Madrid
El hecho diferencial madrileño
Historia
La Comunidad de Madrid pertenecía históricamente a Castilla La Nueva, pero la España de las Autonomías consideró oportuno darle un estatus particular y se decidió singularizarla como comunidad autónoma uniprovincial. En este caso podemos decir con seguridad que, a diferencia de lo que ocurre con las otras dieciséis autonomías, absolutamente ninguna razón histórica o cultural avalaba tal decisión. Sólo el empeño de destacar el obvio peso demográfico y económico de la capital de España, que quedaría desdibujado en el seno de la antigua Castilla la Nueva, y contribuiría, al mismo tiempo, a crear un enorme desequilibrio demográfico con las demás provincias, justificarían singularizar un espacio económico y político como el madrileño (rodeado de páramo y enfrentado a la maligna periferia antiespañola). Veinticinco años después, el éxito es total: el páramo de alrededor es aún más páramo que antes y el enfrentamiento con la periferia no se ha reducido con el paso de los años (más bien al contrario).
La historia de dicha Administración autonómica, por otro lado, se explica bien pronto: el PSOE mandó doce años seguidos (1983 / 1995) a través del infausto Joaquín Leguina y a continuación el PP lleva mandando otros doce, ocho de ellos a cargo de Alberto Ruiz Gallardón (1995 – 2003) y los cuatro últimos (2003-2007) mediante Esperanza Aguirre, en un proceso continuado de ascenso del PP hasta la fecha, que se benefició fundamentalmente de la desaparición del CDS -al igual que en el resto de España-, logrando acaparar así su espacio de centro y la mayoría absoluta, tras cuatro años de Gobierno más o menos inestable de Joaquín Leguina.
Los dos presidentes de la Comunidad Autónoma se caracterizaron desde un principio por sus desorbitadas ínfulas intelectuales, expresadas en el caso de Leguina por manifiestos de tanta altura política como el que publicó en El País en 1997 explicando con pelos y señales todo lo referente al famoso vídeo Exuperante de Pedro J. Ramírez, y en el caso de Gallardón por palabras y actos de menor calibre, con la rutilante excepción de su espectáculo de 1993, cuando anunció el pucherazo que, según él, había permitido la victoria a los socialistas. Ambos destacaron también desde un principio en su entusiasmo para con el Grupo PRISA y todo lo que significa, algo más lógico en el caso de Leguina (que le reportó réditos durante y después de sus años de gobierno en forma de colaboraciones con El País que contribuyeron, esporádica pero poderosamente, a su pérdida acelerada de calidad prácticamente desde la fundación del periódico, y acreditaron el páramo intelectual en el que vive el personaje), pero sorprendente en el caso de Gallardón, pactando con el diablo polanquista en contra de toda la estrategia oficial del entonces presidente Aznar.
En 2003, Aznar se dio cuenta de que manteniendo a Álvarez del Manzano como candidato a la alcaldía corría un riesgo -relativo, pero riesgo al fin y al cabo- de que ETA lograra dominar también en Madrid, así que colocó a Ruiz Gallardón y su plus de votos “Canal +” para mantener la capital. Dicha jugada, particularmente pérfida y astuta, se completó colocándole en la lista a Ana Botella, como diciendo “si quieres tener alguna posibilidad de mandar en el PP te la vas a comer con patatas, ¿sabeh?”. Para la comunidad autónoma Aznar decidió poner a Esperanza Aguirre, mujer de rancio (pero muy rancio, oiga) abolengo que había hecho el ridículo como ministra de Cultura en los primeros Gobiernos de Aznar y que, sin solución de continuidad, era ya entonces (y sigue siendo) la musa de los autodenominados liberales españoles (o, para entendernos, liberales que llevan el Pollo del Caudillo cosido en el corazón).
Dicha apuesta, en principio, salió bastante mal. Aunque Gallardón arrasó en la capital, Esperanza Aguirre se quedó a las puertas de la mayoría absoluta, lo que supuso, merced al pacto del PSOE con IU, que la “joya de la Corona” española pasaría a manos de la entonces oposición socialista. Y entonces ocurrió algo increíble en un país mínimamente serio, la aparición de dos tránsfugas del PSOE, Tamayo y Sáez, que vieron súbitamente la luz y al grito escandalizado de “¡oh no! ¡Van a pactar con los comunistas!” se negaron a apoyar la investidura de Rafael Simancas, lo que provocaría una situación imposible de arreglar con la composición que en ese momento tenía el Parlamento autonómico y obligaría a repetir los comicios meses después, en octubre de 2003. En el ínterin se descubrieron pruebas más que suficientes que vinculaban a distintos cargos del PP madrileño con el proceso de conversión de Tamayo y Sáez (ladrillo, entonces deificado, mediante). Sin embargo, aunque datos de este jaez deberían haber resultado dañinos para los intereses del PP, lo cierto es que igual de impresentable o más era la sedición de miembros del PSOE “por un puñado de lentejas”. Y, al final, tras el espectáculo verbenero vivido durante meses en la Comunidad de Madrid, la jugada le salió redonda al PP, puesto que el principal efecto electoral del “Tamayazo” acabó siendo la desmovilización del voto de izquierda, en grado suficiente como para que Aguirre finalmente lograra, in extremis y tras el lamentable proceso anterior, instaurarse como Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Poco después la ETA, indignada por no haber logrado mandar en Madrid, decidió provocar las circunstancias adecuadas para al menos mandar en esa extensión de Madrid que llamamos España, y en connivencia con sus adláteres del PSOE y la Guardia Civil provocó un atentado que generó un vuelco electoral y colocó a un sosias de Bin Laden al frente del Gobierno español. Así que súbitamente Aguirre, que en Abril de 2003 era poco menos que un cadáver político, se convirtió en la gestora del mayor Presupuesto de los gestionados por el PP, en la Presidenta autonómica del PP con mayor presencia pública y, en fin, en auténtico estilete de proa de oposición a la labor del nuevo Gobierno del PSOE.
