Norte y Sur

¡Todo el mundo al suelo!

El siglo diecinueve hablaba navarroaragonés. Fue una época en la que todo era lo que parecía y todo era a lo bestia. Los imperios eran imperios, las revoluciones eran revoluciones y los filósofos no tenían nada mejor que elucubrar que poner al mismísimo Dios mordiendo un bordillo para patearle con botas de punta de acero en la nuca y matarlo descalabrado penosamente. Además, las disputas personales se resolvían con duelos al amanecer. Decir “progre de mierda”, tan habitual hoy en los foros de Internet, suponía automáticamente ir eligiendo padrinos para batirse en un descampado sin desayunar. Discrepar no estaba al alcance de cualquiera ni se podía hacer de cualquier manera. Qué decir de los inventos. Nada de ataviar un walkman como un microondas y llamarlo iPod. Se inventaban cosas maravillosas nunca vistas. La luz eléctrica, por ejemplo, casi nada. Y los novelistas no se andaban con chiquitas. Honorato Balzac se dijo que iba a glosar todas las conductas humanas en todas las situaciones posibles y ahí está la Comedia Humana: diez mil páginas. También fue el siglo que vio nacer a Lenin, que tuvo a bien repartir todo lo existente entre toda la humanidad, aunque se la tuviera que llevar por delante en el intento. O de otros, como Wagner, probablemente el primer compositor musical en toda la Historia plenamente heterosexual. Era gente, digamos, de una pieza. Tal vez de una personalidad moldeada por oposición al siglo anterior, tan sutil y refinado con Barry Lydon y todo el copetín de pelucas, rapé y cosméticos masculinos.

En un contexto como éste se desarrolló la Guerra de Secesión o Guerra Civil americana. Un conflicto de marcado carácter español: todo él por una cuestión de orgullo, de cojones. La cosa, a grandes rasgos, fue tal que así: en el Sur los charnegos y los maquetos tenían un elemento común que les distinguía de los oriundos: eran de color negro. En el Norte, como no había negros, la juventud estaba indignadísima con eso de la esclavitud, de modo que se les fue calentando la cabeza hasta que las nuevas generaciones se fueron al Sur a montarla parda protestanto, lo que supuso que a algunos se les aplicara la Ley local para el discrepante: poner la nuca en la soga. En esto que llegó un presidente decidido a acabar con todo el asunto de una vez, Abraham Lincoln. Y se le advirtió desde la sureña Konfederatitzia de que si ganaba se pondría en marcha sin remisión el secesionista Plan Jefferson. De modo que ocurrieron ambas cosas, ganó Lincoln y se independizaron las Siete Provincias, Carolina del Sur, Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Louisiana y Texas, que reivindicando como propios todos los territorios adyacentes deudores de su kultura -que oliera a mierda de vaca- se agenciaron Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte y declararon la guerra al Norte. Todo ello a lo loco y a lo bestia a más no poder, pegando tiros al aire y gritando yuhuuu, yuhuuu.

La guerra fue cruenta, pero cruenta de cojones, como buena catástrofe decimonónica que se precie. A priori, el Norte era muy superior en todo y además dispuso un bloqueo por mar al enemigo que les dejó sin provisiones ni armas en poco tiempo. Pero el Sur tenía a Diego Armando, el general Lee, que hizo cada picia y cada escabechina sin más ayuda que sus huevos que se ganó el respeto de todos, hasta de los caballeros que tendrían que seguir con su vida sin brazos y sin piernas que iba dejando tras de sus ejércitos. Y así, erre que erre y dale que te pego, entre batalla espantosa y batalla escalofriante se llega al final de la guerra, que pierde el Sur. Y los esclavos negros de las plantaciones pasan a ser obreros manuales en oscuras fábricas abomimables o desempleados alcohólicos o delincuentes con una esperanza de vida de veinte años en el gueto: se fundan pues los Estados Unidos de América.

Al final, como de toda derrota que se precie, surge un icono pop: la bandera confederada que lucirán tanto los rockabillies como esos chicos con siete hijos a los dieciséis años que guarnecidos tras una melena y una barba ermitañas ejecutan solos de guitarra de veinte minutos en honor del parte meteorológico local, normalmente anticiclónico. Del mismo modo que la bandera del Sol Naciente fue abrazada por los heavies de todo el globo, incluidos los españoles como los Banzai de Salvador Domínguez. Y la esvástica ornamentó lustrosa las solapas de los punks británicos de 1977. La derrota luce, la derrota enrolla. Ganar guerras no sirve más que para inflar egos y estúpidos orgullos patrióticos. Perderlas espabila. Ahí están nuestros noventayochistas, el ecopacifismo alemán, los dibujos animados japoneses, la pornografía rusa: Pierda Usted una guerra y aporte algo a la humanidad, señora.

