El sistema electoral vasco
Miserias y curiosidades del reparto del pollo en Ajuria Enea
La contienda electoral vasca se juega en dos terrenos de juego distintos. Las peculiaridades de su régimen electoral hacen que, dependiendo del reparto de los sufragios, es relativamente sencillo que la lista más votada no obtenga una correlativa mayoría en la representación parlamentaria.
El Estatuto de Guernika, como es de todos conocido, refleja todas las obsesiones del PNV en lo que se refiere a la preparación de la “nación” vasca. Debido a su foralismo tradicional la importancia concedida a las Juntas y su marco provincial es mucho mayor a la de las estructuras correlativas en el resto de España. Y, dado que la inclinación por la independencia o por el nacionalismo de la provincia de Vitoria no era excesiva, el PNV entendió inteligente primar políticamente a esa provincia, “mimarla”, para inducir así a la población a ver con buenos ojos el proyecto peneuvista. Así que la sede del Ejecutivo vasco se fija en Vitoria y, sobre todo, se opta por establecer un reparto de los escaños en el Parlamento que sobreprima espectacularmente a los vitorianos. Con una población tres veces inferior a la de Vizcaya, Álava está representada por los mismos diputados: 25. Todas las provincias, las tres, tienen en efecto un idéntico peso parlamentario, algo que beneficia enormemente a las menos pobladas, especialmente Álava, y penaliza a Vizcaya. Lo que viene a querer decir que el partido político que vence en Álava se ve igualmente beneficiado en enorme medida, y esta prima es tanto mayor cuanto más grande sea la diferencia porcentual obtenida en esa provincia.
No nos encontramos ante un sistema único en el mundo. Desajustes semejantes, aunque menos exagerados, podemos encontrar también en otras regiones españolas. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, Valencia está subrepresentada y Alicante y sobre todo Castellón tienen una prima, aunque los escaños no sean los mismos en las tres provincias. Idéntica situación, agravada por el desequilibrio demográfico de Barcelona, se da en Cataluña y es la responsable de que en las pasadas elecciones autonómicas Maragall se quedara con tres palmos de narices a pesar de que las listas del PSC habían obtenido varios miles de votos más que las de CiU.
El elemento realmente exótico del desequilibrio vasco es que un sistema montado por el PNV es el que precisamente puede acabar costándole las elecciones. Lo que pretendía ser un sistema para afianzar la vía soberanista puede acabar, con el paso de los años, siendo el caballo de Troya que permita la conquista de las fuerzas llamadas por el PNV “españolistas”. ¿Significa esto que la legitimidad de un hipotético Gobierno PP-PSOE que gobernara gracias a la prima de Álava sería menor? Sinceramente nos parece un aspecto menor y más ornamental que otra cosa. Pasada la emoción inicial y la situación en esencia poco democrática de que el menos votado gane las cosas suelen acabar como hemos visto en Catalunya o Estados Unidos: la fuerza de los escaños acaba silenciando estos pretendidos déficits de representatividad.
Otra cosa es que sería muy apropiado que estas elecciones dieran lugar a una reflexión sobre los problemas que plantea un sistema tan proporcional como el español (el sistema D’Hont en efecto es muy respetuoso con las listas menos votadas siempre y cuando el número de escaños a repartir por circunscripción sea suficientemente amplio, al menos de 8) cuando hay interferencias de sobrerepresentación de ciertas regiones. Con estas derivas se logran reunir los problemas de los sistemas proporcionales respecto de los mayoritarios (especialmente la falta de estabilidad) sin lograr ninguna de sus ventajas (la lista mayoritaria nunca puede perder en un sistema mayoritario).
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