Plat de resistance: José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE)

Escribir un perfil sobre José Luis Rodríguez Zapatero, candidato a la Presidencia del Gobierno por el PSOE, no es tarea fácil. A primera vista, los estudios comparativos más rigurosos y responsables presentan tantas concomitancias, y de tanto calado, entre Zapatero y el dictador alemán Adolf Hitler que a uno le entran ganas de poner algún link a una biografía de este último para no estar continuamente repitiendo datos.

Y sin embargo, un somero vistazo al programa electoral del PSOE en estas elecciones produce perplejidad: ni una miserable mención sobre qué hacer con los judíos, ningún insulto dedicado a los comunistas, un cobarde silencio sobre la necesidad imperiosa que España, “un país de 42 millones de habitantes con alto poder adquisitivo”, tiene de recuperar espacio vital a costa de sus vecinos, y mutis por el foro, incluso buenas palabras, como todo planteamiento de partida para la guerra de aniquilación que, tarde o temprano, España deberá librar en el Este (claro que al Este de España sólo hay agua, lo que dificultaría inicialmente las operaciones militares, pero ¿por qué creen que Zapatero quiere destruir España apoyando a un tripartito cuyo objetivo es la independencia de Cataluña? ¡Para reconstruirla después a hostias! Sin embargo, ¿no es un plan un tanto complicado?).

Por tanto, y aunque un pensamiento así cause estupor, a primera vista ni Zapatero ni el PSOE tienen nada que ver con Hitler. Un recorrido por la biografía política del personaje desde que fue aupado a la Secretaría General del PSOE en su XXXV Congreso confirma esta impresión.

Zapatero llega a la cúspide del poder en el PSOE por sorpresa, con el apoyo de cuadros medios del partido, y aupado en su generación (la que había “crecido políticamente” en los años en que el PSOE se desinflaba a ojos vista, sin que le diera tiempo a “tocar” poder, y acababa de asistir a cómo los popes de la anterior generación, representados por la mirada limpia de Almunia, arrastraban el partido por el fango en 2000). Gracias al voto trascendental de Balbás y Tamayo aventaja en nueve votos al favorito, José Bono, que reconoce inmediatamente la victoria de Zapatero y a continuación se dispone a conspirar los siguientes cuatro años para moverlo del sillón, para así llegar al poder en el PSOE en el momento más adecuado (las elecciones de 2008).

Cuando Zapatero accede a la dirección del PSOE, el panorama es ciertamente desalentador, mucho peor que el que se encontraría Aznar en 1989 (dado que al menos el partido de Aznar, el PP, no había experimentado el desgaste del poder, sino únicamente el desgaste, mucho mayor, de no tenerlo); todo el mundo asume que el objetivo del PSOE es asentarse, mejorar posiciones en 2004 y buscar el Gobierno en el 2008.

Para ello, Zapatero busca ganar respetabilidad entre el electorado, y al mismo tiempo superar el discurso, claramente gastado, de los estrategas clásicos del felipismo, articulados en torno al grupo PRISA, que con clarividencia piden “caña a la derecha”. Así que en sus primeros años Zapatero hace una de sus mejores aportaciones a la política española, desde mi punto de vista: el abandono de la brusquedad y el insulto como vertebradores del discurso político, sustituidos por la suavidad en las formas y una acendrada cultura pactista, que en Suecia puede que vistan mucho, pero en España son vistas por casi todos, o al menos por los medios de comunicación que dicen representar a casi todos, como síntoma de ingenuidad, debilidad y falta de hombría: José Luis Rodríguez Zapatero es Bambi.

Ante el rodillo parlamentario del PP y el abandono, por parte de José María Aznar, de lo que le quedaba de tolerancia (más o menos hacia 2001 Aznar se da cuenta de que ya no necesita a CiU, que ha conseguido muchas cosas gracias a su personalidad, su inteligencia política y su carisma, así que adopta dos decisiones: deja de pagar la matrícula del curso CEAC “catalán para círculos íntimos” y se dirige a su mujer con un castizo “Ana”, en lugar del antiespañol “Anna” que llevaba utilizando los últimos cinco años), Zapatero opone consenso. Incluso en las situaciones más extremadas da la sensación de que a Zapatero le importa más llegar a acuerdos con el Gobierno que ejercer la crítica que se le supone como líder de la oposición. El PP le ningunea, en su partido se desesperan y la ciudadanía se ríe de él. Pero el hombre persevera a pesar de todo.

