Capítulo 3.- El hombre metrosexual

La muerte del macho ibérico

La palabra metrosexual es un neologismo de reciente implantación en el lenguaje de los medios y, en especial, en el sector de moda y manicura. Casi nadie utiliza este vocablo en su vida ordinaria, razón de más para que parezca que ya lo recogió Nebrija en su ‘Gramática de la Lengua Castellana’. No se inquiete lector. Lectora, no lance fuegos artificiales. Tranquilidad también, opciones intermedias. En este caso ‘metro’ hace referencia a metrópolis y no a una gozosa mutación sólo posible en caso de ser mordido por una araña expuesta a radiación o a un doloroso estiramiento con cuerda y yunque.

Además, en caso de que hablásemos de tamaño, seamos honrados, la palabra sería ‘decímetrosexual’, que una cosa son los habituales veintiún centímetros que puede lucir cualquier lector, colaborador o responsable de La Página Definitiva, y otra las fantasmadas.

El hombre metrosexual responde al modelo de tipo urbano, profesional liberal, con dinero, narcisista aficionado al gimnasio, las cremas y los cortes de pelo caros; le gusta la moda, no duda –si es necesario- en pintarse el pelo, las uñas y lo que haga falta. Le encantan las compras y es capaz de asesorar a las mujeres en ese aspecto. Sobre todo, se encanta a sí mismo y a su espejo. Paradójicamente, se trata de un heterosexual. Para que sea considerado metrosexual tiene que tener otra característica indispensable: jamás debe acercarse a un libro, esos engendros de celulosa.

Salvo en su alergia a la literatura, en España no hay nadie que responda a este modelo. Lo más aproximado sería un auditor neurótico y divorciado de 40 años o un treintañero que vive con sus padres mientras estudia tercero de filosofía y letras (con algunas asignaturas de segundo).

– “Entonces esta gente vive en ciudades cosmopolitas por excelencia, como París, Londres o Nueva York”.

Se equivoca usted en ese punto. La metrosexualidad es un inmenso anuncio, como se diría ahora, transversal, un modelo inventado por las agencias publicitarias que beneficia a numerosas industrias: cosméticos, ropa, centros de belleza, gimnasios, restaurantes, grandes almacenes etc. Este modelo trata de reflejar al tipo de hombre que no duda en mostrar su lado femenino, lo que da una idea del concepto que tienen los publicistas acerca de las mujeres. Con la excusa de la metrosexualidad se puede vender cualquier cosa de diseño, por lo que el concepto resulta ideal ideal de la muerte. Se coge la parte de la sensibilidad femenina más frívola y rentable para el mercado, se le añaden cuatro ideas políticamente correctas y media docena de principios de la venta por correo y… voilà, he aquí el autómata que nos hará ricos sin plantear problemas, ya que lleva implantado un pequeño programa de analfabetismo funcional. Todo este proceso tiene el objetivo de crear lo que parecía imposible: un tipo que vaya de compras.

Con esto, y teniendo en cuenta que los niños ya compran a través de sus padres, a la mercadotecnia ya sólo le queda un obstáculo para conseguir crear la gran sociedad mercachifle: los muertos que vayan de compras (todo se andará, y en eso están algunos genetistas y los responsables de la industria criogénica). Como todas las imposiciones ‘desde arriba’ de la corrección política, este modelo se va extendiendo, ya que, al contrario que las dictaduras tradicionales, el modo de hacer ‘correctito’ no emplea yugo ni látigo, sino que convierte al yugo y al látigo en artículos de ocasión (y uno se los lleva puestos).

A pesar de todo, la imposición de la metrosexualidad ha generado las protestas de muchos sectores. Reflejamos aquí las más destacadas de esas voces discordantes:

“Una panda de mariconazos, una panda de mariconazos, eso es lo que son” (Juan José López, presidente de la Asociación Esteso-Pajares para la defensa del hombre-hombre).

“El abdominal único, esférico, nos retrotrae a la circularidad de la placenta como un universo ansiado”. (Fernando Mohedano, en el prólogo de la obra ‘Tabernas inmundas de los pueblos de Córdoba’).

“Partiendo del efecto mariposa, podemos considerar que la erradicación del eructo a causa de la existencia de este modelo de hombre, podría provocar cataclismos debido a la eliminación de todo ese aire que antes se expelía. El macho que eructa es básico para el equilibrio natural”. (Pedro Sáez, tesorero del Círculo de Investigación Hotentote).

“Una camiseta de tirantes con bolillas, la curva de la felicidad, una lata de cerveza, un partido de fútbol en la tele… todas esas cosas se perderán, como lágrimas en la lluvia” (diálogo final de Rutger Hauer en la versión extendida 2.0 de ‘Bladerunner’, con el doblaje que ha provocado tanta polémica).

“Yo no voy de compras ni muerto. Que vaya Pirri”. (Lema de la plataforma ciudadana Yo No Voy de Compras Ni Muerto Que Vaya Pirri).

Con el beneplácito de los informativos y su habitual sección de pasarela (la que viene un poco después de los asesinatos del día), la metrosexualidad pronto se instalará en los pucheros de los hogares españoles, devorando por nosotros la morcilla y el chorizo, para regurgitarlos de inmediato con la forma de insípida pastilla alimenticia ideal ideal de la muerte para el aliento y la línea.тиц сайтаgoogle translate english to romanian


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