Spawm
Esto es un infierno
Una de las cualidades del noveno arte, aquella que le ha hecho seguir adelante en el mundo de Internet y las nuevas tecnologías que daban el papel por acabado, ha sido sin lugar a dudas el impacto visual que causa. Sí, algunos de Ustedes podrán argumentar que lo más importante es la estructura del guión, y que sin un buen argumento un cómic se puede ir directamente a la basura. Nada que objetar, puesto que a mí también me gustaron los cómics de “Watchmen” de Alan Moore, y considero que el “Sandman” de Neil Gaiman es uno de los mejores cómics de la Historia.
Sin embargo, en este artículo pretendo demostrarles que, sin ser demasiado original en los guiones y no siendo sólo para minorías enrevesadas (sino todo lo contrario, mercadotecnia pura y dura), un cómic puede sobresalir con creces respecto a la media. El más claro ejemplo de ello lo encontramos en Spawn, un título que a muchos de Ustedes cuando menos les sonará, y que fue creado (en mi humilde opinión, siempre tan subjetiva) por el mejor dibujante de cómics que ha existido (con el permiso de Jack Kirby): Todd McFarlane.
El bueno, el malo y el feo (todo en uno)
El argumento del cómic, la verdad sea dicha, es un poco raro, aunque no por ello realmente bueno. Sin embargo, sí que es eficaz. Les cuento: nuestro prota es un currele boina verde de lo mejorcito que tiene el Gobierno americano, pero al ser el hombre muy legal, sus propios compañeros se lo cepillan (claro, es que no les había dicho que el tío, llamado Al Simmons, es negro, y esto es un cómic americano).
La cuestión es que en vida ha debido ser una persona muy mala, y acaba en el infierno (ya saben, habría fumado cigarrillos o dicho palabrotas, porque aunque el cómic no explica exactamente el por qué, esto es América, así que las probabilidades de haber sido enviado con Lucifer por dar unas caladitas son elevadas). Pero claro, en el infierno no hay mucho sexo y Simmons echa de menos a su mujer, por lo que hace un pacto con el diablo: si le permite unos días de permiso en la Tierra para echar unos polvetes, liderará a las Tropas del Mal para ganar la batalla sobre la Tierra en el día del Armaggeddon contra las fuerzas del Bien. Muy apocalíptico.
Pero cuando vuelve a la Tierra, descubre que su mujer se había casado con su mejor amigo, por lo que no hay tu tía. Sin embargo, al corazoncito de Simmons, siempre bueno, no le gusta lo del infierno, por lo que rompe el pacto y se queda en la Tierra (tampoco lo dice, pero supongo que será porque aquí hay aire acondicionado y La Página Definitiva), con los poderes que tuvo en el infierno (lanza rayos, se regenera…, lo típico), para luchar por el Bien y la Paz, como buen americano. Al Diablo no le gusta, y Simmons tiene que luchar: a) contra el diablo y sus secuaces, b) sus sentimientos (ganas de partirle la boca a su amigo por cepillarse a su mujer no le faltan, no), y c) contra los malos comunistas y fumadores de Nueva York, que es donde vive.
Bueno, como verán, parece sacado de una telenovela para adolescentes con final feliz pero, como les señalé en un principio, el guión es lo de menos. Donde sí demuestra Todd McFarlane es a los lápices y a la tinta, donde la calidad se observa en cada viñeta. Con unos primeros planos impresionantes, el elevadísimo grado de detalle de los dibujos (cargado como si fuese barroco), y un estilo inconfundible, muestran que sin lugar a dudas la percepción que tiene el autor de lo que debe ser un cómic es el impacto visual que genera. Y esto salta a la vista, como si de un alien se tratara.
No hace falta decir que no soy el único que piensa así, porque en los cómics pasa lo mismo que con las películas: en Europa y en Estados Unidos se ven de manera muy diferente, y aquí se tiende demasiado al “cómic de autor” que, aunque necesario, a veces es excesivo. Por supuesto, Todd McFarlane y Spawn se han llevado innumerables premios por todo el mundo al mejor dibujante, a la mejor portada, a los mejores entintados, etc. Una muestra de su calidad: fue por él por el que sacaron la cuarta colección de Spiderman, cuyo primer número tiene el récord de ventas de un solo cómic en el mundo (aparte de Astérix y Obelix, claro): casi 3 millones de copias en una semana, ahí es nada. Y no le quiero ni decir la cantidad de autores que le han copiado el estilo, porque sin proponérselo ha creado toda una escuela.
En fin, lo único que se le puede achacar sea que McFarlane no dibuja demasiado bien los rostros, y que la violencia, en un cómic para adolescentes que es lo que es, sea quizá excesiva. Aunque claro, hoy en día nada vende si no tiene unas fuertes dosis de violencia o sexo (y si no vean el caso del Gran Hermano), ya sabemos que en esto de vender la moto, nadie como los yankis.
En definitiva, les recomiendo echar una ojeadita si pueden al cómic, ya verán como no les defrauda, al menos no les dejará indiferente.
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