Las vacaciones estivales
Propuestas para el veranito.
Malgaste su tiempo y dinero con nuestras propuestas estivales
En vista de que algunos de Ustedes no tienen nada que hacer en verano, ya que seguimos teniendo millones de visitas cada día (y no nos creemos que todos vean nuestra página desde la oficina trabajando), en la Redacción de LPD hemos pensado en pensar por Ustedes (toma redundancia) en qué pueden malgastar su tiempo durante este periodo vacacional, puesto que, como hemos observado que en miles de páginas de la competencia dan ideas para realizar actividades y buscar nuevas sensaciones durante el estío, nosotros no vamos a ser menos. Así que cojan papel y lápiz (también pueden copiar y pegar, que es más fácil), y apunten, que nuestras recomendaciones seguro que no serán tan cursis.
Festivales de Verano: sin duda alguna, es lo que más está de moda últimamente. Los hay de todos los estilos: música, teatro minimalista, cine andorrano, danza clásica, poesía rusa, cocina… (creemos que todavía no existen Festivales de sexo, al menos a lo grande, así que a ver si algún lector sabe de alguno y nos manda la publicidad).
Sin embargo, suelen ser los de música los que más gente reúnen, dado el carácter minoritario del resto (“de autor” o “underground”, los llaman algunos). Dado que no hemos estado en ninguno de los anteriores excepto los musicales, nos centraremos en estos últimos.
Ante todo, conviene saber que los conciertos suelen ser la opción estrella, y suelen dedicarse a los más variados estilos musicales, formando un poutpourrí de lo más raro que uno pueda observar. Rock, heavy, pop, carpa techno-dance, flamenco, … aquí se mezcla todo, puesto que la cuestión es beber mucho y hacer el payaso un rato, sin importar mucho los medios.
Por supuesto, la única manera rentable de hacer caja siendo capaces de mantener ocupados dos escenarios distintos durante tres o cuatro días es:
a) cobrando entre 8.000 y 12.000 pelas por la entrada y 800 pesetas por cada botella de agua mineral,
b) contratar al grupo-anzuelo famoso de rigor de los del Top 40,
y c) hacer que el resto sean 500 grupos de lo más archiconocidos en su casa a la hora de cenar.
Por eso, los escenarios se vacían cuando el conjunto de moda termina la actuación, y es cuando empieza la maravillosa vida real de los Festivales: casetas para hacerse piercing, tatuajes, alcohol a mansalva, sexo, … en fin, lo que hace la juventud cada día pero más a lo grande, al más puro estilo hippie. Claro, que si van a uno de estos Festivales, no cometan locuras raras, porque el 99% de la gente se arrepiente después (ya saben, “la tía estaba tan buena que no pude decir que no cuando me propuso ponerme un pendiente en mis partes bajas, y luego practicar un poco el sexo con su doberman…”). Están avisados.
Turismo rural: Esta forma de diversión comenzó su andadura allá por comienzos de los ’80, aunque el auge no comenzó hasta una década más tarde, cuando la gente más chic y chachi que nutría la alta sociedad puso sus miras en el campo, en vez de en los gimnasios y los centros de cirugía estética (ahora es cuando el resto de los mortales empezamos a descubrir estos antros, el populacho siempre con retraso respecto a la “jet set”).
El objetivo primordial es la relajación total, evadirse del mundo contaminado y lleno de rascacielos de la gran urbe, y descansar de la tensión acumulada durante el año. ¿Y qué mejor forma de encontrar nuestro karma personal y paz espiritual que irnos al monte, donde sólo habitan cuatro pueblerinos y cinco ardillas, todo lleno de pinos y naturaleza en estado más libre, a lo National Geographic? ¿No busca todo el mundo ser una especie de Willie Fogg, tener miles de aventuras con osos enormes, serpientes peligrosísimas y sentirnos por una temporada como Félix Rodríguez de la Fuente (“avanza el lobo, assstuto, asstuto…”)?
Pues se equivocan. Indiana Jones no existe, y de jungla y aventuras sólo queda (y cada vez menos) el Amazonas, así que si ésta esto es lo que eligen, no sean hipócritas y lleven a mano lo siguiente: el teléfono móvil por si se aburren, un botiquín tamaño XXL, un buen coche 4×4, la Visa Oro for if the flies, y latas de Dia-Cola a tutiplén. El campo, señores, no se engañen, ya no es lo que era.
Parques temáticos: si lo suyo son las emociones fuertes, no lo dude, ésta es sin duda su opción. Aquí tendrá infinitas posibilidades de divertirse con las numerosas atracciones que estos lugares ofrecen. No pensarían que en nuestro país, fuente inagotable de originalidad y brillantez, nos íbamos a quedar sin tener nuestros propios DisneyWorlds y demás, ¿verdad? ¿O se pensaban que las reuniones que mantenían el Señor Aznar y Bush, presidente del Mayor País Exportador de Inutilidades Varias, trataban sobre los escudos antimisiles y demás memeces?
No, claro que no, allí se discute qué nueva gilipollez se le ocurre a los yankis para traerla aquí lo más pronto posible. Así que, por un precio módico, empiece a disfrutar, pero de verdad: ¡Montañas rusas con gente vomitando! ¡Niños y niñas asquerosos molestando y montando un griterío de no te menees! ¡Helados derretidos y refrescos por 1.000 pelas! ¡Colas kilométricas para las únicas atracciones divertidas! ¿Quién dijo que la vida no es en sí misma toda una aventura?
Playa: qué decir de esto que no se haya dicho ya. Desde que Alfredo Landa nos descubrió a las suecas hace 35 años, nada ha vuelto a ser igual. Opción más o menos barata (depende del lugar, por supuesto), aunque sólo tiene dos alternativas durante mes de entancia: quemarse al sol cual barbacoa y pillar cáncer, o emborracharse en busca de alguna guiri con la que pasar las solitarias noches de la “movida” de la costa.
Deportes de riesgo: es la cara B del turismo rural y, aunque algo más arriesgado, sí que merecen la pena. Con múltiples variantes: rotura del peroné haciendo escalada, ahogarse con el surf o el rafting, abrirse la crisma con el puenting, volar haciendo paracaidismo, y demás. Eso sí, háganlo en compañía, porque de alguien habrá que reírse, no sólo de Usted, y además, en caso de accidente siempre es bueno tener algún conocido con el que compartir en el hospital.
Quedarse en casa: la Opción, con mayúsculas. ¿Se imaginan un mes sin vecinos molestos, con la gran urbe vacía para Usted, sin tanto ruido ni polución, piscinas vacías, y con un montón de extranjeras dispuestas a que se les explique la “cultura” y el “arte” de su ciudad? Bof, ésta es la mía. �
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