La Guerra de Sucesión de España (1700 – 1714)
Joaquim Albareda Salvadó
La España de los Austrias, resplandeciente en el siglo XVI, se había convertido en una pálida sombra de lo que fue a lo largo del difícil siglo XVII, plagado de derrotas y decepciones. Habíamos pasado de un siglo “Real Madrid” a otro “Atlético de Madrid”, de Florentino Pérez (el modelo de empresario español triunfador) a Jesús Gil (el modelo de empresario español triunfador, pero sin tanta elegancia), y como corolario los Austrias nos otorgaron un último reinado, el de Carlos II, para el recuerdo, con un rey que reflejaba hasta qué punto es dañino el abuso de la consanguinidad a lo largo de varias generaciones, con el Imperio deshaciéndose en pedazos y con los gabachos dando por culo año sí, año también, tanto en Flandes como en España.
La historia de los Austrias es la historia de un Imperio hecho de retales (Castilla, Aragón, Nápoles, Flandes), pero donde sólo mandaba Castilla. El efecto de 200 años de mandato fue que Castilla quedó hecha una porquería, mientras el resto de los reinos se veían poco concernidos con el destino de un Imperio en el que no podían meter la zarpa (por no poder, no podían ni comerciar con las Indias).
Naturalmente, si era el Imperio el que quería meter la zarpa en ellos, se rebelaban, como ocurrió con Flandes, con Aragón, con Portugal y con Cataluña. Particularmente, en este último caso. Los catalanes, siempre dispuestos a dar por culo, se rebelaron en 1640 frente a los abusos de Olivares y de las tropas españolas acantonadas en la guerra contra los franceses, lo que provocó la inevitable llamada al poder francés, “que los gabachos seguro que nos comprenden y respetan nuestra idiosincrasia”.
Tan ilustrativa fue la experiencia que a los catalanes les faltó tiempo para volver al redil de los Austrias, que daban por culo poco y mal, frente a la segura sodomía cotidiana del Estado borbónico centralizado. A partir de este momento, y hasta fechas relativamente recientes, los catalanes son conscientes por fin de que la independencia de España conllevaría muy probablemente una dominación francesa mucho más dura (como de hecho intentaría el propio Napoleón), y su apuesta deja de ser la independencia; ahora lo que intentarán es mandar en España; lo intentarán en el XVIII, en el XIX y en el XX, incluso ahora, con estrategias diversas y en ocasiones exitosas.
Si a ello unimos que a lo largo del reinado de Carlos II Cataluña es invadida de nuevo por los gabachos en un sinnúmero de ocasiones, uno puede figurarse lo bien que caían ya entonces los Borbones en esas tierras. Por eso, cuando llega el absurdo testamento de Carlos II, otorgando su Imperio a Felipe V, nieto de Luis XIV (el motivo era que Francia era entonces la principal potencia europea, y se consideró que defendería mejor los territorios del Imperio que cualquier otra potencia; o al menos no arrasaría España, como había hecho en un sinnúmero de ocasiones a lo largo de la segunda mitad del XVII), los catalanes se van con el Archiduque Carlos de Austria.
¿Por qué aparece por ahí alguien con un título tan entrañable como “El Archiduque”? Pues porque las potencias europeas llevaban décadas solazándose con las promesas de reparto del decadente Imperio español, sus enormes territorios, sus variados pueblos, sus suculentas concesiones comerciales, … Ya estaba todo más o menos previsto, en sucesivos tratados previos al óbito de Carlos II que, entre otras genialidades, preveían que Guipúzcoa pasase a manos de Francia (imagínense, qué regalito envenenado), Florida de Gran Bretaña o que los Países Bajos españoles se convirtieran en un protectorado de Holanda. Pero, claro, luego el chollito de la herencia cae en manos de los Borbones y Luis XIV, como buen francés, dice que no está claro, que donde dije Digo digo qu’est que c’est ça y que vamos a intentar quedárnoslo todo.
Sin embargo esto, en un contexto en el que Francia lleva décadas mandando y engrandeciéndose, genera el efecto inmediato de que se monte una Gran Coalición antiborbónica, de la que forman parte Inglaterra, las Provincias Unidas y el Imperio de los Habsburgo, que además aporta candidato, el cual rápidamente desembarca en Barcelona y consigue dividir el territorio español más o menos en los antiguos reinos de Castilla (para Felipe V) y Aragón (para él), pero ambos con la intención de hacerse con el trono de España.
