24
Tortura, que algo queda
24, traducida en España con el original latiguillo adicional de “24 horas”, es una serie que en EE.UU. ha logrado abrir un nicho de mercado hasta entonces insuficientemente explorado: el de las teleseries de tortura, dedicadas a torturar a la mayoría de los personajes en un momento u otro de la trama. Lo que dice la teoría (que la principal novedad de 24 es que “los hechos transcurren en tiempo real”) palidece frente a la rica gama de sistemas, técnicas y planteamientos torturadores de que hace gala la serie.
Y es que la democracia no se defiende con Alianzas de Civilizaciones ni mariconadas de esas. La democracia se defiende torturando, y así lo ha entendido Antena 3, que es la cadena encargada de maltratar, putear y, en definitiva, torturar al telespectador con su elegancia y tronío sobradamente acreditados a la hora de destruir series por las que, por otro lado, han pagado una pasta.
Es tan omnipresente la presencia de la tortura que su principal personaje, Jack Bauer (interpretado por Kiefer Sutherland), explica su preeminencia en los argumentos de sucesivas temporadas por su extraordinaria capacidad en el campo de la tortura, tanto torturando a otros y arrancándoles información a hostias como resistiéndose a las hostias que, con el mismo objetivo, periódicamente le asestan los demás.
En fin, tal vez debiéramos contar a grandes rasgos en qué consiste la serie. Jack Bauer es un agente de la UAT (“Unidad Anti Terrorista”) de la ciudad de Los Ángeles. Un buen día alguien secuestra a su hija y, poco después, también a su mujer. Jack hace lo que cualquier americano en sus cabales haría (matar y torturar) hasta que medio consigue salvar a su familia y acabar con el malo. Pero cuidadito, en el momento en que lo mata el malo le avisa (sí, le avisa) de que “huuyyyy, si tú supieras, lo mío, comparao con los que vienen ahora, ni es maldad ni es ná. ¡Esos sí que saben!”. Y, a continuación, se pega un tiro.
El motivo subyacente a esto es que en un principio la serie iba a denominarse “12”, pero cuando comenzaron a grabar se dieron cuenta de que aquello daba para más, pusieron a trabajar a los guionistas, se inventaron un pegote bastante inverosímil para alargar la cosa otras 12 horas y ahí surgió 24 tal y como lo conocemos hoy (12 + 12, de aquí a descifrar el Teorema de Fermat sólo hay un paso).
Es precisamente esta, la ideíta del “tiempo real” y que todo transcurra, supuestamente, en un solo día (24 episodios de una hora), donde reside uno de los mayores atractivos, pero también de las mayores limitaciones, de 24. Pues si bien es cierto que resumir una temporada en un día de 24 horas da para muchos momentos de tensión dramática y la acción resulta frenética en todo momento, también es habitual que la serie se pase de frenada a menudo, y que la acción, y sobre todo los cambios de ritmo y de caracterización de los personajes, resulten totalmente irreales por repentinos. Un tío es tu mejor amigo, luego te traiciona, le persigues, lo matas y descubres que, en realidad, te estaba protegiendo. Todo ello en unas tres horas, lo que dura, de media, un secundario en 24. De hecho, es una serie en la que ves aparecer a un personaje, no importa en qué contexto, y vas tomándole las medidas para el ataúd. Y si tiene pinta de moro, ya ni te cuento, que la cosa, como recordarán, va de terrorismo transnacional del güeno, del que derriba Torres Gemelas antes de desayunar.
Aquí tenemos, de nuevo, otro de los atractivos de 24: las catástrofes que intenta parar Jack Bauer son, salvo en la primera temporada (en la que la trama, su familia aparte, es salvar a un candidato a la Presidencia de EE.UU.), catástrofes de verdad. En la segunda temporada, una bomba atómica y una guerra; en la tercera, un ataque bacteriológico; en la cuarta, la fusión de centrales nucleares, un atentado contra el presidente y, de nuevo, una bomba atómica; en la quinta, una conspiración presidencial que haría las delicias de los Peones Negros y un ataque con armas químicas.
¿Lo adivinan? En efecto, de nuevo una de las mayores fortalezas de 24 acaba convirtiéndose en una debilidad: el no saber ya qué inventar, qué terrible catástrofe perpetrar para que el espectador se ilusione (un problema que desde hace décadas, con horripilantes resultados, han tenido que manejar los editores de cómics de superhéroes). Llega un momento en el que si aparecieran en 24 un par de moros – bomba, de los de toda la vida de Dios, intentando inmolarse en un autobús,la displicente reacción del público tendería a ser un “¿eso es todo? ¡Vaya mierda de terroristas!”.
