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Nueva pitada a Su Majestad

Ayer, aprovechando la final de la Copa del Rey de baloncesto, la Antiespaña volvió a actuar en Bilbao y recibió al Campechano con una espectacular pitada (Joserra anda por ahí llorando y diciendo que “no eran una monoría, desgraciadamente, eran los que eran”) estimada en unas 14.000 personas sobre un aforo de 15.000.

Más allá de que el Rey ha mostrado siempre un especial afecto por el pueblo vasco y sus tradiciones [1], así como una gran tolerancia con sus críticos, el   asunto no merece demasiado comentario (excepción hecha de constatar, como ya lo ha hecho esta página [2], la gracia con la que la exquisita educación recibida por esta gente de sangre azul está provocando efectos sociales muy positivos, en la medida en que la plebe los toma como referentes y poco a poco eso eleva el nivel medio de decencia y savoir faire de nuestros representantes públicos).

Sí lo merece, en cambio, la reacción histérica, una vez más, de la prensa española y de los comentadores de guardia que se sienten en la obligación de defender España ante cualquier agresión, sobre todo si se trata de agresiones a sus símbolos, y muy especialmente si éstas van dirigidas al Monarca. Y desde aquí queremos aprovechar la ocasión para mandar un saludo muy especial a la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que tan bien ejemplifica esta situación.

La reacción es destacable por argumentativamente delirante (la cosa se resume en que en una democracia no se puede pitar al Jefe del Estado, que en un acto deportivo no se pueden hacer manifestaciones políticas -siempre y cuando sean de este estilo, pues ya sabemos que otras muchas no generan rechazo alguno-, que hay que respetar tu himno y a tu Jefe del Estado por cojones, pero a la vez que hay que respetar los símbolos de “los demás” igual que uno querría que respetaran los suyos…) pero, sobre todo, porque acaba manifestando una enorme incomodidad respecto de la constatación de una realidad que, al parecer, es de mal gusto señalar que existe. En cualquier caso, y como, sobre todo, es divertida, queremos detenernos en ella.

La Página Definitiva ya lo hizo hace un año [3], cuando Su Copera Majestad fue recibida en el campo de Mestalla, en la final de Copa entre el Athletic de Bilbao y el FC Barcelona, con una sonora bronca. Como el problema se repite, habrá que pensar en soluciones, porque esto es una vergüenza y da una imagen de España pésima, que el extranjero aprovechará, sin duda, para reforzar sus masónicos ataques a la Patria. Algunos remedios podrían ser:

– Prohibir que las finales se celebren en Vascongadas, Cataluña y demás provincias traidoras. Las finales en Galicia, Baleares, Navarra y Valencia serían posibles, pero tras un cuidado análisis y planificación. En conclusión, y por hacerlo fácil, lo mejor sería que este tipo de actos importantes tuvieran lugar, siempre, en el Santiago Bernabeú o el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid.

– Impedir el acceso a las finales de equipos de las provincias traidoras o, en su defecto, de sus aficiones, no vaya a ser que alguien nos casus de tratar de adulterar la competición. Cuando alguno de esos equipos antiespañoles llegue a una final hay que sustituir a su afición por figurantes, preferiblemente seleccionados entre gremios de confianza como el del taxi o los guardias de seguridad, a los que se pagaría viaje, bocata y entrada para que animaran con decoro a los contendientes.

– Aprovechar las nuevas tecnologías y ahondar en la respuesta que TVE dio a la pitada del año pasado, adulterando imágenes y audio para que todo el país pueda ver no cómo se comporta la gentuza antiespañola sino cómo debería comportarse si estuviera integrada por gentes de bien. Si en Corea del Norte tienen capacidad técnica para hacerlo, ¿por qué no suponer que TVE pueda lograrlo si se sigue aplicando a la tarea con entusiasmo?