La historia de esta guerra, que se prolongará hasta 1713 (y, en el caso de los catalanes, hasta 1714), es más interesante de lo que parece, con Felipe V generalmente venciendo en España y los Aliados atizándole, al mismo tiempo, a Francia por todas partes, que daba gusto verlo. De hecho, al poco de comenzar el conflicto los Habsburgo se hacen con Nápoles y el Milanesado y los angloholandeses con la mayoría de los Países Bajos españoles, así como con varias posesiones en España (Gibraltar, que aún mantienen, pues los llanitos “semos británicos de pura sepa y la verdad ej que no entiendo qué me chamullas sobre paraísos fiscaleh, ¿du yu nou?”).
La cosa llega al punto, en 1709, de que Luis XIV abandona a su nieto a su suerte y se dispone a firmar una paz humillante con los Aliados, que no llega a buen puerto por el conocido efecto “y dos huevos duros” de la parte que ocupa una posición de fuerza, que no sabe cuándo parar de pedir cosas. En 1710 el Archiduque entra en Madrid (como ya lo hizo en 1706), pero al poco se convierte en heredero al trono imperial, reproduciéndose la pesadilla borbónica de los británicos (una potencia hegemónica en el continente), pero al revés. Así que Gran Bretaña limita su implicación en la guerra y, dada la pujanza de Felipe V en España, al final todo acaba reconduciéndose al pasteleo antiespañol de Utrecht, donde el Archiduque pasa a configurar un Imperio surrealista (los Países Bajos españoles, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Milán) y Felipe V se queda con España y las Indias.
A partir de ese momento, España pasa a ser regida por Felipe V, que lo centraliza todo según las leyes castellanas y, en consecuencia, se cepilla los privilegios de aragoneses, valencianos y catalanes (pero no de los vascos, que ya saben ellos, a la hora de la verdad, cómo apostar a caballo ganador). El tópico ha defendido siempre que la llegada de los Borbones fue beneficiosa para España, sobre todo por comparación respecto de lo que había antes. Si por “beneficiosa para España” queremos decir beneficiosa para los propios Borbones (que actualmente, que yo sepa, sólo tienen mando en plaza aquí), sin duda. Si queremos decir, en cambio, que las cosas nos fueron bien, pues qué quieren que les diga: Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII y Juan Carlos I (por no hablar del carlismo o del inefable “padre del Rey”, Don Juan, y su exilio en Estoril). Esto es lo que hay.
Puede que con los Habsburgo no nos hubiera ido mucho mejor; a fin de cuentas, hasta que desaparecen tras la I Guerra Mundial, los Habsburgo pierden guerras contra la propia España – que les inflige una humillante derrota en la Guerra de Sucesión de Polonia, hacia 1735-, contra Prusia (que les birla Silesia), contra Napoleón (que se folla a la Archiduquesa y se cepilla también a los austríacos una y otra vez), contra Italia (¡!), contra Prusia otra vez y, finalmente, contra Rusia y los Aliados en la Gran Guerra.
Pero no sólo de guerras vive el español (tampoco es que el balance de los Borbones sea más brillante en la materia, excepción hecha de la conquista de Perejil) y, por otra parte, piénsenlo: ¿un francés? ¿Un puto francés? ¿Qué nos está pasando? Y esto sin entrar en la personalidad de ambos candidatos, que al menos el Archiduque era un tío normal (un tío de puta madre, según el autor del libro), mientras que Felipe V, como es sabido, estaba como una cabra y además dedicó su política exterior a colocar a sus hijos en diversos minitronos italianos absurdos.
A todo esto: ¿está bien el libro? Pues la verdad es que en líneas generales sí, es una revisión pormenorizada no sólo de la guerra sino del período que la rodea, que explica bastante bien tanto las alternativas militares y diplomáticas como el gobierno de ambos pretendientes en España. Defiende la tesis de que victoria de Felipe V fue muy negativa para España, no sólo por la pérdida de las libertades de los territorios de la Corona de Aragón (y de los territorios que se quedan el Archiduque o los Aliados), sino por la ineficacia intrínseca del absolutismo; tesis, en general, más que congruente.
