Navarra
Pero, ¿se la regalan a ETA de una vez, o qué?
Historia
Navarra es una región que presenta una acusada personalidad en el conjunto de las naciones, pueblos y condados que componen esta rica y plural nación que llamamos España. Exactamente igual que las otras dieciséis comunidades autónomas, dirán, centralistas, Ustedes. Pues sí y no. La de Navarra es una historia gloriosa, como la de cualquiera de sus ancestros (sean de donde sean, hablen la lengua que hablen y bailen el folklórico baile regional que sea), pero con un plus de Gloria en los factores que compendian el complicado logaritmo de Españolidad que sirve para saber quiénes de nosotros somos más españoles y, al mismo tiempo, lo somos menos: el bestialismo. Como explicamos en la Histeria de España, Navarra presenta en este particular un jugoso currículum superado únicamente por los vascos (y gracias al entusiasmo demostrado por algunos superbaskos en los años de la democracia, que, según algunos puristas de la competición, deberían quedar invalidados por llegar en fechas fuera de concurso).
En efecto, desde bien pronto Navarra demostró que a ellos a bestias no les ganaba nadie, atizándose con los moros, con los demás cristianos peninsulares, con los franceses, con los vascos (en plan “no somos como vosotros, ni queremos serlo; somos mejores”) e incluso, cuando se aburrían, entre ellos.
Y atizándose por razones nobles, de clara raigambre espiritual, no crean. A diferencia del foco agitador del “proyecto Euskal Herria 2000 a.c.”, que a la hora de la verdad se mueve por intereses crematísticos moralmente poco honorables (el cupo, los impuestos; Ustedes ya saben), en Navarra las razones del uso de la violencia fueron históricamente de otro tipo, con relación, naturalmente, con los fueros navarros, superiores en algunos aspectos a los de los vascos, pero entroncados con la defensa de la religión y con un proyecto de España, el carlista, de extrema derecha, reaccionario, patético, … todos los adjetivos descalificativos son pocos, pero en cuanto a pegar yoyah, y hacerlo por razones tan españolas como la defensa de la religión (por no hablar de la negativa a aceptar a débiles mujeres en el varonil Trono de España, raíz de la aparición del carlismo), a Navarra no le gana nadie: tres guerras civiles en el siglo XIX y la activa participación en la Guerra Civil española, y además en el bando “correcto” (el de siempre), les hizo acreedores, por un lado, de una fama de acrisolada españolidad de alcance mundial (“cuidao que ese es navarro, a la que te descuides te suelta una hostia que no veas”), y por otro, del disfrute de los fueros y de los beneficios que daba el favor del Caudillo durante cuarenta años, de manera que, arreglado el enojoso asunto económico, en Navarra pudieron dedicarse con entusiasmo a “lo otro”: cultivar la espiritualidad religiosa.
Características
En Navarra conviven, producto de su historia, dos filosofías: la primera, minoritaria y circunscrita a los pueblos colindantes con el País Vasco, es de carácter ultraderechista de raíz extranjera, esto es, son patriotas vascos, pero no gente del PNV que rechace la violencia (es decir, “compañeros de viaje de los violentos”), no crean, sino directamente jovencitos de Jarrai (o como se llame ahora) dispuestos a demostrar su hombría destruyendo la T-4 del aeropuerto de Pamplona como diciendo “cuidadito, que no estamos rompiendo la tregua” o volcando autobuses por llevar matrícula de Españaza. Es una forma de decir “estamos aquí”, de hacer méritos ante la base espiritual de Euskal Herria, es decir, el País Vasco y, más concretamente, la provincia de Guipuzcoa (los poblachos de esta provincia, claro, no las ciudades, sospechosas compañeras de viaje de los violentos constitucionalistas). Afortunadamente, se trata de un apoyo minoritario, del orden del 15% en sus mejores momentos, pero suficiente para que no pueda olvidarse sin más.
La otra filosofía, la de siempre, es la de un recio conservadurismo típicamente español, que bebe de las fuentes eternas de nuestra Historia y se manifiesta en la enorme concentración de curas por metro cuadrado (en particular, jesuitas y sacerdotes de la Obra) y en la predominancia absoluta de una clase media moderadamente boyante y de carácter tranquilo, sin interés por echarse al monte desde que el Monte y todo lo que significa gobernó en el conjunto del país durante cuarenta años.
