El asombroso Spiderman
O lo que pasa cuando dejamos un icono cultural en manos de los yanquis
LOS ORÍGENES
Todo comenzó en los asombrosos años 60, cuando la compañía Marvel acababa de lanzar al mercado la colección “los 4 Fantásticos”, un grupo de señores vestidos en pijama que tenían una particularidad con respecto a los demás superhéroes de tendencia criptohomosexual: siendo también homosexuales, al menos tenían la dignidad de simularlo comportándose como “una gran familia”; junto al héroe, teníamos al ser humano, con sus dudas, sus cambios de humor, sus enfados y desenfados sentimentales, etc. Era ridículo y, al mismo tiempo, entrañable: los superhéroes eran tan humanos como los lectores de comics de superhéroes, lo cual implicaba una gran ventaja para estos últimos, resumida en la siguiente frase: “no importa lo ridículo que me sienta leyendo comics de superhéroes, los propios superhéroes siempre serán más ridículos que yo”.
Con la misma filosofía de crear un mundo de señores vestidos con mallas que, al mismo tiempo, resultara mínimamente “realista”, el creador de los 4 Fantásticos, Stan Lee, decidió convertir a un estudiante de Secundaria de 16 años, Peter Parker, en el Asombroso Spiderman. La historia consistía, en esencia, en que Peter Parker era un buen chico y mejor estudiante que, naturalmente, se convertía en el marginado de la clase, aquél del que todo el mundo se reía. No en vano Parker prefería ir a exposiciones científicas antes que emborracharse o intentar ligar, los dos pilares básicos de cualquier joven que se precie. En una de estas exposiciones, Peter Parker conseguiría sus asombrosos poderes por el procedimiento habitual: fue mordido por una araña radiactiva, adquiriendo, en lógica consecuencia, la fuerza, agilidad y velocidad “proporcionales” de dicho arácnido. Aunque en los años 60 se creaban superhéroes como setas a partir de explosiones atómicas, fusiones del núcleo atómico, esporas radiactivas y, en general, cualquier cosa relacionada con el átomo (recuerden que estamos en plena Guerra Fría), la verdad es que la creación de Spiderman resulta ridícula incluso para el standard del comic de superhéroes.
Y allí reside el mayor valor del personaje: además de un superhéroe ridículo, “El Asombroso Spiderman”, Peter Parker es también, ante todo, un pringado, siempre a vueltas con la pasta, las novias, los amigos, siempre recibiendo yoyah de los malos y sin que nadie esté dispuesto nunca a reconocerle nada por su trabajo (retrasar casi 40 años el atentado contra las Torres Gemelas y muchas otras cosas).
Al principio, Parker decide hacer con sus poderes lo que cualquier persona nacida en los EE.UU. haría: configurarse un traje absurdo para aparecer en televisión y lucrarse exhibiendo sus habilidades ante el estupor, y las risas, del público. Pero ¡oh fatalidad! el momentáneamente engreído Parker deja escapar a un ladrón que rondaba por el estudio televisivo, ante el cabreo de un policía, al que Spiderman dice que una estrella como él (Spiderman, no el policía) no tiene por qué perder el tiempo capturando ladronzuelos.
Si todo hubiera ido bien, Parker habría acabado convirtiéndose en el modelo de ser humano que todos queremos ser: un cruce entre jugador del Real Madrid y el Conde Lecquio. Pero lamentablemente el mismo ladrón al que Spiderman había dejado escapar asesina al tío de Peter Parker, “Tío Ben”. Spiderman atrapa al ladrón y allí aprende lo que desde entonces se convierte en dogma de fe para el personaje: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” Qué bonito, ¿eh? Algo había que inventar para justificar las aventuras de Spiderman y explotar su potencial. Y lo cierto es que Spiderman, lo que se dice poderes, tiene muchos, y muy originales.