Pese a lo anterior, sí que hay que decir que al autor tiende a vérsele el plumero, dando una relevancia a todas luces exagerada a Cataluña y los catalanes (a los que se les dedica al menos la tercera parte del libro), así como a lo que significaba su apuesta por Carlos VI (que implicaba, en esencia, mantener los privilegios de siempre pero mandando, lo que el autor embellece considerablemente). Además, esta obsesión por Cataluña, Cataluña y más Cataluña se combina con un, no por habitual menos irritante, pasotismo respecto de los demás territorios “traidores”, Aragón, Valencia y Mallorca, que aparecen aquí como simpáticos comparsas de provincias (los “Segovia” y “Jaén” de los catalanes).
Compartir:
Tweet
Comentario de Bah (30/03/2010 18:14):
Lo irónico de todo esto es que los Decretos de Nueva Planta dieron, por fin, derecho a los territorios y súbditos de la Corona de Aragón para acceder y comerciar con las Indias. Y bien que lo aprovecharon, que cuando a los británicos les daba por cortar el tráfico con la península (como durante la guerra de los 7 años y las aventurillas hispanofrancesas que concluyeron con la paz de Amiens, porque después vino la puñalada por la espalda de Napo) la gente en Girona se moría de hambre.
En cualquier caso, estoy de acuerdo con la idea general que, fiándome de Guillorme plantea Albareda. No, no lo de Cataluña, Cataluña, Cataluña, sino que las reformas borbónicas son los padres, sus reinados supusieron hipotecar el futuro condenándonos al subdesarrollo y la inestabilidad y su obsesión ellos mismos. Eso por no hablar del absurdo pacto de familia que significó envolucrarse en cnflictos que ni iban ni venían al reino, siendo lo opuesto, Francia apoyando a España, menos frecuente.
Por otro lado un Habsburgo con la posibilidad de montárse una monarquía dual a lo Austria-Hungría en España (bueno, lo que de facto era esto antes de FV, pero con carta de naturaleza y títulos nobiliarios rimbombantes)
tiene al menos un interés estético, pero lo mismo habriamos acabado peor, o no.
Comentario de Jordi P. (30/03/2010 19:17):
A mi me da la impresión que hay dos cosas sobrevaloradas en este conflicto según el lado desde el cual está uno posicionado: la primera, como dice Bah, son las reformas borbónicas y la segunda los presuntos beneficios del modelo austracista. Es verdad que los antiguos territorios de la Corona de Aragón conservaban sus leyes, pero como mínimo en el caso de Catalunya (desconozco la situación en los otros) no se conseguía ni seguridad ni evolución económica. Ahora, unos y otros, tendemos a simplificar o idealizar las ventajas de dos modelos que no dejaban de ser distintas formas de represión. Dicho esto para los catalanes obviamente Felipe V es un rey detestable.
Comentario de Álvaro (30/03/2010 21:32):
Descojonante.
Según ‘La España Imperial’ de John H. Elliott, los catalanes se van con el Archiduque porque, literalmente, tras hacer concesiones maravillosas Felipe V en las Cortes catalanas, que llevaban setenta años sin reunirse, desconfían del buen trato que les da temiéndose que lo siguiente era darles por el culo. ¿Aclara este punto Albareda? Porque Elliott lo finiquita en medio párrafo y parece explicarse como tecleando con el glande.
Comentario de Bah (31/03/2010 00:20):
La verdad Álvaro, sin conocer los detalles, eso que aparentemente dice Elliot me parece una rotunda gilipollez, aunque probablemente se deba a que no era su objetivo explicarlo en aquel momento (he de confesar, con gran contrición, que no he leído La España Imperal) , porque desde luego conoce el periodo. Pero esta interpretación ignora cómo funcionaba la política en las sociedade, digamos, feudales, que s epodría comparar en cierto modo, para tener una idea aproximada, a cómo funcionan los departamentos universitaios hoy día.
Partamos del principio de que la idea esa de castllanos = borbónicos, aragoneses = austriacos es una sobre-simplificación de la realidad, con la que colaboró la propaganda borbónica después de la guerra. En realidad hubo prominentes castellanos que apoyaron al archiduque, y con ellos, y esta una de las palabras clave, sus clientelas. Es más, en Madrid eFelipe V no fue recibido exactamente con alegría. Ignoro si ocurrió lo opuesto, pero me juego un huevo a que también. Sea como sea, como bien sabes los mesetarios,a diferencia de los periféricos cuando perdemos guerras civiles, lo tenemos jodido para llegar a la frontera si no hemos hecho la maleta a tiempo. Así que los intentos por borrar un pasado que podría causar problemas, y de no conseguirlo la casi seguridad de que lo que resulte borrado sea el paisano en cuestión, también influyen en la escritura de nuestra historia.