En cualquier caso, como no todo se resuelve aplicando recetas represivas y toda mano de hierro ha de ir envuelta en guante de terciopelo si pretende ser eficaz, nos permitimos reiterar el esfuerzo argumentativo que, con motivo de los eventos del año pasado, recopilamos en esta página. Tratamos de compendiar los diferentes argumentos que se manejaron para no pitar al Himno y al Rey, a fin de que los salvajes de la Antiespaña puedan llegar a leerlos (si es que saben leer), todos reunidos, y facilitar así que puedan ser comprendidos y asumidos. LPD servicio público. Una vez más. Ya saben cómo somos.

Dado que la cosa se ha vuelto a poner de actualidad, sin más, les copiamos lo publicado hace unos meses. Confiamos en que les resulte instructivo.

1. Silbar un himno es una falta de respeto, de educación y una paletada que “ofende” gratuitamente a muchos españoles. Tendría que estar prohibido, a ser posible penado. Pero hay que dejar claro, como mínimo, que es algo inaceptable socialmente, despreciable y que sitúa a quien lo hace a la altura del betún. Vamos, que como expresión política es casi homologable a dar apoyo a ETA o directamente empuñar una pistola y probablemente el hecho de que el himno español sea silbado en actos de partido pueda dar origen en el futuro a más de una justificadísima ilegalización. Quienes pitan son seres despreciables por el mero hecho de hacerlo y, caso de que tengamos la benevolencia de permitirles pensar diferente en algunas cuestiones, debieran buscar maneras de expresarse menos sangrientas e hirientes para dejar claras sus reivindicaciones. A nosotros tampoco se nos ocurren demasiadas fórmulas de expresar el desagrado respecto de España o la Monarquía de modo menos agresivo que una inofensiva pitada, ni maneras de lograr expresar estos sentimientos sin que “ofendan” a mucha gente. Pero si de lo que se trata es de evitar que haya quien se sienta ofendido, y dado que con el asunto de que haya vascos y catalanes que no se sienten españoles la sensibilidad está a flor de piel, creemos que lo más razonable sería prohibir hablar o simplemente abrir la boca (no sea que silben o, peor todavía, ¡que respiren!) a quienes, catalanes, vascos o incluso españoles que por ser de otra región no tendrían por qué ser mala gente pero que pueden haber quedado contaminados, no hayan superado previamente un examen sobre los contenidos de la obra “Cartas a un joven español”. Aunque el libro deja claro que eso de “no ofender” a los demás es algo que no ha de tenerse demasiado en cuenta algunas veces, tanbién reflexiona sobre qué ideas merecen poder ser expresadas y cuáles no. Como suele decirse en estos casos, manos de Raúl González Blanco no ofenden.

2. Si “nosotros” no silbamos “Els Segadors” o quemamos la ikurriña, ¿por qué hay que aceptar que silben “nuestro” himno y quemen “nuestra” bandera? Seguro que esos catalanes maleducados que silbaron el miércoles no silbarían el himno de la Región de Murcia. Aunque el argumento es impecable, la verdad, y en Turquía o Francia seguro que lo tienen muy en cuenta la próxima vez que la afición española deleite con esa especialidad suya, única en las competiciones internacionales entre países que no están en guerra, de relinchar cuando suenan los acordes de himnos de rivales, creemos que encierra un peligro que el lince Joserra no ha percibido: implícitamente asume que la bandera de España y el himno español no son los himnos de los catalanes y de los vascos. Y no, Cadena Ser, no. No, Joserra y otros peligrosos desviacionistas. Leed “Cartas a un joven español”. Cataluña y País Vasco son España. Como, además, nuestro ordenamiento jurídico les impide pronunciarse sobre si quieren seguir siéndolo e incluso si el 90% de la población votare a un partido que llevare como punto único de su programa la independencia eso no querría decir nada, porque España es una e inmutable, por la gracia de Dios y la voluntad de la Nación, que nada tiene que ver con la de los ciudadanos, esta realidad, y bien está que así sea, permanecerá inmutable por los siglos de los siglos, de acuerdo con esta España que es una realidad inmanente y preexistente a la razón humana.

