Los años del miedo – Juan Eslava Galán

Aunque la Historia de España nos proporciona un inagotable manantial de anécdotas, chascarrillos y eventos jugosos de los que extraer petróleo, la labor del divulgador histórico que pretenda plasmar una visión de nuestra historia a partir de la sátira y el humor es más difícil de lo que parece; ahí tienen la Histeria de España, por ejemplo, parada desde hace años (por no hablar de la Historia del Resto del Mundo, parada casi desde su mismo momento iniciático). Es difícil porque no todo el devenir histórico resulta igual de sustancioso, porque es muy complicado reflejar los eventos históricos con –al menos- apariencia de imparcialidad y porque, en resumen, hacer humor no es fácil (y aun así aquí nos tienen en LPD, sin cobrar ni ná; ¿para cuándo un telefilm que glose nuestra epopeya en toda su dimensión?).

Por estas razones, resulta aún más meritorio y digno de elogio el trabajo que lleva haciendo Eslava Galán, un autor del que no sabía apenas nada hasta hace dos años pero respecto del cual tendía a escabullirme merced al atávico “principio de precaución” (autor español contemporáneo: máximo riesgo) que, tras años y años de verme bombardeado por los suplementos culturales de ABC, El Mundo y El País (al lado de cuyo sectarismo y homogeneidad palidecería el mismísimo Politburó de la época de Breznev), me había impuesto como criterio general.

Para mi sorpresa, los libros que llevo leídos del interfecto no sólo están impecablemente bien escritos (haciendo gala, además, de una riqueza estilística y un dominio del lenguaje dignos de encomio), sino que resultan divertidísimos de leer. Por último, y hasta donde puedo juzgar con conocimiento de causa, no cae en la fácil tentación de inventarse anécdotas para echar más salsa a la mezcla, con lo que, encima, las delirantes historias que nos relata el autor, aunque parezcan inverosímiles de puro surrealistas (o, peor aún, de puro ajustadas al más manido tópico de “lo español”), están, como las películas de sobremesa, “basadas en hechos reales”.

¿Me paga algo Eslava Galán por escribir así de él? ¿Cuánto me paga? ¿Es amigote y, a falta de una cacería con ministro incluido, le agasajo con una reseña elogiosa? Sorprendentemente, no. El elogio deriva de que, justo es reconocerlo, en un mundo plagado de cientos y cientos de “Breves historias de España” de la factoría García de Cortázar; en un mundo en el que César Vidal publica un nuevo libro cada semana, y Pío Moa se ha convertido en el referente intelectual de la derecha española; en un mundo bibliográfico, en resumen, cada vez más desolador, reconforta encontrarse con joyas como “Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie” o “Historia de España contada para escépticos”, plagadas de buen humor y, lo que es más importante, buen sentido, alejado del discurso plano y/o la crispación, acercamientos a la Historia de España que, según provengan del discurso académico o del discurso ideológico-periodístico, desgraciadamente menudean cada vez más.

A la misma categoría pertenece el libro “Los años del miedo”, espeluznante relato de los años duros de la posguerra en España (1939-1952), hasta que el Caudillo logra salir por fin de su aislamiento merced a la firma del pacto militar con los EE.UU. Es un mundo gris, siniestro, donde la miseria y el oscurantismo de la inmensa mayoría contrastan con el contexto de placidez en el que se mueven desde un principio tanto los jerarcas del régimen como los “espabilados” del estraperlo y el mercado negro (generalmente provenientes, a su vez, del campo de los jerarcas del régimen o, en todo caso, estrechamente ligados con ellos).