Hasta donde yo sé la cosa aún no se ha aclarado del todo, ero parece que el archiduque…qué cojones, Carlos III de Austria había ido preparándose el suelo desde antes de llegar a Barcelona en 1705, creando redes de apoyo que hacían coincidir su programa con el de prominentes nombres de la corona de Aragón, programa que además parecía recoger las posiciones neoforalistas (p ej,el arbitrista Feliú de la Peña) y reformistas “pero sin tocarme los más sagrado” que se habían hecho fuertes en los últimos años del reinado de Carlos II, con gran arraigo en Cataluña, aunque no exclusivamente alí, cuyo objetivo era, antes de que alguno se monte películas, restaurar la grandeza de la Monarquía Hispánica. Es cierto que Felipe V y Carlos le ofrecieron básicamente lo mismo a los catalanes, siendo Felipe el primero en hacerlo, pero también se dice que le faltó tacto y nombró a un virrey poco del gusto de los lugareños. Supongo que sería del PP.
Para que te hagas una idea, entre ambos ayudaron a machacar aún más las arcas del reino, y parte de las de sus aliados, a fuer de repartir prebendas, títulos y recompensas entre sus aliados, y eso que parte lo pagaron con lo que confiscaron a sus opositores.
Así que con estos ingredientes como mínimo (seguro que hay más cosas que ignoro): redes clientelares, errores políticos del Borbón, tradición austriaca polisinodial tna del gusto en la corona de Aragón y la preferencia por la “continuidad en la reforma” en la línea de lo iniciado por Carlos II (bueno, por sus ministros) parece que las causas de las sublevación austracista son algo más complejas que la connatural desconfianza de los fenicios ante las buenas palabras.
Un saludo.
Comentario de sangonereta (31/03/2010 12:29):
el joputa de Fernando V quemó Jàtiva porque preveía la llegada de un tal Alfonso Rus (ahora presidente de la Diputación y culpable de que Elton John perpetrara un concierto allí).
Comentario de Álvaro (31/03/2010 17:11):
Bah. Todo lo que cuentas es bastante patético, es decir, español, de modo que ha de ser muy aproximado a la verdad. Muchas gracias. Un saludo.
Comentario de Mauricio (31/03/2010 17:44):
Felipe V a día de hoy, tendría tanta mala fama en Cataluña como Almanzor en Santiago de Compostela, si no fuera porque muchos están interesados en hacer un trasunto de lo acontecido entonces con la situación actual. Mezclando Franco alter ego de Felipe V, el tribunal constitucional, l’estatut, Nova Planta, derechos históricos de la nación catalana, persecución del catalán, Guruzeta, etc, etc, para sobretodo dar una imagen de conflicto permanente entre dos opciones o “identidades” inevitablemente enfrentadas. Lo que abolió Felipe V fueron los privilegios feudales de la casta dirigente catalana, lo cual tuvo una repercusión muy positiva para la economía del principado tras siglos de decadencia y tensiones internas.
Felipe V continuo la modernización de la monarquía hispanica iniciada por los Reyes Catolicos y abandonada por los Austrias, a excepción del Conde Duque, que tenían una concepción feudal de sus posesiones. Y así les lucio el pelo en Centroeuropa y los Balcanes. La revolución francesa por el contrario profundizo en las políticas centralistas y homogenizadores de los borbones y así le va a Francia. Nosotros 300 años después seguimos forcejeando con los aristócratas locales que siguen confundiendo sus privilegios con nuestros derechos.
La opción Borbon estratégicamente era mejor para España. Superadas las guerras del XVI, y careciendo España de ambiciones para intervenir en Europa central, Francia era un mejor aliado que los Habsburgo contra Inglaterra, con la que inevitablemente se iba a chocar en América. Además de neutralizar el peligro potencial de una Francia con la que se comparte frontera.
