Joaquín Sabina

“¡Que se mueran los ricos!” 

No se asusten. Que Joaquín Sabina aparezca en la sección de música no implica que en La Página Definitiva nos hayamos vuelto locos. Somos conscientes de que Sabina no tiene ni idea de música, de que apenas sabe tocar unos acordes de la guitarra, de que no tiene unas nociones básicas de composición musical y de que en el escenario se dedica a repetir siempre el mismo concierto. Pero, a pesar de todo, graba discos de canciones, lo que nos lleva a incluirle en esta sección, pidiendo perdón por la ofensa que les puede suponer a los que comparten apartado en LPD con el andaluz.

Joaquín Sabina empezó a componer y cantar canciones porque prácticamente no sabe hacer otra cosa (lo que ya es triste, dadas sus limitaciones en “su” terreno) y porque es demasiado vago para trabajar (no destaca tampoco en su trabajo de compositor por su productividad). Dados sus primeros pasos, y tras traicionar a quien hiciera falta para triunfar, Sabina llegó al estrellato en los primeros años 90 cuando grabó “Y nos dieron las diez”, una ranchera que le abrió las puertas del éxito y que le convirtió en lo que es ahora: en gurú de sentimentaloides rápidamente impresionables por unas letras facilonas y una actitud falsamente provocadora.

Detengámonos, en primer lugar, en esto último, en su actitud. Joaquín Sabina presume siempre de ser un tipo legal, que dice lo que piensa y que no se calla ante las injusticias. Pero… Sabina consiguió abrirse un hueco en el Madrid de la movida gracias a Javier Krahe, un cantautor con el que realizó una larga serie de actuaciones en La Mandrágora. Se dieron a conocer en aquellos ingenuos años 80 porque Krahe cantó “Marieta” en TVE (la canción en la que se repite la palabra “gilipollas” ad nauseam, lo que provocó un auténtico revuelo entonces). Krahe, auténtico cerebro brassensiano del invento, se quedó estupefacto (por no decir otra cosa) cuando su protegido, un par de años después, aceptó darle el beso de Judas: TVE emitió un concierto de Sabina a condición de que éste accediese a eliminar la única canción que cantaba en esa actuación Krahe, “Cuervo ingenuo”, una crítica a Felipe González y su promesa incumplida de no meter a España en la OTAN. Sabina, como decimos, aceptó aquello, Krahe comprendió de qué tipo de calaña era el amigo Joaquín, el trepa que tenía muy clarito lo que quería. Desde aquel momento, TVE se deshizo de Krahe y se volcó con Sabina, emitiendo, por ejemplo, cualquier videoclip suyo incluso antes de ser un superventas (ejemplo: vídeo de “¿Quién me ha robado el mes de abril?”).

Mientras, Sabina sigue escribiendo canciones para diversos grupos, en especial para Gurruchaga (“Corazón de neón”, “El huevo de Colón”), algunos versionean sus temas (Antonio Flores con “Pongamos que hablo de Madrid”, una canción sobre el estupor que le produce a un paleto estilo Paco Martínez Soria la llegada a la gran ciudad), y el éxito llega con Física y química, un producto comercial muy estudiado en el que Sabina alterna las baladas románticas (“Peor para el sol”, “A la orilla de la chimenea”) con sus canciones de enumeraciones (“La del pirata cojo”, “Todos menos tú”). Sin olvidar, claro está, su pose de individuo autoproclamado de izquierdas que se ríe de todo, incluso de la existencia de un problema como el SIDA (“Pastillas para no soñar”: “Si lo que quieres es vivir cien años / no lo hagas nunca sin condón”).

Este disco sentó la fórmula mágica del cantante (?), que repetiría hasta la saciedad, una especie de recetas o clichés fijos que le permitirán crear canciones con el mínimo esfuerzo posible. Éstos son los patrones:

– Canciones basadas en la enumeración aleatoria de elementos que se supone que tienen relación entre sí. No obstante, esta relación la pone cada uno, porque, la verdad, es que no tiene mucho sentido. Es como si decimos: “coche, noche, chica, polvo, amanecer, cama solitaria, frustración”. Vamos, un mensaje muy claro. En ocasiones, se utiliza la anáfora. Lo único que hay que hacer es rimar para que quede todo bien: “Todos menos tú”, “La del pirata cojo”, “Es mentira”, “Seis de la mañana”, “Ahora que”, “Noches de boda”, “Ruido”, “Más de cien mentiras”, “Esta noche contigo”, etc.

