a The Wire son constantes ahora, pero en su momento no se le hizo tanto caso, probablemente porque la crítica más rancia lo vería como una serie de polis y negratas (a diferencia de Mad Men, que al crítico medio le entrará mucho mejor porque van vestidos mu bonicos y fuman).
The Wire, como las grandes obras (sean del arte que sean), deja un poso cuando la acabas, un par de ideas potentes que luego identificas con la serie (la sensación de que todo está conectado de manera compleja, el “It´s all in the game” de Omar…), como cuando se dice que algo es shakespeariano, kafkiano o quijotesco. A mi por lo menos me pasa a menudo (especialmente cuando conozco cosas de la política valenciana) que pienso: “esto es tan “The Wire”…
Comentario de Infra (04/04/2011 18:59):
Felicidades por la crítica. Sólo tengo una queja acerca de la serie: debería tener un mensaje al principio que advirtiera que, tras el visionado de The Wire, cualquier otra cosa que veas te va a parecer desde mediocre hasta una puta mierda. En mi opinión, creo que le da de collejas hasta a Los Soprano, que no es poquita cosa. Aprovecho para recomendar otra cosa muy seria llamada Breaking Bad, que, tras el subidón the McNulty y sus zagales, me ha hecho volver a creer en la televisión y en el amor.
Comentario de Álvaro (04/04/2011 20:07):
Andrés, en el ‘Cahiers du cinema’ dijeron de ella que era “la primera serie de obediencia marxista que triunfa en América” o algo así. Fíjate cómo te lo vas a pasar.
miguelcrockett, las audiencias de Wire han sido putapénicas en Estados Unidos. Nunca pasó del millón de espectadores. ‘Aída’ ayer hizo 3.130.000. En España, cuando el Digital daba la primera y la segunda temporada no las seguía ni dios (también porque era los viernes de madrugadísima). En su momento yo recuerdo leer sobre la controversia de que la serie, literalmente, “despreciaba” al espectador convencional. Y juraría que he leído a David Simon contestar “que se joda el espectador medio” explicando este asunto. Al igual que con Deadwood, en los blogs siempre había rumores de cancelación porque la serie se comía los mocos. Luego la que se canceló fue Deadwood, que tenía tres millones, pero por lo visto era carísima. Exactamente igual que lo que le está pasando a Treme, que no sube del millón de espectadores, pero hay firmada una segunda temporada. De hecho, creo recordar que el alcalde de Baltimore decía que Wire era una mierda que no reflejaba la realidad de la ciudad porque, precisamente, no la veía ni dios. Sin embargo, a Lucky Louie, la mejor sitcom que yo jamás haya visto, tenía buena audiencia pero parece que la quitaron por las críticas de los exquisitos. HBO parece regida por un mono borracho con una pistola.
Por otro lado, lo de Hamsterdam es ni más ni menos lo que se ha hecho en España con La Rosilla, La Celsa y ahora Las Barranquillas. A mí los chivatazos de Bubbles me parece trampeo del guión. Omar no me hace gracia, la verdad. Y volvía ver Brigada Central hace poco y, coño, hay muchos parecidos con The Wire. Ver a Arturo Querejeta (Pacheco) emborracharse frente a la vía del tren me levantó del sillón.
Comentario de Manuel de la Fuente (04/04/2011 20:27):
pepito71:
Tienes razón, no he comentado lo de la canción de Tom Waits de los títulos de crédito. Se trata de “Way Down in the Hole”, que aparece en cada temporada con una versión distinta. La original de Waits es la que comentas, la de la segunda temporada. Además, está muy escogida porque define muy bien el retrato que hace la serie, ese “descensus ad inferos” que supone. No se trata de una canción elegida sólo para acompañar y porque suena bien (un ejemplo de esto es la fascinación de la franquicia de CSI por The Who), sino que sirve para contextualizar al espectador.
parvulesco:
Lamento que te parezca eso, sólo trataba de ser analítico. Claro que me encanta “The Wire”, pero es que paso de caer en el lenguaje ese cursi de las críticas de los medios de comunicación: expresiones tan chorras como “obra maestra”, “película fallida”, etc.
Gracias por poner las palabras de Simon, porque corroboran lo que digo en el artículo: la tensión entre una sociedad con unos organismos corruptos y unos individuos que son víctimas y que, a su vez, alimentan de algún modo esas estructuras podridas.
Además, menciono varias veces la 2º temporada: hay varias referencias al tema que trata (los sindicatos norteamericanos) e incluso menciono una vez al personaje del Griego!
Espectacular lo del alcalde de Reikiavik. Gracias por la información!
Gracias también al resto por los comentarios.
Comentario de Rocamadour (04/04/2011 20:29):
Álvaro, Bubbles es Possum. Pon de nuevo tu culo en el sillón y lee. Artículo del mismísimo David Simon, año 1992.
http://articles.baltimoresun.com/1992-03-16/news/1992076028_1_possum-police-department-baltimore
Parece ser que trabajó también para Ed Burns. Murió de SIDA.
Comentario de Rocamadour (04/04/2011 20:32):
¿Y nadie va a decir nada de cómo acabó Ed Burns trabajando de profesor en la gloriosa Baltimore? Cuarta temporada, señores.
