Tug&Buster
América según Mark Hempel
La aparición en español de “Tug & Buster” es uno de los acontecimientos recientes más felices en el decadente panorama del cómic en nuestro país. Aunque la edición, realizada por Astiberri, tenga muchos aspectos susceptibles de mejora (la traducción de las rotulaciones de los títulos de los episodios, o el prólogo al primer volumen, por citar un par de ejemplos), es muy saludable que por fin aparezca en nuestro idioma una obra de Marc Hempel. Porque resulta inaudito el desprecio hacia este autor por nuestras ilustres editoriales, y es realmente increíble que para leer una obra imprescindible del cómic de los 90 como “Gregory” tengamos que recurrir a su edición original de Piranha Press.
Marc Hempel nació en Chicago en 1957. Sus estudios en Bellas Artes los compaginó con sus pinitos en el mundo del cómic y la ilustración. Sus trabajos en el campo de la ciencia ficción y en la revista “Epic Illustrated” de la Marvel le hicieron ganarse un notable prestigio a una edad temprana. Junto a su compañero Mark Wheatley, y ya produciendo para su sello Insight Studios, siguió profundizando en la búsqueda de un estilo propio, sin por ello renunciar al mundo de los superhéroes, llegando a escribir y dibujar una aclamada historia de Spiderman para “Marvel Fanfare”.
Pero Hempel conoce el aplauso y la admiración unánimes cuando en 1989 publica el primer número de “Gregory”. La desquiciante historia que presenta Hempel, en conjunción con un dibujo expresionista que huye del underground naïf, marca las pautas de un cierto estilo de cómic que se desarrollará a lo largo de toda la década de los 90.
Gregory es un niño que está recluido con camisa de fuerza en un centro psiquiátrico. Entre las paredes de su pequeña celda, únicamente cuenta con la compañía de un ratón cínico y temperamental, llamado Herman Vermin, y que será el protagonista del segundo volumen de la serie. A través de las vivencias de Gregory, asistimos a un universo desquiciante, trastornado y caótico. Hempel usará en “Gregory” una amplia gama de recursos expresivos, jugando con la viñeta y la rotulación de una manera sorprendente y abrumadora, creando atmósferas claustrofóbicas. En “Gregory” se leen un montón de fuentes, y las oportunas composiciones de las páginas nos harán recordar tanto las tiras diarias de “Peanuts”, como realizaciones más arriesgadas.
Tras los cuatro volúmenes de “Gregory” (el último, titulado “Fat Boy”, es una feroz crítica al modelo de familia americana), Hempel sería fichado por Neil Gaiman para ilustrar una serie de “Sandman”. El estilo de Hempel aparecería claramente identificado en este sensacional proyecto. Y, tras “Sandman”, Hempel se embarca en otra aventura personal que llevará por título “Tug & Buster” y que continuará explorando algunas de las líneas trazadas en “Gregory”.
Tug y Buster son dos amigos. Tug es un tipo grandote, con tupé a lo Elvis, vestido a la moda “rocker”, y musculoso, que se pasa todo el día fumando (y provocando continuos incendios en su tupé grasiento) y sin articular palabra. Buster es un menor, admirador irredento de Tug, de quien siempre está alabando su masculinidad. Tug apenas habla, y sus virtudes sólo las conocemos por boca de Buster. Pero la cosa no acaba aquí, ya que el plantel de secundarios no tiene desperdicio: Dedoapestoso es un adolescente de actitud nihilista y pasota (en un clarísimo ajuste de cuentas a la generación de jóvenes post-Nirvana); Genital Ben es un sucio depravado que está siempre hablando de sexo y realizando insinuaciones a todas horas; Manos Hofmann es el típico matón de discotecas, machista y chulesco; Dwayne es un joven retraído incapaz de mantener una conversación normal; Iván es un niño aún más tímido, y que pasa totalmente desapercibido a los ojos de todos; y no olvidemos a la madre de Buster, una auténtica ninfómana que aprovecha cualquier momento de espaldas a su hijo para tirarse a Tug o a sus amigos. Vamos, un rosario de personajes extremos que pueblan el mundo inculto y excesivo que nos presenta Hempel.
Es obvio que Hempel arremete en “Tug & Buster” contra determinados arquetipos culturales norteamericanos, como la familia, la cultura rock o la música de los 90. No obstante, no es ésta la meta narrativa de la obra. Hempel ofrece una reflexión sobre el lenguaje. Si Gregory era un ser aislado incapaz de comunicarse con el mundo exterior, algo similar les ocurre a los personajes de “Tug & Buster”: no se comunican entre sí ni consiguen salir de su particular microcosmos. La lectura de este cómic llega a resultar cargante precisamente porque no existe interacción entre los personajes, ya que cada uno se dedica a repetir hasta la saciedad su discurso sin que las palabras de sus interlocutores sirvan para variarlo un ápice: Genital Ben siempre habla de sexo, sin importarle el rechazo que causa, Dedoapestoso no se baja de sus monólogos existenciales, Tug ni siquiera habla y se comporta como un mueble. Y no digamos ya Buster, que se pasa todo el día gritando las supuestas cualidades machistas de Tug, tratando de emularlas. El humor que sale de las páginas de “Tug & Buster” es un humor que nace de esta desesperación que nos produce la repetición de discursos, que llega a límites exasperantes. Como ejemplo, sirvan las palabras de Buster, quien, recordando las aptitudes de Tug, intenta ser como él: “Tengo que demostrar que soy un tío duro, lleno de vitalidad y hormonas… ¡Capaz de resistir sin pestañear lo que el mundo le reserve! ¡Tengo que demostrar que soy duro como el acero, fuerte, viril, militarista y muy heterosexual! ¡Una máquina de matar sin corazón que menosprecia a las tías!”.
La edición española de “Tug & Buster” llega con nada menos que seis años de retraso con respecto a su primera edición norteamericana. No vamos a decir que el retraso ha valido la pena, pero sí dar las gracias de que, al menos, se hayan acordado de editarla. Si bien es cierto que las condiciones de nuestro mercado no es, ni por asomo, las del mercado estadounidense, sí es llamativo que haya tantos problemas a la hora de editar una mini-serie de uno de los autores punteros de la actualidad. Y no decimos que la espera haya valido la pena porque ya está bien de ese topicazo. Seamos rigurosos y reconozcamos que, mientras en nuestro país lleguen obras así con ese retraso, no se podrá generar un mercado de lectores de cómic exigente, que busque lecturas que vayan más allá de las ligas de superhéroes y del humor castizo y repetitivo. Que no culpen a los lectores. La culpa es de las editoriales, y de nadie más.
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