ASOMBROSOS PODERES
Como ya hemos dicho, Peter Parker se convierte en una especie de araña humana al ser mordido por una araña radiactiva (no me pregunten qué es, exactamente, una “araña radiactiva”, ni se molesten en especular sobre qué habría pasado si a Parker le hubiera mordido una sanguijuela radiactiva, por ejemplo), consiguiendo todas las habilidades propias del bicho en cuestión. Son estas:
– En primer lugar, la piel de Spiderman puede adherirse a cualquier superficie, con tal fuerza que es prácticamente imposible separarlo del techo de un edificio, o de una pared. Esta habilidad es considerablemente útil para escalar paredes y sujetarse a cualquier cosa en situaciones comprometidas, por ejemplo cayendo desde un rascacielos. Si Spiderman hubiera sido español habría utilizado este poder para espiar a los vecinos y robar joyas, pero, como Ustedes saben, en realidad es América lo que “is different”.
– Además, Spiderman cuenta con la velocidad y agilidad proporcionales de una araña, lo que, traducido, quiere decir que es muy rápido y ágil (¿nunca han visto moverse a una araña? La verdad, yo tampoco me había parado a pensarlo, pero dado que hablamos de un comic y, por tanto, lo que dice debe ser cierto, seguro que las arañas se mueven con enorme celeridad).
– Spiderman también cuenta con la fuerza proporcional de una araña, lo que quiere decir que si quiere puede ponerse a dar yoyah a diestro y siniestro, aspecto este en el que sí se parece a lo más parecido a un superhéroe que nunca hemos tenido en España, Cal.loh de Hospitalet.
– Pero, sin duda, el poder más importante, y el más curioso de todos, es el “sentido arácnido” de Spiderman, una especie de sexto sentido que le advierte del peligro, con lo que es muy complicado para los malos malísimos abatir a nuestro héroe con los puños, disparando o, dado que hablamos de un comic, con una pistola de rayos fotónicos de plasma integrado adquirida en el mercadillo a bajo precio. Como todo el mundo sabe, es virtualmente imposible aplastar a una araña, pues su proverbial “sentido arácnido” le avisa del peligro. De hecho, nunca se ha dado el caso, en la Historia de la Humanidad, de que una araña tuviera una muerte violenta. Al menos, si lo dice un comic será verdad, ¿no?
– Por último, y para dar más verosimilitud, más realismo, al héroe, Peter Parker cuenta con una serie de accesorios que complementan sus poderes “naturales”. Dado que Parker es, como saben, un estudiante de Secundaria americano en un instituto público, no les extrañará lo más mínimo que el chaval se ponga un par de horillas a jugar con su kit “Quiminova” y saque un compuesto, la “telaraña”, totalmente irrompible, al mismo tiempo flexible y cuya salida es fácilmente regulable por parte de nuestro héroe. Gracias a la telaraña el Hombre Araña puede balancearse por los edificios de Nueva York, atar a los malos, crear un escudo contra los rayos fotónicos de plasma de cualquier maleante, etc. La telaraña se disuelve al cabo de una hora, la solución ideal para tener a los niños quietos hasta la hora de la cena. Además de la telaraña, y ya puestos, entre clase y clase Peter Parker se agencia una linterna acoplada a su spidercinturón que utiliza “para infundir el temor en los maleantes” al hacer su aparición (al igual que Batman se viste de murciélago “porque los criminales son cobardes supersticiosos”; la verdad es que, contrariamente a lo que nos ha enseñado el cine al respecto, los criminales de Estados Unidos deben ser tan amariconados como homosexuales son los superhéroes de los comics, porque si no, no se explica. Imaginen la reacción de José María “el Tempranillo” ante la aparición de un señor adulto vestido con un pijama “como una araña”, o un murciélago. ¿Hilaridad? ¿Choteo? ¿Puro descojono?); Unos spiderrastreadores que Spiderman utiliza lanzándolos a los malos sin que estos se den cuenta para localizarlos en un radio de acción de varios kilómetros; y mi favorito, el desgraciadamente desaparecido “Spidermóvil”, que rivalizaba en cuando a estética kitsch con el Batcoche. Pero es que los años 60 eran muchos años 60, y los 70, tres cuartos de lo mismo. Y como en EE.UU. no tenían al Tío Paco ni a Paco Martínez Soria, tenían que inventarse sucedáneos para el disfrute del público que, no nos engañemos, no le llegaban ni a la suela de los zapatos a los genuinos pata negra hispánica.