Comentario de Jordi P. (31/03/2010 20:04):
Hombre, que eliminen tu idioma de toda la administración y las escuelas, cierren las universidades, arrasen con un barrio de Barcelona, te metan impuestos hasta por las orejas y te apliquen una ley que cita explícitamente el derecho de conquista (además de todo un cuerpo legal represivo que se desarrolló a posteriori) no lo veo yo una gran tarea modernizadora. Pero como yo soy uno de estos paletos obcecados por Guruzeta que confunde a Franco con Felipe V debo estar equivocado.
El comentario de Bah sí me parece interesante y creo que se ajusta a la verdad. En el sitio de Barcelona, al final de la guerra, entre los defensores también había castellanos y gentes de otras zonas que eran austracistas. Entre los catalanes también hubo muchos felipistas, aunque la represión posterior les hizo muy impopulares y tal vez por eso nadie presumía demasiado de serlo. Hubo muchas represalias entre vecinos, muchos exiliados y rencillas que duraron siglos.
Comentario de Mauricio (01/04/2010 18:15):
Se que no es comparable pero bueno, a partir de ahora a todo lo que perdió España en esa guerra: Flandes, el Milanesado, Cerdeña, Nápoles, los presidios de Toscana, Sicilia, Gibraltar y Menorca, varias flotas de Indias y unos cuantos muertos, “last but not least” un barrio de Barcelona.
La guerra gracias al apoyo tardío de Barcelona se prolongo 2 años más y le costo al rencorosillo de Felipe, además de mucha pasta, 10 mil muertos. Y fijate como es la gent, que sin COPE, ni FJL, va el tio y se lo toma a mal. Se cerraron universidades y se abrió la de Cervera. Lo simpuestos hasta las orejas imagino lo dirá por el catastro…no me quiero ni imaginmar como se tomaron el IRPF..
Respecto a la administración y la escuela, desconozco el grado de burocracia de aquel tiempo, pero vamos el de analfabetos rondaría el 90 y muchos por ciento, y los que se podían permitir ir a la escuela, no les era en nada ajeno el castellano que ya habían adoptado con mucha anterioridad las elites catalanas. En cualquier caso el derecho privado catalán se siguió manteniendo…hasta el día de hoy, igual que la exención de quintas y el consulado del mar. Ahora bien, si la eliminación del consejo de ciento resulto tan traumatica para las libertades seculares del pueblo catalán, pues siempre puede pedir su reinstauración, total ahora quieren retornar a la división en vagueries abolidas por el decreto de marras. Cualquier día de estos le llaman a filas al somaten…
El despegue ecónnomico de Ctalauña tras la abolición de los derechos feudales y la unidad del Reino e sinnegable. Porque eso de que majos los austrias que manteian los reinos idependientes dentro d euna misma monarquía, pero quejarse que el comercio con América solo para Castilla, es lo de lo mio es mio, y lo tuyo pues también.
¿Rencillas que duraron siglos? en cualquer caso nada comparable a las que dejaron las guerras entre layetanos y cartagineses…en casa de mi abuelo aun se habla…
Comentario de Jordi P. (01/04/2010 20:03):
Si la modernización del Reino, como tu le llamas, era gracias a la habilidad de los Borbones y las nuevas leyes, ¿Por qué no se modernizó Andalucía, Galicia o la misma Castilla? Las cosas son más complicadas de lo que parecen y a veces decisiones que en principio te perjudican, te acaban favoreciendo económicamente. Hay que ser menos talibán, poner en duda las cosas y pensar. Probablemente las medidas tomadas por los Borbones favorecieron que Catalunya se acabará dedicando a la industria y el comercio, pero negar la represión posterior es de necios. ¿Es bueno para el Tibet la invasión China? Para la economía seguro que sí.
