El absurdo sistema electoral estadounidense

Como todo el mundo sabe, Estados Unidos es un país mucho peor que España en cualquiera de los parámetros que se les ocurra, así que tampoco vamos a ahondar demasiado en las motivaciones profundas de su ridículo sistema electoral, infinitamente menos español que el español. Valga decir que el reparto de poderes, tanto en el poder legislativo como en el ejecutivo, obedece a una doble obsesión: a) evitar que alguna instancia acapare demasiado poder; y b) garantizar la representación y autonomía de los Estados frente al malvado gobierno federal.

Poder Legislativo

Por ese motivo, en EE.UU. existen dos cámaras, al igual que en España: el Congreso o Cámara de Representantes y el Senado, que se eligen en virtud de dos modelos distintos: en el Congreso (438 representantes) los distritos se reparten en función de la población, pero en el Senado el criterio es equitativo para con los Estados (100 senadores, a dos por Estado), de manera que los Estados más pequeños puedan jugar en igualdad de condiciones con los más grandes al menos en una de las dos cámaras (esta obsesión de los Estados por no quedar diluidos en el Gobierno Federal se explica más fácilmente si tenemos en cuenta la escasa entidad demográfica de algunas de las trece colonias que originaron la Unión, como New Hampshire o Rhode Island).

Las elecciones a la Cámara de Representantes se celebran cada dos años y también cada dos años se renueva un tercio del Senado, con lo que los mandatos en esta última cámara son para seis años. El objetivo, naturalmente, es asegurar una continua renovación de la estructura política del Legislativo de manera que la división de poderes (sobre todo frente al Poder Ejecutivo) sea efectiva (por el mismo motivo, las elecciones tanto al Congreso como al Senado son uninominales, es decir, se elige a un candidato, y no a una lista, garantizando así la autonomía de acción del político, responsable ante sus votantes, respecto del partido, aunque esto también genere lamentables prácticas caciquiles estilo Galicia).

Poder Ejecutivo

A diferencia de lo que ocurre en España y sus Elecciones Generales (que en la práctica mezclan la decisión sobre los poderes legislativo y ejecutivo), en Estados Unidos se elige al presidente, como es sabido, cada cuatro años, mediante unos comicios autónomos, denominados sorprendentemente Elecciones Presidenciales. Al igual que ocurre en las Elecciones a Congreso y Senado, el sistema es mayoritario (lo que acaba por garantizar la instauración de un bipartidismo que en España, por fortuna, se da en forma más atenuada), y de nuevo, para garantizar los derechos de los Estados, existen 51 circunscripciones (los cincuenta Estados más el D. de Columbia, con la capital federal, Washington). En cada una de ellas se elige a un número de electores (que luego apoyarán al candidato a la presidencia al que representan; esto es un trámite-reminiscencia de los inicios de la democracia americana, cuando los Estados enviaban a sus representantes con instrucciones claras de preservar ante todo la sagrada autonomía estatal, en plan hispánico) que depende fundamentalmente de la población del Estado, puesto que la distribución de electores (538 en total) depende de la suma de congresistas y senadores de cada Estado, de manera que el Estado más poblado (California) reparte 55 electores a la presidencia y los menos poblados, como Alaska o Dakota del Sur, un mínimo de 3.

El problema es que en prácticamente todos los estados (salvo Maine y Nebraska, que para hacerse los interesantes tienen un sistema proporcional) el sistema es acérrimamente mayoritario, es decir, el candidato que gana la votación en un Estado se lleva todos y cada uno de los electores de ese Estado. Esto puede generar efectos tan curiosos como que Bush ganara las elecciones de 2000 con menos votos que Gore (aunque tuvo los votos cualitativamente importantísimos de los General Pavía del Tribunal Supremo), y la situación sistemática (y lamentable) de que los votos del perdedor en cada Estado no sirvan para nada (es decir, que Bush puede sacar en Nueva York, o Kerry en Texas, millones de votos sin representación alguna). Esto tiene el efecto, a su vez, de que lo importante, en realidad, sea ganar en los Estados más ajustados, donde se dilucidan las elecciones competidas, como lo es la que nos ocupa, dando por supuesto que cada candidato ganará en sus feudos particulares, y que la campaña, por tanto, se concentre en los Estados díscolos, y no en el conjunto del país.