Pero la moderación en las formas termina súbitamente a raíz de los dos principales errores del Gobierno en esta Legislatura Absoluta: el desastre del Prestige y, en particular, la Acción Humanitaria. A partir de ahí Zapatero se convierte, de la noche a la mañana, en un radikal. Sí, sí, como lo oyen. El hombre que se acostó Bambi se despierta radikal y, sobre todo, irresponsable, y se dispone a capitalizar la manipulación a la que se ven sometidos el 90% de los españoles, a los cuales de Enero a Septiembre de 2003, más o menos, se les hace creer que las Armas de Destrucción Masiva de Irak no existen y, de Octubre de 2003 hasta la actualidad, que Aznar había dicho alguna vez que tenía pruebas de la existencia de dichas Armas.

Tal ejercicio de irresponsabilidad, sin embargo, no generó los réditos electorales que correspondían a las expectativas de los socialistas. Las Elecciones Autonómicas de Mayo, a pesar de la ajustada victoria del PSOE, mantuvieron a grandes rasgos el reparto de poder de las anteriores de 1999, con la pérdida de Baleares pero la importantísima (y ajustadísima) victoria de la coalición PSOE – IU en la Comunidad de Madrid.

Pero dos hombres buenos, indignados ante la ya mentada radikalización de Zapatero, dos hombres (bueno, un hombre y una mujer) que en su día apoyaron a Zapatero con toda la fuerza de su corriente ideológica desde la FSM, Tamayo y Sáez, se negaron a pasar por alto semejante indignidad: el PSOE quería formar Gobierno con Izquierda Unida, como llevaba afirmando meses, como había informado en el programa electoral, pero sin avisarles a ellos en ningún momento. Así que Tamayo y Sáez, ejerciendo toda la responsabilidad que los ciudadanos, conscientes de que al votar la lista del PSOE lo hacían por los números 13 y 44, habían depositado en ellos, rompieron la disciplina de partido.

Ahí comenzaron los problemas de Zapatero. Perder la Comunidad de Madrid, la “joya de la corona”, el único rédito electoral importante de las Autonómicas, era un desastre. Pero hacerlo, además, dando un espectáculo de desunión y mezquindades, sin ofrecer una respuesta contundente que purgara responsabilidades dentro del partido y, en particular, de la FSM, era mucho peor. El PSOE no fue capaz de ofrecer pruebas sólidas a partir de los sospechosos vínculos de Tamayo y Sáez con el PP (Tamayo hablaba con un constructor para informarse sobre las condiciones de financiación más ventajosas de su inminente dúplex; el constructor llamaba a un militante del PP preguntándole si le importaba tener a Tamayo como vecino una vez se casara –él, no Tamayo-; el militante del PP, José Esteban Verdes, le contesta que por él ningún problema y que, de hecho, le encantaría saludar a su futuro vecino; así que le saluda nueve veces en dos días, aprovecha para darle algunos consejos jurídicos que no vienen al caso, y en los interludios invita a Ricardo Gómez de Tejada, secretario general del PP en Madrid, a su boda –la de Verdes, no la de Tamayo-), y lo que al final quedó de esa crisis fue la impresión de que Zapatero era una curiosa mezcla de radikal y Bambi, incapaz de capitalizar los errores del Gobierno e incapaz de poner orden en su partido.

Cuatro meses después, el PP recuperaba la mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid, y Esperanza Aguirre se apresuraba a cumplir su promesa electoral: no más listas de espera en los hospitales (pero un momento, sólo para madrileños; ahora que lo pienso, sólo para madrileños empadronados a menos de 100 m del hospital; y recuerden que la propuesta sólo es válida para buenos madrileños, que voten al PP y no a partidos en los que sólo cuenta el interés particular).

