Ágora (Alejandro Amenábar, 2009)
Que el cristianismo destruyó el Imperio Romano es, a estas alturas, más una obviedad que una hipótesis. Roma sobrevivió apenas sin inmutarse a la enorme crisis de legitimidad imperial del siglo III, con sucesivos emperadores que iban siendo asesinados por sus sucesores, pero no pudo sobrevivir a la disyunción de la legitimidad entre emperadores y obispos, al buenismo fanático cristiano y, en particular, al afán por acaparar cargos y prebendas que desde un principio caracterizaría a los cristianos en el poder, ese “quítate tú para ponerme yo” tan propio del cristianismo.
Comento esto porque uno esperaría que una película sobre Hipatia, y sobre la destrucción de la biblioteca de Alejandría por parte de los cristianos, una película que se vende a sí misma como una virulenta y “valiente” crítica a la intolerancia, fuese mínimamente dura con la Cristiandad. Máxime si quien la dirige es el nuevo icono de la progresía posmoderna, el ídolo de los pijoprogres: Alejandro Amenábar.
En lugar de eso, nos encontramos con una película sorprendentemente complaciente con el cristianismo, que deja claro, por una parte, que los cristianos provenían de las clases bajas, los desposeídos, los depositarios de lo que de fervor revolucionario pudiese haber en el Imperio Romano; por otra parte, según se nos explica los cristianos se limitaban a responder a la provocación previa del paganismo, según la siguiente secuencia: los cristianos hacían alguna inocente bromilla a los paganos o a los judíos, éstos respondían de forma desmesurada, con una matanza, y los pobres cristianos, que a fin de cuentas eran más, y en una demostración, adicionalmente, de que Dios estaba con ellos, pues contestaban a la agresión como buenamente podían y oye, si se llevaban a unos cuantos paganos por delante qué se le iba a hacer, ellos se lo habían buscado. Por último, queda claro que, tarde o temprano, e indefectiblemente, casi todo el mundo acababa convirtiéndose al cristianismo, y digo yo que sería porque creían en la Resurrección y todo lo que ésta llevaba aparejado, ¿no? ¿O vamos a insinuar, a estas alturas, que la gente se convertía al cristianismo por conveniencia, por cicateros motivos materialistas? Por último, el único milagro digno de tal nombre que aparece en toda la película es realizado por un exaltado cristiano, que, cual Jesús en el lago Tiberíades, pero adaptado y mejorado, camina por encima de las llamas sin inmutarse (mientras que un émulo pagano, puesto que Dios no está con él, arde en la hoguera).
Frente a todos estos hechos incontestables, Amenábar se afana en mostrar lo malos que son los cristianos, así en general, y cómo destruyeron un mundo anterior que era, naturalmente, de puta madre, un mundo de tolerancia religiosa y afán por el saber científico. Un mundo que, por supuesto, y si Amenábar se hubiese documentado algo y no se hubiese limitado a soltar cuatro tópicos lo sabría, llevaba siglos desaparecido en lo que se refiere al saber científico.
Pues, si bien la tolerancia y el integracionismo de toda clase de cultos y deidades fueron siempre consustanciales al Imperio Romano (razón por la cual el cristianismo nunca encajó muy bien en el Imperio, dadas su fundamental intolerancia y cerrilismo que aún hoy lo definen), desde luego es vender una cabra muy grande la venta de humo que hace Amenábar en la película, en plan “mirad cómo los cristianos destruyeron la sabiduría del mundo antiguo”. Esto podía ser cierto en el período helenístico anterior al ascenso de Roma, pero no durante el Imperio, caracterizado precisamente por la parálisis y el desinterés por la ciencia y la técnica más allá de lo aprendido siglos antes de los griegos.
A ver si nos enteramos de una vez: la clave no es si hay una religión o muchas; la clave es si se hace algún caso a la religión, si la religión ostenta algún poder social o está afortunadamente arrinconada. En el contexto del Imperio Romano, con o sin cristianismo, Hipatia era, claramente, la excepción, y no la regla (y bueno, sí, el ascenso del cristianismo exterminó todo interés por el saber científico hasta que las sociedades bajomedievales lograron medio desembarazarse de los curas, pero ¿acaso habría ido mejor la cosa sin cristianismo? ¡Cuánto daño ha hecho la marcha de César Vidal de la Cope, ya nadie le escucha y sus revolucionarios postulados históricos caen en saco roto!).
Como, por otro lado, de Hipatia no se sabe prácticamente nada, salvo que era una tía de puta madre y que se la cargaron los cristianos de forma particularmente asquerosa (la desollaron viva utilizando afiladas conchas marinas, la descuartizaron y quemaron sus restos), Amenábar tiene un terreno fértil para inventárselo absolutamente todo, incluyendo un hipotético redescubrimiento del heliocentrismo de Aristarco de Samos por parte de Hipatia. Inventa tanto Amenábar que incluso se inventa lo único que sabemos de ella: su muerte, que en la película queda considerablemente aligerada (en un nuevo ejemplo de implícito descargo de las culpas del cristianismo).