De todo esto, más o menos, versa Norte y Sur, emitida a finales de los ochenta por Televisión Española con dos rombos –ojito con los socialistas. Era una superproducción televisiva que salió por 25 millones de dólares, lo que ha costado la transferencia para uso público del Hospital Militar de Sevilla. La serie pretendía ser didáctica y  servir para explicar cómo fue el conflicto a los americanitos que haciendo uso de su santa libertad son educados en casa por sus padres en lugar de ir a la escuela, o como apoyo extraescolar a los que en el colegio no se enteran de nada. La versión de los hechos no da ningún problema, pues allí está ampliamente consensuada por todas las autoridades en el campo de la Historia. De modo que guionizar la trifulca no generó resquemores ni viejos odios. Caso contrario de lo que hubiera ocurrido aquí si a alguien se le ocurre hacer una serie sobre la Guerra Civil española, que ni encargándosela a David Lynch a fin de que no se entendiera nada ni por los cojones, se hubiera podido evitar la proliferación de libracos todos llenos de letras tomando partido a la contra de cualquier cosa que fuese lo que dijera la serie.

Por otra parte, la historia es una adaptación de la obra de un tal John Jakes, que plenamente consciente de lo que se traía entre manos estableció el asunto como mandan los cánones estéticos y la estructura narrativa de las grandes historias de amor y lujo, esto es, disponer los personajes siguiendo este patrón:

Un rico feliz buena persona
Un rico feliz mala persona
Un rico infeliz buena persona
Un rico infeliz mala persona

Una rica guapa buena persona
Una rica guapa mala persona
Una rica fea buena persona
Una rica fea mala persona

Un pobre o negro feliz buena persona
Un pobre o negro feliz mala persona
Un pobre o negro infeliz buena persona
Un pobre o negro infeliz mala persona

Una pobre o negra feliz buena persona
Una pobre o negra feliz mala persona
Una pobre o negra infeliz buena persona
Una pobre o negra infeliz mala persona

Aderezados con:

Un hijo bastardo resentido
Un joven solitario nihilista y jugador
El cura
Un vagabundo borracho
Y una joven viuda (por si alguien queda desparejado)

Estando muy claro para todos los lectores de Occidente qué es un rico en una historia de amor y lujo, hay que explicar qué es ser feliz o infeliz. La felicidad en este contexto se alcanza, básicamente, con el amor. Cuando hablamos de un personaje rico buena persona, por amor sería capaz de dejarlo todo, como Superman II. Él sería feliz. Sin embargo, si el personaje es rico y mala persona, el amor ya le da más igual, él quiere tierras, posesiones, o valerse del matrimonio con una dama para heredar o hacer algún negociete al estilo de Aristoteles Onassis. Luego estarían las guerras, a todo rico le gusta ganar su batalla. También entrarían los hijos, que siempre te puede salir uno tonto y quedarte muy preocupado. Pero mayormente los principales resortes que inclinan la balanza a un lado o a otro son el amor y los negocios. Es entonces, si el rico es feliz y buena persona, cuando aparece en pantalla siempre sonriendo con las cejas apuntando para abajo derrochando ingenuidad, estúpida alegría y chistes malos y engolados, sobre todo al final de cada capítulo cogiendo a un niño en brazos, para deleite de toda la familia unida. Mientras tanto, eso sí, un rico infeliz mala persona agitaría el puño en lo alto maldiciendo lo más sagrado jurando venganza mezquina o, por el contrario, más tranquilo, riendo maléficamente explicaría cómo va a deshuesar al rico feliz buena persona que le quita el sueño, metatarso por metatarso. Porque en este tipo de series todo funciona dentro de un esquema de simetría moral. Y más en Norte & Sur, donde toda la estructura de buenos y malos tiene su par correspondiente en el otro lado.

Obsérvese el rictus del maromo: estos dos ricos no son felices

Hasta tal extremo se sigue este tipo de doble narración, con tal empeño, que las batallas se convierten en una especie de encuentros cara a cara entre clones. A veces parecen una kdd cuando sale uno del metro, abriéndose paso a empujones entre la muchedumbre, y mira fijamente y sorprendido a ese ciberamor que a la luz del día tiene quince años y kilos más que en la foto. Lo que ocurre es que ellos se encuentran famélicos, barbudos y desnutridos y, cuernos, hijos ilegítimos y herencias mediante, por no hablar de la guerra, no han quedado para tocarse el pito y decirse cositas. Por otra parte, desde un punto de vista estrictamente bélico, hay que señalar que las guerras decimonónicas son las madres de todas las guerras. Porque antiguamente uno iba con su escudo, en el siglo XX se estudiaba más el parapeto y camuflaje que otra cosa y, a día de hoy, son niños de catorce años todos llenos de granos, pajeros a más no poder con su déficit de atención y bordeando el agrafismo los que en los cuarteles de la OTAN hacen la guerra desde play stations ad hoc. Pero en aquellos tiempos ni parapetos ni hostias. Todos cara a cara, frente a frente, a pegarse tiros y el bando del que más queden ha ganado. Como una trifulca a pedradas en el Bajo Aragón.

