Dire Straits

When yuppies go to hell

La historia de Dire Straits es la historia misma del aburrimiento. El grupo de la generación yuppie se ha caracterizado, desde sus comienzos, por su pesadez y reiteración. Y por hacer, además, gala de ese aburrimiento, lo que les ha llevado a ser considerados una de las más grandes bandas de rock de los 80. Esta consideración no es un gran mérito, habida cuenta de cómo estaba el panorama rock en esa época, en que la administración Reagan catalogó a todos los músicos rock de depravados sexuales que se dedicaban a pervertir a los adolescentes. En un período de auténtica caza de brujas para el rock, vender muchos discos no era un síntoma de calidad: era, sencillamente, síntoma de haber asimilado el mensaje del eje Reagan-Thatcher. Dire Straits lo hizo; y se convirtió en el grupo que escuchaban todos los yuppies de corbatas amarillas de los 80.

Pero esto no es del todo casual. En absoluto. El líder de la banda, Mark Knopfler es un tío que aburre hasta a las vacas. Y únicamente hay que leer su biografía para darse cuenta de ello. Este escocés nacido en 1949 fue profesor en el Loughton College de Essex, un trabajo que consigue a principios de los 70, nada más graduarse en filología inglesa. Es decir, que el tío no pegaba ni chapa. Un trabajo de profesor, recién licenciado, y, por el contrario, todas las biografías oficiales destacan que Mark Knopfler, el pobrecito, lo pasó fatal durante más de diez años, porque padeció muchos apuros económicos para abrirse un hueco en el panorama musical. Es decir: un tío que es profesor, que lleva a cabo un trabajo con tantísimo tiempo libre que le permite el capricho de montar numerosas bandas de rock, y que encima se queja por sus problemas económicos simulando ser una especie de Oliver Twist. Ni que se hubiera tenido que prostituir. Y para más inri, en una entrevista, recordando sus inicios, llegó a declarar: “He tenido unos veinte oficios y ninguno puede compararse. El peor de todos ellos, el más duro, fue el de profesor. Era como estar encima de un escenario continuamente”. O se trata de un error del que transcribió la entrevista, que escribió “profesor” en vez de “camarero”, o Mark Knopfler tiene un morro que se lo pisa.

Pero la cosa no acaba aquí. Después de pasarlo tan mal, y para aumentar su mitología de los “tiempos difíciles”, a finales de los 70 Knopfler monta su grupo llamado “Dire Straits” (que significa algo así como “pasarlas canutas”), para que no olvidemos, en un futuro, el sufrimiento y el sacrificio de este hombre en beneficio de la música. A partir de ese momento, y completamente ajenos al movimiento punk de la época, Dire Straits empieza a grabar una serie de discos, a cada cual más aburrido, en que se destacan las aburridas cualidades de su líder:

– su aburrida y limitada manera de tocar la guitarra. Knopfler siempre se ha vendido como un virtuoso, cuando tiene un registro muy limitado, no es especialmente rápido y carece, por todo esto, del virtuosismo de cualquier auténtico “guitar hero”. Por mucho que se diga lo contrario, Knopfler no es uno de los mejores guitarristas de la historia.

– su aburrida manera de cantar. Knopfler imita la voz nasal de Bob Dylan, y canta como lo hace el peor Dylan: siempre con los ojos medio cerrados, en un gesto de aburrimiento eterno, y con una monotonía en la voz que anticipa la pose nihilista de la escena “alternativa” (?) del rock de los 90.

– sus aburridas letras. Las canciones de Knopfler son tontorronas hasta el límite, carecen de cualquier elemento de ironía o crítica, están vacías de contenido, por no hablar de sus canciones de amor, llenas de clichés y tópicos. Lo que a veces se ha querido ver como una burla de la generación yuppie no es más que su integración en este grupo: Dire Straits estupidiza sus letras para acceder a las mentes más vacías e inocuas.

Estas características alcanzan su máxima expresión con el disco Brothers in Arms (1985), que llenó de aburrimiento las listas de ventas al estar un montón de semanas en lo más alto del “hit parade”. Dire Straits llegaba a Brothers in Arms tras una esforzada carrera, con discos como Alchemy, el directo más aburrido y sobrevalorado de la historia. Brothers in Arms marcó toda una época: fue la banda sonora de los yuppies, aquel grupo social de tiburones de las finanzas de los años 80 que fueron la imagen de marca del feliz reaganismo. Todos los yuppies escuchaban sin parar las canciones de Brothers in Arms. Porque el disco tenía de todo:

– una baladita de amor carente de sentimiento, pero con un sonido muy evocador, para pensar en ese amor imposible que todo yuppie tiene, esa mujer que se resiste a los impulsos sexuales del triunfador del mercado de valores : “So Far Away”.

– un tema de “rock duro”, al estilo particular de Dire Straits, con una guitarra tan monótona como imitada hasta la saciedad: “Money for Nothing”. La letra, además, no tiene desperdicio, todo un himno a los yuppies (“Dinero por no hacer nada, y chicas gratis”) en que toda la mitología urbana de la época (los hornos microondas, la MTV) actúan como metáfora de una loa a la cultura del dinero fácil.

– canciones “con mensaje”, con un mensaje general, que habla de paz, de amor, de hermandad, algo tan vago como el “We Are the World” (de la misma época, por supuesto): “Brothers in Arms”.

– cancioncita fácil de tararear: “Walk of Life”. Knopfler repetiría el sonido hasta el aburrimiento en canciones posteriores, como “Cannibals”.

– el resto de las canciones se mueven entre el prototipo de la futura world music (“Graceland” de Paul Simon es también de esos años), como “Ride Across the River”, las canciones melosas (“Why Worry”, “And Your Latest Trick”), la falsa denuncia, inocua y vaga (“The Man’s Too Strong”) o la nueva visión de los sonidos más clásicos (“One World”).

Tras Brothers in Arms, Dire Straits se secó. Knopfler fue de proyecto en proyecto tratando de encontrar la continuación de una fórmula que él mismo agotó y embarcándose en aventuras disparatadas. El único refugio comercial lo ha encontrado en el campo de las bandas sonoras, un sector agradecido para la música de ascensor que tan bien sabe componer el escocés. Futuros discos de Dire Straits (On Every Street) o de Knopfler en solitario (Sailing to Philadelphia) no hacen más que copiar el patrón de Brothers in Arms mientras no paran de salir recopilatorios o discos ocultos de los primeros años de los Dire Straits. Y Knopfler no puede ocultar su aburrimiento. Como gurú cultural de la generación yuppie, ha llegado a declarar: “El éxito es fantástico, se lo recomiendo a todo el mundo”. Gracias, Mark. Mañana lo probaré a ver qué tal es.продвижение и поддержка сайтовпродвижение сайтов в социальных сетях


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