Un mundo que queda reflejado por Eslava Galán combinando el fascinante relato de las acciones de los personajes históricos (y, muy particularmente, el propio Franco) con la descripción de la vida de varios individuos anónimos pertenecientes a esferas sociales distintas (un cura, una prostituta, un “honrado empresario” del estraperlo, etc.). Continuando con el carácter de servicio público característico de LPD en lo tocante en no andarse con componendas con la Monarquía, ejemplificamos lo anterior con la descripción que hace Eslava Galán de la vida de Don Juan de Borbón, el sufrido pretendiente al trono de España, en su exilio en Lausana (y más tarde en Estoril):

“Recuperar el trono no es el único desvelo de don Juan por estas fechas. En una recepción conoce a una aristócrata griega, Greta, de la que queda prendado y con la que vive un apasionado idilio. Por ella está dispuesto a divorciarse. Los consejeros le sugieren, unánimes, que se aleje de la griega porque, si se divorcia de doña María, como pretende, es seguro que nunca recuperará el trono. Él está tan encalabrinado que no atiende a razones. El general Vigón le envía a un dominico, el padre Canal, especializado en devolver al redil conyugal a ovejas descarriadas; el Papa le envía otra luminaria, el sacerdote Ángel Herrera. El propio Franco interviene, preocupado. Finalmente todo se arregla cuando don Juan asiste a unos ejercicios espirituales y regresa, contrito, al lado de su legítima.

Que don Juan haya sacado los pies del plato no puede achacarse a que esté casado con una mujer triste y aburrida, porque doña María, una mujer de carácter franco y alegre, está siempre dispuesta a divertirse. La policía secreta suiza, que vigila discretamente al pretendiente español, expone en un informe confidencial que ‘don Juan suele salir a menudo y vuelve a su casa a las cuatro o las cinco de la madrugada, muy afectado por el efecto de los numerosos cócteles que ingiere, y también manifiesta que a veces le acompaña su mujer, que tiene bastante abandonado el cuidado del hogar’. Su íntimo consejero, Gil Robles, anotará en su diario: ‘Don Juan estaba entregado al alcohol y a los excesos (…); el abuso del alcohol le estaba debilitando tanto la inteligencia como la voluntad, ahogaba sus penas en alcohol y en diversiones de todo tipo (…). Su mujer, doña María de las Mercedes, no se ocupaba mucho de la casa. Estaba todo el día de juerga, se iba con amigotas de dudosa condición y, cuando don Juan no estaba en casa, se marchaba dejando su hogar sin rumbo’”. (2008: 282-284).

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  1. Comentario de Soy español, ergo soy franquista (02/03/2009 22:05):

    Pos ma dicho Pio Moa, despues de contar la veritat absoluta sobre la guerra, que es falso que aquellos fueran años oscuros, y me lo ha demostrado y requetedemostrado con un nuevo ladrillo. En los cuarenta en España se vivía de Putifá y además no había rock, ni drogas y las mujeres no se comportaban como putas.

  2. Comentario de pseudonimo (03/03/2009 17:46):

    “además no había rock, ni drogas y las mujeres no se comportaban como putas”

    lo cual no hace más que ratificar que se trataba de unos años bien oscuros.

  3. Comentario de Andrés Boix Palop (04/03/2009 12:07):

    El comentario que transcribes demuestra que Don Juan, como buen y sabio Borbón que es, hizo muy bien largándose de Suiza para buscar acomodo en una zona más divertida y donde hubiera menos protestante controlador dando la tabarra.

  4. Comentario de Jaime de Andrade (07/03/2009 20:47):

    En el punto 3º del artículo 490 del Código Penal se dice que:

    El que calumniare o injuriare al Rey o a cualquiera de sus ascendientes o descendientes, a la Reina consorte o al consorte de la Reina, al Regente o a algún miembro de la Regencia, o al Príncipe heredero de la Corona, en el ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de éstas, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son.

    Llamar “borracho” y “mujeriego” al padre del Rey y “poco hacendosa” a su madre, por lo menos son 6 meses.

    Tenemos suerte porque en España porque en España no lee ni Dios.

  5. Comentario de Jaime de Andrade (07/03/2009 23:26):

    Cuando he puesto:

    “…porque en España porque en España no lee ni Dios”

    Quería poner:

    “…porque en España no lee ni Dios”

    Que lo cortés no quita lo valiente.

    Saludos.

  6. Comentario de bacus (10/03/2009 03:36):

    estoy de acuerdo, socialisme pa los pobres i buena vida para los ke mandan. Una buena policia és fundamental para aguantar todo el tinglado, keria decir ‘revolucion’.

Comentarios cerrados para esta entrada.

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