Personajes

Orry Main: “Southern man” Interpretado por Patrick Swayze (Dirty Dancing, Ghost…),  es la flor y nata de la serie. Se trata del típico personaje que en el fragor de la batalla parece un yonki en la Rosilla mirando al sol de las tres de la tarde; y si en plan cortesano besa a las damiselas, el típico actor porno gay al que cuando está comiendo pollas se le ponen los ojos en blanco. Si estos epítetos no le parecen bastante elocuentes, péguele a la coronilla un mullet de dos mil pares de cojones y la descripción se completa en clave de realismo soviético. Es Orry, así es él. Nuestro Orry. El Orry de Carolina del Sur. Recomendable para reunirse etílicamente con los amigos cuando hay largos periodos sin fútbol y agredirle verbalmente como si fuera el mismísimo Cañizares.

La vida de Orry es apasionante. Oficial recién salido de la academia, se queda cojo en la batalla de Churubusco contra los mexicanos. Pero él sólo, por sus pelotas, toma un puente a cuatro o cinco enemigos que dan dos pasos, saltan y caen muertos gritando guacamole-guacamole.

Orry es buena gente, lo que ocurre es que se empeña en ir al Norte de vinos y allí se meten con él por negrero. Él no lo entiende, ya que siempre ha tratado bien a sus esclavos y encima se quedó cojo en Churubuco por su país. Por todo ello el transcurrir preguerra de Orry es un continuo hacer pucheros cargado de orgullo: ¡posmevoy! (y cada ida y venida son varios días en tren). Afortunadamente, es llamado a filas como general confederado. Y digo afortunadamente porque antes de eso se pasa unos cuantos capítulos sumido en el desamor pillándose unas borracheras espantosas, que interpretadas por Patrik, más que un cojo en pedo, lo que parece es Forest Gump con los aspavientos de una súbita parada cardiorespiratoria.

George Hazard: “Northern man” Interpretado por James Read (miseria y miseria televisiva) es el equivalente a Orry en el norte. Natural de Pensilvania, mientras que se escandaliza, como buen liberal, por la esclavitud en la que su amigo mantiene a sus sirvientes, en su fundición explotan las calderas en la cara de los operarios, pero no se hace prevención de riesgos laborales por un 0,00001 % de beneficio irrenunciable. En la batalla de Churubuco, el joven Orry, al que había conocido en la academia militar, le salva la vida. Lo que le da cierto plácet cuando potean en el Norte y la gente le pregunta qué coño hace con un negrero, a lo que George contesta indignado: ¡me salvó la vida!

A lo largo de la serie George no tiene mucho atractivo. Es tonto y bonachón. Un rico buena persona feliz al uso. Lo que pasa es que durante la guerra es hecho prisionero y a su costa le irrumpen a uno por la garganta las risas más grandes de toda la serie. Porque resulta que ahí, confinado entre hombres, es acusado de haber intentado sodomizar a otro prisionero, sí, como suena. Desnutrido y agonizante, el rostro de George es un poema cuando, además de la vida, cree encima perder la honra viril. Por suerte, Orry, que es general en el Sur, acude a la prisión a salvarle de los castigos extraordinarios a los que se le iba a someter por sodomita traicionero.

Y ahí la cosa no es menos hilarante. Llegados a ese punto de la serie, entre Orry y George se han salvado ya la vida unas cuarenta veces. Por eso, George, tras llegar a tiempo a su casa para celebrar la Navidad ¡toma liberación! medita sobre la amistad. Piensa en voz alta no estar seguro de si Orry le ha salvado por que le aprecia o porque él le había salvado la vida días antes en un pantano. Es una cosa este George… entre la insatisfacción nihilista patológica y ser un exquisito morroputa de la amistad que madre del amor.

“Al mismísimo Dios pongo por testigo de que jamás, nunca, en la vida se me ocurriría bajo ningún concepto, ni aun en casos de extremísima necesidad acuciante, meterle la polla por el culo a otro hombre o varón, ni aunque de Guti o Fernando Torres se tratare”

Madeline LaMotte: “Negra e hija de puta” por Lesley Anne-Down (Dallas, Dinastía y Cuentos de la Cripta) Que nadie se asuste, Madeline, el pibón de la serie, es negra e hija de puta. Según sabemos en un momento dado, su abuela era negra y su madre puta. Ser mujer por estas latitudes era muy, muy duro. Y ser hija de puta un espanto, pero lo de la prostitución no es nada comparado con ser una cuarterona. Obsérvese si no de qué manera la ningunea su marido, al que Madeleine sorprende follándose una negra, le dice “me das asco” y el hombre la contesta con total tranquilidad “por mi puedes pudrirte zorra asquerosa” (sic)

Esta pobre despechada sólo puede ser, efectivamente, el amor secreto de Orry, al que muchas veces veremos borracho como una mona por esta razón. Aparte de ser negra e hija de puta, antes de consumar su amor con Orry, a Madeleine le da tiempo a desarrollar una adicción al láudano y presentarse en las fiestas de sociedad con unas castañas impresentables. En su descargo hay que decir que funda un hogar para niños huérfanos de la guerra, pero con el dinero de otro, que curiosamente muere apuñalado, y es que, no es por prejuicios, pero hacer negocios con negras hijas de puta drogadictas es lo que tiene.

