Mystic River
No es la primera vez que traemos a estas páginas a Clint Eastwood. Ya hemos comentado en alguna ocasión el respeto que nos produce como director. No vamos a decir que lo hayamos defendido durante toda la vida, incluso desde “Harry el Sucio”, pero por un único motivo: no somos tan viejos. Pero, bueno, puestos a defender, también en alguna ocasión hemos alabado la citada película, ya que pensamos que “Harry el Sucio” no es una película fascista, sino todo lo contrario: una película que se burla del carácter fascista del género policiaco que se estaba poniendo de moda en los albores de la década de los 70.
Nos gusta también Clint Eastwood porque es una persona que tiene una cierta edad. Lo que hace que muchos le entierren a todas horas y él desdiga, película tras película, a los critiquillos del tres al cuarto que veían en él a un apologista del fascismo. Los mismos críticos que alaban sin reparos la vitalidad de Manoel de Oliveira son los que ven en cada nueva película de Clint Eastwood su testamento cinematográfico. Prácticamente, desde que rodó “Sin perdón”, todas sus películas han sido descritas por numerosas críticos españolas como un hermoso punto final a su carrera. Sin olvidar las dos últimas: “Space Cowboys” y “Deuda de sangre”, en las que muchos avispados vieron en su momento que Eastwood decía adiós a sus espectadores. Hubo incluso quien aventuró que el discreto éxito comercial de “Deuda de sangre” retiraría a Eastwood del cine, o haría que los estudios dejaran de confiar en él, olvidando de paso que:
– Eastwood es uno de los realizadores más baratos de la actualidad, con unos tiempos récord de rodaje y que siempre cumple sus presupuestos iniciales.
– Él mismo se financia sus películas desde hace más de treinta años, a través de su productora, Malpaso.
El asunto es que, mientras muchos siguen pensando que Eastwood está en las últimas, llega otra película suya, en la que no aparece él como actor, pero que cuenta con un reparto majestuoso, formado por los auténticos gurús de los actores más progresistas del mundo de Hollywood: Tim Robbins, Sean Penn y Kevin Bacon. Para ser un facha, Eastwood disimula muy bien.
La película, “Mystic River”, basada en una novela de Dennis Lehane (novela que suponemos espantosa, puesto que Eastwood, al igual que los clásicos -como Hitchcock y Ford- suelen partir de originales literarios infumables), supera de largo las dos horas de duración (Eastwood nunca ha hecho películas cortas) y, a pesar de ello, mantiene una tensión única en el cine norteamericano actual. La película narra la historia de tres niños, uno de los cuales es secuestrado y violado hasta que consigue escapar. Pasado el tiempo, los protagonistas han desarrollado sus propias vidas, todas ellas marcadas por este trauma de la infancia, que dejó una profunda huella en los tres:
– Tim Robbins encarna a Dave, el niño que sufre los abusos. Desde entonces, Dave es un personaje torturado, incapaz de ser feliz porque no puede superar el pensamiento de lo que le ocurrió. La vida de Dave se vio interrumpida de un modo brusco, por lo que no se pudo completar la personalidad del chico (preciosa es, en este sentido, la imagen de su nombre incompleto grabado en el cemento de la acera).
– Sean Penn es Jimmy, marcado también por este hecho: Jimmy se convierte en un delincuente que pasa una temporada en la cárcel y que es incapaz de rehacer su vida. El asesinato de su hija desvelará todo el poder que ejerce en el pequeño mundo del hampa de su vecindario.
– Kevin Bacon es Sean, un policía con problemas para mantener una pareja estable. Un ser conflictivo en su vida privada que utiliza su trabajo de policía para exorcizar sus demonios personales.
La vida de los tres chicos, a pesar de separarse con la llegada de la edad adulta, no dejará de contar con nexos de unión fortísimos, que harán que se vuelvan a juntar tras el paso de los años a raíz del asesinato de Katie, la hija de Jimmy. Pero las relaciones no serán fáciles ni normales: se dibujan entre ellos caminos tortuosos que sólo se podrán resolver de una manera trágica. Tras este suceso, los personajes tendrán una nueva oportunidad para volver a nacer, olvidar el pasado y reconstruirse una nueva historia.
En este sentido, la de la especial relación entre los personajes, juega un papel importante el lugar de la acción. Mystic River es un lugar de muerte (el río al que se arrojan los cadáveres), pero, al mismo tiempo, es un lugar que ejerce una poderosa y extraña atracción, puesto que los tres amigos vivirán toda su vida en la misma comunidad, sin conseguir romper los lazos con el sitio de su infancia, algo muy llamativo en los Estados Unidos, donde el cambio de residencia por motivos de trabajo está a la orden del día. Mystic River es, en realidad, lo que une a los personajes: un lugar que expresa una gran melancolía por lo que fue una infancia truncada por un hecho siniestro en un día de juego en la calle.
La trama que narra la película para esclarecer quién es el asesino de Katie demuestra la habilidad de Eastwood y da fe de su dominio del thriller. Sin ser una película de imágenes violentas, sí que existe una violencia contenida que da un clima de repulsión al lugar en que se desarrolla la acción. Siguiendo la estirpe de los clásicos, Eastwood sugiere más que muestra, y oculta las escenas más violentas de los tres personajes, trasladando este poso de violencia a sus vidas cotidianas que ocurren en momentos anodinos. A este respecto, la capacidad de sugestión y de atmósfera cruel que se respira en la secuencia inicial es un claro ejemplo. Eastwood, además, conduce al espectador por toda la trama, haciéndole profundizar en las miserias de la comunidad retratada. Si al principio de la película parece que tenemos muy claro quién es el asesino de Katie, Eastwood consigue, poco a poco, desmontar esta teoría para que lleguemos a desconfiar de todo el mundo. La corrupción del microcosmos retratado por Eastwood muestra un mundo en el que nadie es inocente.
“Mystic River” supone un paso más en una filmografía prodigiosa y en constante evolución. Película triste, con un aire gris (no aparecen días soleados en la película), con un final que exhala un cierto optimismo poco convincente, dejando a los personajes en un punto en que se apunta una mínima redención, como si todos supiésemos que, realmente, una redención total no es posible. Eastwood consigue todo esto con un único disparo de pistola en toda la película. La tensión no precisa de armas de fuego. Basta con retratar las relaciones humanas.
Compartir:
Tweet
Nadie ha dicho nada aún.
Comentarios cerrados para esta entrada.