Comentario de lingüista (05/04/2011 00:13):
no he leído nada por si hay spoilers, que tengo la caja completa para ver este verano… a ver si como dice Garganta Profunda, me convierto en una persona distinta después de terminar.
cambiando el tercio. ¿algún fan de Whedon (Buffy/Angel/Firefly) por aquí? por curiosidad…
Comentario de parvulesco (05/04/2011 00:59):
Manuel:
ya dije que tenía cosas edípicas con el estilo analítico-objetivo, una crónica subjetiva pero informativa sin caer en los tópicos chorras que mencionas me parece más desafío, pero no dejan de ser fetichismos míos.
Álvaro, no te metas con Bubbles. Comentan la anécdota de que en pleno rodaje, un yonqui se le acercó y le dio un poco de lo suyo, porque “parecía que necesitaba desesperadamente un chute”. “Su Oscar de la calle”, dice el actor. Además mis colegas me identifican con el personaje.
Comentario de Manuel de la Fuente (05/04/2011 06:07):
parvulesco:
Sí, si lo había leído, pero aparte de que usaba tu comentario para, de paso, explicar un poco el sentido de la reseña, también he aprovechado para defender el artículo como se defiende a una damisela virgen necesitada de que alguien dé fe de su honor. Pero que, vamos, te agradezco sinceramente los comentarios y las palabras de Simon que has puesto, que yo no conocía.
Rocamadour:
Gracias por el enlace, es muy ilustrativo y me ha encantado la historia de Possum.
Comentario de Garganta Profunda (05/04/2011 06:25):
Para MiguelCrockett cuando dice cosas como…
” mi por lo menos me pasa a menudo (especialmente cuando conozco cosas de la política valenciana) que pienso: “esto es tan “The Wire”…”
…que sea la última vez que me leas la mente. Si alguna vez algún ejecutivo televisivo pirao quiere hacer un remake a la española de The Wire, la equivalente de Baltimore en la piel de toro es Valencia.
…alguno ya se ha ido atreviendo tímidamente. “Crematorio” para ser producto nacional no está nada mal…
Comentario de Judge Dredd (05/04/2011 09:45):
Hamsterdam lo podíamos encontrar en versión perfectamente organizada hace años en Barcelona en Can Tunis, justo antes de que aquí algún iluminado decidiese ampliar el puerto de Barcelona la nimiedad de 15 kms. y mandase a tomar por saco todo aquello.
Durante un tiempo fue curioso ver cómo aparecían yonkis en cualquier plaza y parque de la ciudad condal.
Respecto al poco éxito que tuvo en su momento la serie es lógico: si no nos enteramos de que la pasan y cuando la pasan es a un horario intempestivo, poco hay que hacer.
A miserias y chorradas como The Lost no le han dedicado 48 horas porqué el día no las tiene, que si no ahí estarían. Otros con menos, llegan a más.
Por cierto, me lancé a la piscina llevado por alguno de vuestros consejos y empecé ayer con Treme. Dos primeros capítulos y de momento espesita y lenta, aunque apunta grandes cosas difuminadas en el horizonte.
Vamos a ver qué tal… recuerdo los 5 primeros capítulos de The Wire y también se hicieron lentos y costaba situarse. A ver si es lo mismo.
Comentario de Manuel de la Fuente (05/04/2011 11:58):
Y en televisión no sólo se trata del horario intempestivo, sino de que las emiten dobladas. Vi medio episodio de “Los Soprano” doblada cuando la emitieron en la Sexta y era horrible. Lo mismo sucede con “The Wire”, que tiene un doblaje espantoso.
Comentario de Álvaro (05/04/2011 15:23):
el caso es que si tienes entre manos la serie más importante de la historia y el universo conocido no la pones a las tantas un día muerto de risa. mad men, broadwalk empire o los soprano no han tenido ese tratamiento. el caso de wire es que quien la ve en un zapeo piensa que es otro csi de las pelotas. ha tenido éxito porque el boca a boca decía que era la mayor atracción del mundo y así ha crecido en difusión exponencialmente. no me extrañaría que a algunos iluminati del país les hayan dicho desde arriba que la vean. yo en mi caso personal, el único motivo por el que me puse a verla tranquilamente fue porque era de HBO sin saber ni si iba de fontaneros.
Comentario de Judge Dredd (06/04/2011 08:43):
#24 Totalmente cierto, Álvaro.
A mí me llego por el boca a boca y cuando ví de que iba me dije “bueno, otra de policías y ladrones”.
Cinco capítulos espesitos y que costaban y a punto de desertar y a partir de ahí, como llegar a un paraíso con 100 vírgenes esperándote despues de vagar por el desierto toda tu puta vida con una navaja suiza.
Y si, en parte, aguanté los primeros capítulos, fue porqué el que me recomendó la serie me merece toda la confianza… y luego ver que era de HBO.
Comentario de Pinto (10/04/2011 01:53):
A todos les recomiendo que vean tambien otra obra de Simons, en formato mini serie que es The Corner, para mi es un requisito para todo el que disfruto de The Wire, ya que tambien transcurre en Baltimore y se centra en una familia que debe entre las tribulaciones del mundo de las drogras.