Daredevil
El cuponazo
Los orígenes
Cuando Matt Murdock era pequeño salvó a una niña de morir atropellada por un camión, pero al hacerlo él mismo resultó gravemente herido. En aquella época los camiones no llevaban la misma carga que los de ahora (cemento, balas de paja, ovejas, inmigrantes o frutas destinadas a volcar en la frontera), y el camión que imprudentemente conducía a gran velocidad por una típica urbanización americana llevaba unos peligrosísimos productos radiactivos. Ya saben que en los comics americanos todo hijo de vecino aprovecha los rudimentos de bricolage aprendidos en la televisión por cable para construir una bomba atómica, así que no debería sorprenderles.
De resultas del contacto con los mentados productos, Murdock quedó ciego, pero en lugar de montar un quiosco, vender lotería y luego quedarse la mitad de los números para no pagar nunca los premios, el afán de superación de nuestro héroe le llevó a estudiar Derecho para cumplir su gran sueño: dedicarse a la abogacía para así defender la justicia y el modo de vida americano como paladín de los débiles (recuerden que hablamos de una obra de ficción, así que es comprensible que Murdock no hiciera lo que todo abogado de prestigio: dilucidar si el recuento de las papeletas mariposa de Florida era favorable a Bush o a Gore).
Pero eso no era todo: por las noches, Murdock se dedicaba a su vicio privado, convirtiéndose en un payaso disfrazado más, dispuesto a defender la justicia por métodos más expeditivos que los empleados durante el día. Adoptando el ridículo nombre de “Daredevil”, a juego con un traje totalmente rojo (que tenía la desvergüenza estética de vestir porque, claro, era ciego) y unos cuernecillos que en países viriles como España se prestarían continuamente a equívocos, Murdock era “abogado de día, diablillo de noche”. ¿Y cómo conseguía Murdock detener a un solo maleante, teniendo en cuenta su ceguera? La pregunta es retórica: como Ustedes comprenderán, la radiactividad no se limitó a dejarle ciego de por vida, sino que a cambio aumentó considerablemente sus demás sentidos.
Características
En efecto, Daredevil olía, oía, palpabla y saboreaba infinitamente mejor que los demás mortales. Con un don así nuestro hombre podría haberse lucrado como enólogo o protagonizando películas pornográficas, pero aunque así habría vendido muchos más cómics decidió optar por otro camino, aplicando sus superpoderes a la lucha contra el crimen.
¿Y cómo lo hizo? ¿Dejaba en ridículo a los delincuentes poniendo de manifiesto su escaso gusto por la higiene? ¿Los atormentaba descubriendo los puntos G de sus novias sin necesidad de leer el Cosmopolitan? Nada de eso. Además de estudiar la carrera de Derecho, Daredevil, al igual que todos los superhéroes de su generación, dedicó su tiempo libre a desarrollar su incipiente homosexualidad, en su caso cultivando su cuerpo en el gimnasio. Una vez fornido y musculoso como para aparecer en portada de la revista Torso se preparó para atizar y castigar a los malos, aplicando sus poderes en sorprendentemente útiles derivaciones de los mismos:
– Por ejemplo, su aguzado oído no sólo le permitía cotillear las conversaciones de los malos, sino también enterarse enseguida de si venían a por él, detectar los objetos por la vibración generada por el viento, … (imagínense lo mal que lo pasaría Daredevil en Crónicas Marcianas, Operación Triunfo o el Parlamento español). Una interesante derivación de este superpoder es que podía incluso escuchar el ritmo de los latidos del corazón de las personas que le rodeaban, y así descubrir su identidad (así, Daredevil desde el principio sabría que Peter Parker era Spiderman, por ejemplo), y aún más: dilucidar si, a la luz de los latidos de su corazón, alguien estaba mintiendo o no (¿y para eso años y años de carrera universitaria?).
– Gracias a su olfato, gusto y tacto afinados Daredevil pudo desarrollar su faceta de detective, y descodificar más adecuadamente el entorno en el que se movía.
– Como estos poderes, no nos engañemos, eran bastante chungos (imagínense el oprobio de que un buen día Daredevil acabase espachurrado contra el suelo o atropellado por un autobús), el guionista Stan Lee decidió sacarse el que, en la práctica, es el superpoder más interesante del personaje: un sentido “radar”, se supone que parecido al de los murciélagos, que le permitía detectar la ubicación de cualquier persona u objeto cercanos, y así repartir yoyah a diestro y siniestro como si no estuviera ciego. Es decir, Daredevil es ciego pero sólo de boquilla.
Acompañantes
Daredevil es un héroe más bien solitario. Los personajes secundarios de sus historias son escasos, y están relacionados casi en exclusiva con su trabajo:
– Ted Nelson, compañero del bufete de abogados y eterno fracasado que logró medrar merced a los éxitos profesionales de Murdock. Personaje totalmente carente de personalidad e interés salvo para ser puesto en peligro por los supermalos enemigos de Daredevil y, periódicamente, sentir celos de nuestro héroe, del cual, por otro lado, jamás llegó a sospechar su identidad secreta.