Comentario de khamul (03/04/2010 05:45):
Esto el tibet no era parte de la unidad politica china; cataluña era practicamente un condado de los reyes de aragon, que por la unificacion eran tambien los de castilla. No olvidemos que era una historia feudal, muy medieval y oscurantista. El concepto de estado central fuerte con ministerios/secretarios de estado con poder sobre todo el territorio en un concepto “ultramodernista” para la epoca. Como el sistema federal para un sistema centralista…
Que algunos duros de oido en españa confundan feudal con federal es muy distinto a que el sistema de gobierno de los austrias tuviese la eficiencia de una vaca remando
Comentario de Jordi P. (03/04/2010 18:42):
Ya fueran unos condados o unos villorrios o fueran un grupo de neardentales con garrotes resulta que existían unas cortes catalanas, una Generalitat, un derecho civil catalán y todo un cuerpo legal independiente del de Aragón. No sé si habéis leído los comentarios anteriores, me parece que no. Aquí nadie confunde la monarquía de los Austrias con un sistema federal. Es más a mi los Austrias me importan un rábano y ni mucho menos los idealizo. Pero de eso a considerar que los Borbones han sido un ejemplo de modernización de España…
La comparación con el Tibet, no era tal, sino un ejemplo como cualquier otro, de que el hecho de mejorar económicamente no justifica una guerra, represión o, yendo más lejos, una dictadura militar. Si uno considera que por el hecho de que se produce una mejora económica todo está justificado está abriendo la puerta a la justificación de cualquier tipo de guerra o violencia.
Comentario de lluis (06/04/2010 11:46):
Hay otro motivo por el que el Archiduque tuvo más simpatías en Catalunya: la animadversión de buena parte de los catalanes al gabacho, forjada laboriosamente mediante innumerables conflictos desde el siglo XIII y que se había recrudecido durante la segunda mitad del siglo XVII, en este caso aquí nos había tocado llevar las de perder, con varias invasiones durante el reinado de Carlos II que habían llegado hasta Barcelona, tras el desengaño de intentar sustituír a Aznar por Sarkozy, perdón, digo a Olivares por Richelieu.
Lo del despegue económico con Felipe V es algo dudoso. A fin de cuentas, las condiciones cambiaron un poco, la represión liquidó al bandolerismo y lo de mantener la guerra alejada también ayudó un poco. Por lo demás, según algunos historiadores, la reactivación económica en Catalunya había empezado algo antes de 1700, es decir, que habría más allá (o antes) de la Nueva Planta.
Comentario de Unoquepas (08/04/2010 12:52):
Contaos algo del Cabanyal, mis amados valencianos
Comentario de Garganta Profunda (09/04/2010 07:15):
Lo del Cabanyal tiene mucha más miga de lo que parece…como sabeis hay vecinos en contra de los planes del Ayuntamiento y exigen que en lugar de tirar abajo el barrio, se rehabilite como Dios manda sin perder su “personalidad” (si es que un barrio puede tenerla). Pero por otra parte tambien hay vecinos a favor de la intervención propuesta por el Ayuntamiento que estan hasta los “botardos” de ver como el barrio se ha degradado y muchas de sus viviendas abandonadas han sido ocupadas por delincuentes de la peor ralea…
El Ayuntamiento ha sido acusado de no preocuparse por la regeneración del barrio, por dedicarse simplemente a ver como se degradaba, ganar adeptos y aplicar sus tesis…
Tengo amigos que viven en el Barrio y hay determinadas calles que, entre ustedes y yo, son auténticos nidos de mierda dignos de salir filmados como exteriores de Baltimore en “The Wire”…pero también hay que reconocer que hay viviendas en el Cabanyal que deberían ser conservadas…
Un asunto espinoso. Lo que sería una pena es perder la esencia que tiene el barrio…les recuerdo que esas playas de Valencia, a diferencia de la mayoría del litoral valenciano, no están rodeadas de enormes y aberrantes rascacielos…
Comentario de especialista (14/04/2010 17:32):
Sr. Lopez Garcia, felicitarle por el comentario del libro. Pero yo que soy especialista en la cuestión y no soy catalán le puedo decir que después de 25 años de estudios muy concretos es el primer libro genérico del período des de que Henry Kamen escribio La Guerra de Sucesión de España a finales de los 70, además de ser un libro que actualiza excelentemente los estudios hechos en las ultimas dos decadas. Referente a la crítica de que se habla en un tercio del libro de Cataluña, que es verdad, cabe decir que reconoce tal caso en el prologo, pero se tiene que decir que es normal que hable de ello cuando el es especialista sobretodo en el caso de Cataluña y segundo, cuando la mitad de años que duro el conflicto, éste tuvo lugar en territorio catalan. Añadir que si que se habla bastante de Valencia y un poco menos de Aragón. Le puedo decir que ademas de abrir una nueva linea de investigación sobre el pèriodo, esta obra pasa a ser una referencia indiscutible.