Historia Sagrada. 63
Folklore (Éxodo, 24, 1-18; 25, 1-40; 26, 1-37; 27, 1-21; 28, 1-43; 29, 1-46; 30, 1-38; 31, 1-18)
Él ya había clarificado algunas de las leyes más importantes, y cabría decir, en justicia, que con los Diez Mandamientos y lo de prohibido follar con ovejas lo fundamental del Estado de Derecho ya se hallaba bien asentado en la incipiente (y, sin embargo, eterna) religión judaica. Pero al Señor le quedaba ultimar lo más importante: el ritual. En efecto, ¿qué clase de Religión iba a montar Moisés sin un procedimiento sacro, un panteísmo de calidad, una parafernalia y un ceremonial de altura que revistiesen la verdad fundamental de Él y su novedoso planteamiento monoteísta en un mundo lleno de religiones y donde la competencia era feroz y no hacía prisioneros?
El Señor, bien consciente de la importancia de proporcionar espectáculo al pueblo, llama a su vera a Moisés, al que tiene ocupado durante 40 días y 40 noches. No en vano Yaveh, gustándose, se muestra extraordinariamente minucioso en sus instrucciones al Pueblo Elegido. Como una novia en la preparación de su boda, Él desglosará ante Moisés todos los pasos a seguir en torno a absolutamente todo. Cómo ha de ser el Templo donde se le adorará, con qué materiales ha de construirse, de qué manera hay que proceder con las inevitables exacciones al Pueblo (recuerden que la riqueza y la libertad del Pueblo Elegido derivaban directamente de la acción del Señor, así que podría considerarse, en justicia, que el Todopoderoso recuperaba parte de lo que era suyo; por otra parte, todo es suyo. ¡Cómo me recuerda Jehová a la banca española!); qué ropajes han de llevar los sacerdotes, configurados mediante qué materia prima y con qué colores; cómo será la mesa en la que figurará el altar, cómo será el altar, y en particular, cuál será la configuración de la mítica Arca de la Alianza (ya saben, que para algo lo explicaban en Indiana Jones en busca del Arca Perdida: el arca es un arma de infinito poder, salvo si cae en manos de los nazis, que no la saben utilizar). ¿Cómo dicen? ¿Creen que exagero? Ustedes lo han querido: aquí tienen el prodigio descriptivo, digno de un entomólogo, que despliega Yaveh para especificar cómo quiere que sea el Arca:
Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en sus cuatro esquinas; dos anillos a un lado de ella, y dos anillos al otro lado. Harás unas varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro. Y meterás las varas por los anillos a los lados del arca, para llevar el arca con ellas. Las varas quedarán en los anillos del arca; no se quitarán de ella. Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio. Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.
Menudo coñazo acaba de soltar el Señor, ¿verdad? Pues imagínense qué bien me lo he pasado yo, que me he tenido que leer todo el procedimiento administrativo de pe a pa, en infructuosa búsqueda de algo entretenido. ¡Y eso que, para mí, leer la Biblia es un placer constante e inagotable, tanto sugiere, instruye y alumbra, tantos son los pasajes dignos de encomio y consideración, tan apropiada la mezcolanza de géneros, suspense, drama, acción y, por qué no decirlo, pasajes harto picantillos!
Fíjense en los capítulos del Éxodo que nos ventilamos en este episodio de nuestra Historia Sagrada: 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30 y 31. Ocho capítulos, ocho, y no se crean que vamos a contar mucho. No lo haremos, pues, y perdónenme por mi atrevimiento, no cabe otra posibilidad que reconocerlo: el Señor, en estos capítulos, se nos muestra como un puto taladro. ¡Qué palique tiene, el tío, y menudo rollo suelta! ¡Cómo se nota que está disfrutando y quiere apurar el momento todo lo que sea posible! ¡Cómo nos recuerda aquí el Señor al típico compañero pesado, que quieres que te caiga bien, que haces un esfuerzo, pero el hombre no puede dejar de manifestar su naturaleza y al final optas por huir e ignorarle!
Pero, claro, el pobre Moisés no podía escaparse tan fácilmente. 40 días con sus noches tuvo que aguantar el inagotable torrente de un Señor más prolijo que nunca, que encima, por si a Moisés se le olvidaba algo, al final grabó todo lo expresado en dos tablas de piedra (que ya podría haberle ahorrado el rollo y limitarse a inscribirlo en piedra, digo yo: “toma, Moisés, haz cumplir todo esto, como todo lo demás”. Pero no: ¡El Señor ama respetar las normas de protocolo cuando refiere las normas de protocolo que es preciso instaurar!). Dos tablas que llevaban “inscrito el dedo del Señor”, como dice, con grandes aspavientos, la Biblia. Pero el pueblo, displicente y malencarado como en él es natural, no se había estado quieto todo este tiempo: “El Becerro de Oro”.
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Comentario de John Constantine (10/12/2010 07:51):
Pues o las tablillar eran de la altura de Berlín o la capacidad de síntesis del Moises acojonante, porque resumir un monólogo de 40 días (y 40 noches) en dos simples tablillas…
Comentario de Tartamundos Trotamudo (10/12/2010 08:45):
En cierta peli se dejaba caer la teoría de que en realidad fueron tres tablas para un total de 15 mandamientos, pero la torpeza de manos de Moisés propició que una de las tablillas se cayera y rompiera, con lo que al final nos quedamos con sólo diez mandamientos (para alivio de niños con pocas ganas de aprender de memoria cosas que nunca entendieron).
Comentario de gus (10/12/2010 10:26):
Podía haber sido peor. Imagínate a Yahve Elohim con un Ipad. De traca.
Comentario de Bunnymen (10/12/2010 11:45):
Notando la fijación de Él con el oro, creo que sus asesores de publicidad y marketing no le aconsejaron bien, que el pueblo elegido no debió ser el judío (que son más de diamantes) sino el gitano-rumano.
Comentario de pescadilla (10/12/2010 11:56):
atención como dios desde el más allá se preocupa de que a sus ministros y representantes no les falte de na, especialmente oro
curiosa la fijación del cielo (da igual el que sea) con el vil metal, no exclusiva de los judios
la religión y el oro: esa relación
Comentario de Alfonson (10/12/2010 12:52):
Que toston de articulo
Comentario de Larry Birdie (10/12/2010 16:17):
Bueno el monoteismo ya lo habia intentado ensayar un farón egipcio.
Hay una teoria de que Moises fue uno de los sacerdotes de Aton ; y que se llevó a los ancestros de Golda Meir fuera con la condición de seguir su religión…
Sobre la sistesis en 2 tablas , para mi que de paso a Moises se le reveló la taquigrafia.
Comentario de asertus (10/12/2010 20:28):
La idea de un bi-ipad a modo de tablas de Moisés seguro que está ya en la calenturienta mente de Jobs, a la espera de “patrocinar” alguna nueva revisión de la clásica peli bíblica…, que no todo van a ser macs para hackers…
Comentario de Belletti bajo la lluvia (13/12/2010 07:24):
Con los mandamientos, en realidad lo podían haber dejado en dos:
http://www.youtube.com/watch?v=YzEs2nj7iZM