El origen de este singular amor nace en un sendero. Ella se cae del carro y Orry, que pasaba por ahí camino de West Point, la ayuda a subir de nuevo. Saltan chispas en este momento de erotismo duro decimonónico. Deciden escribirse cartas. Entonces, cuando piensas que las palizas que le dan los demás reclutas a Orry en West Point te van a matar de risa, te cagas cuando resulta que Madeleine deja de contestarle las cartas y nuestro héroe hace otro amargo pucherito. Vuelve a las plantaciones y, toma, Madeline se está casando con otro. Cuando has ayudado a una mujer a subir a un carro, que luego te haga esta jugarreta estigmatiza de por vida. Pero volvemos a lo de siempre, no ayudes a una negra hija de puta drogadicta a subir a un carro y no te pasarán estas cosas ¿A quién no le ha dicho esto su madre una y mil veces?

Elkanah Bent: “Más malo que el sebo” por Philip Casnoff (Walter Texas Ranger, OZ, Ley y Orden). Bent es el típico bastardo cabrón que por no difundir quién es su padre, obtiene de éste, un congresista, favorcillos y tretas por los que progresa rápidamente en la academia militar y se sitúa al mando de Orry y George a los que, al verles la cara de pánfilos, envía a una muerte segura en Churubusco. Como no le sale la jugarreta, lleno de rencor y con el corazón negro, consagra su vida al mal.

Y aquí hay que hacer un aparte porque el mal en estas historias de amor y lujo no es tener mala hostia, ni un pronto que paqué, no, el mal es llevar a De Juana al Bulli a que se ponga a reventar y pagar con la Visa Oro de Alcaraz. Bah, qué digo, el mal en estos novelones sería que un colegiado observase perfectamente como Puyol le da un codazo en la cara a Raúl González Blanco dentro del área hasta el punto de decir ¡joder qué hostia! pero no pitase nada. No, me equivoco, el mal en Norte & Sur está cortado por el mismo patrón que ese periodista con huevos de encararse a su Majestad el Rey de España, Juan Carlos I de Borbón, y preguntarle ¿Dónde ha estado Usted de viaje privado durante el parto de la Prinzesa? Aquí los malos hacen llorar a Millán Astray.

Y Bent, como tal, se dedica a esquilmar maduritas con las que se casa por interés, establecer redes de contrabando de alimentos básicos, incluso de armas, tan necesarias para el Sur, y rizando el rizo es golpista independentista dentro de los secesionistas. Para entendernos, un abertzale vizcaíno prearanismo. Zalacaín interpretado por Arzallus abuelo.

Virgilia Hazard: “Pasionaria” por Kirstie Alley (Mira quién habla, Cheers) Hermana de George. Inspirada tal vez en Ulrike Meinhof, Virgilia es progre. Pero progre, progre. Al principio cuando chafa por temas políticos todas las cenas, ágapes y efemérides cualesquiera que celebra su familia, habitualmente insultando al invitado Orry, pensaron que no era muy grave, que con un polvo se le quitaría. Pero resulta que el polvo se lo echa un negro, escapado de la plantación de Orry, y se fuga con él a practicar por el sur el deporte del terrorismo. Los vecinos de un pueblo, acongojados ante esta banda de cuatreros, en un tiroteo matan al negro, por lo que ella se ve sumida en una profunda depresión -vagar sin rumbo por las calles con cara de ida, etcétera. Después, tras robar a su familia, se mete a enfermera para, en el hospital, curar a los soldados del norte y torturar a escondidas a los del sur en su lecho de muerte. Y en esto que se encuentra con que un moribundo es Orry, general del Sur ni más ni menos, pero entonces ella, con tal de joder y llevar la contraria al mismísimo cosmos, le cura, le ayuda a escapar y, por si acaso se quedaba corta, asesina a la jefa de enfermeras y se mete a puta. Como no podría ser de otra forma en una serie norteamericana que pretende ser didáctica, al final muere en la horca, como Sadam. Con cara de gatito bueno, claro, arrepentida. A buenas horas.

Constance Flynn: Sólo merece la pena hablar de ella porque su padre y mamporrero, Robert Mitchum, en Churubusco poco menos que le ordena a George que se la folle ahí delante de él. Al final se casan. Es rica feliz y buena persona, es decir, una mosquita muerta y un coñazo. Y da más la nota fuera de la serie que dentro, pues es la mujer en la vida real de James Read, el sujeto que interpreta a George. Y llevan veinte años casados. Lo que suman dos millones cuarenta mil sobremesas tomando café y hablando del tiempo y enfermedades varias con brunette & blonde bondage matures a costa del bueno de James.