– Homenajes a amigos, especialidad de la casa. Como la inspiración sin trabajo nunca llega, pues a lo fácil: “Por el bulevar de los sueños rotos” (a Chavela Vargas), “Mi primo El Nano” (a Serrat), “Yo quiero ser una chica Almodóvar” (al manchego). Aquí se incluye una variante, la de grabar canciones con amigos a los que dice querer: “Viridiana” (Los Rodríguez), “La casa por la ventana” (Pablo Milanés), “Noches de boda” (de nuevo Chavela Vargas), etc.

– Canciones rap, para demostrar que puede hacer de todo, aunque siempre opte por el rap para probar su eclecticismo: “No soporto el rap”, “Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o'”, “Rap del optimista”.

– Canciones pretendidamente existenciales, sobre su vida: “A mis cuarenta y diez”, “Tan joven y tan viejo”, “Esta boca es mía”, etc.

– Y otro asunto es su asistencia a la rima fácil y recurrente: por ejemplo, la rima “noche / coche” la utiliza en varias canciones, como “Esta noche contigo”, “Aves de paso” y en unas cuantas más (se lo proponemos como ejercicio, ya verá cómo hay más).

Pero lo que más molesta de Sabina es su pose de defensor de la verdad. A ver si algunos ejemplos nos ayudan a pensar.

– En un concierto celebrado en Valencia, Sabina se despidió diciendo: “¡Que se mueran los ricos!”. La multitud que aplaudió el gesto como acto rebelde no se paró a pensar en el precio elevado de la entrada de ese concierto.

– En una entrevista, también dijo: “Yo nunca me preocupo del dinero que tengo”. Otra tontería más de quien está forrado y hace como que no tiene un duro.

– Sus conciertos son auténticos calcos. Siempre las mismas canciones y una escenografía sin sentido y unas pocas bromas que intentan presentar a Sabina como un genio en el escenario (siempre la misma bromita: Sabina corre delante de un tipo vestido de policía dando dos vueltas al escenario).

– Apologista del consumo de drogas, del sexo sin condón, del vivir al límite hasta que el cuerpo aguante, el individuo que le envía un cartón de tabaco a Santiago Carrillo al hospital tras sufrir éste una insuficiencia respiratoria, el que tan pronto pide el voto para Izquierda Unida como para el PSOE (acabará pidiéndolo para el PP, y si no, tiempo al tiempo), este sujeto es el que critica a Sardà diciendo “es basura porque ofrece un modelo nefasto para la sociedad”. Toma ya.

– Y, por cierto, critica a Sardà porque éste no le lleva a Crónicas Marcianas a promocionar sus discos, y porque la crítica a Sardà le da publicidad. Sabina es un ser ávido de figurar.

– Tras destrozarse la voz por el tabaco, el alcohol y las drogas, graba “19 días y 500 noches”, y asegura que “siempre había tenido la misma voz, pero en este disco me atreví a cantar sin falsearla”. Claro, y todos nos chupamos el dedo.

– Sabina se cree el eterno adolescente. Y para este disco graba un videoclip en el que emula, sin reconocerlo, el Don’t Look Back, el documental que hizo Bob Dylan con DA Pennebaker. Dylan entonces no llegaba a los 25 años, mientras Sabina superaba los 50, intentado parecer un chiquillo travieso. El espectáculo es lamentable.

– Y no nos olvidamos de que Sabina es tan enrollado que en sus conciertos saca una foto de Krahe en plan “mea culpa”. Vale, pues prodúcele un disco.

Con todo, Sabina está de capa caída. Publica un libro de sonetos infame, asegura que trabaja mucho (cuando la verdad es que tampoco publica demasiados discos para la cantidad de horas que dice trabajar) y ahora vuelve a recaer de sus problemas de salud por desobedecer (un valiente como es él) a sus médicos. Si lo que quieres es vivir cien años, desde luego, no vivas como Sabina. Y si lo que quieres es ser mínimamente inteligente, desde luego, tampoco lo tomes como modelo. Si Jacques Brel levantara la cabeza…позиция сайта по запросучугунная сковорода с керамическим покрытием


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