VISIÓN DEL MUNDO
Lo que sin duda convierte al Hombre Araña en uno de los superhéroes más interesantes que jamás se han inventado (si es que esto quiere decir algo) es que siempre le ocurren todo tipo de putadas, siempre perseguido por multitud de malos malísimos, siempre recibiendo yoyah por parte de todo el mundo, siempre un incomprendido, un inadaptado al que el Sistema no integra y que es perseguido por la Sociedad, que no sabe apreciar todo lo que el Hombre Araña tiene que ofrecerle. Piensen Ustedes en el prototipo de lector de comics de superhéroes y se darán cuenta enseguida de que un personaje como Spiderman tenía que triunfar, porque era el ejemplo perfecto de lo que los americanos llaman Perdedor y nosotros llamaremos también Perdedor (cómo me gusta esa palabra).
Pero además, si Spiderman sufre, su alter ego, Peter Parker, no le va a la zaga: primero todos sus compañeros de clase se ríen de él y no tiene un puto duro; más adelante el personaje evoluciona y aunque sus amigos ya no se ríen tanto de él tampoco le tienen mucho aprecio a un tío que siempre desaparece en los momentos interesantes para enfundarse el pijama y salvar a la Humanidad; por supuesto, Parker sigue sin un duro. Una vuelta de tuerca después, encontramos a Parker desconsolado porque uno de los principales malos le ha asesinado a la novia y continúa sin un puto duro: nunca puede acabar satisfactoriamente sus estudios, nunca puede trabajar en nada y casi nunca puede mantener relaciones estables con nadie por culpa de Spiderman, que le quita todo el tiempo libre. No es extraño que los primeros 97 números de la colección acabaran con Parker viendo un bello atardecer y preguntándose, en esencia y aunque esté recubierto de palabras bonitas, lo siguiente: “¿para qué cojones sigo siendo Spiderman si no me trae más que problemas?”. La respuesta no es, como quizás estén Ustedes pensando, “para que sigan vendiéndose los tebeos”. No es tan sencillo. La respuesta es la gran lección que enseñan los comics de Spiderman, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Sí, los americanos fans de Spiderman lo dicen sin encanarse de risa.
GALERÍA DE SECUNDARIOS
El Hombre Araña es un personaje muy interesante, entre otras cosas, por la excepcional galería de “supervillanos” que periódicamente se atizan con él. De la misma forma, el personaje de Peter Parker tiene su encanto gracias a la nutrida galería de personajes secundarios que lo acompañan. Más allá de sus características personales, todos ellos se caracterizan por una escasa capacidad perceptiva, pues ninguno de ellos se pregunta si no es un poco raro que Peter Parker sólo venda fotos de Spiderman, que nadie los haya visto nunca juntos a ambos y que cuando Parker desaparece de algún sitio a los pocos segundos aparece Spiderman dispuesto a desfacer entuertos, en ocasiones en lugares tan poco concurridos como la Antártida. Dicho esto, pasemos a decir unas breves líneas sobre los más importantes:
Tía May: Al morir “Tío Ben”, Parker queda bajo los cuidados de la esposa de aquél, “Tía May”, una ancianita entrañable que le ofrece a nuestro héroe todo tipo de mimos y atenciones, lo cual tenía su encanto al principio por el contraste entre el perfil duro de Spiderman soltando yoyah y su conversión en un tímido adolescente incapaz de decirle que no a su tía, pero después de repetir la misma situación a lo largo de unos 1300 comics de Spiderman, después de que Tía May haya sufrido unos 17 infartos y haya sido raptada o amenazada por todos los malosos posibles, la pregunta unánime es: ¿cuándo leches morirá la entrañable ancianita y nos dejará a todos en paz?
Tío Ben: Muere más o menos en la página 10 del primer comic de Spiderman, pero su figura aparece de forma recurrente para recordarnos aquello de “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Nunca un personaje muerto llegó a ser tan pesado en las páginas de un comic.
