María Antonieta – Stefan Zweig
Esta biografía es la demostración más palmaria que podemos tener de que, en el relato histórico, a pesar de su caracter ensayístico, su veracidad, es incluso más importante quién hace el relato que sobre qué versa este. Así, hace unas semanas reseñábamos una mala biografía de un personaje (Winston Churchill) a priori muy interesante, y hoy, en cambio, reseñamos un libro magnífico, apasionante de principio a fin, a pesar de que la materia prima, por más que cuente con aspectos a su favor (María Antonieta, reina de Francia, esposa de Luis XVI, ajusticiada en la guillotina en 1793, en pleno Terror revolucionario), probablemente se haga un poco cuesta arriba por sus ribetes rococó – festivos. Como si fuera, sobre todo al principio, una biografía de Sisí emperatriz, o de Felipe de Borbón. No sé si me explico.
Sin embargo, su autor, el gran escritor austríaco Stefan Zweig, sabe interesar al lector tanto en lo festivo como en lo dramático, en las juergas diarias y el frenesí gastador que constituyen la vida cortesana de María Antonieta y también en las dificultades, cada vez mayores, terminadas con la muerte, que tiene que ir arrostrando en sus últimos años. Y lo hace mediante un apabullante despliegue de erudición y de penetración psicológica en su composición de los retratos históricos que recorren la vida de María Antonieta (y, obviamente, de la propia reina), que se nos presentan, además, con un dominio del lenguaje, como no podía ser menos, exquisito en su precisión y capacidad estética: Zweig es a las biografías históricas, en suma, lo que Jorge Valdano a las ruedas de prensa. Da la sensación de que el tío es capaz de coger al más gris, plano y mediocre de los personajes y conseguir que el lector se interese por sus vicisitudes (es una lástima que Zweig muriera hace décadas; ¡lo que habría dado de sí una biografía del President Montilla!).
El perfil que hace inicialmente de María Antonieta resulta devastador: la reina, antes y después de coronarse como tal, es una persona frívola, despilfarradora, superficial. Incapaz de hacer ningún esfuerzo intelectual. Vive completamente sujeta a los placeres. La reina, en resumen, como si se hubiera vestido de gótica en algún baile de disfraces, nos recuerda poderosamente a José Luis Rodríguez Zapatero.
Su matrimonio con Luis XVI resulta casi como mezclar el agua y el aceite. Luis es apocado, aburrido, lacónico. Su incapacidad para tomar decisiones es casi legendaria. María Antonieta, en resumen, se ha casado con Mariano Rajoy. Pese a lo cual, ambos logran establecer un régimen de coexistencia bastante pacífico, consistente en que Luis XVI hace todo lo que ella le ordena y ella vive su vida de diversiones, mientras que él ocupa sus días en actividades como la caza y la herrería (que, por sorprendente que suene, era una de las pasiones del borbón).
Como pasa tantas y tantas veces, en la raíz de muchos de los problemas que encontramos en la personalidad de ambos cónyuges nos desvela Zweig un problema sexual: el rey tiene fimosis, y como es un tipo fundamentalmente vago e inseguro es incapaz de tomar una decisión; es decir, de circuncidarse, por muy rey cristianísimo que sea, a fin de poder metel.lah.
En lugar de eso, Luis y María Antonieta se pasan siete años, siete largos, frustrantes y estériles años, sin follar. Así, como suena. Siete años. Imagínense la frustración de María Antonieta, que a diferencia de su marido sí está sujeta a las pasiones mundanas, al tener que mantenerse virgen todo este tiempo, en una edad tan poco proclive al fervor sexual como es la que separa los 16 de los 23 años. Y, además, ni siquiera hablamos de que los reyes no follen. No, no, la cosa es mucho peor: los reyes no follan a pesar de que, noche tras noche, casi religiosamente, intentan follar. Luis XVI trata de superar las limitaciones que, parafraseando al cachondo que hizo el acta arbitral del affaire Míchel – Valderrama, Natura colocó do los hombres adquieren su condición de tales, pero siempre sin éxito.
Esto explica, indica Zweig, el natural desaforado de la reina; que intente expurgar esta fundamental frustración (pues tampoco puede sublimarla en el aspecto sexual buscándose un amante, dado que en ese caso atentaría de forma irreparable contra su virginidad – garantía de fábrica) desarrollando al máximo su esclavitud respecto de los placeres (el alcohol, el juego, las fiestas, el baile, …). También explica que el rey sea tan aficionado a la caza y la herrería, pobres sustitutivos de la única virilidad digna de tal nombre (a ver por qué se creen que hay tanta gente haciendo pesas en los gimnasios; no es porque así follen aún más, quede claro, sino justo por lo contrario).
Al final, el hermano de María Antonieta, el emperador de Austria José II, viaja a París y logra convencer a Luis XVI de que se opere de una puñetera vez. Pueden Ustedes imaginarse la respuesta de Luis XVI, plena de circunloquios, sobreentendidos y recato: “Pues claro que quiero metel.lah; ¿pero qué quieres, que me corte un cacho de la polla?”.
Pero la operación llega tarde. Aunque los reyes pueden, por fin, consumar su matrimonio, y María Antonieta cumplir su función como reina (proporcionar un heredero del trono), el daño ya estaba hecho, y las consecuencias de la impotencia efectiva del rey, indica Zweig, se antojan incalculables: la Revolución, el Terror, Bonaparte, … ¡Todo por no cortársela a tiempo! (Ya les dije que el libro es apasionante).