Con el plus de votos que siempre proporciona el victimismo (no hay labor más agradecida que la de gestionar una comunidad autónoma: si tu partido manda en Madrid sacas votos por tu política genuflexa y agradecida con el poder “que dará réditos indudables a nuestra Comunidad”; si, en cambio, manda el otro partido sacas igualmente votos por tu enfrentamiento visceral con el enemigo “que quiere perjudicar a nuestra Comunidad y orillarla en el conjunto de España; y no pienso permitirlo”), Aguirre se afanó, una vez colocada, por fin, al frente de la Comunidad de Madrid, en consolidar su poder, en clave autonómica y nacional. Para ello, barrió a todo lo que pudiera asimilarse con el Gallardonismo en la composición del PP autonómico, y a continuación comenzó a postularse con escaso disimulo como sucesora de Mariano Rajoy tras lo que todos auguran como previsible fracaso de éste en las Elecciones Generales de 2008.
Para conseguirlo, naturalmente, Aguirre necesita ganar en las actuales Elecciones autonómicas; y haciéndolo, además, de modo convincente. Lo cual, auguramos, será relativamente sencillo. Porque a lo largo de estos años ha sido precisamente Madrid la región en la que en mayor medida ha aumentado la oposición al actual Gobierno socialista (razón por la cual dicha oposición tiende a tener mayor presencia mediática en los medios nacionales de la que tiene en la sociedad; pero claro, en la sociedad también cuentan las provincias), configurando un enfrentamiento frontal y sistemático con el Gobierno de España en una especie de delirante recreación de las estrategias tradicionales del nacionalismo periférico (crítica sistemática de “Madrid” y los “españoles”, relativa rebeldía institucional, victimismo continuado, etc.), pero efectuada desde el nacionalismo español. Un nacionalismo tan extremado que no tiene ningún inconveniente en “hacer España” (o determinada visión de España) a base de negarse a adoptar medidas legales de todo tipo aprobadas por el Gobierno central, que se percibe como paradigma de lo antiespañol. Vendría a ser una especie de “Madrid es la quintaesencia de España, y España debería ser Madrid; y si no, nos ponemos a crear ikastolas, a hacer manifestaciones y a montar follón”.
Se trata de un recurso al populismo acompañado por una gestión de la información que haría las delicias de los guionistas del No-Do, pero de singular eficacia electoral si tenemos en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades autónomas, donde los apoyos del PP suelen adscribirse a la derecha tradicional, en la Comunidad de Madrid a ésta se ha unido una especie de “Nueva Derecha” liberal, compuesta por niños pijos de encefalograma generalmente plano, con nulo apoyo electoral fuera de Madrid pero con una importante presencia pública (y económico-mediática) en dicha Comunidad Autónoma. Todo ello conduce a un escenario electoral plácido para Aguirre, a pesar de que su forma de cumplir su principal promesa electoral de 2003 (reducir las listas de espera en hospitales a un mes) se haya basado en el conocido aforismo “si no nos gustan las cifras que hay, las cambiamos“.
Características
La Comunidad de Madrid, esperamos haberlo dejado claro, es un espacio totalmente artificial que vive por y para la capital. Toda su vida, sus producciones culturales, sus comunicaciones, y su economía giran en torno a la capital. El hecho de que todo lo anterior (salvo, en parte, la economía) sea exactamente igual en un radio de 300 kilómetros alrededor de la capital no impide que conforme nos acerquemos a ella su influjo se vea poderosamente aumentado. El sistema radial de comunicaciones, que obliga a todo español que quiera coger un avión, un coche o un tren para ir a algún sitio a pasar por Madrid, y permite a los madrileños huir de su ciudad en cuanto tienen ocasión de hacerlo (pese a lo cual se producen continuos y desesperantes atascos, por culpa de los extranjeros, naturalmente, que osan utilizar la M – 50 para no ir por caminos de cabras alternativos), posibilitó facilitar el desarrollo de un montón de horrendas ciudades – dormitorio que configuran lo que se ha dado en llamar el “cinturón rojo”, formado por ciudades como Leganés, Móstoles, Alcorcón o mi favorita, el inefable poblacho denominado sintomáticamente “Rivas – Vaciamadrid”.