Ashton Main:  “Satanás metido a obispo en España” por Terri Garber (Dinastía y Santa Bárbara) Decíamos antes que la maldad en una historia de amor y lujo es mucha maldad. Pues bien, Ashton es más mala que la quina. Mala, mala, mala. Si decíamos que Bent hacía el mal al prójimo, Ashton comienza desde que era pequeñita puteando a más no poder a su propia familia. Su afición personal es tirarse a los prometidos de su hermana. Hasta que aparece Billy, al que parece que sí va a introducir dentro del perímetro del territorio marcado con su coño, pero que al final pasa el hombre. Entonces Ashton, dolida en su orgullo, se dirige rauda a la fiesta de graduación de los oficiales de West Point y se los tira prácticamente a todos en tandas de a diez, sin coñas. Y ya por fin satisfecha la calentura inicial, sigue follando y follando aquí y allá para persuadir a diferentes elementos sureños para que asesinen a Billy. Y mientras esto se desarrolla, se casa con un pobre cabrón y hace bueno su lema “Me siento incapaz de amar a un solo hombre. Si amas sólo a uno todos los demás se sentirán desilusionados y tristes (sic)”, es decir, su marido se convierte en el único ciudadano confederado que no consuma con ella. Como es costumbre en esta serie, al final se mete también a puta. En su caso para obtener fondos para la recontra causa, la de Bent, cosa que le da muy mal rollo porque ella está acostumbrada a hacerlo sólo cuando le apetece, que aunque sea mucho, no es siempre, por lo visto. Sumada esta circunstancia a que Orry, como cabeza de los Main, la repudia por ir difundiendo por el mercado y en la pelu que Madeleine es una negra e hija de puta, nada importa que no incida en del asunto con el láudano, Ashton termina sus días en el infierno sartriano, estar siempre con los tuyos, en su caso, atada a la pata de la cama en casa de su marido.

Billy Hazard: “Norteño casado con sureña” por John Stockwell (Santa Bárbara, Dinastía) y Parker Stevenson (Vigilantes de la playa, Melrose Place, Falcon Crest y Hotel) ¿Dos actores? Sí, el papel de Billy está cortado por ese patrón televisivo tan ochenteno de cambiar a un actor en mitad de la serie para interpretar el mismo papel. Billy es hermano de George, y un mojigato norteño soso, ñoño, típico de las regiones burguesas muy industrializadas… digámoslo claro: un catalán. La movida es que en uno de estos viajes de intercambio de fiestas echadas a perder por la política, George se lo lleva y el mozo se enamora de la hermana de Orry, montándose todo lo anteriormente citado por parte de Ashton. Cuando estalla la guerra, todas las escenas de Billy vienen a ser lo mismo: ejque mi mujer es del sur y no todos los del sur son unos charnegos de mierda, que pego leche, que te reto a un duelo al alba, etcétera. Conforme avanza la contienda, llegan noticias de la gloriosa liberación de los esclavos negros en el sur (fincas quemadas, mujeres violadas, plantaciones saqueadas, hambre, crimen, muerte… y casi, casi, bodas de homosexuales) el tipo coge, deserta, recorre no sé cuántos mil kilómetros, cena con la familia, hace uso de su esposa, ayuda a unos negritos buenos a construir una acequia o no sé qué paleolítico modo de ganarse la vida y vuelve, con dos cojones, a purgar su falta poniéndose en primera línea de batalla, algo que, como he dicho, supone encontrarse cara a cara con medio plantel de la serie. Mirarse fijamente ¡oh, ah! Violines, redoble de tambor, que explote algo al lado y, hale, a seguir matando güeros cada uno por su lado. Una cosa un tanto forzada, pero la única al parecer para lograr inculcar al pueblo americano el concepto de “guerra entre hermanos”.

Brett Main-Hazard: “Aquí están mis ovarios” por Genie Francis (Hotel, Lois & Clark) es la mujer de Billy. Durante la serie experimenta, como su marido, otra formidable mutación, aunque su apariencia física no cambia, de pimpollo puteado por su hermana Ashton, pasa a casarse con Billy, quedarse en la plantación durante la guerra y, cuando se quedan sin negros, con dos ovarios se pone ella a trabajar la tierra. Lo que por poco mata a su madre del sofoco.

Charles Main: “El llanero solterón” por Lewis Smith aka Alfredo Martín-Górriz (Melrose Place, Diagnóstico: asesinato) Otra mutación, de Charles Main a Charles Manson. Carlangas era un mozo del campo, alegre y jovial, pero huerfanito y pobre, como salido de la pluma de Mark Twain. Lo acoge la familia Main, que le cae mal porque en su bendita paranoia piensa que le tratan con condescendencia ¡a él! Que un día en el pantano se comió un sapo vivo delante de todos los niños del condado. Su rencor finalmente se disipa cuando, bajo la tutela de Orry, entra en West Point donde casualmente conoce a Billy, hermano de George y tal y cual. Destacar que durante la guerra se va envileciendo hasta convertirse en un asesino en serie. Incluso sus propios compañeros de armas confederados le llaman al orden más de una vez por si no se está pasando un poco. En el fondo, total, tampoco es para tanto, se limita a coger a los correos de la Unión meterles cuatro tiros y luego preguntarles cuál es su mensaje. O al revés. O a la vez. O sin preguntar. Charles también queda desparejado, y como en la década de los ochenta, pese a existir sexo entre familiares en muchas zonas de EE.UU, así como del agro español, los productores de la serie recelaron a la hora de liarlo con su tía, la madre de Orry, que es lo que sería más creible y realista, nos adoban una viuda en edad de merecer con la que consuma. Pero como la alegría dura poco en la casa del confederado, entre saqueos e historias, la viuda da a luz un precioso crío y muere. El niño se lo llevan unos familiares lejanos, lo que obliga a un Charles barbudo, anémico y de muy, muy mala hostia, a recorrer no sé cuántas millas a caballo para hacerse con él. Por sorpresa, la familia no pone objeciones en entregarle al crío según se topan con él por la calle. Pero la escena resulta chocante al espectador porque tal luce el aspecto de George tras la guerra que es como entregarle un recién nacido al Ángel Cristo de nuestros días para que lo cuide, alimente siguiendo la estrategia NAOS y dé una buena educación.