Lo curioso de la personalidad de María Antonieta, la principal paradoja de su vida, magníficamente reflejada en el libro, es que la misma persona incapaz de concentrarse, de trabajar, de moderar sus ímpetus, de leer siquiera sea un libro de principio a fin, se crece extraordinariamente ante la adversidad. Algunos factores previos, como el nacimiento de sus hijos, habían contribuido ya a tranquilizar a la fiera, pero el momento en el que comienza a cambiar auténticamente su personalidad es justo cuando, como consecuencia de un turbio asunto con un collar de diamantes en el que se vio envuelta, pierde el favor del pueblo; y, sobre todo, ella es consciente por fin de que lo ha perdido.
A partir de ahí deja paulatinamente de gastar a mansalva, de vivir al día, de tener una visión frívola de la existencia. Curiosamente, madura, se vuelve mucho más reflexiva, inteligente y activa. Se implica en los asuntos de gobierno y, sobre todo, intenta que su marido se implique; que, por una vez en su vida, sea capaz de decidir algo, aspecto este en el que fracasa (de hecho, Zweig afirma que, de no ser por la indecisión del rey, hasta niveles ridículos, en varios momentos cruciales del proceso revolucionario, habrían podido escapar del cadalso).
Pero estalla la Revolución, la situación va degradándose más y más (sobre todo tras el intento fallido de huir de Francia por parte de la Familia Real, a mediados de 1791), a principios de 1793 ajustician a Luis XVI y pocos meses después le toca el turno a María Antonieta. Y es ahí, en sus últimos años, cuando la reina, cuya vida ha sido fundamentalmente vacua y superficial, alcanza, nos dice Zweig, la grandeza, por su firmeza ante la adversidad y por su dignidad, que mantiene a toda costa y con la que logra impresionar a casi todos los que le rodean (incluyendo a muchos revolucionarios obviamente hostiles).
La mantiene, en particular, en el juicio en el que se decide su ajusticiamiento, en el que llega a ponerse sobre la mesa la acusación, surrealista, de que María Antonieta, en su infernal voluptuosidad, había tenido relaciones incestuosas con su hijo de nueve años (los revolucionarios se apoyan en una declaración que le habían logrado sacar al crío, quien moriría un año después sin haber reinado nunca como Luis XVII). Tan exagerada es la acusación que María Antonieta logra empatizar con las mujeres presentes en la sala del juicio, produciéndose incluso un amago de motín en su favor.
La teoría de Zweig es que el Delfín estaría avergonzado de que en alguna ocasión reciente María Antonieta le pillase masturbándose, y que contestar a las preguntas de los revolucionarios apoyando la delirante teoría del incesto era un mecanismo de autodefensa frente a la vergüenza; no sé decirles cuál de las dos opciones resulta más increíble, pero no negarán que se lo advertí: el libro es fascinante de principio a fin.
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Comentario de Andrés Boix Palop (LPD) (16/09/2010 10:47):
De Zweig, tan bien definido como el Jorge Valdano de las biografías, hay una imprescindible absolutamente maravillosa y, además, con un personaje que lo vale: Fouché, retrato de un hombre político.
Comentario de Hamelgo (16/09/2010 11:18):
Me llama poderosamente la atención (como se dice ahora) que los artículos relacionados sean de Ansón, La Campos y Aznar, supongo que porque todos tienen nombres compuestos con María.
Si no es mucho preguntar, ¿cuándo se publicó este libro?
Comentario de paco (16/09/2010 11:22):
Maria Antonieta Iglesias… no se si me sorprende mas q le haya escrito una bigrafia un autor europeo o q tenga hijos… q mundo, señor.
Comentario de karpov (16/09/2010 11:45):
yo ejque mientras tenga a maria antonieta en la cabeza con la imagen de la kirsten dusnt o dunst o dursnt, no puedo mantener una conversación civilizada sobre el tema.
Comentario de Lluís (16/09/2010 11:55):
Tampoco hay que cebarse tanto con las escasas inquietudes culturales de esa señora. Eso de ser incapaz de leer un libro es algo que se da en el 90 % de los españoles…
Comentario de parvulesco (17/09/2010 16:04):
La verdad es que iba a comentar, pero #2 y #4 han dicho lo que pensaba…
¿Se puede saber qué tipo de algoritmo felipista utilizáis para los artículos relacionados?
Y según tu reseña, me parece que la película de Coppola fue muy ajustada a la realidad, al contrario de muchas críticas que recibió, a mi parecer injustas. A mi parecer el uso de música contemporánea o la aparición momentánea de unas zapatillas converse no era más que decir: “Podéis ver la decadencia moral de esta sociedad en ruinas? Pues nosotros igual”
Comentario de sangonereta (17/09/2010 16:14):
gracias, he aprendido un montón sobre el tema de la circuncisión.
Comentario de hglf (19/09/2010 00:45):
El Rey Decapitado. Según me acuerdo, era aficionado cerrajero y no herrero, o era las dos cosas juntas. Si hubiese vivido en nuestra época, seguro sería programador de C++.
Yo también leí hace tiempo la biografía de Fouché: genocida, traidor, caradura, revolucionario, reaccionario, padre amoroso, buen marido, francés. ¿Se merece algo no?
Comentario de jasev (13/10/2010 13:16):
Es curioso, hglf, yo venía a decir algo parecido, sólo que creía que la afición del bueno de Luis era la relojería.
Por supuesto he leído todas las biografías de Zweig que han llegado a mis manos, incluyendo la de Fouché, María Estuardo, Magallanes y Erasmo. La mejor, como ha indicado Andrés, probablemente la de Fouché.