Bowling for Columbine

Los persuasores ocultos

“Vivimos una época donde tenemos unos resultados ficticios de elecciones que han elegido a un presidente ficticio. Vivimos una época donde tenemos a un hombre que nos manda a la guerra con razones ficticias”. Con estas palabras recogía el pasado 23 de marzo de 2003 Michael Moore el Óscar al mejor documental por su película “Bowling for Columbine”. Así era como Michael Moore reivindicaba el valor de las películas documentales como elementos de crítica y desmontaje del gran fraude político que se está viviendo en los EE.UU bajo la administración Bush. A pesar de que la concesión de este premio hablaba muy bien del auténtico valor de modernidad que ha caracterizado al mejor Hollywood, el discurso apenas se oyó por las prisas protocolarias conducentes a acallar las críticas públicas en una ceremonia dominada por las consecuencias del miedo del 11 de septiembre.

Y es que “Bowling for Columbine” habla precisamente de eso: del miedo. Partiendo de la matanza que protagonizaron en 1999 dos estudiantes en el instituto Columbine (en Colorado), el documental se pregunta por el exceso de violencia y de muertes con armas de fuego en la sociedad norteamericana. Ante las elevadas cifras que existen (la mayor parte de los países occidentales no llegan al centenar de muertos al año por arma de fuego, mientras que en EE.UU. se superan las 11.000 muertes anuales), Moore va rebatiendo los argumentos que se suelen exponer en este debate con pensamientos tan elementales como eficaces. Veamos los tópicos que se desmontan:

La historia norteamericana está llena de sangre y matanzas, con la conquista del Oeste a los indios. Moore entonces pregunta: ¿el Imperio Británico no se expandió por todo el mundo a base de torturas y asesinatos? ¿Y qué hizo Francia en sus colonias? ¿La alemania de Hitler no está llena de violencia?

Estados Unidos es un país con muchas armas. Moore aporta un dato: en Canadá la media de posesión de armas indica que cada familia posee una. Sin embargo, las muertes en Canadá por este concepto son mínimas.

Estados Unidos en un país con mucho paro. De nuevo, Moore mira hacia Canadá para comprobar que la tasa de paro en ese país es el doble que en la sociedad norteamericana.

Con estas constataciones, el documental va ahondando en la indagación de las causas reales, en un proceso de búsqueda de información que incluye a personajes como Matt Stone (coautor de South Park), Marilyn Manson, Dick Clark y Charlton Heston. A pesar de que Moore desaprovecha una ocasión única para dejarle hablar a Heston y que diga sus tonterías (se dedica a interrumpirle constantemente sin que Heston llegue apenas a articular palabra), las imágenes de las convenciones de la NRA (el ultraderechista grupo de presión de la Asociación Nacional del Rifle) muestran muy claramente la calaña de la política agresivamente conservadora de George W. Bush.

Tras desmontar los tópicos argumentativos sobre el debate eterno de la violencia en los Estados Unidos, Moore asume las tesis del profesor Barry Glassner, autor del libro “La cultura del miedo”: los Estados Unidos viven inmersos en una cultura de temor dirigida a la población por el gobierno y los poderes fácticos y orquestada por los diferentes medios de comunicación de noticias, principalmente, los canales de televisión. Ejemplos no faltan en la película: amenazas infundidas por los media como la invasión de las abejas africanas o la cuchilla de afeitar escondida en una manzana de Halloween sirven para mantener a la población bajo el control que proporcionan las políticas del miedo. Si la propaganda de Goebbels y Hitler se basaba en el “espacio vital” como respuesta al miedo de que la nación alemana sucumbiese a las presiones demográficas, económicas y militares de los pueblos de su entorno (tomando como blancos de puntería a los judíos), los gobiernos (principalmente republicanos) de los Estados Unidos utilizan una propaganda consistente en sospechar hasta del propio vecino. La conclusión de “Bowling for Columbine” es clara: gracias a esta política, se ocultan auténticos escándalos públicos (el último, el de Enron), como estrategia del mantenimiento del poder.

“Bowling for Columbine” no dice nada nuevo. Su valor radica, precisamente, en decirlo en una época en que la censura de contenidos se ha vuelto muy dura (tras los años más apacibles de Clinton) como consecuencia de la elección como presidente de Bush y los atentados del 11 de septiembre, que Bush ha utilizado como excusa para aumentar esta “cultura del miedo” y convertir la seguridad y la defensa en líneas de actuación fundamentales de su gabinete, en detrimento de los programas de ayudas sociales. Quien crea que todo esto es política ficción, que acceda a los canales de televisión norteamericana, que vea los informativos, que vea cómo, por ejemplo, la Fox ha dado un cambio radical a sus contenidos tanto de ficción como de información, o que recuerde el tratamiento mediático ofrecido por las televisiones norteamericanas durante la reciente invasión de Irak.

Así pues, Moore, al asumir las tesis de Glassner, se inscribe en una corriente de pensamiento liberal norteamericano que apuesta por un menor control estatal y por una mayor libertad de manifestación y diversificación cultural, tomando la educación como valor primordial para la construcción social. De algún modo, Moore vendría a recordar el libro de Vance Packard, “Los persuasores ocultos”, un texto escrito en 1957 que analizaba, entre otras cosas, la publicidad subliminal y su incidencia efectiva sobre los consumidores. En “Bowling for Columbine”, se lanza la idea de que el gobierno y los media lanzan constantemente mensajes con una principal idea subliminal: hay que tener miedo.

Son muchas las reacciones que ha suscitado el film. Internet se ha llenado de páginas en que se vienen a destacar los “defectos” o las “mentiras” de la película (que si en el banco donde regalan las escopetas hay que esperar unos días a que te la den, que si las primeras palabras que aparecen de Heston no pertenecen a una convención de la NRA celebrada en tras una matanza de adolescentes), pero no se tratan de “fallos”, sino de elementos del montaje que agilizan la conclusión a la que quiere llegar Moore. Es decir, estos fallos son sólo lecturas aberrantes de causalidad que no se corresponden con el flujo del montaje de la película.

Lo que está claro es que la película escuece y mucho. A pesar de flojear su ritmo en algunos puntos (durante los últimos 45 minutos a Moore se le amontonan los asuntos que quiere tratar), es una película valiente, osada y, sobre todo, necesaria. Y el espaldarazo dado por Hollywood con la concesión del Óscar ha permitido que la película no quedara relegada al mercado europeo como si de un film de Woody Allen se tratara, sino que ha logrado grandes recaudaciones en el mercado norteamericano. Y es que Hollywood, con todas sus miserias, sus americanadas y sus mediocridades, suele dejar espacios abiertos para la crítica y para el análisis serio de la propia sociedad norteamericana. ¿Se imaginan un documental similar que analizase los asuntos más turbios y comprometedores de la sociedad española en una película producida en España y que, además, se hubiese llevado un Goya? Yo, sinceramente, no, porque aún no he visto un caso así.translate english to turkishадвокат полтава


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