Sociología Electoral de Campaña

El mapa electoral de EE.UU. ha sufrido notorios cambios a lo largo del último medio siglo, tanto en el aspecto demográfico (con un aumento sistemático del peso electoral del Sur y la Costa Oeste en detrimento de los Grandes Lagos y la Costa Este) como en el sociológico. Durante más o menos un siglo el Partido Demócrata se benefició del apoyo electoral sistemático de lo que se llamó el “Sólido Sur”, es decir, los Estados esclavistas que formaron la derrotada Confederación. El motivo, claro está, era que los republicanos, con Lincoln a la cabeza, eran significadamente antiesclavistas y provocaron el hundimiento económico del Sur (y, sobre todo, de las casas de campo señoriales del Sur) con la abolición de la esclavitud. Sin embargo, no parece que el Sólido Sur fuera de gran ayuda para las expectativas electorales de los demócratas, puesto que los republicanos siempre o casi siempre contaron con suficiente preponderancia en los Estados del Norte (mucho más poblados e industrializados) como para llevarse el gato al agua. Desde la Guerra de Secesión hasta la aparición de F.D.Roosevelt, apenas pueden contabilizarse presidencias en manos de los demócratas; ahora mismo recuerdo a Grover Cleveland y Woodrow Wilson (el destructor de Europa -y creador intelectual de la Segunda Guerra Mundial- con su delirante apoyo al nacionalismo y su apoyo a la política de sanciones a Alemania, si seguimos la revolucionaria doctrina de Pío Moa “la culpa del Golpe de Estado del 36 es de la izquierda”).

Después de los años de Roosevelt, republicanos y demócratas se diferenciaron mucho más claramente desde el punto de vista político, sobre todo a partir de la presidencia de Lyndon Johnson y su apoyo a los derechos civiles de los negros, que provocó, al mismo tiempo, la deserción de los Estados del “Sólido Sur”, a partir de entonces predominantemente republicanos (salvo en los años de Clinton), y el apoyo firme de los negros (casi un 90%) a los demócratas (de poca incidencia en las elecciones por su escaso índice de participación, así como por la idea de que los negros serían “voto cautivo” para los demócratas, con lo que nadie se molesta en hacerles mucho caso).

Básicamente, diferenciando por regiones, y siguiendo las líneas de fuerza de los últimos 20 años, la situación es como sigue:

– Costa Este: Barullo de progres concentrados en Nueva York que siempre o casi siempre votan demócrata, con algunos Estados ocasionalmente díscolos (en particular, Virginia).
– Nueva Inglaterra: centro neurálgico de la progresía estadounidense, con Massachusetts y su capital, Boston, como ejemplo paradigmático. Estados pequeños y poco importantes a los que no hace caso ninguno de los candidatos.
– Sólido Sur: Estados ex confederados donde el integrismo religioso manda (algunos de ellos forman lo que se ha dado en llamar el “Bible Belt”, “Cinturón de la Biblia”) y Bush manda aún más. Las disputas se concentran en el más poblado de los Estados, Florida, que es también el más ajeno a dicho integrismo religioso, dado que Florida, y sobre todo Miami, en realidad, es más bien la capital de Hispanoamérica que un Estado de EE.UU. Así que ahí lo importante es escoger el sector de hispanos a los que dar gusto y ofrecer políticas para la Tercera Edad, el otro factor electoralmente importante.
– Grandes Lagos: Zona industrial de grandes ciudades (Detroit, Chicago, Indianápolis, Cleveland, Cincinnati, …) en perpetua “minirecesión” económica. Aquí se concentran algunos de los estados más disputados, y más importantes dado su elevada población, como es el caso de Ohio.
– Medio Oeste: Línea de Estados que va desde Minnesota hasta Texas cruzando el país de norte a sur, y que separan la América industrial del Este de la América Profunda. El apoyo a Bush aumenta conforme el Midwest toca con el Sólido Sur, con el emblemático ejemplo de Texas.
– Oeste: América Profunda. Gran número de Estados absurdos, con muy poca población, creados para rellenar el mapa donde Bush, con alguna excepción (Colorado, Nuevo México), manda aún con mayor firmeza que en el Sólido Sur.
– Costa Oeste: Barullo de progres paralelo al de la Costa Este, los que podríamos llamar “nuevos progres” igual que son nuevos ricos dedicados a actividades poco serias (Hollywood, el sector de las Nuevas Tecnologías, o, lo que viene a ser lo mismo, fuegos de artificio). Dominio casi sistemático de los demócratas, sobre todo en California (salvo en la era del reaganismo aplastante), aunque la incompetencia de Kerry puede hacerle perder Oregón.translator english to koreanчугунный казан биол


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