Puestos a inventar, lo más divertido de la película es, sin duda, la no-historia de amor de Hipatia, consagrada a la ciencia, con Orestes, uno de sus alumnos más aventajados, y que acabará convirtiéndose en prefecto de Alejandría. Orestes, el pobre hombre, intenta todos los recursos habidos y por haber para ligársela: primero el clásico acercamiento de macarra de bar; cuando esto falla, y en lo que es, sin duda, el momento más gay y más ridículo de toda la película, Orestes intenta ganarse a Hipatia demostrándole su lado sensible (reconozcámoslo, todos hemos utilizado este sucio truco, aunque no con tanta intensidad), y se pone a tocar la flauta ante un montón de espectadores en el teatro de Alejandría. Orestes, que había hecho un Rodríguez Zapatero con la flauta (aprendió en un par de tardes), toca fatal, como el culo, un desastre, pero incomprensiblemente todo el público le aplaude a rabiar, en lo que no sabemos si es un ejemplo del poderío de los ricos en el mundo antiguo, con todos sus conciudadanos dispuestos a loarles, o de indulgencia metrosexual con “el pobre chaval, que está enamorado” (y no sea que no le aplaudamos y se ponga a tocar de nuevo).
Pues bien, cuando la música, comprensiblemente, también falla, Orestes, inasequible al desaliento, vuelve a la casilla de salida y se presenta como el machito violento que las nenas desean que sea, coge un gladium y se dispone a acabar con todos los cristianos que se le pongan por delante. Pero, como la virilidad no está reñida con la nobleza, sino que, bien al contrario, ambas se necesitan y alimentan mutuamente, Orestes también ejerce su magisterio para proteger a los discípulos cristianos de Hipatia del odio de sus correligionarios paganos.
Tanto esfuerzo es, de nuevo, infructuoso, así que a Orestes sólo le queda el último recurso: hacerse pasar por amigo de Hipatia, dejar que pasen los años en un silencioso acoso, y ver si suena la flauta (la metafórica, no la que toca tan horriblemente mal), ora por insistencia, ora por encantamiento de Hipatia ante el poder de Orestes, ya prefecto de Alejandría cuando nos los volvemos a encontrar, años después del primer –y último- choque de trenes entre paganos y cristianos, saldados con la victoria del cristianismo en la ciudad y su apropiación de la mítica Biblioteca de Alejandría (que los cristianos destruyen y convierten en un corral de cabras, en una nueva metáfora sutil de Amenábar). Hipatia ha logrado colocar a sus discípulo en puestos de poder (no sólo Orestes, sino que también tiene por ahí a un nauseabundo curilla como obispo de Cirene, primera colonia griega en Egipto, al oeste de Alejandría), pero la ola procristiana es de tal magnitud que se lo lleva todo por delante, también a Hipatia, ante la impotencia de sus supuestos protectores.
En resumen: ¿está bien la película? Pues no sé qué decirles, la verdad. Por un lado, está claro que se trata de una película que se diluirá cual azucarillo en el DVD, dado que sus virtudes se acumulan, casi todas ellas, en el plano visual, con espectaculares imágenes de Alejandría, y en la caracterización histórica, tan bien hecha que la película no parece española. Por otro lado, la historia es bastante floja, efectista y falaz. Queda claro que Amenábar quería soltarnos otra parábola moral tan de su gusto, liviana a la par que previsible. Y la parábola funciona como funcionaría una película de Michael Moore: convenciendo a los ya convencidos y sin cambiar un ápice la opinión de nadie. Pero, por último, estamos hablando de Alejandría, de meterse con los cristianos, y del Imperio Romano (aunque el Imperio, propiamente dicho, sale más bien poco), tres factores que toda persona de bien tendría que sopesar cuidadosamente. Si le apetece verla, en conclusión, mucho mejor hacerlo en el cine que más adelante.
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Comentario de Karraspito for President (26/10/2009 15:09):
Curiosamente, con cada película que dirige este hombre, las dos primeras van adquiriendo cada vez más el carácter de excepciones en su carrera, es decir, buenas películas (al menos para mi gusto). Desde luego, ya le vale…
Comentario de YesicaStna (26/10/2009 15:31):
Buenas tardes:
He leído su crítica y no la considero muy rigurosa.Si bien expone enpárrafos algunos hechos que según los legajos de los que disponemos,la historia sucedío así.En otros en cambio, además de usar la mezcla de estilos,usa expresiones y juicios desacertados.Al igual de lo que acusa al autor de ser demasiado benevolente, se podría decir que usted hace una condena demasiado tajante.