Grady: “Españolito medio” por Georg Stanford Brown (SWAT, Raíces) Se trata simplemente de un moreno que construye, por sus propios medios, una acequia. Lo cual enamora a otra negra, más sensible a quién sepa pescar que a quien venga con muchos peces, y una vez libertos la familia Main les endosa un rollo de multipropiedad a falta de sellos, por la guerra, para venderles un fondo de inversión.

Justin LaMotta: “Zaplana” por David Carradine (Kung Fu, Kung Fu: the movie, Kung Fu: La leyenda continua) Justino es uno de los mejores malos que jamás haya dado la televisión. Un hijo de puta con pintas. Y un hijo de puta con unos huevos como cocos de negros y peludos. Desgraciadamente, por culpa del Barcelona – Real Madrid me perdí su muerte. Y para más pesar tampoco pude ver al principio cómo lía a Madeleine para que se case con él. El tema es que este hombre se folla a todas las negras de su plantación. Y resultaría obvio describir cuál es el trato que le da a los negros varones. Valga, eso sí, como ejemplo en general, que se le escapa un esclavo y dice ¡que traigan a su madre! y a latigazos con ella, le arranca las palabras a los demás negros: “pero, pero, pero ¡en la cara no! por el amor de Dios”. Bajo el mismo techo, la vida con Justin no es más agradable. A partir de un día en que Madeleine tiene la feliz idea ¡de hablar en público! la trata de dos formas, o bien la coge por la cabeza con todas sus fuerzas y la arroja a las escaleras como si fuese una pelota a un cuerpo adherida, o bien se quita el cinto, la pone fina y encierra en su habitación tres o cuatro días. En estas circunstancias, normal que Madeleine sólo encuentre socorro y comprensión en el pringadete de Orry, que entre lo cojo y lo borderline se había quedado para vestir santos. Pero Justino lo descubre y se hace con la droga más dura del lugar, láudano, para tenerla en casa quieta ¡coño! de una puta vez. Madeleine llora mucho y las negritas que la visten todas las mañanas durante tres o cuatro horas la miran con ojos vitriólicos. Un imberbe Sean Penn embetunado hubiera dado muy bien el pego en ese papel. Pero por si acaso, Justino asesina a la ayuda de cámara, algo tan doloroso a día de hoy, chicas, como si os tiran por la ventana epilady y se rompe en mil pedazos. Al final Orry decide salirse con la suya y esconde a Madeleine en su mansión, pero estalla la guerra y con mucho dolor, Orry ha de partir. Y en esto que no ha cabalgado medio condado y a Justino le ha faltado tiempo para quemar toda la plantación de algodón de los Main, madre de Orry incluida, y llevarse a Madeleine para su casa cogida de los pelos. Luego parece que Orry da media vuelta y ajusticia al pequeño saltamontes, pero como digo, no lo vi, el fútbol llenó mi vacío existencial esa tarde noche de sábado.

“Me cago en dios te voy a dar yo a ti tanto de que pamela y de que pamela”

Pupurrí: El resto de personajes bien merecen un repasito por encima. En primer lugar, la madre de Orry. No sólo prende fuego Justin a su plantación con ella dentro, las tropas confederados le roban toda la comida y tiene que ver cómo su hija faena el campo. El horror. En el momento más bajo, dice una frase que se presta a meditar sobre la miseria: “podrán habérmelo quitado todo, pero hay algo nunca me podrán arrebatar: mis recuerdos”. Te tienen que quedar muy pocas cosas para conformarte con tus recuerdos. Y su suerte no mejora en toda la serie. Resulta que con la liberación de los esclavos aumenta el paro considerablemente por la pérdida de sus empleos de los esclavos y los capataces de los mismos. En Norte & Sur, por medio de una pirueta histórica como de broma, ambos gremios se hacen amigos y van por los caminos dando mal, es decir, como he dicho mil veces, prendiéndole fuego a las cosas. La banda de Forest Whitaker es la que va a saquear la mansión de los Main –en pie porque los soldados del Norte no se atreven a quemarla ya que la madre de Orry se planta en la puerta y dice que antes la queman a ella (como ya tenía la costumbre por lo de Justin…), y como venían cansados del frente, ponerse a quemar viejas no era plan para los burguesitos de Boston- pero sí para los parados del sur que la cosen a tiros. Caballeros de extrema derecha con los que he tenido el gusto de conversar, dicen con el ceño fruncido que el Kuk Kux Klan tiene su origen en partidas que organizaban los campesinos del Sur, que se encontraron desbordados por esta delincuencia de tanto negro suelto por ahí. Algo que por lo visto dignifica o explica eso de coger a un ciudadano de color en 1943, crucificarle boca abajo y prenderle fuego delante de sus hijos, como todo el mundo podrá deducir a la primera. Y por ahí también tenemos a Lincoln, caracterizado por los maquilladores de la Hora Chanante, que sólo sale para impartir doctrina capelliana: estamos en la guerra para ganar, nadie dijo que fuera a ser bonito, etcétera.