Por eso 24 ha tratado de suplir la insuficiencia de las terribles catástrofes combinando éstas con la estrategia, cada vez más acentuada, de cepillarse a todos los personajes importantes de la serie, salvo al propio Jack Bauer. Y no porque la actriz o actor tenga ínfulas de “yo soy un/a artista de campanillas” y decida renunciar a la serie para triunfar en Broadway o en una película independiente. Mucho antes de que eso ocurra, los productores de la serie ya se han cargado a su personaje.
Todo esto ha propiciado una, por otra parte difícil de impedir, clara decadencia de la serie a través de sucesivas temporadas, en las que cada vez el personaje de Jack Bauer resulta menos creíble, las tramas más alambicadas y el elenco de personajes menos atractivo (fundamentalmente porque, para cuando el espectador comienza a encariñarse, zas, al hoyo). A pesar de lo cual hay que reconocer que, por su calidad y, sobre todo, por su temática (recuerden: tortura, bombas atómicas, Presidentes de EE.UU.; ¿quién puede resistirse a eso?), 24 continúa siendo una gran serie. Por último, aunque casi todos ellos han muerto, procedemos a continuación a hacer una breve semblanza de sus principales personajes:
Jack Bauer: Protagonista indiscutible de la saga, su principal cualidad, como ya hemos visto, es la de torturar a gente de toda clase y condición. Se supone que a él no le gusta, pero cuando se pone a pegar tiros en la rodilla, aplicar electrodos, o leerles a los terroristas las memorias de Gaspar Llamazares, el tío no tiene piedad y se nota cómo disfruta del momento. Por otra parte, a Bauer le ocurren todo tipo de putadas a lo largo de la serie: su supuesta mejor amiga / ex amante asesina a su mujer, le torturan, le da un ataque al corazón, muere, le reaniman y vuelven a torturarle, se convierte en un fugitivo de la justicia, vuelve para salvar el mundo y le capturan unos chinos malísimos que le torturan durante dos años, vuelve, descubre que su amada está pallá y no le reconoce, ve morir a prácticamente todos sus amigos y a algunos se los carga él mismo (entre ellos, a su hermano; también deja morir a su padre), … Vaya, que su vida es de puta madre, al tío sólo le falta haberse dejado todos sus ahorros en una promoción inmobiliaria en la costa española “porque esto, a diferencia de todos los demás sectores económicos, sólo puede subir”.
Podríamos decir que Jack Bauer sufre el síndrome de Fernando Alonso (o de Carlos Sainz, ya puestos): él lo hace siempre todo bien, pero las circunstancias se concatenan de una manera tan delirante, las jodías, que lo van enmarronando más, y más, y cada vez más, con lo que muchas veces las cosas no salen como él desearía, más bien al contrario. Eso sí, los terroristas acaban siempre criando malvas (algo que diferencia a Bauer de Fernando, cuyos rivales, merced a la omnipresente mala suerte de Alonso, se alejan cada vez más de él, indudablemente muchísimo mejor y, además, mucho más elegante, como no se cansa de decirnos la prensa española).
Tony Almeida: Amigo de Jack Bauer y uno de los personajes más longevos en la historia de 24, puesto que no la diña hasta la quinta temporada (aunque, emulando a los peores culebrones venezolanos, se supone que en realidad no ha muerto y volverá en la séptima, aún por estrenar). Mientras Jack Bauer se dedica a repartir hostias a todo aquél que se cruza en su camino, el papel de Almeida es estar en la sede de la “Unidad Antiterrorista” coordinando las distintas operaciones (terroristas que se escapan una y otra vez y sesiones de tortura con la excusa de averiguar adónde se dirigen los terroristas). Su mayor virtud es aguantarlo absolutamente todo con su eterna cara de “esto es una mierda, pero es lo que hay” por la que deberían de haberle dado unos cuantos Emmys.
David Palmer: A pesar de ser negro, es el más probable candidato a la presidencia de EE.UU. por el Partido Demócrata. Bauer le salva la vida (varias veces, que 24 horas dan para mucho) en la primera temporada. En la segunda se ha convertido en presidente, desde donde rige con mano firme los destinos del país. Como acaba haciéndose amigo de Bauer adquiere también algunos vicios propios de éste, verbi gratia, acaba por ordenar la tortura de sus subordinados a poco que le den una respuesta a destiempo o le miren mal, y tiene que ver cómo todos los que le rodean acaban traicionándole, muriendo o primero una cosa y después la otra. Muere a su vez en la orgía asesina de la quinta temporada, en una muerte bastante lógica, la verdad, pues ya había pasado a la incómoda condición de ex presidente y, como tal, no es que pudiera aportar mucho a la trama.
