Historia Sagrada. 59

A pan y agua (Éxodo 17, 1-16)

Habíamos dejado al buen pueblo israelí comiendo hasta saciarse el sabroso maná, satisfechos, ahítos de maná, plenamente comprometidos con Él y Su proyecto, cualquiera que éste fuese. Pero hete aquí que los israelitas, llorones de natural, al poco tiempo se percatan de que no tienen nada que beber, y la espiral de descontento comienza de nuevo: el maná, tan seco y áspero como nutritivo, se engullía con dificultades sin acompañarlo de bebida, reduciendo considerablemente la satisfactoria experiencia alimenticia.

Por no hablar, claro, de que sin agua todos los israelitas morirían en un par de días, y lo que es peor: también moriría el ganado, ese ganado tan trabajosamente expoliado de los egipcios aprovechando las sucesivas plagas enviadas por Yaveh y la huída final en tropel.

Así que Moisés no tuvo más remedio que tomarse en serio tanta queja, y acudió al Señor con el nuevo caprichito de Israel: ahora los niños mimados querían beber agua e incorporarla al equilibrado y nutritivo régimen de Yaveh. Pero nada es imposible para la omnipotencia del Señor, por otro lado muy amigo de orquestar espectaculares puestas en escena para cualquier cosa. Así que, en lugar de limitarse a decir: “Oye, Moisés, ¿y por qué no cogen el agua de esa fuente natural que hay ahí al lado?”, Él requirió de Moisés que cogiese su vara superpoderosa y que se hiciera acompañar de los ancianos más sabios (es decir, más ancianos) de todo Israel hasta un peñasco que había en las cercanías y que, al modo español de resolución de conflictos, le asestase un buen estacazo al peñasco.

Los ancianos, aquejados de cataratas, glaucoma y, en resumen, ceguera en diversos grados, no pudieron menos que congratularse del poder de Yaveh ante este nuevo milagro. Por lo visto, antes no había agua y fue darle el estacazo y que surgiera el precioso líquido de la piedra yerma. ¡Milagro! ¡Un milagro más de Yaveh, a la honrada manera del Padre Escrivá!

Moisés vuelve ufano para comunicar la buena nueva a su pueblo y establecer una nueva reconciliación con Yaveh (que, todo sea dicho, hay que ver qué desconfianza, qué mezquindad, que casi siempre manifiestan en la Biblia los israelitas con Yaveh y sus intenciones, a pesar de que Él constantemente les esté dando muestras de su poder y su compromiso con el Pueblo Elegido; ¡y eso que aún no hemos llegado al becerro de oro! Yo de Yaveh me habría buscado a un Pueblo Elegido más agradecido. Como el vasco, por ejemplo. ¿Alguien cree que los vascos habrían sido tan tiquismiquis?), en la que hubo gran regocijo.

Pero, como si el Pueblo Elegido estuviese verdaderamente sometido a los caprichos arbitrarios de un Dios loco, dispuesto a hacerle pasar penalidades sin cuento sencillamente por diversión, al poco tiempo aparece Amalec, el clásico archienemigo de Israel, y comienza una cruenta batalla. ¿Cómo? ¿Que Ustedes nunca habían oído hablar de Amalec? Pues yo tampoco, pero así se nos vende Amalec en el Éxodo.

El caso es que el Señor le pide a Moisés que arengue a sus tropas para insuflarles ánimo, y Moisés se pone a ello al modo del Caudillo en la plaza de Oriente: levantando las manos. Pero la batalla no terminaba nunca (los cabrones de Amalec, que es que verdaderamente se la tenían jurada a Israel), así que Moisés comenzó a cansarse y a bajar los brazos. Y como el Señor, además de omnipotente, la verdad es que es un cachondo, conforme Moisés bajaba los brazos el curso de la batalla favorecía a Amalec, y viceversa.

Todo sigue igual hasta que los israelitas, percatándose del asunto, sientan a Moisés en una roca y se ponen a ambos lados sosteniéndole los brazos (en plan “ganador de la San Silvestre vallecana 2010”), talmente como si Moisés fuera una marioneta, el Cid cabalgando después de muerto, hasta que la victoria de Israel sobre Amalec es absoluta y completa, incluyendo una sonora declaración final del Señor: “Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo”. Y hay que decir que Él llevó a cabo su limpieza étnica, vista en perspectiva, con gran éxito, como en casi cualquier empresa que conlleve destrucción en la que se embarque el Señor.chinese translationгде купить керамическую сковороду


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  1. Comentario de Bar Code (09/02/2010 15:05):

    La expresión “pueblo israelí” al inicio del texto es no sólo anacrónica sino inherentemente absurda. Supondremos caritativamente que se trata de un lapsus y que lo que Guillermo quería poner es “pueblo israelita”.