Navarra, por tanto, como región satisfecha de sí misma y al mismo tiempo temerosa del empuje de la Gran Euskal Herría, no sólo aceptó el marco autonómico sino que lo acogió con cierto entusiasmo (salvo, naturalmente, los “patriotas fronterizos” de los que ya hemos hablado), habida cuenta de que, en su caso, las competencias eran enormes (se respetaban los dichosos fueros), la prosperidad alcanzada indudable (Navarra es, al igual que La Rioja, una de esas comunidades semidesconocidas que se ubican en el Top Cinco de renta per cápita) y la insoportable humillación diaria que supone ser gobernados desde “Madrid” se relativiza en gran medida si la opción alternativa es ser gobernados por el lehendakari desde Bilbao.
Navarra, en este sentido, es una región de gran importancia estratégica para la articulación del Estado -no sólo del Estado de las Autonomías- como freno a los majaras del otro lado de la frontera y sus prácticas terroristas, y también es un factor de peso importantísimo contrario a las aspiraciones independentistas del PNV. Precisamente por ese motivo, Navarra se ha convertido, sobre todo en el último año, en un tema de discusión perenne en la política española, en relación con las aspiraciones de ETA y la supuesta debilidad que se le supone al Gobierno español en la supuesta negociación que lleva a cabo con los representantes de la banda terrorista.
La cosa se resume en lo siguiente: desde el PP y sus medios afines no hay día en el que no se acuse, velada o directamente, al Gobierno de tener planeado cederle Navarra a la ETA (así tal cual, para que los terroristas salgan de sus caseríos y tomen posesión de la autonomía), de conceder a los nacionalistas el sueño atávico de unirla con el País Vasco, y todo así porque sí, política a la española, con dos cojones la uno a Euskal Herria sin referéndum ni ná y punto. Y según los mismos criterios, el “con dos cojones” y cero pruebas o algo que remotamente se le parezca, con que se acusa al Gobierno de dichas cesiones. Al mismo tiempo, da igual que el Gobierno responda, una y otra vez, garantizando la especificidad de Navarra, la imposibilidad de unirla con el País Vasco y otro largo etc. “Quieren vender Navarra” o, mejor aún, “Ya la han vendido a los terroristas”.
Candidatos y prospectiva
En Navarra el poder se lo han repartido alternativamente PSOE y UPN desde prácticamente los comienzos de la autonomía, si bien la fortaleza electoral del PSOE se resintió enormemente a raíz del desgaste sufrido en la política nacional y los escándalos económicos que afectaron al presidente de la Comunidad Foral Gabriel Urralburu. UPN, contrariamente a lo que podría suponerse, no es el PP “disfrazado”, sino un partido regionalista con entidad propia, de sólida implantación en Navarra desde los inicios del marco autonómico, que concurre coaligado con el PP tanto en las Autonómicas como en las Generales desde principios de los años 90, pero no se confunde totalmente con él, aunque el Presidente de la Autonomía, Miguel Sanz, haya sido uno de los principales valedores del argumento “navarrista” (“Navarra no se vende”) esgrimido por el PP.
Al mismo tiempo, la desaparición de los votos de HB y la unión de todos los partidos nacionalistas en la coalición Nafarroa Bai, ya exitosa (un diputado) en las últimas Elecciones Generales, son factores que convendría tener muy en cuenta de cara a estos comicios, entre otros factores porque es muy probable que los votos de HB vayan a parar ahí. Las encuestas pronostican muy buenos resultados para Nafarroa Bai, en torno al 20% o el 25%, y es más que posible que la actual coalición de Gobierno UPN-CDN reciba menor apoyo que la suma de Nafarroa Bai con el PSOE e IU. El relato político, a partir de ese momento, es previsible: “¿Lo ven? ¡El Gobierno le regala Navarra a los nacionalistas para luego dársela a la ETA!” Ya me veo a Ángel Acebes y Rosa Díez, cogidos de la mano, escandalizándose por la ruptura de España. Pero el problema, más allá de este tipo de escopetas de feria, es: ¿cuál es, exactamente, el motivo de la “estrategia navarra” del PP? ¿Qué réditos electorales, de darlos, se supone que dará? Al PP (al menos, a este PP) le viene bien tener a malvados nacionalistas como enemigos reconocibles, pero, al menos en Navarra, parece que a quien les viene bien va a ser, sobre todo, a los nacionalistas, y no al PP, que puede perder una autonomía más, por mucho que después puedan dedicarle más tiempo a explicar, en las tertulias radiofónicas, cómo despeñarán los terroristas a los ancianos españolistas por los barrancos navarros.
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