Tintín (I)
El reportero total… y ario
Los orígenes
Tintín, Reportero del diario belga “Petit Vingtième”, es producto de la fecunda imaginación de Hergé, su creador. A lo largo de más de veinte cómics de enorme calidad, Hergé nos hace disfrutar de las peculiares aventuras de nuestro héroe, siempre conducentes a un único objetivo: la perspectiva revisionista en todo lo que rodea al nazismo.
Poco después de que Hergé permitiera solazarse a millones de lectores con su entonces peculiar (aunque, a la larga, acertada) visión de la Rusia soviética, en contraposición con la armonía y felicidad que podía respirarse en la Alemania nazi por las mismas fechas (Tintín en el país de los Soviets), los alemanes decidieron llevar a cabo su último intento (por ahora) de conquistar el mundo, que, aunque fracasado al final, les permitió conquistar al menos Bélgica, patria de Hergé.
Comienza allí una fecunda relación del dibujante belga con los nazis, que duró durante toda la II Guerra Mundial y, en la práctica, también después, por mucho que disimulase; verdaderamente, Hergé siempre trabajó “en la dirección del Fuhrer”, dado que se trataba de un hombre profundamente conservador que siempre tuvo muy claras dos cosas: la superioridad intrínseca del hombre blanco (cuanto más blanco, mejor, y los nazis, como Ustedes saben, siempre lavaban más blanco), por un lado, y la malignidad de la III Internacional y el modelo comunista.
Características
Tintín, al parecer, es un periodista. Como todos los periodistas, se dedica a hacer multitud de cosas, pero ninguna de ellas tiene relación alguna con lo que se supone que es el periodismo; en la práctica, Tintín es un aventurero que trabaja a sueldo de supuestos periódicos, pero no para enviar crónicas sobre países remotos con regímenes totalitarios, sino para que la acción del reportero garantice la sustitución de un régimen totalitario por otro, también totalitario, de signo opuesto (es decir, “bueno”). Aunque Tintín es un crío de, a lo sumo, 22 años, siempre es el más listo, el más fuerte y el más sosegado a la hora de tomar decisiones; no podía ser menos, tratándose de un belga con pelo rubio y (estamos seguros de ello) ojos azules.
A lo largo de sus aventuras, empero, el personaje evoluciona hasta convertirse en un auténtico mito nacional, una especie de Sigfrido que, sin embargo, sólo tocó tangencialmente las salvajadas de su monarca Leopoldo II en el Congo Belga, en realidad para poner bien al Rey, ya que, a fin de cuentas, los belgas habían conquistado, expoliado y siniestrado el Congo para civilizar a aquellos salvajes. Así que Hergé decidió obviar alusiones a cómo Leopoldo II se conocía todos los lupanares de Europa y cómo disfrutaba masacrando a los indígenas en el Congo, posiblemente porque ambas cosas le parecían muy bien al autor.
En cuanto a Tintín, pese a ser el indiscutible protagonista, como decimos, de más de una veintena de historias, a la hora de la verdad no se trata de un personaje muy definido, lo que no sabemos si nos habla de la complejidad del personaje o (a la vista de cómo los demás integrantes de sus aventuras resultan totalmente planos) del deseo de Hergé de dejar a su querido periodista en el territorio de lo ambiguo, una decisión obvia a la vista de la patente homosexualidad del reportero.
Acompañantes
Dada la liviandad del carácter de Tintín, su, a la hora de la verdad, escaso interés y carisma como personaje, Hergé optó paulatinamente por incorporar a gran número de personajes secundarios con cada vez mayor incidencia en las aventuras del supuesto periodista, todos ellos caracterizados por acomodarse con facilidad a un estereotipo determinado. Destacamos a los más importantes:
– Milú, perro: El personaje más repulsivo del variado elenco de acompañantes de Tintín, y el único que aparece en absolutamente todas las historias; independientemente de la obvia relación zoofílica que les une a ambos, Milú es un perro al que, en apariencia, le adornan todas las virtudes, entre ellas la de hablar con su amo sin problema alguno (a veces, otras Hergé decide que a fin de cuentas un perro, por muy blanco que sea, no puede hablar, y por tanto evita entablar diálogos hombre – perro por lo demás sin demasiado interés), aunque a veces, como casi todos los acompañantes de Tintín, meta a su amo en líos. Milú es un perro pura raza (como pone de relieve en Tintín en América, cuando renuncia despectivamente a mezclarse con perros “pieles rojas”, es decir, razas inferiores), y posiblemente por ello su amo no tenga problemas en otorgarle un rol, en la práctica, similar al de la esposa (o al menos lo que para Hergé debía ser una esposa complaciente).