Nina Myers: es la supertraidora por antonomasia. Ex de Bauer, se comporta como fiel subordinada suya en la UAT, pero, quién sabe si a causa de los celos (no en vano Bauer acaba volviendo con su mujer), al final descubrimos que es una agente doble que en su intento de huída le hace un favor a la Humanidad asesinando a la insoportable mujer de Bauer. Muere, como casi todos, en su caso en la tercera temporada.
Kim Bauer: La hija de Jack Bauer, su papel consiste, como en las películas de terror adolescente de toda la vida, en correr delante de algún malo que quiere hacer con ella quién sabe qué, lo cual les permite a los productores colocar un par de primeros planos de sus perpetuamente ondulantes pechos, que de esto va la cosa. Es un personaje si cabe más insoportable que la madre, fundamentalmente porque mientras ésta muere, cumpliendo así al fin su función en la serie (morir para dejar traumatizado, y en general totalmente jodido, a Bauer), Kim se arrastra durante dos temporadas más, corriendo para que su padre la salve, mientras todo el público desea, por muy diversas razones, que muera. No muere, aunque desaparece a partir de la cuarta temporada.
Audrey Raines: es la hija del Secretario de Defensa de la Administración republicana en la temporada 4. Jack, siempre arribista, se lía con ella y se supone que la quiere mucho, aunque tal vez se trate de una simple excusa de Bauer para poder acercarse al aún marido de Audrey, Paul Raines, y así poder torturarlo, lo que hace en la misma cuarta temporada (y también, de paso, al hermano de Audrey). Poco después Paul muere (por culpa, indirectamente, de Jack Bauer y su innata capacidad para enmarronar a los demás al tiempo en que se enmarrona él mismo) y Jack, perseguido por la justicia, simula su muerte. Dos años después reaparece, pasa un tórrido día con Audrey en la quinta temporada de 24 (durante el cual, dado que “los hechos ocurren en tiempo real”, a menos que Jack sea verdaderamente rápido, ni siquiera hubo nada de sexo para celebrarlo) y lo capturan los chinos. Audrey se va a China a liberarlo. Probablemente nadie le explicó que China es algo más grande que un parque temático, porque no lo encuentra y acaba siendo capturada por los chinos, que le lavan el cerebro utilizando a saber qué siniestras herramientas chinas.
Los malos: los malos de 24 son, por lo general y valga la redundancia, muy malos. No en vano se proponen no sólo tirar una bomba atómica, o varias, o liberar un virus letal, nada menos que en territorio de los Estados Unidos, sino que además quieren hacerlo todo en un solo día, como si las cosas pudieran hacerse así, “pensat i fet”, aprisa y corriendo. Y claro, al final se dejan alguna prueba que ni siquiera la “Unidad AntiTerrorista” puede ignorar, Jack los encuentra, les tortura, generalmente saca la información que busca y después les tortura más.
Como corresponde a una serie de su tiempo, la mayoría de los malos son moros (en la segunda, cuarta y sexta temporadas), aunque de vez en cuando se alternan con malos del Este (primera y quinta temporadas). Los chinos también tienen su porción de maldad, sobre todo por lo mucho que hacen sufrir a Bauer como diciendo “mira cómo sabemos torturar”. Con todo, los malos más interesantes suelen ser los del “frente interior”, los que, por unas razones u otras, acaban traicionando a su país, a la bandera y a la receta secreta del Coronel Saunders, y trabajan en connivencia con los terroristas o desarrollando su propia agenda del Terror. Esta es una de las mejores características de 24, aunque funcionaba mejor en las primeras temporadas: el hecho de que prácticamente todo el mundo pueda ser, en un momento dado, malo malísimo.
La UAT: Recordarán que Jack Bauer trabaja, en el inicio de la primera temporada, en la “Unidad Anti Terrorista” de Los Ángeles. Pues bien, a lo largo de las primeras seis temporadas la UAT se convierte en el centro de operaciones eventual y apoyo logístico de Jack Bauer, encargado de proporcionarle información y, periódicamente, volverse contra él y obligarle a trabajar en solitario.
La principal característica de la UAT es que en casi todas las temporadas los terroristas acaban atacándola, asesinando a buena parte del personal. Asimismo, los equipos de operaciones de la UAT que acompañan a Jack Bauer en misiones de campo la diñan, como pueden Ustedes imaginarse, que es un primor. Por último, la UAT está casi siempre agujereada por traidores, que generalmente hacen pasar a otra persona por traidora proporcionando así un escenario ideal para recibir tortura doble (el inocente primero, para abrir boca, y el traidor después, una vez le descubren como tal).