    “Israel”, “el pueblo israelita” o “el pueblo del libro” han sido desde siempre los nombres colectivos para referirse a los seguidores de la religión judía. En este sentido, son el equivalente de “la Iglesia” o “el pueblo de Cristo”, y de “la Umma” o “los creyentes”. “Israelita” es pues sinónimo, según los contextos, de “hebreo”, “judio” o “mosaico”, y equivaldría a “cristiano” o “musulmán”. En cambio, el gentilicio “israelí” no se crea hasta 1948, coincidiendo con la “fase intensa” de la conquista militar de Palestina por parte de los asquenazís europeos descendientes de jázaros transcaucásicos convertidos al judaísmo en el siglo X.

    No hay nada parecido a un “pueblo israelí” en el sentido de una colectividad nacional (como podría haberlo en “poble valencià” o “pueblo español”). Los invasores judíos de Tierra Santa, que incluyen por ejemplo indios andinos convertidos pocos años ha, no tienen nada en común sino sus creencias religiosas y su afán por expoliar a los legítimos propietarios, los palestinos, descendentes precisamente de los judíos bíblicos que en su momento se convirtieron al Cristianismo o al Islam. Se trata en definitiva, de una nueva cruzada, con la diferencia de que los aventureros de todo pelaje atraídos por el sueño de una vida mejor (desde luego mola más estar al borde de una piscina en el valle del Jordán, sobre todo si te la pagan los contribuyentes de Usa o la UE, que al borde de un nido de cóndor en la serralada) esta vez no se declaran cristianos sino judíos. Huelga decir que aquellos y estos han interpretado su religión de la forma más desviada posible: los auténticos judíos ortodoxos, llamados Naturei Kerta (Guardianes de la Ciudad), consideran el sionismo como una simple herejía.

    Los judíos actuales (la mayoría de los cuales, conviene recordarlo, viven en diversas partes del mundo y no participan activamente en la colonización de Palestina, aunque por desgracia muy pocos la denuncien) provienen esencialmente de antiguas poblaciones conversas: bereberes norteafricanos y árabes yemeníes, además de los jázaros, que dieron lugar al grupo más numeroso con diferencia. Quién esté interesado puede profundizar en el excelente y distraidísimo “Comment le peuple juif fut inventé”, del profesor israelí Shlomo Sand. No sé si está traducido ya al español, pero en cualquier caso, Guillermo, es mejor que las gilipolleces con que sueles perder el tiempo…

  2. Comentario de Nacho Pepe (09/02/2010 21:49):

    Los judíos ortodoxos están bastante divididos en cuanto al tema del Estado de Israel. Decidir qué grupo son “auténticos” y cuáles no me parece una elección aventurada desde fuera de la comunidad, sobre todo teniendo en cuenta que los ortodoxos sionistas son ya claramente mayoría y que la palabra no creo que tenga una definición “científica”. Por tanto es una mera posición política.
    El libro de Sand muy interesante, pero la forma en la que lo recomiendas me temo que no va a serle muy convincente al autor del artículo…y todo por un gentilicio.

  3. Comentario de Bar Code (10/02/2010 01:11):

    Querido Nacho Pepe: Ante todo un saludo desde la madre patria, querido hermano iberoamericano. ¿Qué como lo he sabido? Pues muy sencillo: no sólo por las recias resonancias criollas de tu nombre compuesto sino sobre todo por eliminación lógica, ya que a ningún varón español sexualmente maduro -digamos de once años para arriba- se le pasaría por la cabeza ni por un momento que el menor atisbo de pensamiento “científico” pudiera remotamente tener que ver con el hecho de que algo se defina como “auténtico” o no. Entre las múltiples variantes que enriquecen nuestro idioma común, se cuenta la que quiere que a este lado del océano haya de entenderse “auténtico” como elipsis de “auténtico a mi leal saber y entender”. Dicho lo cual, paso a explicarme.

    Del mismo modo que para mí el Cristianismo auténtico no es el del odio sino el del amor, no el de Torquemada sino el de Francisco, aunque éste pudiese llegar algún día a quedar en minoría en las estructuras eclesiales, cada vez más infiltradas por sectas como el Opus Dei o los legionarios de Cristo, del mismo modo, digo, para mí el autentico Judaísmo es el de Hillel y su regla de oro y no el de Maimónides y su supremacismo. Que los Naturei Kerta sean pocos no debe llevarnos a condenar el Judaísmo como una religión genocida: se trata simplemente de una lectura torcida de los principios de esa religión, como la que puede darse y de hecho se da en cualquier otra. Y poco nos importa que sea mayoritaria. Diez justos bastan para salvar a Sodoma.

  4. Comentario de Nacho Pepe (10/02/2010 13:30):

    Pues nada, aclarado el asunto de que “auténtico” en tu lado del charco significa “lo que yo pienso” me vuelvo al Reggeaton que es donde los ignorantes deben mantenerse.

    P.D. Lo de tus capacidades deductivas, háztelo mirar porque ni Sherlock Holmes macho. Si te das una vuelta por LPD quizás puedas saber mejor de donde vengo.

  5. Comentario de Yopino (10/02/2010 22:12):

    Amen

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