Tan sólo le hago una crítica constructiva, ya que podría hacer críticas que se sustenten del todo cuidando una serie de detalles.
Atentamente
YesicaStna
Comentario de asertus (26/10/2009 16:01):
La verdad es que me has quitado todas las ganas de ver la película, y me las has dado de leer “La Pavorosa Revolución”…
Saludos
Comentario de Otto von Bismarck (26/10/2009 17:13):
Estimada Srta. YesicaStna, creo que esta página no le va a gustar en absoluto.
Su Seguro Servidor, Otto von Bismarck.
Comentario de Alberto R. (26/10/2009 17:56):
Pues yo creo que le película parte de un gran, de un tremebundo, error de “casting”. Está cimentada sobre una majadería de tipo muy hollywoodiense que desmonta el chiringito antes de poner siquiera los palitroques que sustentarán el tenderete: Hipatia murió con 60 años, que en aquella época la acercarían más a la imagen de un Sócrates mujer, que a este pimpollo, formal pero deseable, parca pero apetecible, asexuada pero cachonda. Sí, la descafeinada científica, que parece desarrollar sus razonamientos geniales con el Quimicefa o auxiliada con un libro de los “Jóvenes Castores”, toma el cuerpo de una treinteañera en edad de merecer y no es la efigie de la venerable anciana que debía ser, y que haría inteligible su papel en aquella historia, y su ascendente sobre tan altos mandatarios. Claro está que el horror a la senectud del cine comercial impiden a Amenábar lanzarse por esos pagos, pero la historia, tal como la cuentan es tan absurda como aquellos Romeos de 55 años que declamaban con tanto artificio como poco arte sus parlamentos. A partir de ahí, mucho decorado, mucha recreación, mucho movimiento de masas, e indecible tedio para un espectador que cree estar viendo un remake transmigrado al pasado de “Alatriste”.
Comentario de Guillermo López (26/10/2009 19:35):
Coincido con Alberto. De hecho, es notorio lo absurda que resulta la alusión en la película al paso del tiempo, cómo los discípulos de Hipatia medraron poco a poco, etc., y luego ves a los mismos chavalillos adolescentes de antes, y a Hipatia como tía buenorro-recatada con gafas de pasta, y es difícil tomarse el asunto en serio, la verdad.
Un cordial saludo
Comentario de galaico67 (26/10/2009 20:04):
A mi me pareció un documental, plano y sin ninguna emoción. Ya paso de si Hipatia era una venerable anciana ó de la eterna juventud de sus discipulos, ó de como los legías romanos del siglo IV vestían como recién salidos de destruir Alexia, pero hubiera sido de agradecer algo menos previsible. coño, que el argumento es un dramón…
Comentario de Garganta Profunda (27/10/2009 09:59):
Yo eché de menos a Carl Sagan con su zamarra de pana y aquel “bilions of bilions of stars…”. Donde este un episodio de “Cosmos”, que se quite el Amenabar.
Guillermo, como se nota que te has empapado del comic de “Mis problemas con Amenabar”…destilas pura bilis!!!
PD. ¿Hypatia envejecida? Con lo que ha costado contratar a la Weisz encima me la quieren estropear. Argg, omá que rica!
Comentario de Alberto R. (27/10/2009 12:25):
Creo que Amenábar debía haber sido más sincero en el tratamiento de este telefilm, digo película: tras él éxito cosechado con el hijo, debería haber dado ahora una oportunidad a la madre: la gran musa de nuestro cine y de nuestra SGAE.
Pilar Bardem tendría que haber sido Hipatia, en aras de la credibilidad histórica. Si le preocupaba el hecho de que actriz tan amojamada no atrajese a un público hormonalmente revuelto, con hacer la película a través de flash-backs (recurso poco trillado) donde la mostrase en una infancia lejana y voluptuosa (la misma Elsa Pataki podría haber dado la réplica: ya me la veo a cuatro patas, en la arena, explicando a Euclides la Cuadratura del Círculo…) todo hubiese quedado perfectamente alicatado.
P.D.: Respecto a “Cosmos”, tengo grabadita la voz de José María del Río, su doblador, en nuestro idioma querido, claro está. Y el otro día me sorprendió reconocerlo en “Pocoyó”…
Comentario de paco (27/10/2009 14:52):
Buenas,
Es una demostracion de como las mujeres bellas estan incapcitadas para encontrar el verdadero amor… por cierto hablando de belleza e inteligencia… la pelicula es tan entretenida como ver a las dos vicepresidentas haciendo la tijera encima de una cama de agua totalmente lubricadas en aceite. Avisaos quedais.
Comentario de Jiri (27/10/2009 15:16):
Joder, Paco, pues yo eso de las vicepresidentas no me lo pierdo. ¿Dónde hay que apuntarse?