Con todo lo anterior, lo más sorprendente de la UAT es que siga existiendo. No porque hagan mal su trabajo (aunque no deja de resultar sorprendente que los superatentados terroristas acaben produciéndose siempre en Los Ángeles), sino porque no me explico cómo es posible que continúen encontrando personal de repuesto. Claro que el plus de peligrosidad de la UAT debería de estar por las nubes, por encima del de astronautas, soldados de EE.UU. en Iraq y profesores de enseñanzas medias, pero la elevada presencia de traidores, que es de suponer traicionan fundamentalmente a cambio de dinero, no avala esta teoría.
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Comentario de HORUS (19/09/2008 10:02):
Una pena que no siguieran el ejemplo de “limite 48 horas”.
http://www.youtube.com/watch?v=2bTQcREbcyY
Lo breve si bueno, 2 veces bueno.
La mayor tortura es ver mas de 3 capitulos de 24.
(O eran 300).
Por aburrida mas que nada.
Comentario de Artanis (21/09/2008 00:21):
La adoro. La 3ª y la 5ª son las mejores. Especialmente la salvaje 3ª… Y una de mis fantasías preferidas es ver un episodio junto a un miembro de Amnistía Internacional… ssslurrrrp…
Por cierto, tengo varios amigos progres que han caído en las redes de la serie.
Comentario de no soy Woody Allen (21/09/2008 10:55):
¿Alguien ha probado a ver 24 en tiempo real, en plan telemaratón o algo así? Aunque solo sea una temporada, vaya… Eso sí sería una tortura refinada.
Comentario de Guillermo López (21/09/2008 12:08):
Bueno, yo probablemente haya visto alguna vez 12 episodios seguidos. A 24 seguidos nunca he llegado, aunque no descarto torturarme con ello alguna vez, así de comprometido estoy con la democracia y la lucha contra el terrorismo.
Un cordial saludo
Comentario de Alemania (22/09/2008 21:50):
A mi las tres primeras temporadas me encantaron. La primera por la novedad, la segunda por que está bien llevada y la tercera ya, directamente, por el festival de la tortura. A partir de la cuarta es cuando se empiezan a quedar sin ideas y tienen que recurrir al “más difícil todavía”, aunque la serie vuelve a conseguir grandes momentos una y otra vez, en mi opinión.
Mis fuerzas llegaron hasta los primeros capítulos de la sexta, que supongo que algún día, si los putos terroristas acaban atacando L.A. y haciendo añicos a todos esos guionistas que nos dan nuestra dosis de series, acabaré de ver.
La esperanza de que vuelva Tony Almeida me da fuerzas, gracias Guillermo.
Aunque eso me hace recordar que tiene una de las muertes más capullas e insultantes de la historia de la televisión. Debieron contratar a uno de los guionistas de The Shield para aquello.
Comentario de Garganta Profunda (30/09/2008 15:10):
Yo aguante, y con muchos esfuerzos, solo la primera. Y me parecio floja, floja, floja.
No se aguanta por ningun lado, lo siento. Puede que el hecho de que sea a tiempo real le de algo de “intringulis” pero la trama es barata, mala y cutre.
Ejemplo: Nina Meyers en la primera parte de la primera temporada recibe un balazo a quemarropa de los malo-malosos y en la segunda parte de la primera temporada (y con los guionistas en un nuevo e inexplicable giro argumental para captar audiencia) la transforman en la super malo-malosa!!!
A mi me parece el culmen de todas esas series televisivas de nuevo cuño donde se van inventado cada capitulo minuto a minuto.
Lo siento, no puedo con ella.
Comentario de engelson (08/10/2008 15:06):
En lo de la tortura hay que aparcar los dilemas éticos a un lado, recordemos que se trata de salvar el modo de vida americano y por extensión al planeta entero de terribles peligros, si una persona persiste en un obstinado silencio cuando está claro –según Jack, que es el que sabe– que tiene mucho que decir, todos los métodos son válidos; recordemos que el aspecto torturador de esta serie ha sido valorado positivamente por el mismísimo Clinton, este aval debería ser suficiente para cualquier demócrata de pro.
Uno de mis momentos preferidos es cuando Jack, no me acuerdo porqué ni en qué temporada, amenaza con cara seria al presidente con sacarle un ojo si no le da la información que necesita mientras le agarra del cuello, ¿hay algo más democrático que eso?