Historia Sagrada. 62
La Ley de Dios (Éxodo 21, 1-36; 22, 1-31; 23, 1-33)
El Señor se había quedado bien a gusto dictando los Diez Mandamientos. Pero no se crean que ahí acababa todo, ni mucho menos: ya que Él había salvado al Pueblo Elegido tantas veces, y de tantas cosas, que casi parecía John McClain en La Jungla de Cristal, pues como que quería cobrárselo inmiscuyéndose en la vida de Su pueblo de las formas más diversas posibles. Y una de ellas, qué duda cabe, sería legislando, que al Señor no le bastaba con la manifiesta putada que es decir “no podéis tener pensamientos impuros”.
De manera que el Señor se lleva a Moisés a un aparte y le suelta un rollo larguísimo en el que da la sensación de que va volviéndose progresivamente loco (o más loco), conforme habla de criados, cosechas, ganado y fiestas de guardar. Si se compra un criado hebreo hay que liberarlo al séptimo año, a no ser que éste se case con una sierva que le haya sido proporcionada por su señor (con minúsculas: el señor de la casa, no el Señor, así en general, omnipotente y misericordioso en su afán por destruir y matar); en ese caso, si pasados los siete años quiere seguir con ella, se convertirá en siervo para toda su vida. Si se va, la mujer y los hijos se quedarán con el señor (que, total, digo yo, la mujer ya ha cumplido su función, ya la has tratado como una reina inseminándola una y otra vez, ya has puesto tu granito de arena a la composición de las arenas del mar y las estrellas del firmamento, así que ¿qué más te da llevártela o que se la quede tu señor para ofrendársela a otros?).
Aclarado lo de los siervos, el Señor se centra en sus dos temas favoritos: matar y el ganado. En cuanto a matar, no es fácil vivir bajo la ley de Jehová: si alguien mata premeditadamente a otro, morirá; si vende como esclavo a otro, morirá; si hiere a su padre o a su madre, morirá; si los injuria, pues también morirá, qué coño, que tampoco vamos a andarnos con minucias y argumentos especiosos de leguleyo. Si se provoca un aborto (ojo por lo que esto significa para la doctrina de nuestros amigos los curas) no morirá, sólo será castigado (de forma indeterminada). Eso sí, si en el proceso de abortar muere la mujer, y con ella el preciado receptáculo de más hijos que es la mujer en la Biblia, entonces hala, al hoyo: morirá. La cosa en general funciona, nos dice el Señor, así: “pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”.
Casi todo el tiempo que el israelí del mundo antiguo no se dedicaba a matar o fornicar para multiplicarse y enjugar las pérdidas habidas como consecuencia de matar, lo empleaba en cuidar al bien más preciado del Señor: el ganado, que por algo se habían pasado generaciones y generaciones robándoselo a los vecinos. Pero mucho cuidado aquí, que con tantas obligaciones básicas es comprensible que el Pueblo Elegido tuviera cierta confusión: ¿al ganado tengo que cuidarlo, matarlo o follármelo?. Por si las moscas, Yaveh deja las cosas muy claras: “Cualquiera que cohabitare con bestia, morirá”. Así que cuidado con desperdiciar la simiente del Señor en según qué sitios, que Onán ya recibió lo suyo, y él ni siquiera se había tirado a ninguna oveja.
En estas primeras instrucciones, centradas, como puede verse, en lo más importante, al Señor apenas si le da tiempo a tener un emocionado recuerdo por los que no acaban de tener claras sus fidelidades espirituales: “A la hechicera no dejarás que viva (…) El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto”. Pero sí deja claro que todo esto, el fastuoso maná, la huida de Egipto, la Tierra Prometida, ser el Pueblo Elegido (con lo que mola eso), etc., nos lo da el Señor, que todo lo puede, a cambio de que le guardemos una mínima fidelidad y no nos vayamos luego con la primera deidad exótica y con altares de colorines que se nos ponga por delante. Sedme fieles, dice el Señor, y prosperaréis, que yo os daré ganado para que os salga por las orejas y me cepillaré a todos tus enemigos, que para algo soy quien soy. Y, atención, con diabólica (con perdón) astucia el Señor dice que se los cargará a todos, por supuesto, pero no de golpe, no vaya a ser que los enemigos del Pueblo Elegido dejen sin cultivar los campos y al ganado a merced de las fieras. No. El Señor, bien al contrario, irá matando a los pobladores de la Tierra Prometida poco a poco, lentamente, gustándose: “Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra. Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Eufrates”. Y ya ven, tres mil años después el Señor, tan lento como contumaz, sigue en ello.
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Comentario de Lluís (21/09/2010 13:37):
Es que supongo que eso de ser eterno, a la larga, debe ser aburridísimo. Si va el señor y se carga a todos sus enemigos en media hora, aparte de que no quedará nadie para ejercer de esclavo, a la semana se estará aburriendo. Es mucho más interesante prolongar el exterminio durante milenios, inventando nuevas formas y disfrutando con las caras que ponen sus víctimas durante la agonía. Y también puedes introducir ligeras variantes, como dar también su parte de estopa al Pueblo Elegido en el momento en que abandonan el recto camino o, hartos de ver más promesas incumplidas que en un programa electoral de ZP, se pasan a la competencia.
De lo contrario, no se explica tanta parsimonia, que luego salen profesionales del exterminio como el Führer o Stalin que en un par de planes quinquenales exterminan más y mejor que Yahvé en un siglo. Igual es por eso que muchos todavía les adoran.