– Haddock, borracho: Aunque en algunas aventuras (El Templo del Sol) el capitán Haddock amplió su elenco de vicios con la cocaína (posteriormente censurado), en las aventuras que finalmente llegaron a nuestras manos Haddock era el arquetipo del alcohólico, lo que si por un lado resultaba simpático (y una parte de la carga humorística de las aventuras de Tintín provenía de las andanzas de borracho del Capitán), por otro se constituía en continua fuente de problemas para nuestro héroe, en un claro mensaje moralista de Hergé a sus lectores sobre los problemas del alcohol (además, recuerden que el Fuhrer era abstemio).
– Tornasol, despistado: el profesor Tornasol es el prototipo de sabio loco que siempre se encuentra enfrascado en fantásticos proyectos científicos que habitualmente son objeto de deseo de malvadas potencias extranjeras (naturalmente, regímenes comunistas), lo que le acarrea múltiples problemas y, de rebote, supone una buena fuente de aventuras para Tintín, encargado de rescatarlo en multitud de ocasiones. Finalmente, Tornasol es el encargado de elaborar el cohete que se constituiría en la principal aventura de Tintín (Objetivo: La luna y Aterrizaje en la luna), o al menos la que mayor relevancia tuvo posteriormente, cuando los americanos pisaron nuestro satélite (aunque Ustedes ya saben que en realidad todo eso es mentira, los yanquis nunca estuvieron en la Luna, fue todo un complot de la CIA en connivencia con el sionismo internacional).
– Hernández y Fernández, idiotas: Hermanos gemelos, su carácter estrafalario, su estupidez y su tendencia a meterse en líos son la prueba más evidente de que, para Hergé, los cuerpos de seguridad de las democracias eran débiles desde la médula, razón por la cual se hacía patente la necesidad de que, en la práctica, los problemas fueran resueltos por los militares o por aventureros “idealistas” o, a ser posible, una conjunción de ambos parámetros (es decir, las SS).
Visión del Mundo
Para Tintín, el mundo es un lugar en el que, desgraciadamente, por obra y gracia del comunismo, los europeos cada vez pintan menos; pese a ello, en los tebeos del reportero siempre nos quedará muy claro que Francia es una gran potencia, uno de los principales faros de referencia del mundo y, en suma, la luz ideológica que ilumina a la cultura occidental, siempre y cuando esta esté imbuida de una mentalidad prototípicamente colonialista, claro está.
Por tanto, la función de Tintín en el mundo será la de salvaguardar los intereses europeos allá donde se encuentre, dejando muy claro, de paso, que como los blancos no hay nada (es preciso aclarar que los sudamericanos, y por supuesto los musulmanes, no son blancos ni de lejos); aunque de cuando en cuando Hergé barnice esta intención colonialista de filantropía, y la disfrace de lucha por los oprimidos, los pobrecitos pueblos esquilmados por occidentales malísimos (generalmente americanos), a la hora de la verdad las cosas son así: Tintín es alguien que derriba gobiernos dictatoriales en Sudamérica para sustituirlos por otros igual de dictatoriales (“estos sucios latinos…” murmuraría, desengañado, Hergé); alguien que garantiza que los chinos (antes de la Revolución comunista, claro) seguirán expoliados por Occidente, en vez de por los malvados japoneses; alguien, en suma, que explica a los nativos de medio mundo las ventajas del seguidismo al hombre blanco, a fin de cuentas el único que ha aportado cosas buenas a la civilización (por otro lado, para Hergé la “civilización” es un concepto eminentemente blanco, así que era obvio que pensase así).
Repercusión Social
Bastante marcada. En el plano de la configuración de tebeos, Hergé ha marcado una época en el cómic europeo ofreciendo una alternativa, la famosa “línea clara”, a las rutinas productivas estadounidenses. Naturalmente, la línea clara es una porquería y desde que los dibujantes europeos decidieron adoptarla el dominio norteamericano se ha multiplicado, pero eso es lo de menos: lo importante es que, una vez más, Francia (la parte valona de Bélgica, es decir, Francia) ha vuelto a sorprender al mundo con una aportación original y carente de valor.
Por otra parte, Tintín cuenta con un buen número de seguidores aún hoy en día, especialmente en Francia, como símbolo cultural francés y como tebeo de carácter mítico. Son muchos los tratados, estudios y artículos publicados en torno al personaje, lo cual no deja de ser sorprendente si pensamos por un momento en el escaso partido que ofrece de entrada (si no fuera porque Hergé era un nazi, ya me dirán Ustedes cómo escribo este artículo). A consecuencia de ello, y ya que, en última instancia, todo acaba resolviéndose en el plano ideológico, Tintín ha sido objeto de un debate apasionado en la Asamblea francesa a propósito de su filiación izquierdista o conservadora, uno de tantos debates ficticios que tan a menudo se establecen en nuestras sociedades desarrolladas, porque la solución al dilema está clara: conservador, y mucho.
Compartir:
Tweet
Nadie ha dicho nada aún.
Comentarios cerrados para esta entrada.