La victoria en las Autonómicas de Cataluña, aunque fuera decepcionante y equívoca (victoria por los pelos en votos, derrota por los pelos en escaños), permitió que el PSOE se hiciera con el Gobierno de una comunidad importante, situando al PPC en la más absoluta irrelevancia. Con esta acción, dando entrada a los independentistas de ERC en el gobierno, Zapatero, en calidad de President in pectore de la Generalitat, dio un paso más en su carrera sin fin hacia la irresponsabilidad, la irrelevancia y la irreverencia más absolutas: con un 16% del electorado, un mísero 16%, ERC dominaba la política catalana, la política española y, como nos enteraríamos después, la política de Euskal Herria, y lo que es más grave, se dispuso a llevar adelante una reforma del Estatut que requeriría muy probablemente la reforma de la Constitución, sin que importara dejar fuera al importantísimo 12% del electorado que representa el PPC.

Acosado por el PP y sus compañeros de partido, pero dando muestras de lucidez en la presentación de sus propuestas electorales con la suficiente antelación para llevar la iniciativa en la campaña, el brusco canto del cisne de Zapatero pudo ser la noticia de que Josep Lluís Carod Rovira, líder de ERC y conseller sense cap, se había reunido con ETA en secreto a principios del mes de enero, acompañada de la sospecha de que tras esa reunión podía haber un pacto “Muerte total salvo en Cataluña” del líder de ERC con los terroristas. En esta ocasión Zapatero reaccionó con rapidez, condenó sin reservas el hecho pero, además, exigió la salida de Carod Rovira del gobierno catalán, que le fue concedida por Pasqual Maragall.

La muestra de autoridad de Zapatero, pero sobre todo la a todas luces excesiva reacción del PP (exigiendo la dimisión de Carod, la dimisión de Maragall, la ruptura del tripartito y, si se tercia, un Gobierno de concentración PSC – CiU – PPC presidido por Piqué), parece haber conjurado el efecto electoral de la noticia (y su posterior reverberación con el anuncio de ETA de “Muerte total salvo en Cataluña”, que parecía confirmar las sospechas apuntadas en el anterior párrafo), y si me apuran ha dado lugar a un efecto paradójico: Zapatero continúa impertérrito con su estilo sosegado, y ha minimizado el peligro de verse afectado por las críticas del PP como “líder de la coalición antiespañola” prometiendo que gobernará sólo si resulta vencedor en votos y que formará gobierno en solitario.

Por el contrario, el PP se ha vuelto más y más histérico en su campaña electoral, “encerrados con un Carod solo”, presentando a Carod como medida de todas las cosas, introduciendo incluso al muy moderado Mariano Rajoy en la vorágine y subsumiendo las dos campañas del PP (la moderada y centrada en la economía de Rajoy por un lado, la histerizante de Unidad de Españaza de todos los demás, por otro) en una: Zapatero es el Anticristo. Una campaña clarividente, que vuelve a incidir en el extremismo del que era, hasta hace un par de días, un mariposón sin “lo que hay que tener” para dedicarse a la política, y que se encarga por sí sola de movilizarle al PSOE su electorado clásico mientras Zapatero les arranca votos de centro a cada nueva barbaridad que suelta el PP.

La vuelta a los peores momentos del Rodillo por parte del PP, alimentada por el crecimiento en las encuestas, ha situado a José Luis Rodríguez Zapatero en una situación muy placentera, y sobre todo imprevista hace apenas dos meses: a estas alturas es más que probable que supere los (ridículos) resultados de Almunia en 2000, objetivo que le permitiría mantenerse en el cargo de cara a las elecciones de 2008. A partir de allí, todo lo que obtenga gracias a los errores, en campaña y en la legislatura, del PP formará parte de su activo electoral: su Umbral de tolerancia, como ya indicamos, es lo suficientemente amplio como para volver a ser Bambi mientras sus rivales conservadores siguen afinando la Teoría de la locura considerada como una de las Bellas Artes. Y si suena la flauta y gana las elecciones, pues ni les cuento: España habrá vuelto a sorprender al mundo con la creación de un dios Jano de la política: soso y con carisma.caricature online freeимидж организации это


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