Comentario de BunnyMen (27/10/2009 16:33):
Yo si luego sale Rubalcaba con mascara de cuero para darlas lo suyo la descargo.
Comentario de casio (27/10/2009 18:59):
No entiendo tanta exigencia, en España tambien tenemos hacer superproducciones resultonas, ideologicamente sesgadas y con tias buenas, no va a ser un prerrogativa exclusiva de los yanquis
Comentario de Karraspito for President (27/10/2009 19:55):
Lo de Rubalcaba pase, pero querer ver a la de la Vega haciendo la tijera… Jiri, estás enfermo…
Comentario de Jiri (28/10/2009 11:38):
Mejor que Rubalcaba estaría Antonio Alonso en ese papel, o un Bono babeante, que tendría bastante morbo por aquello de ser el máximo exponente del psocial-catolicismo.
Se podría hacer también la versión pepera, con Soraya y Cospedal, más la entrada posterior de Gallardón o Feijóo. Mmhhhhhhh…. Karraspito, es verdad que estoy para terapia: “Hola, soy Jiri, y soy un enfermo” “Hola, Jiri”
En cuanto a la peli en sí, no es mucho mejor ni mucho peor que otras del mismo estilo. Pienso que el cristianismo no sale muy bien parado, porque los cristianos primero provocan a los paganos y luego a los judíos, para luego poder masacrarlos a gusto. Eso de que los cristianos provenían de la clase baja tiene su cierta lógica, la peli no es nada “roja”, ser clase baja no indica en este caso ser mejor, los intelectuales gafapasta de la época eran de clase alta, la clase baja era más dada a la violencia (a la clase alta no le hacía falta, el Imperio podía ejercer la violencia por ellos). A la clase baja se la llevan de calle con unos mendrugos de pan y cuatro discursitos de efecto (por cierto, qué poco hemos cambiado)
Si será malos los cristianos en la película, que ni siquiera el obispo de Cirene, que le debe la vida a Hipatia y podría ser el cristiano moderado de la película, le tiene el mínimo respeto al final.
Por otra parte, el vestuario es verdad que es cojonudo, y la ambientación me parece bastante buena, pero en sí la peli no es gran cosa. Insisto, prefiero ver una buena tijera…
Comentario de tabalet i dolçaina (28/10/2009 12:38):
Y grito en la oscuridad alzando los puños al viento en la cima de la montaña:
¡RBBE POR QUE NOS HAS ABANDONADO !
Joder que hoy es un dia maravilloso para todos los antimadridistas, ergo antiespañoles. Señores, que orgasmo he tenido esta mañana leyendo el as y el marca.
Comentario de Nacho (28/10/2009 21:20):
Pues a mí el momento “tengo una carta para ti” que se marca Orestes (hijo de Orestes), en un claro guiño a “Lo que necesitas es amor”, filtrado por el exótico sonido de la gaita-dolçaina, me pareció ciertamente tierno. No sé a ustedes.
Comentario de A. Nónimo (28/10/2009 23:15):
“No entiendo tanta exigencia, en España tambien tenemos hacer superproducciones resultonas, ideologicamente sesgadas y con tias buenas, no va a ser un prerrogativa exclusiva de los yanquis”
supongo que SARCASMO ON
Tijera ya
Comentario de Lolo (03/11/2009 12:33):
Jodo, jodo…
pues haciendo caso omiso a lo que sabiamente aqui se dice, acabe viendo el engendro en la pantalla grande.
solo una cosa: “NO vaigan ustedes, no vaigan…” Hagan cualquier cosa que tengan que hacer antes que perder dinero y tiempo en semejante truño. Un ejemplo único de como en el cine español de ahora los dramas son de risa, las comedias de pena, las de acción de bostezo y las épicas no te la dejan ni morcillona… eso sin contar los “truños de autor”.
Comentario de Patxi (12/11/2009 09:45):
Ya salieron los 60 años de Hipatia (que pudieron ser menos por que no se sabe cuando nació) y la licencia heliocéntrica. Que raro que no hayan salido también las chumberas americanas del jardín, las armaduras de los soldados, la Loba Capitolina y otros “fallos” terribles, al decir de algunos. Y es que parece que estamos muy acostumbrados a ver documentales y a producir grandes películas a tenor del hipercriticismo que se vé.
Pues nada. Yo solo voy a decir que fuí al cine consciente de que iba a ver una película y no una clase de historia. Y me encantó. Me pareció estupenda. Pude perdonarle a Amenábar el haber contado con medios y dinero. Y pude hacerlo por que me pareció original y arriesgado. Ojalá siga por ese camino, y permita que siga habiendo debate, para que unos se las den de eruditos en historia y otros escuchen y de paso aprendan algo que no sabían. Hoy hay millones de personas que tienen una idea de quién fue Hipatia (o Hipacia) y que hace unos meses la desconocían totalmente.
Gracias, Amenábar