3. Si no silban el himno de Keita, ¿por qué silban el de Andrés Iniesta? Y no sólo eso. Puestos a preguntar, ¿por qué silban un himno que no sólo es el de Iniesta sino el suyo propio? ¡Y el de Joserra! Joder, que no estamos hablando de cualquier himno, como el francés, extranjero y por ello despreciable, estamos hablando del himno de Iniesta. En cualquier caso, de nuevo, hemos de darle la razón a la Cadena Ser, De la Morena y a los referentes de la izquierda española “plural” y respeturosa con las nacionalidades históricas que viene expresándose, desaforada, estos días: está muy feo eso de pitar el himno de los demás. Ocurre que, por esa misma regla de tres, o precisamente por eso, con el de uno mismo es lógico que se tenga más derecho a expresarse con libertad. Por eso puede uno, incluso, señalar que no lo siente como suyo y esas cosas. Lo que pasa es que esa lógica vale para cualquier caso menos para este que analizamos en concreto porque estamos hablando de España. Y, en este otro contexto, la respuesta está clara y sólo puede ser una: pitan porque están locos o son unos degenerados. Si yo fuera Andrés Iniesta me iba rápidamente al Real Madrid y asunto solucionado. Keita, la verdad, no sé si tiene sentido que se venga estando Lass Diarra, pero, en cualquier caso, que se vaya del Barça y que se enteren de lo que es jugar sólo con gente de Sant Sadurní d’Anoia. Asimismo Leo Messi, por muy respetado que sea el himno argentino en el Camp Nou, podría ir pensando también en hacer las maletas.

4. Un acontecimiento deportivo no debe quedar contaminado por manifestaciones políticas como silbar el Himno. Una vez más hay que reconocer que Joserra tiene toda la razón. ¿Qué tendrá que ver la política con un partido de fútbol? Una cosa es el deporte y otra esa repugnante actividad de ladrones y aprovechados a los que Su Esquiadora Majestad, dentro de lo que cabe, trata de controlar y encauzar en la medida de lo que buenamente puede, el pobre hombre. El fútbol, el deporte, es otra cosa. Y no se entiende que haya nadie que tenga la desfachatez de querer aprovechar un partido de fútbol en beneficio propio, ya sea para lucir palmito, ya para reforzar ciertas ideas. Sería, la verdad, un escándalo, algo repugnante. El argumento parece tan obvio, tan demoledor, tan incontestable, que uno se lleva a preguntar qué sentido tiene que un partido de fútbol se tenga que abrir con el Himno Nacional. O que el Campeonato lleve el nombre del Jefe del Estado. O que se infeste el palco de políticos y que TVE retransmita en directo un besamanos a la puerta de Mestalla.

5. Llevar ikurriñas o senyeras es una provocación, máxime en España o en el Santiago Bernabeú. No sólo eso, deberían estar prohibidas, y no únicamente en toda España sino especialmente en el Santiago Bernabeú, en Euskadi y en Cataluña. Por lo demás, la final de Copa no fue, en realidad, en el Santiago Bernabeú, sino en Mestalla. Pero vamos, que la cosa viene a ser, más o menos, lo mismo. También era una provocación ir allí con banderas no españolas y, aún peor, antiespañolas. En eso Joserra tiene razón, como siempre.

6. Silbar el himno es una falta de respeto a Mestalla, Valencia y España, que acogió a vascos y catalanes con los brazos abiertos. La verdad es que no puede negarse que España es generosa. No sólo acoge con brazos abiertos a vascos y catalanes cuando se van de excursión por España, sino también en Euskadi y Cataluña, por mucho que De la Morena se empeñe una y otra vez en sacarlos del país. ¿O es que Joserra piensa que los catalanes y los vascos no son españoles? ¿Que Cataluña y País Vasco no son España? Porque, a este paso, la reiteración del argumento, casi monotemático, en sus diversas acepciones, empieza a engendrar en mí la sospecha de que De la Morena es un traidor antiespañol que, como los cuatro gatos que silbaron en Mestalla, no quiere que esta buena gente forme parte de la Patria.

7. Es absurdo silbar un himno si aceptas participar en competiciones como la Copa del Rey. La verdad es que tiene su lógica. Quizás por eso en Cataluña y el País Vascos andan obsesionados con lo de tener selección nacional y liga propia. Y eso por no decir país propio. Me suena que el problema es que no les dejan.

