Murcia
Agonía trasvasística
La importancia de la Comunidad Autónoma Murciana en la política nacional es relativa. Relativamente igual a cero, queremos decir. No obstante, esta pequeña comunidad autónoma del sureste español, a pesar de su reducida población y su escasa relevancia económica tiene a favor dos importantes factores: Su proximidad a una región de extraordinaria pujanza empresarial como la valenciana, gracias a lo cual, no nos engañemos, Murcia disfrutará del AVE y del agua bendita del Ebro con la que regar las plantaciones de enormes pimientos, rábanos y demás hotalizas, así como los espléndidos campos de golf que empiezan a jalonar su costa, y la más que descriptible preocupación de sus autoridades por el equilibrio medioambiental y el desarrollo sostenible, que hace soñar a los murcianos con una futura región volcada con el turismo europeo gracias a una sabia e intensiva explotación de su costa, en la que aún permanecen anacrónicos espacios naturales vírgenes del cemento redentor.
Pero además de las infraestructuras, la explotación turística y el pertinaz tema del agua, asuntos estos que van camino de solucionarse gracias a la sintonía del gobierno regional con el de la nación española, (olvidados los tiempos de la vesania, la corrupción y el crimen de estado de ejecutivos anteriores que se distinguieron -lo cual es quizá más grave- por su desprecio a una región con tantas posibilidades como la murciana), es también necesario destacar los dos grandes retos que vertebran la política murciana, y que permanecen inalcanzables desde los primeros gobiernos regionales (aquellos en los que su presidente se hizo famoso a escala nacional por su costumbre de pedir en las comidas oficiales “yo, lubina mim-mo”): un río limpio y un puto aeropuerto. ¿Verán los actuales murcianos o al menos sus descendientes directos hasta segundo grado de consanguinidad ambas realizaciones?. Nadie puede saberlo a ciencia cierta pero las cosas parecen ir por buen camino, pues por una parte el agua que generosamente cederán los aragoneses suprimirá previsiblemente la pestilencia blasfema del Segura, (aún a riesgo de provocar desbordamientos en un cauce tan poco acostumbrado a estos excesos), y por otra existe constancia de la firme decisión del ejecutivo murciano de hacer un aeropuerto (por sus santos cojones si hace falta), para lo cual se han iniciado los estudios preliminares que permiten aventurar la colocación de la primera piedra a primeros de 2036.
Con todo ello el PP de D. Ramón Luis Valcárcel (que así se llama el prócer murciano) tiene asegurada su segunda mayoría absoluta consecutiva, y las dos únicas dudas a estas alturas son conocer si ésta se va a ver ampliada a costa de la segunda catástrofe electoral del PSOE (también consecutiva) o si IU trascenderá su actual condición convirtiéndose en la nueva fuerza extraparlamentaria de la política murciana. Y es que por raro que parezca, en la política murciana se han invertido los términos habituales del desgaste político, de forma que la oposición, gracias por ejemplo a su suicida oposición al trasvase (perdón, Plan Hidrológico) en virtud de evanescentes conceptos que poco o nada interesan al huertano común o al empresario hotelero, se desgasta día tras día, manifestación pro-trasvase tras manifestación (a la que incluso asisten destacados alcaldes del PSOE en abierta contradicción con la política oficial de ese partido), mientras que el PP aparece cada vez más como la única fuerza política de cierta solvencia a escala regional. En consecuencia les aconsejamos que apuesten en nuestra porra por una nueva victoria pepera por mayoría absoluta, aunque dado el escaso nivel de acierto de LPD -salvo en lo referido a Gran Hermano- igual se llevan ustedes una sorpresa. ¡Y los murcianos ni les contamos!.
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