El recuento más importante
La tragicomedia electoral y otros cuentos chinos
A estas alturas no sabemos todavía con certeza quién va a ser el nuevo Presidente de los Estados Unidos de América. El espectáculo está siendo verbenero por mucho motivos, pero no tanto porque en el país de la alta tecnología y los ordenadores se tarde días en contar 6 millones de votos como por las implicaciones de todo este espectáculo. Por cierto que Clinton, cachondo como siempre, ya ha puesto la guinda al explicar que sí, que en principio el jueves por la noche la cosa estará clara, pero que si está muy ajustado también entonces deberemos esperar a que llegue todo el voto por correo (10 días) y a recuentos e impugnaciones posteriores. El actual Presidente, como de pasada, ha comentado que pueden tardar meses (sic) en saber el nombre del llamado a sucederle. Porque todo este show plantea, inevitablemente, ciertas cuestiones.
La primera y más evidente y básica, es que “la mayor democracia del mundo”, aquella que alardea de eso de “un hombre, un voto”, y toda la parafernalia de rigor, puede acabar eligiendo como Presidente a quien obtuvo menos votos que su rival. Si bien esto ya ocurrió en el siglo XIX un par de veces, estamos en un entorno político radicalmente distinto, en el que los mecanismos de democracia indirecta han perdido la función morigeradora para la que fueron creados, que hace que no sea de recibo que algo así ocurra. En una elección presidencialista no pude dudarse que un sistema que provoca estos problemas es, directamente, un mal sistema. El candidato demócrata que más votos ha obtenido nunca en la historia de los Estados Unidos de América puede, simplemente, no llegar nunca a ser el Presidente, a pesar de haber sido el más votado. Queda claro que las normas son las normas, pero cuando estas no sirven deben cambiarse. Tras esta situación la obligación es ineludible.
Sin embargo este problema pertenece a un ámbito distinto al que va a ser más acuciante en los próximos días. La necesidad de hacer un recuento en Florida va a poner de manifiesto, sin ninguna duda, lo mal que se hacen los recuentos electorales, dado que el control de los partidos y periodistas sobre cada papeleta será muy intenso. Baste analizar con un poco de distanciamiento las esperpénticas declaraciones de políticos y periodistas que, con voz asombrada, se refieren a la necesidad de hacer un nuevo recuento “voto a voto, papeleta a papeleta”. Caray, ¿cómo cree esta gente que se realiza un recuento de votos? ¿pila a pila de papeles? ¿a ojo de buen cubero? Los recuentos de votos, y cualquiera que haya vivido uno lo sabe, son bastante cutres en todos los países. No suele ser una cuestión de manipulación, sino simplemente de falta de atención y cuidado. Como los errores, múltiples, afectan en proporción a los votos que se tiene suele pasarse por alto, pues no es normal que haya una afección real al resultado global. Pero ahora, evidentemente, estas cosas van a aflorar. Inevitablemente, a medida que vayan viendo cómo evoluciona la cosa, los estadounidenses van a reflexionar sobre la necesidad de replantearse el modo en que se hacen los recuentos. Y, sobre todo, vamos a asistir a una marea de denuncias sobre situaciones anormales. ¿Van a acabar interviniendo abogados en este proceso? Cualquiera sabe que como esto ocurra el espectáculo va a ser lamentable y empeorará sin duda. Pero probablemente va a ser inevitable. Junto a los errores propios de un recuento aparece el asunto de las impugnaciones. A quien nunca haya participado en un recuento puede llegar a sorprenderle la gran cantidad de votos con irregularidades varias y motivos de anulación que suelen producirse. En estos casos es obligado recurrir a una compleja labor hermenéutica conducente a determinar cuando los vicios son de tal calado que es aconsejable la anulación del voto (algo que siempre pugna con la idea fuerza de que, en principio, debe dejarse que el voto expresado sea computado).
Como es evidente el espacio para que los abogados entablen conflictos está servido. Auguramos por ello que en breve comenzarán a escucharse voces solicitando anulaciones de mesas y cosas por el estilo. De momento ya han aparecido, y esto no ha hecho más que empezar, un par de urnas con votos en un armario de un colegio en una zona tradicionalmente demócrata que no habían sido computados. Imagine este olvido lo que puede suponer. Y además ciertas papeletas confusas pueden haber llevado a miles de jubilados que querían votar por Gore a hacerlo por Buchanan. Alguien podrá decir que la confusión, en el fondo, tampoco es tan grande, pero el conflicto es inevitable.
Y esto no ha hecho más que empezar. A medida que el recuento avance sin duda habrá más fricciones, dado que, además, tanto los interventores demócratas como los republicanos deben estar a la que salte. ¿Y se imaginan que alguien plantea algún recuento en otros estados ajustadísimos? La mayor democracia del mundo va a dar, una vez más, ejemplo.
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