8. Quienes silban a los españoles y sus símbolos cuando ellos viven fenomenal con el dinero del resto de los españoles no tienen vergüenza. Una vez ha quedado claro que el Rey, su familia y, en general, toda su Hípica y Regatista Familia Política no pueden pitar el himno español ni, por supuesto, pueden abuchearse a sí mismos, queda aclarar a santo de qué viene este comentario. ¿Acaso pretende insinuarse que los vascos y los catalanes no pueden pitar pero los madrileños sí? ¿Se está pretendiendo alzar en armas a los madrileños y todo su esfuerzo fiscal para pagar las infraestructuras de Barcelona’92 a costa de hipotecar sus opciones olímpicas por medio siglo y las de Ana Botella como Alcaldesa contra España y los españoles?

9. Los silbidos producto de una minoría de borrachos y exaltados no tienen ningún valor, máxime cuando estas mismas personas no se atrevían a silbar en tiempos del Caudillo. Aquí creo que, fruto de la pasión, derrapamos un poquito. Quitando algunos casos, es dudoso que fueran las mismas personas. De tiempos del Caudillo, en Mestalla, probablemente quedaba Su Majestad y poco más. No es cierto, además, que la gente no se atreviera a pitar al Caudillo. Mucho nos tememos que, en realidad, el problema es más bien que en tiempos del Generalísimo, y con la notable excepción de Joserra y cuatro más, nadie tenía demasiadas ganas de hacerlo. Empezando por catalanes y vascos. 50.000 personas en un estadio de fútbol, confundidad entre la masa, sin cámaras de alta tecnología como las de ahora, habrían podido pitar si les hubiera venido en gana, al amparo de la impunidad que da el anonimato. Y habrían sido igual de perseguidos que los pobres desgraciados que pusieron la pancarta que la realización de TVE tan malabarísticamente, a costa de los planos generales, se empeñó en ocultar. O sea, nada. Lo que pasa es que no había ganas de pitidos. Probablemente es injusto que en cambio ahora aparezca tanto gallito silbador, pero también buena muestra de lo que es una democracia. Y aunque se entiende la rabia de quienes se dejaron la vida luchando contra Franco desde Carrusel Deportivo, con Pepe Domingo Castaño a la cabeza, porque quienes callaban antes hagan exhibiciones ahora, insisto: no son los mismos. Como mucho, son sus hijos. Y me da la sensación de que sus papás andan también con eso de “oh, cielos, qué horror, se ha pitado el himno nacional”.

10. Silbar al Himno es silbar al Rey, una falta de respeto enorme a la Monarquía tal que seguro que si se hubieran dado cuenta de ello, esas ovejillas descarriadas y alcoholizadas no lo habrían hecho. Aunque Joserra no lo haya percibido, quizás quienes pitaron eran conscientes de que la bronca también suponía abuchear al Rey. Es más, a lo mejor era incluso su intención (con esta gente malvada, uno puede esperarse cualquier cosa). Algunos elementos, como los gritos de “fuera, fuera” que acompañaron la entrada de Su Campechanidad en el campo, quizás apunten en esa dirección. Con todo, y aunque compartimos la idea de que todo lo que no sea franca genuflexión es una inaceptable falta de respeto al Monarca, nos parece que en Mestalla hubo ejemplos si cabe más estruendosos de malos modales para con el Rey. No se le regaló un yate esa noche, por ejemplo, y el nuevo Fortuna empieza a quedar desfasado ahora que El Pocero tiene uno recién salido del astillero. El BBVA (vascos, claro), mucho patrocinar al fútbol español pero todavía no ha metido en el Consejo de Administración a algún yerno o nuera del Monarca. Y de entre los 50.000 espectadores a nadie, oiga, a nadie se le ocurrió hacerle sacrificios, una simpática ofrenda floral o, como mínimo, un emocionado recordatorio de cómo salvó la democracia el 23-F con un tifo o algo semejante.

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