– Karen Page, secretaria del bufete de abogados y típica rubia voluntariosa que se enamora de Murdock. En los primeros tiempos, los felices años 60, se trataba de una relación ñoña más que no aportaba absolutamente nada a la trama (más allá de ser periódicamente salvada por Daredevil), pero tras la espectacular revisión del personaje efectuada por Fran Miller a principios de los años ochenta la eterna novia de Daredevil ganó muchísimo interés, convirtiéndose en yonqui adicta a la heroína y actriz porno (sí, Miller “le echó un par de huevos” en la revisión) que vendía por una dosis el mayor secreto de Murdock, su doble identidad, a su mayor enemigo:
– Kingpin: el rey del hampa de Nueva York, lo más parecido física e intelectualmente a Jesús Gil que se puede encontrar en el cómic americano. De maquiavélica inteligencia y enorme fuerza, Kingpin se dedicó, conociendo su secreto, a convertir la vida de Daredevil en un infierno (y no, no le vendía pisos que se caían una vez terminaba la garantía, ni le invitaba a cenar con toda su familia, ni le pasaba vídeos del Glorioso; la cosa era aún más sutil), convirtiéndose a partir de ese momento (la época de Frank Miller) en el antagonista principal de Daredevil y otorgando muchísimo más interés a sus hasta entonces intrascendentes aventuras.
– Además, Daredevil mantuvo relaciones más o menos cordiales con algunos superhéroes (en particular, Spiderman, que aparecía periódicamente para levantar las casi siempre modestas ventas de cómics de Daredevil) y se buscó algunas novias superheroicas en la época en la que Karen Page andaba desaparecida buscando ampliar sus horizontes con la heroína. La principal de todas es Electra, una especie de loca semidesnuda que iba por ahí de asesina profesional lanzando cuchillitos (claro ejemplo de los perniciosos efectos que sobre la mujer puede conllevar en ocasiones una educación tradicional circunscrita a la cocina).
Visión del mundo
Pasando por alto lo paradójico del título (aunque es preciso decir que si la mayor peculiaridad de este superhéroe, y su interés inicial, estriba sobre todo en cómo logra hacer de la necesidad virtud, superando su ceguera, en realidad su sentido “radar” reduce dicha ceguera al mínimo; la ausencia de visión, por tanto, no es tal, y funciona más que nada como una excelente excusa para mantener su “personalidad secreta” a salvo), toda la historia de Daredevil se explica en función de su apego enfermizo a la ley como forma de resolver los problemas. Para Daredevil el sistema, con todos sus defectos, “funciona”, y a demostrarlo se dedica continuamente en cuerpo y alma. Por eso, precisamente, es interesante su confrontación con Kingpin, pues si Daredevil intenta reivindicar el sistema legal pese a sus insuficiencias, Kingpin se aprovecha de las mismas para permanecer impune pese a sus malvados crímenes. Esta visión justiciera, siempre sometida a las leyes, de Daredevil, nunca se verá quebrantada, todo lo más se reflejará de forma más jovial o más oscura en virtud de las decepciones que le dé la vida.
Repercusión social
Al principio Daredevil no pasaba de ser un superhéroe menor, no insignificante pero incapaz de hacerse acreedor del interés mayoritario del público. Sus bromas y chascarrillos iniciales nunca funcionaron demasiado bien, y acabó siendo visto como una mala copia de Spiderman. La serie languidecía cuando en los años ochenta Frank Miller se encargó de coger al personaje y le dio un giro radical, convirtiendo al simpático superhéroe de mallas ajustadas, como tantos otros, en un sombrío superhéroe de mallas ajustadas a quien el malvado Kingpin puteaba sin cesar. La revisión del personaje lo convirtió en una serie de culto (si es que esto quiere decir algo, en términos de calidad, en el mundo del cómic), y por primera vez apareció un interés real por sus andanzas.
Lamentablemente los sucesores de Miller no supieron gestionar su herencia y acabaron convirtiendo la “oscuridad” de Daredevil en un cliché, pasando, sin solución de continuidad, de Spiderman a Batman en cuanto fuente de inspiración de sus historias. Unos años después se intentó dar un nuevo giro a Daredevil volviendo a la época del superhéroe jovial, de la mano de Kevin Smith, el director de Clerks, pero la cosa no acabó de funcionar (no en vano Smith demostró en Daredevil todo el torrente de brillante creatividad ya desarrollado en Clerks, así que pueden imaginarse el encefalograma plano en que volvió a convertirse el pobre Murdock) y Daredevil acabó volviendo allá de donde nunca debió salir, al ostracismo (si es que hay algún personaje de cómic que no esté condenado de entrada al ostracismo, que esa es otra).
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