La existencia de dicho cinturón, en principio, debería determinar la existencia de un mayor apoyo a la izquierda política en las autonómicas que en las municipales al ayuntamiento de Madrid, y sin embargo los porcentajes de voto están bastante ajustados: lo que ocurre en la capital ocurre también en el conjunto de la comunidad, pues ¿no habíamos quedado en que toda la comunidad existe para su capital?, gracias sobre todo a la existencia de un cinturón “azul” de casi la misma importancia que el rojo, formado por residencias de los madrileños que no soportan, o no se pueden permitir pese a su natural azul, la vida en la capital. El mítico cinturón rojo, sin embargo, sí que permite disfrutar a IU de un apoyo electoral muy superior al del resto del país, alcanzando en sus mejores tiempos porcentajes que se acercaron al 20%. En esto IU se benefició de la desconfianza de muchos madrileños hacia el felipismo, y también de no sufrir una pérdida importante de sufragios a causa del “voto útil”, a diferencia de lo que ocurre en el resto de España, tanto en las autonómicas como, sobre todo, en las generales.
IU también se beneficia de la no existencia de un partido folcklórico nacional – socialista como los que menudean en otras regiones de España, al igual que el PP, desde la mentada desaparición del CDS, puede acaparar impúdicamente todo el voto de la derecha y buena parte del de centro merced a la ausencia de un partido nacional – conservador. Ambas ausencias se explican por sí mismas, pero aún así lo dejaremos claro: ¿para qué partidos nacionalistas si todo el mundo tiene claro que Madrid es España? ¿cómo rentabilizar el discurso de “vota por lo nuestro, no a partidos vendidos a Madrid” de los regionalismos en el resto del país? Pues eso es justo lo que, sorprendentemente, está haciendo el PP autonómico.
Por último, aunque su falta de identidad y su permanente superposición con España nos deja un cuadro de la Comunidad de Madrid un tanto desdibujado, es preciso destacar que esto no desmerece en absoluto la importancia política de su posesión, en mucha mayor medida que el Ayuntamiento de la capital, pues no sólo la población dependiente es mayor, sino que los recursos económicos gestionados también lo son, y en mayor medida gracias a la política distributiva de los impuestos en España, que perjudica enormemente a los ayuntamientos. La comunidad de Madrid, merced a más de veinticinco años de paulatina descentralización del Estado y su fijación aún mayor que antes en desarrollar a los únicos leales entre tanto vendepatrias (es decir, desarrollar Madrid), ha conseguido alcanzar el primer puesto de España en términos de renta per cápita, con la excepción de la provincia alemana de Renania – Balearestinglado, superando tanto a Euskal Herría como a Catalunya.
Curiosamente, este notable aumento de la riqueza de la región no se ha traducido en un aumento proporcional de la calidad de vida de sus habitantes, sino más bien en lo contrario (aunque los ingresos hayan aumentado los gastos, sobre todo de vivienda y transporte, lo han hecho en la misma medida o incluso más), con la excepción, naturalmente, de una -importante- minoría de los mismos, aquellos que trabajan en las grandes empresas españolas y en las multinacionales en puestos directivos, aquellos que trabajan en puestos de alta responsabilidad política, y aquellos encargados de organizar saraos que permitan juntar a políticos y empresarios para dedicarse a sus trapicheos, además, por supuesto, de todo tipo de personajes del mundo de la farándula, como Ana Belén, Pedro Almodóvar, Jesús Vázquez o Raúl González Blanco.
Unan a todo lo anterior el dominio de la TV autonómica, creada por razones que se nos escapan al no justificarse, en apariencia, ni por la promoción de la lengua propia (al menos ahora, no sabemos si en la época del PSOE Ramoncín hacía el payaso hablando en cheli), ni por la promoción de las peculiaridades cultural – históricas de la región (no las hay, y además, pese a no haberlas para eso ya tenemos todas las televisiones y emisoras de radio nacionales).
Prospectiva
La Comunidad de Madrid, junto a la Comunidad Valenciana y,, es uno de los principales objetos del deseo de los partidos políticos en estas elecciones (no en vano Madrid y su Comunidad son lo que creemos haber dejado claro que son, y la Comunidad Valenciana es donde los madrileños viven al menos quince días al año). Los pronósticos electorales son unánimes en pronosticar una fuerte subida del PP en las Elecciones Autonómicas, en parte producto del peculiar enfrentamiento de Aguirre contra los vendepatrias del Gobierno central y en parte por la absoluta impresentabilidad de PSOE madrileño, marcado por mucho tiempo por el Tamayazo. No parece que en estos comicios pueda darse la sorpresa, ni en la Comunidad ni en el Ayuntamiento, así que el objetivo de Aguirre es doble: de una parte, consolidar aún más su poder, y de otra, rezar porque el PP siga perdiendo peso electoral en Provincias, de manera que, si Rajoy se estrella en 2008, como parece probable, Aguirre pueda postularse como sucesora sin demasiada competencia. Y aunque no estar presente en el Parlamento español pueda ser un handicap, desde luego no lo es si a cambio cuenta con una televisión propia y con una Comunidad Autónoma tan importante como la que nos ocupa para garantizarse presencia pública.
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