Maus
Art Spiegelman
Hay veces en que nos sorprendemos al encontrar Arte, con mayúsculas, en un lugar insospechado. Como, por ejemplo, en las páginas de un sencillo cómic. No es que los tebeos, como el cine o el rock ‘n roll, no puedan llegar a serlo. Sólo que hay tantos, que resulta raro, pues, al tratarse de una forma de expresión moderna, no han sufrido el filtro de la calidad que impone el paso del tiempo.
Por un lado, la gran mayoría de los cómics nos cuentan una historia corta y, por lo tanto, poco profunda. Y además, no nos exige concentración desde un punto de vista formal. Por otro lado, los temas de los cómics se suelen restringir exclusivamente al humor y a la truculencia. Por no hablar de lo repetitivo y poco original del trazo de muchos dibujos. O de lo poco cuidado de los diálogos. A fin de cuentas, el cómic tampoco aspira a lo sublime. E historias de gran calidad como puedan ser las de Astérix o Corto Maltés sólo pretenden ser eso, historias.
Pero…¿sabemos acaso que a nuestro alcance tenemos un cómic de trescientas páginas que trata del hecho más terrible que vieron los siglos, una historia tan moderna y descorazonadora que sólo el distanciamiento que permiten esos simpáticos dibujitos nos la puede hacer soportar? Pues sí.
Art Spiegelman es un conocido judío americano escritor de comics, afincado como tantos en Nueva York. Hijo de un superviviente de los campos de concentración, entrevistó a su padre para escribir una pequeña historia al respecto. A medida que iba acumulando material, tuvo consciencia de tener entre manos el método perfecto para intentar explicar el más inexplicable de los horrores.
Maus -éste es el nombre de nuestra obra- es varias cosas a la vez.
Primero, es la historia de un huérfano adulto que sufre con la actitud de su anciano padre, pero que, lleno de remordimientos nacidos de la mutua incomprensión, hace un esfuerzo supremo para perdonar. Segundo, es también la historia real de un superviviente del Holocausto, tan marcado por su terrible experiencia que, acabamos por entender, no sobrevivió. O al menos, no sin pagar un alto precio, el de su perdida felicidad. Finalmente, es un documento de primera mano sobre el hecho más incomprensible de nuestra era, el nazismo. Y lo que supuso, en su verdadero contexto.
Si otras denuncias nos estomagan por su carácter deshumanizado y documental, Maus, al contarnos una historia sencilla y creíble, nos llega directo al corazón. Y de qué forma. Spiegelmann consigue que nos submerjamos en un mundo racial donde los personajes son representados por animales. Al hacer de los judíos, ratones, de los polacos, cerdos y de los alemanes, gatos, perdemos el impacto de las expresiones de hombres y mujeres para pasar a un nivel de raciocinio donde el concepto de raza es pervasivo, indisociable de los personajes. Como debió de haberlo sido en aquella época. Y como nunca jamás deberá serlo. Este tratamiento aleja al lector de la realidad de lo que el autor le está contando, y permite que, más allá de razón, nos entre la historia a través de la piel, por ósmosis. Creando, como dije, Arte con mayúscula, al adecuar perfecta y armoniosamente la forma al contenido. Esta historia sólo se puede leer en cómic. Este cómic sólo podría haber contado esta historia.
Art Spiegelman recibió el Premio Pulitzer por los dos volúmenes de Maus. Es, desde entonces, un clásico de la literatura del SXX. Son incontables los estudios que se han hecho sobre esta obra. Que se lee en una noche. Triste, oscura e inolvidable. Gran literatura.
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