“Hijo de puta, hay que decirlo más”
Por otro lado, tampoco se puede dejar de nombrar a los familiares de George. Su hermano y santa esposa, que mientras el otro está en la guerra, prisionero, pasándolas putas, ellos se ponen a producir con la Fundición Hazzard cañones empleando metales de baja calidad, por lo que explotan en la cara del artillero. Cuando a George se le había pasado el disgusto de la acusación de sodomía ¡zas! se encuentra con ésta. Y también hay una negra, Semiramis, que es violada por un blanco y al final se casa con Grady por una mezcla de pena y escasez. Por último, darle las gracias al Canal Cosmopolitan por esta feliz reposición. Pedir que por favor pongan la tercera la parte, sobre la posguerra. Y ya sólo quedaría subrayar que Norte & Sur fue una serie revolucionaria en todos los aspectos, no sólo por aspirar a tanto como superproducción, sino por recrear hermosas batallas de la Guerra de Secesión americana en la que cuatro de cada cinco extras llevan mullet y ojeras jamarosas. Optimización de recursos en tiempos pretéritos que podrán emularse, pero nunca volver tal y como fueron.казан биол отзывыаудит сайтов


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  1. Comentario de Otto von Bismarck (10/05/2007 19:55):

    Claro que sí. Si escribe un artículo tan bueno habra los comentarios para que se lo digamos. ¿Ha pensado en editar un libro tipo: Obras monumentales de Álvaro? Por un peñazo de leyes y medios de comunicación de andres y guillermo no doy ni un real (aunque no dudo que lo valga) pero por estas obras inmprescindibles para entender occidente… eso es otra cosa.

  2. Comentario de Otto von Bismarck (10/05/2007 19:56):

    Abrir con h, e inmprescindible ¿podria editar mi comentario para evitar la infamia?

  3. Comentario de El Hijo de Strepto (10/05/2007 20:55):

    Me he reido una barbaridad..

    De verás muy buena serie de batallas y a la vez un culebrón venezolano escrito con los pies…

  4. Comentario de Un pajarito sin cola (10/05/2007 23:01):

    Exijo una explicación del “Chau chau” de MTC.

    Grande el Getafe, graaaande.

    Cuando tenga tiempo, me leo este ladrillo.

  5. Comentario de Danuto (10/05/2007 23:01):

    Qué grande. En todos los sentidos. Joder.

  6. Comentario de Os-K-r (11/05/2007 03:01):

    INCREIBLE XD

    me he partido de risa…

  7. Comentario de Otis B. Driftwood (11/05/2007 12:16):

    Mira que me gusta esta serie, pero me he partido de risa con tu reseña-reportaje. A ver cómo hago yo ahora la reseña “seria” que tenía planeada. Me condenas al bartlebysmo más miserable, cabrito… X-D

    Una cosa se te ha pasado, imperdonable: Se te olvidó decir que Madeleine, a pesar de todo, estaba que reventaba de buena.

    Saludos.

  8. Comentario de Islamoprogre (11/05/2007 14:21):

    Pues hombre, dejando de lado los excesos melodramáticos la serie, que no he visto jamás, parede atrayente pero:

    A.- Como muchísimas representaciones del pasado que van más lejos del siglo XX presenta un exceso de personajes pertenecientes a la élite entre los protagonistas (si es que no los son todos), ello da como resultado una imagen deforamda del pasado. Por ejemplo en la guerra civil americana la mayoría de los que diñaron o se pasaron el resto de su vida paseando los muñones que le dejó una bala de cañón en Gettysburg eran pobres mataos que no habían tenido un esclavo en su vida, y que luego lo tuvieron muy chungo para arar con una sola mano la parcelita de tierra con la que antes sobrevivían. Idem para los nordistas. ¿Cuántos de los que luchaban contra la esclavitud venían de echar sus doce horitas diarias en la fábrica? ¿Cuantos eran irlandeses, italianos o alemanes recién llegados a los que concedieron la ciudadanía a cambio de luchar en una guerra que le importaba una mierda? Y los ricos podían evitar el servicio a cambio de 300 dolares del ala, (como habreis visto en Gangs of New York). Esto se explica porque siempre resulta más interesante un personaje que sabe leer y escribir y tiene ideas complicadas, aparte de acceso a ciertos ambientes selectos, pero como digo la historia se deforma, por muchos secundarios pobres que se metan.