Las chicas de Spiderman: Al principio Parker era un estudiante empollón y marginado, como la mayoría de los lectores, pero con el paso de los años gana sex appeal y, para envidia de sus lectores, consigue mojar de cuando en cuando, aunque claro, Spiderman siempre se interpone entre Parker y sus chicas, pues estas o bien son asesinadas por los enemigos del arácnido o bien se alejan de Parker hartas de que éste las deje colgadas. Al final, Parker logra casarse con una de sus novias de juventud, pero la latente homosexualidad del personaje, que nos es revelada desde el momento en que se enfunda las ajustadas mallas del traje de Spiderman, implica una barrera infranqueable, a la hora de la verdad, para cualquier mujer.
J. Jonah Jameson: Sin duda uno de los personajes más divertidos, director del periódico en el que trabaja Parker como fotógrafo y acérrimo enemigo de Spiderman, en el que ve a una especie de felipista recalcitrante al que intenta hundir continuamente con campañas de prensa en las que tergiversa la realidad todo lo que puede, ayudado por las fotos de Peter Parker, es decir, el propio Spiderman. En resumen, el Pedro J. Ramírez del comic americano.
Los amigos del instituto / facultad: Al igual que ocurrirá con los secundarios anteriormente reseñados, su principal función en la serie es o bien ser víctimas de “supervillanos” o bien convertirse ellos mismos en supervillanos, configurando un grupo de amigos tan irreal que sólo puede ser producto de ambientes alucinantes y psicodélicos, tipo un partido político o el vestuario del Madrid.
DEGENERACIÓN DEL MITO
Al comenzar los años 90, los dirigentes de la compañía Marvel decidieron que había que dar espectáculo a los lectores para aumentar las ventas. Y vaya si lo dieron. A lo largo de 10 años crearon un torrente de historias en torno a Spiderman con una característica común: su nula calidad. Si alguna vez hubo alguna duda en torno a la caracterización del comic como género de creación, llamado por algunos (los lectores de comics) “el Noveno Arte” y por otros (todos los demás, en general el público) “una distracción infantil”, las dudas se despejaron rápidamente: sólo un niño, y además un niño con serios problemas intelectivos, podía encontrar atractivas unas historias totalmente faltas de hilazón, estructura y sentido del ridículo como las que salieron de la compañía Marvel en relación a Spiderman en los años 90. Los ejemplos son múltiples, pero nos limitaremos a abusar de su paciencia relatándoles someramente uno de los más escandalosos.
Por razones que no vienen al caso, a lo largo de unos 50 comics se desarrolló una insufrible línea argumental, llamada “la saga del clon”, consistente, en esencia, en revelarnos que el Peter Parker que había protagonizado las aventuras de Spiderman desde 1974 era un clon, y el “auténtico” había estado desaparecido. El “auténtico” Spiderman pasó a sustituir al supuesto clon en las aventuras de Spiderman, enterrando, por tanto, 20 años de historias del personaje, que “en realidad” era un repugnante, sucio y felipista clon. Si de lo que se trataba era de cargarse al personaje, no podrían haberlo hecho mejor. Tal vez una vía más rápida para que los lectores americanos dejaran de comprar los tebeos habría sido convertir a Peter Parker al islamismo, pero en cualquier caso estuvieron a punto de cargarse a Spiderman para siempre (sí, tampoco habría sido una gran pérdida y además Ustedes se habrían ahorrado este rollazo que les estoy soltando, pero de todos modos, y aunque por fortuna dieron marcha atrás, la cosa no tiene nombre).
REPERCUSIÓN SOCIAL
En el mundo del comic, muy importante. Spiderman es, sin duda, uno de los personajes de comic más universales que existen hoy día. Tal vez esto no quiere decir mucho, pero piensen que estamos hablando de Estados Unidos, el país que ha tenido a Ronald Reagan, George Bush y George Bush Junior como presidentes en los últimos 20 años, con un interregno de Bill “becario” Clinton. Es decir, un país en el que un personaje de comic, vestido con unas mallas que desafían los límites del mal gusto, lo tiene fácil para convertirse en un icono cultural.
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