    B.-Espero que la serie no caiga en el enfoque sentimentaloide de “la guerra la perdimos todos, y hubo muchos muertos, y la gente sufrió mucho”. Aunque haya gente que sea incapaz de creerlo, en las guerras no siempre, pero muchas veces, hay bandos moralmente superiores a otros y hay que tomar partido alguno. Una vez hecho esto es cuando se hacen todas las matizaciones que se quieran. Sí, lo digo por usted querido lector de Pío Moa, que se queja de que la izquierda ha abandonado el espíritu de la transición, porque usted también lo ha hecho. Su lema si es coherente debería ser “La culpa de la guerra fue exclusivamente de los putos rojos, y el bando nacional eran los buenos”. Luego ya puede contar que eran otros tiempos y que usted no comparte el ideario franquista pera comprende que bla bla bla…

    Y como dices si sera completamente imposible hacer una serie sobre la guerra civil de este país que a “Cuéntame como pasó” se la acusa al mismo tiempo una apología de comunistas terroristas y al mismo tiempo de tener a Imanol Arias con el brazo levantado (Cuando no es más que transición spirit con denominación de origen). De “Amar en tiempos revueltos” me niego a hablar, que con decir que usan a actores de Al Salir de Clase esta todo dicho.

    PD:Una pequeña crítica Álvaro, limita un poco las referencias culturales y humorísticas que metes en cada frase, que a veces se olvida uno de que estabas hablando.

  9. Comentario de Alejandro (11/05/2007 17:25):

    IMPRESIONANTE…

    Bueno; digamos que, “como siempre”, un artículo impresionante. Me recuerda al día en que, casualmente, encontré LPD hace ya casi cinco años; ¡no podía contener las carcajadas, y os de la oficina me miraban como si me hubiese vuelto loco! :) Pues esto, experiencia mediante, ha sido casi igual -casi, pues ahora ocupo despacho propio y las carcajadas han sido más discretas, aunque igualmente irrepremibles.-

    Fíjate que yo no llegué a ver “Norte y Sur”; pues casi casi me dan ganas de verla, para reirme aún más al relacionar la serie con tu semblanza. ¡Gracias por hacernos pasar tan buenos ratos, y tan impecables intelectualmente !

  10. Comentario de Limeño (11/05/2007 18:20):

    Recuerdo vagamente (porque no quiero insistir) esta serie de mi infancia como un truño insoportable (yo esperando guerra y más guerra y aquello no fructificaba) pero leo ahora tu artículo y me está apeteciendo volver a verla. Comprensible, con tanta pelandusca en el guión.

  11. Comentario de faibistes (11/05/2007 22:04):

    Me había llevado un susto con el cierre del blog. Mi vida había perdido sentido y ni el más selecto porno alemán de cuero y mazmorras podía llenar el hueco que había dejado usted en internet. ¿ El cierre tiene que ver con el blog de fútbol? Porque a un servidor, desde que no está Clemente, el fútbol ni fu ni fa. Vamos, que no podría decir más de dos o tres jugadores del MEMYUC.

  12. Comentario de Guillermo López (12/05/2007 01:02):

    Yo sólo quiero decir que la entrada me parece, como de costumbre, cojonuda. ¡Incluso quiero ver la serie!

  13. Comentario de O rei (12/05/2007 11:03):

    ¿Blog de futbol? ¿Alguien me puede informar al respecto?

    Gracias

  14. Comentario de Álvaro (12/05/2007 16:08):

    Gracias por las aclaraciones Islamoprogre, supongo que tienes razón, pero en los tiempos de Dinastía, Dallas, Falcon Crest, Santa Bárbara, etcétera, pedirles que hicieran algo que no fuera amor y lujo es mucho pedir.

    Pajarito, cierro MTC para abrir en un futuro otro blog. No sé cuándo. Pero lo haré.

    El blog de fútbol: http://www.areopago.es/blogs/fumbol/

  15. Comentario de chupacadabra (13/05/2007 00:52):

    Faibistes, no leer el blog de la Erre Bebé porque no te gusta el fútbol es como no leer Moby Dick porque no te interesa la caza de cetáceos. (Y al que piense que exagero con la comparación, que le folle un ídem)

    Madeleine estaba como para ponerla, no un piso ni una plantación de 3mil acres, sino un Estado de la Unión a ella sola, pero la verdadera culpable de que, en el primer intermedio, algunos nos encerrásemos en el cuarto de baño y saliésemos cinco horas más tarde estrábicos, deshidratados y con la espina bífida, era el putón de Ashton y sus melones gangrenados (por el apretón del wonder-corpiño).

    Esto es de sombrerazo:

    “…como esos chicos con siete hijos a los dieciséis años que guarnecidos tras una melena y una barba ermitañas ejecutan solos de guitarra de veinte minutos en honor del parte meteorológico local, normalmente anticiclónico.”

    http://clients.oznet.com/cedarcrest/boa_03.jpg

  16. Comentario de Álvaro (13/05/2007 16:19):

    Jim Dandy y sus Black Oak Arkansas, casi nada…

  17. Comentario de erjudas (14/05/2007 10:47):

    impresionante articulo………..descojone total!

Comentarios cerrados para esta entrada.

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